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El viaje (Parte 1)

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El viaje se estaba haciendo tedioso, el calor a las 4 de la tarde del mes de diciembre se hacía sentir y el sol me daba de frente castigando mi brazo izquierdo asomado en la ventanilla y parte de mi cara que no lograba cubrir con el parasol. Venía de Tafí del valle con destino a Cafayate. Unos 30 kilómetros antes, en esa ruta que estaba desierta a esa hora, veía el perfil de alguien parado en medio de la nada. Al acercarme me hace dedo, dudé si parar o no, pasé unos 50 metros y me tire a la banquina, por el espejo lateral veo que la persona empieza a correr hacía el auto.

Era un muchacho joven de no más de 40 años con una mochila grande a sus espaldas, se acerca a la ventanilla y me pregunta si voy para Cafayate. Le indico que abra la puerta de atrás y ponga la mochila en el asiento y que venga adelante. Con una sonrisa de agradecimiento se sienta a mi lado. Con timidez, un poco en español y otro poco en portugués, me pregunta de dónde vengo y le indico que de Córdoba, pero que previamente había parado en Santiago, Tucumán y Tafí del valle. Resultaba simpático escucharlo. Un poco de silencio incómodo.

Tratando de ser simpático le pregunto de dónde viene él y me comenta que había ido a conocer la ciudad Sagrada de los Quilmes, que le gusta la antropología, que había estado en Cuzco a comienzo de ese año y que ahora había elegido venir a Argentina a conocer el Norte. Era agradable escucharlo hablar con esa mixtura idiomática donde las palabras se mezclaban todo el tiempo, lo que hizo que no me arrepintiera de haberlo levantado. Era movedizo y siempre tenía una sonrisa en su boca. Me daba cuenta que le costaba hilvanar las palabras para armar una oración y eso lo suplía con mucha simpatía.

Después de un silencio me preguntó si pensaba quedarme mucho tiempo en Cafayate y entonces le conté que la idea era dos noches y luego seguir para Cachi. Giró para buscar algo en su mochila que estaba atrás y pude verificar que tenía una linda cola redondita que se marcaba en su Bermuda verde ajustada, ya antes había comprobado un buen bulto adelante y sus piernas fuertes velludas. Todo, sumado a su simpatía, hacia un buen combo y sentía que me producía una buena sensación. Era realmente atractivo como hombre.

El clima tenso del principio se empezaba a relajar y allí le pregunte como se llamaba, Antonio, me dijo y usted? Yo me llamo Pedro y no me trates de usted. Y cuál es tu plan de viaje? Quise saber. Allí, mientras desplegaba un mapa que había sacado de su mochila, me contó que su idea era recorrer toda la zona de los Valles Calchaquies y Jujuy, en especial la Quebrada de Humahuaca, que contaba con unos 20 días para hacerlo. Cuando estábamos entrando a Cafayate le pregunté donde pensaba alojarse, me dijo que no sabía y que la idea era buscar algún lugar que no fuera muy caro y que si yo conocía algo que le pudiese indicar. Le dije que yo también pensaba alojarme en un hotel céntrico y si quería podíamos compartir la habitación que de esa manera nos iba a salir más barato.

Lo compartió de inmediato y agregó que además era más divertido, porque viajar solo lo aburría bastante. La idea me empezaba a entusiasmar y para mi también resultaba mas interesante contar con un compañero de viaje con quien compartir una cena y tal vez podríamos hacer parte del trayecto juntos. Dimos una vuelta por el centro y después de averiguar en varios lugares resolvimos por un hotel agradable a dos cuadras de la plaza principal, que además tenía piscina y su costo era adecuado para ambos.

El calor abrazador a esa hora de la siesta invitaba a darse un buen chapuzón, por lo que apenas alojados le comuniqué que yo iría a la pileta cosa que a él también lo entusiasmo. Nos pusimos los trajes de baño y yo preparé el mate. Mi short era discreto y Antonio se puso una sunga negra mortal, que le marcaba la cola redonda perfecta y un buen bulto adelante, mirarlo me producía una excitación enorme. Como era día de semana había poca gente en el hotel y la pileta estaba desierta. Compartimos unos buenos baños y también una charla amena, mientras yo tomaba mates, dado que lo convidé pero solo probó uno y no quiso más. Brasilero chúcaro! pensé.

Me contó de su familia, de su trabajo, y yo hable de los míos. Ahora se notaba en él un hablar mas fluido, mas suelto. Cuando lo miraba tirarse a la pileta y nadar se me producía una fuerte erección, no quería tener demasiadas fantasías porque nada en él hacía pensar en alguna posibilidad de tener alguna historia, pero notaba en algunas miradas que se cruzaban algún toque de curiosidad de parte de él. En un momento dado, que nos encontrábamos nadando nos cruzamos en el agua y rocé con mi rodilla su bulto lo que me produjo una bruta erección que trate de no ocultar cuando salimos del agua y allí tuve la certeza de que había interés porque él no dejaba de mirar como se marcaba la erección en mi bermudas mojada que se pegaba al cuerpo.

