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Estrenando pashmina (2)

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Mientras tomábamos y brindábamos por mis amantes, Saúl se desnudó después de que yo lo hice. Esta vez yo tomé más de la mitad de la botella de vino y ya estaba mareada cuando Saúl me cargó para penetrarme y llevarme así, ensartados, a la recámara. Ni él ni yo medíamos las consecuencias de una caída por el estado de embriaguez en que ambos nos encontrábamos. Afortunadamente llegamos a la cama sin percances.

–¡Me gusta cogerte ya cogida, mi Nena puta! –dijo cuando caímos en el colchón y me besó antes de mamarme las chiches y moverse deliciosamente rápido.

Me vine pronto y cuando él se dio cuenta, se separó de mí y se puso a chupar el flujo y mi entrepierna, la cual traía ya seco el atole que me había escurrido de la cogida que me dio Pablo.

–¿Te cogieron rico, Nenita? ¡Seguro que así fue! –decía entre cada viaje de lengua– ¡Estás muy rica! –insistía.

Me volvió a penetrar y nos vinimos como un río. “¡Te amo puta, mi Nena!”, gritó al tiempo que yo sentía el calor de su copiosa venida. Dormimos varias horas, hasta que el fresco nos obligó a meternos en las cobijas. Yo sentía que todo me daba vueltas por la borrachera, de vino y de amor…

Diez días después, en la noche, cuando Saúl aún no regresaba de una asesoría que daría (creo que ahora está de moda llamarles así a las citas clandestinas), recibí un WhatsApp de Pablo: “Llegué a la CDMX. Salgo mañana en la tarde.” De inmediato le marqué y hablamos más de media hora. Quedamos en que nos veríamos en la mañana, tan pronto como yo pudiera, en el hotel ‘Fiesta Inn’ del aeropuerto, donde él estaba hospedado. Justo después de despedirnos, llegó Saúl algo malhumorado.

–¿No salió tu junta ‘ombligatoria’ como esperabas? –le increpé y me miró furioso, pero se calmó de inmediato para no caer en la provocación que le hice por celos.

–En la asesoría, los datos que ellos llevaban estaban mal, descubrí la contradicción al utilizar algunos de ellos. Disculpa si me ves molesto. En cambio, tú resplandeces de felicidad –dijo abrazándome y me besó.

Le ofrecí de cenar y aceptó. Durante la cena, me contó que tuvieron que llamar a los responsables de las mediciones y que, al acudir, Saúl les hizo saber cuáles eran los errores y la manera en la que debían corregirlos, “aunque no durmieran hoy”, porque al día siguiente estaba programado el inicio de la siguiente etapa.

–Así que mañana, no me esperes para comer, y quisiera cenar tan rico como hoy, pero con platillos como los que hacía mi mamá y que a ti te salen muy bien –solicitó con vehemencia–. Si no puedes, te invito a cenar.

–¿Estás seguro que no habrá más contratiempos? –le pregunté– Más vale que dejemos la cena al estilo de tu mamá, para el viernes –dije sin explicar que quizá yo no tendría tiempo de preparar los guisos que él prefiere.

–Tienes razón, Nena, mañana será un día difícil y sabré cómo va todo hasta varias horas después –dijo aceptando mi propuesta.

Al día siguiente, Saúl se levantó muy temprano y salió después que desayunamos. Minutos después hablé con Pablo diciéndole que nos veríamos en poco tiempo y salí a verlo. Al llegar al estacionamiento y pasar al aeropuerto, ya me esperaba allí. Nos quitamos el cubre bocas para saludarnos con un beso y volvimos a ponérnoslo.

–¡Qué bueno que llegaste temprano!, así nos alcanzará el tiempo para comer juntos después de bañarnos –me dijo con notoria emoción y me platicó sobre lo que él hizo.

–Me da gusto que reconozcan la importancia de tu trabajo al darte una conferencia magistral en el congreso al que fuiste –le dije mostrando mi orgullo por conocerlo.

–La verdad, no me lo esperaba cuando envié mi propuesta al congreso, pero días después recibí la aceptación y la universidad la invitación formal para que yo diera una conferencia magistral. Eso equivalía a que sólo requería el permiso de la institución, que ya me lo habían dado, ya que todos los gastos correrían por cuenta de los organizadores y no tendría tan limitados los viáticos –explicó muy feliz, dándome toqueteos en el pecho sin importarle lo que dijeran los viajantes que se cruzaron en el camino–. ¡Todo salió muy bien!

Llegamos a la habitación muy calientes, pues en elevador donde sólo íbamos los dos, me subió la falda y me quitó las pantaletas para besarme los vellos del pubis y lamerme la entrepierna. “Lo siento, los ‘buenos días” no pudieron consumarse”, le dije pensando en que buscaba el sabor del escurrimiento con el ‘mañanero’ de Saúl.

De inmediato nos desnudamos y lo acosté par que hiciéramos un 69. Cuando el pene estuvo completamente erecto, me monté y empecé a cabalgar. Él cerró las piernas dejando los huevos más en contacto con las pocas nalgas que tengo y los sentía moverse en cada sentón que me daba… “¡Rico, arre mi burrito inteligente!” le gritaba mientras me venía y él se entretenía viendo cómo me saltaban las tetas.

–¡Te amooo! –dije cayendo sobre Pablo muy sudada y feliz por los orgasmos, que continuaban al seguir él con el pito parado, moviéndolo circularmente en mi interior y besándome en la frente.

