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Estoy segura de haber follado contigo

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Acabamos de terminar de hablar, me has escrito y yo a ti, me has leído y yo a ti, ninguno de los dos ha sacado el tema, ninguno de los dos ha preguntado, tú no me has preguntado si fui yo o yo si fuiste tú, sé que en nuestro fuero interno lo sabemos y sin embargo callamos y no preguntamos.

Sé que fuiste tú quien me amó aquella tarde, sé que fuiste tú, lo supe desde el momento en que tus manos rozaron las mías y sentí como acariciabas mi cuerpo, desde que tu pene tan bien descrito por ti tantas veces y leído por mí penetró en mi interior, sé que tus labios me besaron y que bailé y disfruté con tu lengua en mi boca, sé que aquel sábado gris y tristón conseguiste que saliera el sol para mí y me hiciste andar por un arco iris de placer como tantas veces soñé contigo.

Estaba ilusionada en que esto pudiera pasar por fin, por eso ese sábado por la mañana viaje hasta tu ciudad, la recorrí con intención de escribirte, pero al final no me atreví, pero si me presenté en aquella exposición de la que tanto me habías hablado en aquel chalet a las afueras de la ciudad, no más de diez personas, algo íntimo y todos con las medidas de seguridad habituales ya en nuestras vidas.

Ese día me vestí con una falda lápiz de cuero negro, medias ligeras negras, una blusa blanca, unos botines de tacón y un abrigo rojo largo de lana, estaba bastante cómoda desde que entre a pesar de no conocer a nadie, de hecho salvo dos o tres ninguno de los que estaban allí se conocía, simplemente se dedicaban a admirar aquellas pinturas y esculturas, era todo como muy familiar, como si fuera una reunión de amigos, gente muy abierta y simpática, nada más entrar me dijeron que dejara el abrigo de lana y el bolso en una habitación dentro de un armario.

Me sentía nerviosa porque no sabía si te encontraría, no sabía ni como eras ni cómo te llamabas y por otro lado, desde que empecé con mi novio ya hace más de dos años nunca le había sido infiel y estaba dispuesta a serlo por ti, pero no encontré o eso pensaba yo, tú tenías más descripciones mías que yo tuyas y ya dispuesta para irme, entre en la habitación para coger de mi bolso el teléfono y ver si mi novio me había llamado, esperaría un poco más y me iría.

Al entrar nuevamente había un hombre recién llegado de unos 35 años dejando una cazadora, nos saludamos y cuando dejaba el teléfono en el bolso nuestras manos se rozaron, un escalofrío, un no sé qué me decía que eras tú, te mire y tú a mí, nos sonreímos, pero nada más, no pregunte, no preguntaste y ya en la puerta espere antes de abrir, no me resignaba a que no fuera tú y sin embargo nada.

Giré el pomo para emperezar abrir la puerta y fue cuan te sentí detrás cerrando con tu mano la puerta, impidiéndome que la abriera, tus manos rodearon mi cintura y tu cuerpo se unió al mío que sin decirme nada empezaste a besarme el cuello, para entonces te habías quitado la mascarilla y no me había importado, al final mi instinto no me traiciono porque sabía que eras tú, tus caricias lo demostraban y con suavidad subías por mi cuerpo hasta mis senos abrazándome por detrás como tantas veces yo te había descrito que me gustaba, oí que echabas el cerrojo de la puerta y me sentía nerviosa, pero feliz, te tenía detrás abrazándome con tus manos sobre mis senos acariciándolos por encima de mi blusa, apretándomelos igual que tu pene sobre mi falda.

Unos botones de la blusa blanca fuera y tus dedos buscaban mis pezones por debajo del sujetador que optaste por subírmelo y liberar mis pechos, sin dejarme dar la vuelta me subiste las manos por encima de mi cabeza apoyándolas al final de la puerta, recorriendo mis brazos con tus manos y sentía tu pene rozándose contra mi falda continuamente, apretándome contra la puerta y yo echando y moviendo mis nalgas hacia atrás para sentirlo mejor, tu mano derecha buscaba algo más que mis pezones, buscaba mi sexo y se iba acercando a el cuando se metió por debajo de mi falda, subiéndomela y acariciándome por encima de mi tanga mi vulva mojada y haciéndote sentir en tus dedos mi excitación.

Acariciabas la piel de mis muslos por encima de mis medias, apartando mi tanga y recorriendo mis labios vaginales con tus dedos, tus labios empezaron a morderme y bajar por mi cuello hasta desaparecer, sentía el aliento de tus labios en mi vulva, con tus manos separaste mis nalgas y como la punta de tu lengua me empezabas a lamer y explorar mi vagina, tus dedos agarraron mi tanga por la cintura y fueron deslizándola hacia abajo hasta quitármela por completo y dejarla en el suelo.