Cuando fuimos para la pieza Antonio entró al baño y al rato salió desnudo para buscar la toalla y el jabón para ducharse, me llamo la atención la semierección que tenía y no trataba de disimular... Me preguntó si yo me quería bañar primero, yo aproveché y me saqué la bermuda mojada y le dije que me dejara ir a mear y que después se bañara. Notaba que él no apartaba la mirada de mi cuerpo desnudo y yo no podía sacar mi mirada del cuerpo de él.

Cuando iba para el baño pasé cerca de él y no pude contenerme y con mi mano le pegué una palmada en su cola dura y redonda. Qué colita Antonio! Exclamé y él se sonrió Te gusta? Me preguntó. Me puse frente a él y empecé a acariciarle la cara, la barba prolija, acerqué mi boca y cuando noté que no había resistencia apreté mis labios contra su boca. Las lenguas se entraron a cruzar, la mía entraba en su boca y la de él en la mía, su cuerpo estaba caliente, cuando agarré su pene estaba totalmente duro entonces lo entré a frotar con el mío y apoyando mis manos en sus nalgas y apretándolo contra mi cuerpo, nuestras bocas voraces recorrían todo lo que encontraban a su paso, besos, suaves mordidas, su olor, su temperatura se metía en mi cuerpo y me avivaba el fuego interior que no podía dominar y me afloraba por todos los poros. La pasión era incontrolable, los cuerpos parecían despojados, en carne viva, se expresaban con total libertad, la ternura de Antonio era como la de un niño en un cuerpo de hombre. Yo sentía que estaba amando a esa persona que apenas había conocido unas horas antes. Describir lo que aconteció esa tarde sería imposible de contar, solo él y yo lo sabemos, quedó incrustado en nuestros cuerpos como una marca indeleble.

Fue realmente mágico, nunca pensé en vivir una situación de empatía total, gozaba acariciando ese cuerpo, descubriendo sus zonas mas sensibles, el sabor de su boca, su entrega de cuerpo y alma, sentía eso, que podía acariciar su alma de niño adulto, que me metía dentro de él y podía acariciarlo por dentro. Perdimos noción del tiempo y sentíamos que ninguno de los dos quería que ese momento mágico acabase. Sólo sería un paréntesis. Lo mejor estaba por llegar.

Mas tarde salimos a cenar, eran cerca de las 10 de la noche. Elegimos un restaurante que estaba frente a la plaza. Caminaba a su lado y podía sentir la energía que me transmitía. Era algo nuevo que hacía mucho que no experimentaba, me reconocí feliz de poder volver a sentir esas sensaciones que me llenaban el cuerpo y la mente. Él llevaba una sonrisa dibujada en su cara y de tanto en tanto con un gesto casi imperceptible, su mano rosaba la mía al caminar, era un mensaje que solo nosotros podíamos entender, otra manera de comunicarse, una especie de conversación cifrada de nuestros cuerpos, de esa plenitud que acabamos de vivir apenas unos minutos antes.

Antonio miró la carta y optó por un espagueti con hongos, yo elegí ravioles a los cuatro quesos y para beber un torrontés riojano bien frío. Sentía que los dos estábamos en plenitud. La cena transcurrió contando cada uno la experiencia del viaje. Antonio me contó de su visita a la ciudad sagrada de los Quilmes que lo había movilizado mucho, antes había estado en Tafí del Valle. Él había viajado de Sao Paulo a Tucumán, con escala en Buenos Aires y su plan era desde Tucumán hacer Salta y Jujuy con especial dedicación a la Quebrada de Humahuaca, yo le conté que el norte para mí era una pasión, y que era la cuarta vez que lo estaba haciendo, y también que en mis planes estaba conocer Cachi que era algo que tenía pendiente. Noté que se entusiasmaba, me preguntó Por qué? Siempre me sentí atraído por los lugares pequeños que conservaban su historia, que uno podía palpar su esencia, vivir su pasado y vivir su presente sin incorporar las tendencias de las grandes ciudades.

Mientras hablaba su rostro se iluminaba y notaba su creciente interés, ahí me contó de su historia en Pernambuco, en un pueblo muy pequeño, de campesinos que trabajan la tierra y vivían su vida disfrutando de las pequeñas cosas, sin centro comerciales ni cuestiones mundanas vacías de contenido y que a él lo hacía muy feliz eso, y que su deseo era conocer lugares similares. Lo notaba inquieto y percibía que me quería proponer algo. Fue allí que le pregunté si le gustaría conocer Cachi, su cara se volvió a iluminar y me dijo que sí, que no sé atrevía a proponerlo, y que si no me molestaba le gustaría hacer eso conmigo. Ningún problema, exclamé, dalo por hecho, para mi es muy agradable viajar acompañado, me sentiría muy cómodo de hacerlo contigo.