–Yo también te amo, me encanta que te comportes tan puta conmigo, mi amor –me decía en el oído y yo pensaba “Cómo no ser puta con este muñecote que me ha gustado desde hace treinta años”.

–Ahora me vengo yo, porque la venganza es sublime –me dijo cuando ya había descansado. Me puso de perrito y me lubricó el ano con la punta del pene, tomando varias veces con éste el líquido que abundaba en mi vagina. Era rico sentir el glande deslizarse en el periné lubricando toda la zona– ¡Va…! –dijo comenzando la enculada.

¡Qué rico sentí el mete y saca!, pero más rico sentí su venida en mis entrañas, que concluyó inclinándose para besarme la espalda y acariciarla con sus mejillas. Me la dejó llena de saliva y me acosté para no seguir soportando su peso en mis rodillas. Quedamos así hasta que se salió de mí. Dormimos boca abajo y acariciando uno la espalda del otro.

Despertamos y nos fuimos a seguir amándonos en la tina del baño. Yo no sé si sería el agua tibia o el exceso de amor que soltamos en líquido de sudor, flujo y semen, pero quedamos como trapo y volvimos a dormir muy juntos. Al despertar, Pablo sacó fuerzas de no sé de dónde y me hizo el amor una vez más.

Al terminar la sesión de besos, sacó una hermosa pashmina que me trajo de Argentina y le posé con ella como única prenda. Nos vestimos y fuimos al restaurante a comer, platicamos hasta que él tuvo que ir a la sala de acceso del vuelo y yo me fui a la casa. Me habló Saúl para decir que no iríamos a cenar porque llegaría algo tarde. “Tenías razón, Nena, hubo algunos problemas más, pero al parecer, ya todo funciona bien”, explicó. “Te espero, mi amor, mientras me baño”, le dije. “¡No!, te quiero hacer el amor así, estés como estés”, me suplicó y yo no entendía por qué, pensé que se debía a que en la mañana no me dio los acostumbrados ‘buenos días’ y no le di mayor importancia.

–Ya vine –me dijo Saúl´, después de quitarse el cubre bocas y lavarse las manos, dándome un beso y metió las manos bajo mi bata para acariciarme las chiches, aspiró mi pelo y mi cuello –. Te amo, mi Nena puta… –dijo antes de darme un beso sabrosísimo que acompañó jalándome y retorciéndome los pezones.

–Cenemos, porque ya tengo hambre –le dije al ver que la temperatura también me estaba subiendo a mí.

Él se sirvió un vaso de agua de naranja, antes de irse a poner algo más cómodo. Yo me metí a la cocina a palotear las tortillas de harina y freír los frijoles con chorizo norteño, tal como hacía mi suegra con rapidez en las cenas inmediatas.

–No es una cena como la que haré el sábado, pero sí es al estilo de tu madre –le dije al servir lo que preparé.

–¡Qué rico, gracias! –fue lo único que dijo y comió ávidamente– ¡Magnífica cena! –concluyó diciendo y nos fuimos a la cocina a lavar los trastes.

En la sala, ya reposando la comida y después de ver, abrazados, algo de los juegos olímpicos, me quitó la bata y se hincó entre mis piernas para chupar mis labios interiores. Se desnudó mientras lo hacía, mostrando un miembro que crecía conforme lamía con mayor pasión mi entrepierna.

–¡Te amo, mi Nena puta!, todos te amamos por puta –dijo antes de cargarme para llevarme a la cama. Era evidente que supo que yo había hecho el amor con otro…

–Yo también te amo cornudo, maridito mío, todos te queremos así –le dije para vengarme de sus palabras.

–No sé quién te coja mejor, pero Pablo te lo hizo tan bien que te dejó de buen humor, ¡hasta cena rica me tocó! –dijo dejándome sorprendida con su comentario, “¿Cómo sabía que fue Pablo?”, pensé, “¿De verdad los reconocerá por el sabor de su semen?”

Ya no pude preguntarle pues me penetró sin miramientos y casi me desmayé de los orgasmos que tuve por su enjundia. ¡Fueron muchos orgasmos en el día! Afortunadamente fue mucha la cantidad de esperma que soltó en mi interior y quedamos dormidos. En la mañana desperté al sentir sus manos y su boca en mi pecho. Después bajó y abrevó de la miel que hicimos la noche anterior. “¡Qué rico es el atole fermentado!”, exclamó antes de cubrirme y al terminar de venirse dijo “Buenos días, mi Nena puta”.

–Buenos días, mi amor –contesté dándole un beso y exprimiéndolo con el perrito de mi vagina– ¿Cómo supiste que fue Pablo? ¿Continúas espiándome a control remoto? –pregunté ya muerta de curiosidad.

–No fue difícil. Hace un par de meses, recibí un correo de Ángelo, un querido colega brasileño, que me solicitaba opinión sobre unos trabajos que se presentarían en un congreso en Argentina, y del cual él era el responsable de la comisión académica que haría el programa. Me advirtió que esos eran los mejores y no pertenecían a ‘vacas sagradas’, pero que querían impulsar a dos de ellos mediante una invitación personal e institucional. Mi sorpresa fue grata al ver que uno de ellos, el mejor para mí, pertenecía a Pablo. y recomendé que además se expusiera en conferencia magistral pues innovaba mucho sobre las líneas que marcaba la ingeniería en este momento. Como sabía las fechas del congreso, supuse que fue él el dueño del pulóver y el responsable de tu buen humor de ayer –concluyó mirándome divertido.

–Te amo cornudo, puto, pero más te amo por justo –le dije dándole un beso y me puse a chuparle la verga para parársela y seguir amándonos.

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