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Experiencia en el río (Partes 2 y 3)

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Les di de lo que había preparado y comieron tímidamente mientras trataban de resistirse a observar mi miembro mientras yo comía al lado de ellas.

Habíamos terminado de comer cuando la luz del atardecer comenzaba a pintar aquel sitio con tonos amarillentos y naranjas, anunciando prontamente la entrada de la noche.

-Bueno señor, le agradecemos por la comida, con su permiso, ya tenemos que retirarnos. –dijo una mientras se levantaba recogiendo sus cosas.

-La aldea queda a hora y media de aquí, yo les sugeriría que se quedaran… -les comentaba mientras aun desnudo me sentaba sobre una piedra y pelaba una naranja con mi cuchillo.

Se paralizaban pensativas, sabían que yo tenía razón, pero se les hacía difícil poder considerar alguna otra opción.

-¿Ven la mochila grande que está allí? Tengo una tienda montable, no es muy grande pero igual pueden pasar la noche allí. –les sugerí.

-Gracias, pero de verdad no quisiéramos molestarle

-Es cierto, creo que ya lo hemos incomodado suficiente señor –decía la otra chica apoyando a la primera.

-Parecen demasiado tímidas para ser unas husmeadoras ¡eh! Ya déjense de tonterías, se quedarán ambas en la tienda, yo usaré el sleeping. Encárguense de montarla.

Montaron la tienda mientras yo me ocupaba de colectar leña para la fogata. Pronto se asomaba la oscuridad y ya estaba todo preparado. Ambas chicas vestían con pantalones pescadores, blusas de tirantes que dejaban ver sus hermosas tetas mientras sus cabellos rizados y alborotados enmarcaban sus bellos rostros.

-Bueno, con su permiso –dijeron mientras pretendían entrar a la tienda.

-¡Alto! ¿No piensan entrar así verdad?

-¿De qué habla señor? –pregunta la otra

-Mírense, están completamente sucias, no van a ensuciar mi tienda, tengan. –les arrojé una barra de jabón y les señalé la poza.

Ambas se observaron y de manera sumisa obedecieron. Así me gustan las perras, sumisas, solo necesitaban a su macho que las dominara.

Se sumergieron hasta recostarse y comenzaron a aplicarse jabón por todo el cuerpo, lentamente acariciando sus cuerpos. Yo me deleitaba viendo aquella escena, era todo un show privado para mí solo.

-De nada servirá que se laven si la ropa sigue sucia, ¡vamos! Afuera las prendas, a lavar antes que la noche no las deje ver nada.

-¿Qué? Señor… Pero… usted… está…

-¿Qué? ¿mirando? ¿les incomoda? Les parecía bien husmear hace unas horas, no creí que les molestara que las vieran. ¡Vamos! Rápido.

-Ya le dijimos que fue un accidente, no sabíamos que usted estaba aquí. –replicaba una de ellas.

Yo las observaba con mirada seria e imponente, cruzándome de brazos esperando que obedecieran. Al verme tan firme, no tuvieron opción más que obedecer.

Iluminadas por los últimos rayos del atardecer se despojaron de sus blusas, dos pares enormes de tetas quedaron revotando frente a mis ojos. Las tenían casi del mismo tamaño, una de ellas tenía los pezones prominentes, de color marrón claro, sus tetas firmes caían suavemente por la gravedad y se sacudían ante el más mínimo movimiento. La otra chica, de tez más clara, tenía los pezones un poco más achatados de color rosáceos, pero igual de excitantes, sus pechos caían un poco más pero guardaban su excitante forma.

Luego procedieron a quitarse los pantalones, vaya culos que se guardaban en esas telas. Sus glúteos eran perfección, con una cintura que les daba esa forma clásica de una pera, ensanchándose por debajo en dos bien formados glúteos respingones que temblaban por encima de unos fornidos muslos. Ambas eran lampiñas y a pesar de no estar depiladas, su vello púbico no era tan poblado, dejando ver fácilmente la comisura de sus labios mayores en su vulva.

Dos aldeanas perfectamente hermosas bañándose frente a mí. No hace falta que te diga la enorme erección que tenía en ese momento. Ellas se enjabonaban hábilmente mientras incomodas volteaban ocasionalmente para observar mi verga.