Terminamos de cenar y volvimos al hotel, era una noche cálida y caminamos despacio, casi llegando, me agarro la mano y me dijo: me siento muy bien al lado tuyo, siento que sos la persona que siempre busque encontrar. Una sensación bienestar me recorrió el cuerpo y una erección repentina acusaba recibo de sus palabras. Cuando cerré la puerta de la habitación y me di vuelta, él estaba parado de frente, camine a su encuentro y lo abrace, nuestras bocas se encontraron con desesperación, sentía su olor, la tibieza de su piel, su boca que devoraba la mía, sus manos que me invadían, era todo ternura, frágil y fuerte a la vez, era la persona que yo también quería encontrar, y que pensé que nunca llegaría a mi vida.

Nos fuimos desnudando de apoco, yo disfrutaba cada parte de su cuerpo que se iba descubriendo a medida que la ropa iba cayendo al suelo, me quería meter dentro de él, habitar ese cuerpo que tanto deseo me provocaba. A veces acariciaba y otras veces rozaba su piel y podía percibir como su cuerpo se estremecía. Creo que tanto él como yo estábamos habidos de afecto y de sexo. Éramos un volcán en plena erupción. Exhalábamos pasión por todos los poros.

Nuestros cuerpos desnudos se tocaban, yo sentía su palo duro frotar el mío, eran dos espadas en pleno combate, con mis manos apretando sus nalgas trataba de mantenerlo firme contra mi cuerpo mientras le comía la boca, metía mi lengua en la suya y recorría ese hueco adonde a él le gustaba alojar mi pija, su boca era el nido de mi pájaro y la mía la del suyo. Me gustaba sentir su boca caliente masturbando mi pija, lo hacía con una sensualidad que me provocaba explosiones de placer, sentía que no tenía límites el goce que experimentaba. Él me fue empujando hasta la cama y yo me dejé caer de espaldas mientras se iba deslizando sobre mi cuerpo hasta llegar a la pija que estaba desesperada por entrar en su boca. Pero Antonio hábilmente postergaba ese instante mientras jugaba con mis testículos, chupando uno y luego el otro, detenía su lengua en la base del escroto y lamía habido los pelitos mientras yo le frotaba suavemente las tetillas.

El tiempo parecía detenido, solamente en el mundo éramos él y yo, nada más. Después él se paró y yo me senté en la cama para poder meter su pija en mi boca, sentía su olor a sexo y mi volcán interior volvía a explotar, mientras recorría su miembro rígido, caliente y duro como un hierro al rojo vivo, con mis manos trataba de abrir las nalgas de él buscando su agujero que estaba húmedo, entonces con suavidad comencé a frotar ese anillo peludo que tanto me excitaba y sentía como se iba dilatando lentamente hasta que logré meter un dedo fue en ese momento que me agaché lo hice girar y su cola hermosa, dura y redonda quedó frente a mis ojos con desesperación comencé a chuparla tratando de meter mi lengua adentro, mientras escuchaba los gemidos de placer de Antonio que me contagiaban su deseo, con lengua y dedos trabajé para que lograra una dilatación que me permitiera penetrarlo sin dolor, cuando sentí que lo había logrado lo voltee sobre la cama y me monte arriba de él para clavar mi pija en su cola ardiente que imploraba ser penetrada.

Una vez logrado el acople nuestros cuerpos se pegaron y comenzó un balanceo armonioso donde podía percibir como mi pija entraba y salía de su agujero que ardía, era mi cuerpo adentro de su cuerpo, con mi boca yo recorría su cuello dando suaves mordiscos que lo hacían gemir sin pausa y entre gemido y gemido me imploraba que lo cogiera, -cogeme papi, cogeme papi- por momentos me aquietaba porque me gustaba sentir como el anillo de su cola me apretaba la pija en un acción incontrolable de placer y él me pedía que siguiera, que no me detuviera, pero a veces que estuve a punto de eyacular me detenía para postergar ese momento, pero llegó un punto donde fue imposible y finalmente me derrame dentro de él con fuertes gritos de placer que no podía evitar y que hicieron que él también lo hiciera. Cada chorro de él provocaba una contracción de su cola que me volvía loco y yo entonces sentía que seguía con orgasmos profundos que se repetían uno detrás del otro, finalmente los dos caímos exhaustos en la cama abrazados. Nos quedamos largo tiempo acariciándonos, me gustaba sentir la tibieza de su piel y aspirar su aliento. Me sentía feliz.

Fue una larga noche de hacer el amor a cada rato. Calculo que nos dormimos como a las 4 de la mañana.

Fin de la primera etapa del viaje.

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