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El toro mecánico
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Tiempo de lectura: 11 minutos

La historia de amor de dos primos que debido a los miedos a una familia incapaz de comprender y a una sociedad que terminó haciendo mella en ellos, pero el tiempo y sobre todo las arrugas no siguen los mismos criterios, poco importa lo que dicten las normas para que una vez más se vuelvan a juntar.

Cómo empezar a contar algo que no tuvo nunca que suceder, como comenzar a describir las sensaciones que viví, que sentí aquel fin de semana, aquel sábado de madrugada que hoy vuelvo a revivir junto a él, escudriño todos los rincones de mi interior para convencerme de que lo que hicimos estaba bien, hoy por fin me atrevo a contarlo, si… hoy puedo asegurar que lo que pasó, pasó por una razón, una y simple razón, estábamos enamorados ¿desde cuándo?, quizás desde que fuimos juntos al instituto, a la universidad o quizás, en alguno de los bautizos, bodas o entierros a los que acudimos, no sé, podría elegir cualquier día de esos y posiblemente me equivocaría, porque pienso que me enamoré el mismo día en que tuve conciencia de él, el mismo día que siendo todavía unos niños jugábamos en casa de mis padres.

Mi primo Alex había inaugurado en el pueblo cerca de la playa un garito muy a su estilo, se podía pasar un día sin aburrirse donde aparte de la zona de copas y de baile había un gran jardín con una barbacoa y piscina, podías jugar al ping pon, billar, futbolines, dardos y algo novedoso en aquellos días por la zona que era un toro mecánico, la gente venía de todas partes solo para montar en el toro, el garito se llenaba todos los fines de semana desde primera hora de la mañana y yo junto con mis amigas no íbamos a ser una excepción.

Para mis amigas no era ninguna sorpresa saber que me sentía atraída por mi primo mayor, realmente todas estábamos de alguna manera enamoradas de él, pero fui yo la que aquel fin de semana se adelantó todas, fui yo quien le esperaba a que cerrara todo para irnos juntos a casa, vivíamos puerta con puerta y eso facilitaba las cosas, todo empezó de la manera más tonta y simple, todo empezó en aquel toro mecánico.

Aquel viernes era el cumpleaños de Marta así que decidimos pasar el día en la playa y luego comer en el garito de mi primo, para terminar la celebración por la noche allí ya de madrugada, cuando todo el mundo se había ido yo esperaba a mi primo en la zona de juegos del toro mecánico, estaba inmóvil, sin vida en esos momentos y me subí a él, era diferente a otros que había visto, un poco más ancho, la parte delantera inclinada hacia arriba como si fuera una tumbona con orejeras, le cubría una especie de manta aterciopelada muy suave y tenía a ambos lados como dos salientes dos estribos donde podías poner los pies, y detrás de mí dos más, pero elevados.

-Alex, ¿yo pensaba que en los toros mecánicos, no había nada donde poder agarrarse salvo a esta especie de correa? –Le preguntaba a la vez que me sentaba al revés recostándome un poco sobre el toro.

-Es que no es un toro cualquiera Lara. – Me contestó Alex sonriéndole.

-Ya lo veo, pero ¿por qué y por qué te ríes? – Contestaba haciéndole un gesto de incredulidad, mientras que Alex se subía al toro sentándose frente a mí.

-Es que no lo es Lara, es un toro mecánico sí, pero… Es más que eso, es un juguete sexual. –Alex me había dejado sin palabras y me miraba sonriéndome. –Mira Lara te lo demuestro para que lo entiendas mejor.

Alex, se montaba a horcajadas en el toro como yo estaba, uno enfrente del otro juntando nuestros cuerpos, yo llevaba una camiseta verde, zapatillas blancas con unos pantalones vaqueros del mismo color y muy ajustados, sentada enfrente de él con las piernas abiertas dejaba mi sexo a su interpretación y al juntarse tanto nuestros cuerpos chocaron pudiendo sentir perfectamente su pene aun en reposo, notaba el latir de su corazón sobre mi pecho, la cercanía de sus labios, de su aliento, todo aquello me excitaba y más cuando me mandó que me recostara sobre el toro apoyando mi espalda sobre él, teniendo mi cuerpo como si estuviera en una tumbona de la playa medio sentada, medio tumbada.