Comencé a masturbarme mientras las observaba y para mi deleite les ordené que se frotaran entre ellas.

Ellas obedecieron, se frotaban sus tetas con abundante espuma, luego se giraban una por una frotándose la espalda, bajaban hasta sus culos, metían sus manos entre sus nalgas lavando la rajita de la otra, se abrazaban por detrás mientras alcanzaban la panocha de su compañera por enfrente, frotándose excitantemente.

Parecía que comenzaban a experimentar una sensación nueva para ellas, parecían dos inocentes descubriendo la lujuria que llevaban dentro y hasta cierto punto parecían disfrutarlo, sus ojos se cerraban ocasionalmente como muestra de placer al sentir sobre ellas las manos de su compañera.

Estuve disfrutando de aquello por un momento, hasta que decidí unirme a ellas.

-A ver, ya fue suficiente, a lavar la ropa –les di sus prendas y las acerqué a las piedras grandes a la orilla de la poza.

Con sus cuerpos todavía llenos de espuma, entendidamente, comenzaron a tallar sus prendas sobre las rocas, yo desde atrás observaba ese par de culos temblar como firmes gelatinas al nivel del agua. Con cada sacudida que daban sus tetas se columpiaban, brincaban balanceándose suavemente en sus cuerpos mientras yo crecía y me endurecía cada vez más…

Me acerqué a la chica de los pezones marrones por detrás, frotando suavemente su espalda bajé hasta sus nalgas abriéndolas con fuerza, dejando asomar mi glande por en medio.

Un gemido asustadizo se escapó de sus sensuales labios mientras el trozo de carne caliente frotándose en su culo la paralizó por completa. Su compañera continuaba tallando mientras observaba de reojo lo que pronto le acontecería también.

Yo movía mis caderas con el movimiento oscilante de meter y sacar, lentamente, sintiendo mí verga abrirse paso entre sus carnosas nalgas calientes. Su respiración se agitaba mientras yo continuaba masturbándome con su culo sin penetrarla.

-¡Anda! Sigue lavando –ella continuaba restregando su prenda mientras el inevitable movimiento de su cuerpo comenzó a masturbarme sin necesidad de moverme. Me quedé ahí disfrutando de aquello.

Asomaba mis manos hasta alcanzar sus tetas y las masajeaba apretando sus pezones. Sus gemidos se hacían cada vez más intensos y la tarea de lavar sus prendas se hacía cada vez más difícil.

Para no hacerte más largo el cuento, resumiré en decir que hice lo mismo con la otra chica. Hice lo mismo con ambas hasta arrojar una tremenda corrida entre sus nalgas, las cuales chapoteaban con cada paso que daban luego de que terminara sobre ellas.

No llegué a consumar el acto, no quería penetrar a dos inocentes criaturas inexpertas, solo quería divertirme un poco con ellas. Así que decidí dejarlas.

Procedieron a lavarse, le abría las nalgas una a la otra asegurándose de limpiarle bien la cantidad de semen que yo les había dejado.

Una vez que estuvieron limpias, se secaron, saqué una frazada y se las di para que se cubrieran, ambas entraron a la tienda, desnudas, cubriéndose solamente con la misma frazada mientras yo atizaba el fuego.

La oscuridad no tardó en cubrir la zona y pronto nos vimos iluminados solamente con la luz de la fogata. Preparé los bocadillos para la cena mientras mis dos putas esperaban en la tienda. Había llevado algo de comida, así que preparé unos sándwiches con jamón ahumado.

Una morbosa idea se cruzó por mi mente en ese momento y riéndome en mis adentros, decidí hacerlo.

En sus bocadillos coloqué un poco de “aderezo especial”, uno muy natural, recién ordeñado de mi verga. Una abundante porción salió para cada una de ellas. Acabé el sándwich con una rodaja de pan por encima y les di de comer.

Devoraron el platillo hambrientas, yo las observaba comer mientras reía por dentro, pude notar que en cierto momento notaron un sabor extraño en la comida, se miraban entre ellas como preguntándose que era aquello, pero continuaron deglutiendo sin poder identificarlo. Cada una se lamía los labios limpiándose los restos de aderezo y semen que se embarraba en sus bocas. Eso me excitaba aún más. Cuando terminaron agradecieron por la comida y se encerraron en la tienda para descansar.