Mi excitación era total, había decidido desde hacía tiempo entregarme a ti, había decidido dejarte beber el néctar de mi cuerpo y que penetraras en mí, que atravesara el umbral de mi vagina, quería jadear, gemir y gritar contigo y de momento los primeros jadeos y pequeños gemidos cuando encontraste mi clítoris.

Quería más, pero no me dejabas darme la vuelta, seguía castigada contra la puerta con las manos en alto entrelazadas y notaba como te quitabas el pantalón, seguía castigada, pero con tu pene desnudo sobre mis nalgas, como una niña mala sin poderte mirar me agarraste por mi cintura y me echaste un poco hacia atrás, el castigo se convirtió en premio cuando sentí tu glande recorrer mis labios mojados buscando la puerta de entrada a mi vagina sobreexcitada, húmeda, mojada, pase del sueño a la realidad cuando tu glande atravesó mi portal y con solo tres centímetros me explorabas el interior de mi vagina, notándola tremendamente lubricada para ti.

Del gemido al silencio cuando me ibas metiendo muy despacio todo el pene en mi interior, mi cuerpo poco a poco se despegaba de la puerta hacia ti, ya solo mis brazos estirados sobre la puerta tocándola con las yemas de mis dedos, mi cuerpo en paralelo al suelo y tú agarrándome de los pechos empezabas a entrar y salir de mí, tu pene me regalaba las primeras sonrisas, los primeros gemidos y me hacías volar con cada penetración.

Cada vez que tu pene se deslizaba sobre mi vagina, arrastrabas y tirabas todo lo malo de este año, cada vez que la metías hasta el fondo, bien al fondo me hacías olvidarme de mi novio, cada vez que sentía tu pene acariciar mi interior una y otra vez me hacías olvidar los remordimientos que tenía por soñarte, por permitir que me follaras en sueños y ahora, ahora lo recibía en persona, sin sueños por medio, tu pene era real, tus caricias y tus besos reales, me estabas haciendo gozar de verdad, sin kilómetros de por medio, ni un solo centímetro me separaba de ti, sentía tu pene sentía entrar y salir, duro, grande, suave, sentirle entrar y quedarse, entrar y salir, entrar y hacerme gemir y era real.

Los dos tan excitados que por fin me tumbaste en la cama, tu piel sobre la mía, entre mis piernas buscabas la forma de entrar denuedo y ningún misterio, ningún problema, mi vagina te llamaba y simplemente fue tumbarte encima de mí y sin ayuda, sin oposición tu pene se deslizó llenándome entera otra vez, volví a recibirte de nuevo en mi interior como si fueras ya parte de mí, tus labios sobre mis pechos, sobre mis pezones, sobre mi cuello, sintiéndote entrar muy dentro y queriendo gritar me quiere yo también la mascarilla para besarte, para unir nuestras lenguas al igual que nuestros sexos.

Mis piernas cerrando el círculo, rodeándote y sintiendo cada empujón, mis medias y botines puestos, mi falda levantada por la cintura, mi blusa desabrochada, mi sujetador por encima de mis pechos y mi cara descompuesta del placer que me estabas causando con tus penetraciones tan profundas, clavándote las unas en la espalda sentía como mi cuerpo convulsionaba por un orgasmo delicioso que hizo que por fin algunos gritos salieran de interior, en esos momentos no era un sueño, era real, un hombre y una mujer haciendo el amor, una mujer que esperaba desde hacía tiempo un encuentro con él y él con ella, sin darnos cuenta no solo nuestras lenguas se unían una y otra vez, no solo nuestro sexo se unían y otra vez, sino que también nuestros gemidos volaban por aquella habitación y tu semen recorría mi vagina uniéndose a mi flujo.

Ni una palabra cuando hicimos el amor, ni una palabra después de que disfrutaras de mi cuerpo y yo del tuyo, ni una palabra cuando nos vestíamos y arreglábamos, ni una palabra cuando te vi que te ibas con otra mujer, solo una nota escrita, una dirección en un papel escrito deprisa y corriendo, una fecha, una hora, una habitación de hotel, es donde estoy ahora, donde acabo de terminar de hablar contigo, desnuda esperándote sobre las sábanas blancas, hoy sabré si fuiste tú, haremos nuevamente el amor, pero despacio, sintiendo como nuestros cuerpos se funden nuevamente y nos evaporamos, tu agua yo fuego, tu fuego y agua.

Es la hora, la puerta se abre, hoy sabré si quien me amo aquel sábado fuiste tú, pero y si no, si no eres tú…

No importa, seguiré escribiéndote, seguiré leyéndote, seguiré buscándote, pero hoy, hoy disfrutaré de nuevo de esas caricias que mojaron mi interior, de esos labios que me cubrieron de besos, de esa lengua que me hizo bailar y de esa polla que me hizo volar.

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