Alex, cogía mi pierna derecha y me la subía hasta encajarla en lo que parecía un estribo a un lado del toro, luego con la otra, al otro lado quedándome como si estuviera en una camilla ginecológica con las piernas subidas y las rodillas flexionadas un poco, luego colocó sus pies sobre los estribos más abajo, dejando mis piernas por encima de sus muslos y sintiendo en ese momento como su pene se juntaba tanto a mi vulva que podía notar como le iba creciendo, teníamos el sexo apretados el uno con el otro, mi cuerpo reaccionaba y empezaba a humedecerme, tenía a mi primo justo ahí, en una posición en la tantas veces había soñado con él, estaba nerviosa, excitada, mordía mis labios mientras que no sabía qué hacer con mis manos, nos mirábamos fijamente en silencio y sabía que a él le pasaba lo mismo, Alex se inclinaba un poco su cuerpo sobre el mío poniendo sus brazos a ambos lados de mí cuerpo casi a la altura de mis senos, moviendo sutilmente su pelvis y frotando su pene que seguía creciendo sobre mi vulva.

En esos momentos ya estaba totalmente entregada a él, deseaba que me besara, deseaba sentir sus labios sobre los míos, pero lo que no me esperaba era que de un salto Alex desmontara del toro y muy nervioso casi sin mirarme, con voz seria y rota me invitaba a que desmontara también pues era demasiado tarde y teníamos que irnos a casa, al cerrar ya en el coche e incluso en la despedida en la puerta de mis padres Alex estaba serio, muy serio y muy avergonzado, de hecho ese mismo sentimiento me lo traspasó, estaba también avergonzada por lo que acababa de pasar y la verdad que realmente no hicimos nada, ya en casa, en mi habitación estaba confundida por tantos sentimientos hacia él, era mi primo, era mi familia y le deseaba, le quería solo para mí.

El día amaneció caluroso, eran las 12 del mediodía y no paraba de pensar en Alex, sentía que a él le pasaba lo mismo, estaba segura de que lo que pasó no pasó por un calentón y estaba dispuesta a ir a por todas esa noche si me daba la oportunidad. La tarde cayó y salí de casa solo con la mente puesta en él, me había arreglado, quería estar guapa para cuando me viera, un vestido corto azul turquesa, un vestido con capas de tela muy finas que se ajustaban a mi cuerpo como un guante por las caderas y se abría por la falda en vuelo, un vestido palabra de honor con los hombros desnudos, la melena suelta y con una pequeña base de maquillaje, carmín de un rojo pasión a juego con las uñas, la raya de los ojos muy fina y con una pequeña sombra de ojos, realmente iba preciosa, aunque suene mal yo lo sabía, los chicos con los que me tropezaba en todo momento lo sabían, pero lo único que me importaba es que él lo viera.

Pasé toda la noche a su lado, sonrisas y miradas de complicidad, mi primo parecía normal, como siempre, la vergüenza parecía olvidada hasta que una vez más a eso de las cuatro de la mañana cerrábamos, envió a todos a su casa y como la noche anterior yo me quedé a esperar nuevamente en el jardín, esta vez le esperaba junto al toro, pero sin montarme hasta que Alex me sorprendió por detrás abrazándome por encima de la cintura, no me dijo nada, solamente me abrazó entrelazando sus manos en mi tripa besándome los hombros, en ese momento mi nerviosismo apareció de golpe, estaba en sus brazos y sin que lo pudiera impedir me di la vuelta apoyándome en el toro, pasé mis manos por su cuello y le besé en los labios.

Alex en vez de sorprenderse me lo devolvió, apretando su cuerpo contra el mío, los besos más seguidos y profundos entrelazando nuestras lenguas, pero una vez más mi primo se retiró, una vez más lo que iba a ser no fue, me miró fijamente y se fue asustado diciéndome que me esperaba fuera, yo no quería irme estaba igual de excitada que la noche pasada, pero esta vez en vez de seguirle, me monté en el toro y esperé.

Cinco minutos que se me hicieron eternos, cinco minutos que tardó Alex en entrar y buscarme, estaba en la esquina del jardín, me miraba fijamente y empezó a acercarse lentamente sin que nuestros ojos perdieran el eje que los unía hasta llegar a mí, Alex me miraba desde abajo poniendo la palma de su mano en mi muslo por debajo de mi vestido que al estar sentada en el toro se me había subido, me acariciaba suavemente pasando la palma de la mano de arriba abajo sin mirarme.