Yo me quedé empacando todo unos minutos y luego acomodé el sleeping-bag a unos 3 metros de la tienda. Me recosté agotado y en un par de minutos quedé profundamente dormido.

Aproximadamente en horas de la madrugada, cuando la oscuridad de la noche se hace más densa, desperté instintivamente para atizar el fuego y asegurar que no estuviésemos siendo acechados por algún animal del lugar.

Todo parecía estar en orden, excepto algo que llamó mi atención. Escuchaba unos pequeños, suaves y rítmicos chapoteos, ocasionalmente acompañados con un gemido sordo que se confunde fácilmente con una respiración agitada. El sonido provenía de adentro de la tienda. Cuanto más me acercaba, podía escuchar más claramente aquello.

Abrí sin advertencia la cremallera de la tienda y no podía dar crédito a lo que observaba...

Parte 3

Una de ellas devoraba la boca de la otra en un beso apasionado, ella se encontraba recostada boca arriba con las piernas bien abiertas mientras la mano de su compañera jugueteaba con su vulva masajeando su clítoris húmedo.

Al percatarse de mi presencia se espantaron inhibiéndose por completo. Enmudecidas ante tal pillada se miraban entre ellas sin saber qué hacer.

-¡Vaya! Pero miren nada más, quien iba a creerlo –expresaba en voz alta mientras entraba a la tienda desabrochándome los pantalones.

Coloqué una pequeña lámpara de bolsillo en la punta de la tienda, la cual iluminaba con una luz tenue todo el interior.

Me quité la ropa interior dejando frente a ellas mi pene morcillón esperando a sus hembras.

La chica de los pezones marrones parecía ser la más atrevida, ella hizo el primer acercamiento, de rodillas ante mi verga, de manera tímida se atrevió a tocarla, la miraba detenidamente a detalle, la acariciaba suavemente como si se tratase de algo frágil, sus manos tibias temblaban nerviosas ante semejante trozo de carne que empezaba a inflamarse entre sus palmas.

Finalmente fue tomando confianza, la sujetaba firmemente del tronco y apretándola jalaba hacia la cabeza, como ordeñando mi verga. Su otra mano se posaba sobre mis huevos acariciándolos dulcemente. En instantes me puse duro como una piedra, ordeñó gran cantidad de sangre hacia mi verga haciendo que se hinchara resaltando las venas y dejando mi glande enrojecido y brilloso.

La otra chica se limitaba a observar mientras acariciaba sus pechos con sus manos y ocasionalmente se acariciaba la vulva. Aquel sitio olía a sexo y lujuria.

Enrede mis dedos en el cabello de la que me masturbaba, y abriéndole la boca le introduje la verga hasta donde pude. Unas arcadas hicieron contraer su garganta la cual apretó excitantemente mi glande, grandes cantidades de saliva viscosa comenzó a bañar mi tronco derramándose por mis huevos hasta mis piernas.

La puse a mamar mi verga como una puta, su pequeña mano masturbaba mi tronco mientras mantenía mi cabezota en su boca, jugueteándola con su lengua, saboreándola como un caramelo.

Pronto le indiqué a la otra chica que se uniera a nosotros. Tímidamente se acercó y compartió con su compañera. Ésta la instruía en el ejercicio mostrándole y guiándola en cada movimiento. La otra obedecía untando mi verga también con su saliva.

Hice recostar a la chica más atrevida, se dejó guiar por donde mis deseos la llevaran. Chupe sus tetas, que delicia, eran maravillosas, firmes, grandes, cálidas y con sus pezones bien erectos de excitación, me amamanté de ella como una cría. Sus gemidos resonaban cada vez con menos timidez.

Restregaba mi glande en los labios de su vulva, con movimientos circulares, metiendo apenas la punta y volviendo a acariciar, ella se estremecía con vehemencia. Su piel se erizaba y sus piernas temblaban espasmódicamente.