-Alex, ven sube aquí conmigo por favor. –Le susurraba, le miraba y acariciaba el pelo.

-Lara, sabes lo que va a pasar si subo ¿verdad?, no quiero subir, no quiero que mañana te sientas mal. –Me contestaba esta vez mirándome a los ojos mientras que seguía acariciándome el muslo, partiendo su mano casi desde mi vulva.

-Lo sé, sé que pasará y es algo que llevo esperando toda la vida y lo sabes, mañana… El mañana no está escrito, lo escribimos nosotros con el presente, no sé qué pasará, pero sí sé lo que quiero ahora y tú también porque si no, no me habrías besado, no habrías venido a buscarme y posiblemente no estarías acariciándome… deseando subir y mostrarme… –Empecé a reírme, quizás un poco por nerviosismo, quizás por quitarle un poco de dramatismo a la conversación lo que hizo que me mirara con una sonrisa entre los labios.

-¿Mostrarte que Lara?

-Mostrarme cómo funciona este toro tuyo, porque lo que he visto es como desmonta a la gente a pesar de los estribos.

-¿Así?, o sea que ¿quieres ver cómo funciona? –Me preguntaba de forma más alegre.

–Si Alex, ya es hora de que me enseñes cómo funcionas ¿no crees? – Le contestaba esta vez en un tono más serio y sensual.

-Bueno pues, tú lo has querido Lara, así que prepárate al dolor. –Alex por fin parecía decidido, por fin veía en sus ojos esa mirada felina de caza, dispuesto a lanzarse sobre la pobre e indefensa cervatilla que estaba allí a su alcance, sus manos pasaron por última vez por mis muslos llegando acariciar mi vulva, deteniéndose en ella al verme cerrar los ojos y morderme el labio inferior cuando sus dedos apretaban y se hundían en mi vagina.

Alex se había subido y así como ayer sentí su pene crecer frotándose con mi vulva, hoy no, hoy directamente golpeaba mi tanga al estar con una increíble erección, mi primo se echó un poco hacia delante besándome en los labios a la vez que me contaba cómo funcionaba el toro, me contaba que yo me tenía que recostar sobre el toro con la espalda bien asentada, que mis manos tenían que coger los salientes del final como si fueran unas orejas y no soltarme de ellas, como entonces él pasaría sus manos por mis pechos como así hizo, bajándome el vestido hasta más allá de la cintura dejando mi tripa desnuda, me quitaba el sujetador sin tirantes y me empezaba a besar y lamer mis pezones, apretando suavemente pero con fuerza mis pechos.

Su pelvis no paraba de moverse, sus pies se habían apoyado en los estribos a ambos lados y se ayudaba de ellos para empujar su pene contra mi vulva, queriendo atravesar toda la tela que teníamos entre nuestros sexos, era algo maravilloso, una sensación de lujuria me pasaba por la cabeza, ya habíamos empezado y esa noche no habría forma humana de pararnos, era noche cerrada con una pequeña brisa que golpeaba mi cuerpo prácticamente desnudo, sentía el frío en mis pezones mojados con su saliva cuando su boca se separaba de ellos, mi tanga se había humedecido por completo, mi vagina se bañaba en mi flujo esperando la visita tanto tiempo anunciada por mis sueños.

Alex se había incorporado, se bajaba del toro y bajo mi atenta mirada entraba en una caseta y encendía un cuadro de luces para luego regresar a mi, se quitaba los pantalones y los calzoncillos dejando que viera por primera vez su pene, tan grande como parecía, tal y como lo sentía frotarse contra mi vulva, se quitaba la camiseta verde de Nirvana estirando su cuerpo y mostrando sus abdominales y sus pectorales, un cuerpo perfilado a base de ejercicio, un cuerpo envidiado por algunos y deseado por otras, pero solo para mi esa noche, Alex me miraba desde abajo, besando mis pechos por el costado, bajando con sus labios hasta mi cintura donde cogió el vestido con las dos manos por ambos lados y lo empezó a bajar cogiendo también mi tanga.

Alcé un poco mis nalgas para que pudiera quitarme la ropa con más facilidad, y poco a poco levantando mis piernas me lo fue quitando mientras no paraba de besarme hasta llegar a los dedos del pie, ahora sentía su cuerpo también desnudo junto al mío y una vez que estaba sentado subí mis piernas apoyándolas en los estribos como él me había indicado abriéndole mi vagina, acariciaba su cuerpo con mis manos dibujando sus músculos con mis dedos, sentía su poderoso pene por encima de mi vulva, mis labios vaginales humedecidos se apretaban contra sus testículos suavemente, el silencio se había apoderado de nosotros y los dos dibujamos las curvas de nuestros cuerpos con los dedos casi sin tocarnos, nuestros labios se besaban con pasión en la distancia, sin parar de mirarnos, sin que nada nos hiciera mirar hacia otro lado.

Alex poco a poco fue bajando su mano por mi cuerpo hasta llegar a mi tripa escalando mi monte de Venus y bajando por la otra cara hasta toparse con el pequeño botón rosado, mi clítoris crecía a cada roce, mi cuerpo se estremecía con cada caricia, estaba demasiado excitada y deseaba que me hiciera suya, que empezara hacerme el amor y que no parara hasta el amanecer, Alex cogió su pene con su mano y apartándose un poco lo empezó a pasar por mis labios, asomando la cabeza de su glande por mi vagina, humedeciéndose con mis flujos subiendo y bajando por mis labios, yo me apretaba los pechos con fuerza, pellizcando los pezones del placer, nuestras miradas se cruzaban una y otra vez, nuestra respiración acelerada como después de una maratón, jadeantes los dos esperando el momento en que él decidiera hundir su pene en mi vagina.

La noche estaba estrellada, estaba realmente preciosa y la luna nos iluminaba como un foco a la vez que unas pocas nubes nos ocultaban de su mirada, mi cuerpo se estremeció cuando empecé a notar como su pene empezaba a penetrar en mi interior, como poco a poco se había metido entero dentro de mí, deslizándose por mi vagina tremendamente mojada, dilatada para ese momento en que por fin Alex me hacía suya, su pelvis se juntaba más a la mía, nuestros sexos se habían fundido y no se separaban, pequeños empujones intentando meter su polla más dentro de mí y ni un gemido, ni un grito de placer, no podía, estaba llena de él, mi boca era incapaz de cerrarse, mis ojos se nublaban y mis manos arañaban y apretaban con fuerza sus brazos que se habían apoyado sobre la manta aterciopelada del toro a ambos lados de mi cuerpo.

Alex movía su pelvis despacio hacia delante y hacia atrás, sacando su pene de mi vagina unos pocos centímetros, dejándola prácticamente entera dentro de mí, yo la apretaba con mis músculos, sabía que eso les gustaba a los chicos y quería que Alex disfrutase de mí como yo lo estaba haciendo de él, por fin unos gemidos rompieron la noche, su pene entraba y salía haciéndome gemir, deseando que el tiempo se congelase en esos momentos cuando Alex me hacía el amor despacio, pero todavía no había probado el toro, todavía no lo había puesto en marcha y cuando lo hizo navegaba en un mar de llamas en mi interior, el placer era indescriptible, nunca pensé que fuera posible sentir tanto placer en mi cuerpo, nunca pensé que alguien me pudiera hacer gritar tanto que despertara al día y este espantara a la noche con su luz.

Alex sacaba un mando a distancia pequeño que estaba oculto en el toro y mirándome con su pene realmente metido tan dentro de mí que podía sentir su glande tocar mis paredes uterinas me decía. –Ahora Lara, cógete a mí, agárrate al toro y disfruta, disfruta de este viaje de placer. El toro se empezó a mover de lado a lado muy despacio, hacer vibrar nuestros cuerpos, sobre todo por donde estábamos sentados los dos, sentía su pene vibrar dentro de mi vagina, lo sentía moverse sin que saliera de mi cuerpo, el toro se inclinaba hacia abajo poniéndome casi de cabeza, empezaba a vibrar a subir y bajar haciendo que Alex se moviera con el que su pene saliera un poco y luego se metiera con fuerza en mi vagina, dábamos vueltas se inclinaba hacia arriba subiéndome por encima de Alex, mi vagina se apretaba contra su pene y en todo momento la vibración de su pene en mi interior aumentaba más y más.