Para mi sorpresa, fue ella misma quien tomó de la mano a la otra chica, le indicó que se acercara a su cabeza. La tomó de sus piernas abriéndolas sobre su cabeza dejando la vagina de su compañera en su cara. La otra obedecía sumisa. Lentamente la hizo descender y comenzó a comerle la vulva con deleitoso placer.

Estaba que no podía creerlo. Le abrí las piernas y la penetré con mi verga de un solo empujón. Aunque no era virgen, su vagina era muy estrecha, pude sentir como mi verga la estiró con esfuerzo aunque al estar tan mojada, pronto logró alcanzar el tamaño adecuado.

Ella soltó un gemido estremecedor interrumpiendo la mamada de coño que le daba a su compañera. La seguí penetrando salvajemente hasta que un intenso orgasmo apretó mi tronco dentro de ella, sus espasmos vaginales eran acompañados por el abundante flujo que escurría entre sus nalgas. Eso me hizo estallar en un orgasmo, llenándola por completa de mi semen.

La continué penetrando hasta que mi verga iba relajándose dentro de ella hasta no poder culminar una penetración más.

Me tendí sobre la frazada esperado recuperar un poco el aliento. Ella guio a su compañera hasta su vulva y la puso a lamer de sus fluidos vaginales y los chorros de semen que escurrían de su vagina. La otra obedecía sumisa, devoraba placenteramente todo lo que salía del coño caliente de su compañera.

Yo aproveché para chuparle el coño a la chica sumisa, gemía y sus piernas temblaban, le excitaba estar siendo chupeteada mientras comía semen de otro coño. Se iba poniendo cada vez más caliente. Y así estuvimos ambos por un largo rato. Chupando coño, bebiendo flujos vaginales.

Luego de un rato pude recuperarme, mi verga comenzó a empalmarse nuevamente y quería coger a la chica sumisa. No pude evitar notar algo curioso. La chica sumisa masturbaba a su compañera introduciéndole los dedos y masajeándola por dentro. Pero a ella, su compañera no le introducía nada, solo se limitaba a acariciar su clítoris y vulva.

Comencé a sospechar que la chica sumisa era virgen, pero no quise preguntar. Poco a poco fuimos jugando con las posiciones y los roles, hasta que la tomé a ella.

La abracé por la cintura metiendo mi verga entre su carnoso culo como lo había hecho antes. Sus flujos vaginales tenían toda su raja bien lubricada así que entraba con facilidad. Le masturbé el coñito con las manos mientras me atrevía a meter un dedo en su vagina, cuando de pronto me detuvo, temerosa alejó mi mano de su coño.

Cada vez confirmaba más mis suposiciones. Decidí ser gentil para tranquilizarla, la volteé para besarla dulcemente, mis manos acariciaron su rostro bajando por su cuello, apretando sus pechos, sus rosados pezones comenzaban a endurecerse, su piel se erizaba, su respiración se aceleraba acabando en pequeños gemidos silenciosos. Mis manos acariciaron su cintura terminando en sus nalgas, que grandes, firmes y carnosas montañas de placer, las amasé con lujuria mientras mi verga erecta se clavaba en su vientre presionándola contra mí.

Todo su cuerpo temblaba nerviosa, la recosté caballerosamente, continué devorándome su cuerpo entre besos, lamidas y chupetones. La compañera atrevida se asomaba a su lado, sosteniendo su mano para acompañarla y tranquilizarla en ese momento. Ocasionalmente llevaba esa mano hasta su coño o sus pechos para darse placer.

Por fin había llegado su momento, posé mi glande entre los labios mayores de su vulva, su coño parecía estar ardiendo, sentía sus flujos escurrir por mi glande, comencé a penetrarla suavemente, despacio, su apretado coño comenzó a expandirse con dificultad dejando pasar mi verga gorda.

Un gemido doloroso escapaba de sus rosados labios, su mano apretaba la de su compañera y su cuerpo se estremecía de dolor.

Me comía su boca a besos mientras introducía cada vez más mi verga, pude sentir como avanzaba hasta que algo se rompió dentro de ella, gimió de dolor. Yo introduje de golpe el resto de mi verga, sentí mi glande golpear suavemente su útero en el fondo de su vagina.