El toro se inclinaba arriba y abajo, los gritos incontrolados de placer empezaron aparecer, mi cara debía de ser un poema, no podía articular palabra y Alex salvo la vibración apagó el toro cuando me observaba y sentía que mi cuerpo empezaba a temblar, un ardor por todo el cuerpo me estaba provocando aquella vibración que terminó con un tremendo orgasmo, mis piernas sentían espasmos continuos, mi vagina se llenaba de un mar de flujo, Alex se separaba y sacaba su pene casi por completo de mi vagina volviéndola a meter muy despacio, el flujo escapaba de mi vagina empapándonos a ambos.

-¿Preparada? – Alex me preguntaba jadeando, sudando como yo por todos los poros y cuando me vio asentir, cuando me vio subir mis brazos agarrándome a las orejas del toro, hundió nuevamente su pene en mi vagina inundada por el flujo y un pene que se deslizaba por ella, sintiendo mi calor, mi deseo, sintiéndola tan dentro de mí una vez más que cuando el toro empezó a moverse nuevamente sabía que no iba a tardar en tener otro orgasmo como así fue, a los pocos minutos de estar disfrutando como una verdadera musa del sexo, Alex paraba el toro igual que antes, y al igual que antes entre la vibración y su pene metiéndose con fuerza en mi vagina empecé a chillar a las estrellas, a aullar como una loba, otro tremendo orgasmo me hacía temblar todo el cuerpo, pero esta vez Alex no se apartó, esta vez Alex seguía metiéndomela con fuerza, se había levantado sobre los estribos y de pie cogiéndome de las caderas me levantaba y me penetraba con rapidez con fuerza, sacando y metiendo su pene tan rápido de mí que realmente me hizo perder la razón, entrar en un estado de placer y éxtasis como nunca había estado.

Alex jadeaba, gemía y gritaba a la vez, me agarraba con fuerza de mis caderas empujando su pelvis contra la mía con fuerza, hasta que con un grito como un lobo aullando a la luna descargó toda su pasión en mi interior, los dos gritamos y expulsamos el ardiente jugo de nuestros cuerpos, uniéndose en un baile de fluidos incandescentes en mi vagina, Alex se derrumbó contra mi pecho, nuestros cuerpos resbalaban entre sudores de placer, los dos jadeando y besándonos con pasión.

La noche terminó haciendo el amor dentro de la piscina, viendo como las estrellas nos daban su adiós, el día comenzó entre las sábanas de la cama de su habitación, los días, los meses siguientes llenos de pasión, de amor y mucho sexo, una pasión y un amor oculto por los dos por miedo al que dirán, los mismos miedos que al final hizo que nos separáramos, que cada uno siguiera su camino hasta ahora.

Han pasado 51 años de todo aquello y hoy me atrevo a contar lo que siente mi corazón, lo que empezó aquel día y que hoy todavía perdura aunque oculto, el amor que sentíamos el uno por el otro no se ha marchitado, sigue fuerte y vivo después de los años, años sin él, porque nunca nos atrevimos a enfrentarnos a la realidad o quizás a nuestras familias, nos habíamos casado y enviudado los dos, habíamos tenido hijos y nietos, sin embargo el destino nos tenía reservada una segunda oportunidad y no quiero, no queremos desaprovechar, a mis 70 años, por fin todos sabrán que al hombre que he querido con todo mi alma se llama Alejandro y es allí en la misma playa donde hace años tenía el garito mi primo, ahora es un centro comercial, y el destino ha querido que en el mismo sitio donde estaba aquel toro mecánico, donde Alex me hizo el amor por primera vez, nos hemos vuelto a encontrar.

En ese mismo momento en que nuestros ojos se cruzaron, en que reconocimos nuestros rostros ahora marcados por los años y nuestros ojos se humedecen al tocar nuestras manos, fue en ese instante en que los dos decidimos sin decirnos nada que el final de nuestra vida la queríamos pasar juntos y esta vez solo la muerte nos podría separar, esta nueva oportunidad empieza con dulce beso en los labios, hoy es sábado y una vez más el destino ha querido que nos encontremos el mismo día en que me entregue a él, un café, unas caricias y unos minutos más tarde por la puerta del centro comercial se ve salir a dos jóvenes cogidos de la mano, él con pantalones vaqueros y camiseta de verde de Nirvana y a ella con un vestido corto palabra de honor azul turquesa, a las dos horas los jóvenes yacen juntos haciendo el amor entre las sábanas blancas al igual como lo hicieron ya hace 51 años.

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