Sus gemidos de dolor comenzaron a convertirse en gemidos intensos de placer. Saqué mi verga y continué penetrándola pero sin meterla por completo. Mi glande acariciaba su orificio, entrando y saliendo. Haciéndole temblar las piernas y derramando sus flujos en la frazada.

Así estuvimos un rato hasta que se convulsionó en un intenso orgasmo, sus uñas se clavaron en mi espalda, rasguñándome con fuerza mientras sus caderas se movían instintivamente clavándose mi verga cada vez más profundo. Estuve a punto de estallar dentro de ella, pero logré contenerme.

La volteé y la puse en 4, para mi deleite pude observar ese hermoso y carnoso culo ante mí, abriéndose, podía ver su ano apretadito y hermoso, su vagina más abajo se dilataba levemente escurriendo cada vez más flujos, aquello era algo hermoso.

Acaricié su cintura hasta sus nalgas, las bofeteé fuertemente hasta dejarlas enrojecidas. Solté un escupitajo en mi glande y me propuse a penetrarla en 4.

-Ah! Auch! Con cuidado señor, por favor, así duele. –decía, como toda principiante encorvaba su espalda dificultando el movimiento.

Para fortuna mía, su compañera más experimentada le indicó como colocarse. Con su mano acarició la vagina de la chica sumisa, mojándole el ano con sus propios flujos, subiendo sobre su espina dorsal e indicándole cómo debía arquear la espalda. La hizo bajar las manos y los hombros hasta llegar a tocar el suelo con sus deliciosas tetas. Cuando la tuvo en esa posición, con la cabeza tan cercana al suelo, la muy puta se colocó de piernas abiertas con su coño en la boca de mi hembra sumisa.

Esta otra entendió perfectamente la intención y comenzó a comerse ese coño delicioso. Al mismo tiempo dejando a mi merced su culo respingón, ahora sí, bien elevado y posicionado para penetrarla.

Lengüeteé su coñito un poco y luego le ensarté mi verga hasta los huevos, un intenso grito que acabó en un placentero gemido emergió de su boca.

La penetraba con fuerza mientras la jalaba de su cintura hacia mí, haciéndola chocar aún más fuerte. Nuestras pelvis chapoteaban con cada choque, la penetraba hasta el fondo y luego la retiraba hasta casi sacarla por completa para luego volver a penetrarla fuertemente. “clop, clop” se escuchaba ocasionalmente tras llenar el vacío que dejaba mi verga en su vagina.

Mi glande hinchado masajeaba su punto G, dentro de ella estimulándola cada vez más. La penetré sin parar una y otra vez. Ocasionalmente me atrevía a lamer uno de mis dedos e introducírselo en el culo, al hacerlo ella gemía más.

Su compañera quien recibía un excitante oral, se apretaba las tetas mientras me observaba follar el culo de la otra. Follamos hasta que los primeros rayos de luz comenzaron a aparecer en el cielo. Logramos llegar a un intenso orgasmo que hizo estremecernos a los tres y caímos abatidos por tanto esfuerzo.

El coño de la virgen quedó enrojecido y dilatado, escurriendo restos de mi semen. Yo quedé tendido en la frazada abrazando a ambas aldeanas, acariciando sus culos mientras sus cabezas se posaban en mis brazos.

Quedamos inconscientes por horas.

Cuando despertamos era casi el medio día. Nos levantamos y nos dirigimos a la poza para darnos un baño. Aunque no bebimos nada, sentíamos como un tipo de resaca, resaca de lujuria tal vez.

Las chicas aunque ya menos tímidas, continuaban pareciendo un poco apenadas o avergonzadas por lo ocurrido esa noche.

Luego del baño nos sentamos a comer de las frutas que habían recolectado el día anterior. Y luego de un rato ameno, dispusieron a tomar camino de vuelta a su aldea.

Nos despedimos con un beso apasionado, con un último apretón en esos culos preciosos y tras unas nalgadas las vi alejarse entre el sendero de la flora.

Empaqué de nuevo mis cosas. Perdido entre la frazada encontré un collar que debió ser de alguna de las chicas, parecía algo artesanal, con una inscripción en él. No supe qué significaba, pero sigo investigando al respecto.

Jamás pensé que un pequeño paseo terminaría en una interesante aventura como ésta.

Gracias por tu atención.

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Chao.

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