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Follando en el autobús

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En ocasiones, viajar en autobús puede llegar a ser una auténtica aventura, un auténtico placer.

Una vez más me pongo delante de una pantalla en blanco que espera ansiosa que la manche con mis recuerdos, con mis fantasías o quizás porque no, de las vuestras, de la tuya. Estas líneas aunque posteriores al relato que os voy a contar las escribo al principio del mismo porque me suelo meter tan dentro de las historias, que pierdo la noción del tiempo, del espacio y de la memoria, ya no sé, si el relato que os voy a contar fue real, una de mis fantasías o quizás una de las tuyas, pero de lo que si estoy segura, es que me hubiera gustado vivirla, aunque por otro lado… ¿La viví?, quien sabe, no sé.

Más que un viaje en autocar fue una aventura, una aventura que yo conscientemente busqué desde hacía tiempo, desde hacía tiempo lo veía montarse en la misma estación, lo miraba con disimulo, me gustaba verle leer, le veía disfrutar del ocaso por la ventanilla según íbamos devorábamos kilómetros y más tarde verle dormir.

Soy una mujer curiosa, me gusta fijarme en la gente por la calle e imaginar sus vidas y aquel hombre entrado en la treintena no iba a ser menos, ¿dónde viviría?, ¿en qué trabajaría?, ¿tendría mujer?, ¿hijos tal vez?, ¿Cuál sería su historia?, ¿por qué cogía siempre el viernes aquel autobús en Pamplona con dirección alguna parte?, ¿sería quizás un amante a quien iría ver?, o ¿realmente sería tan simple como lo mío?, que volvía a casa después de trabajar durante una semana en otra provincia, realmente estaba intrigada aunque supongo que a él, le podría pasar lo mismo conmigo, siempre la misma historia, siempre la misma sonrisa al pasar a mi lado cuando se subía, siempre las mismas personas, seis o siete viajeros más algunos que recogeríamos por el camino antes de salir de Navarra y sin embargo él, fue en el único que me fijé y casi llegar a ser una obsesión en mis sueños.

Realmente no era un hombre que pasara desapercibido sobre todo para las mujeres, un hombre muy atractivo, siempre bien vestido y por su apariencia daba la sensación de ser muy culto con el que poder disfrutar de sus conversaciones, llevaba siempre bajo el brazo unos libros de matemáticas, de física, quizás solo es una fachada, pero no lo creía, era tal la obsesión que tenía con él, que me imaginaba desnuda delante de él, esperando que me hiciera el amor encima de una mesa llena de papeles, en una habitación llena de libros y pizarras llenas de fórmulas matemáticas. La verdad que tarde más de dos meses en atreverme a saludarle, a sonreírle, hasta el viernes pasado.

No sé qué pasó por mi cabeza nada más sentarse a mi lado, fue como una pequeña descarga de electricidad, una ola de calor que me atravesó de punta a punta, una sonrisa seguida de unas buenas noches, mi piel se erizó y ya no pude pensar en otra cosa que no fuera en él, de esa sonrisa dirigida a mí, de esas manos soporte para el descanso del libro que estaba leyendo con sus dedos acariciando las páginas mientras las devoraba, pensaréis que estoy tonta, pero llegué a sentir envidia, a sentir celos de aquel libro al ser acariciado por sus manos, no podía parar de mirarle de reojo, de ver las facciones de su rostro, la barba de tres días junto con las gafas sin pasta de cristales redondos sobre la cuenca de los ojos, que le hacía aún más irresistible, pero tonta de mí, tan siquiera me atreví a decirle nada, no así mi cuerpo que gritaba y gritaba intentando hacerse oír, los roces involuntarios de nuestros brazos estaban elevando mis pezones cada vez más sensibles y que se empezaban a clavar en la camiseta blanca que llevaba, iluminada por los dos pequeños focos para leer en la oscuridad que teníamos encendidos encima de nosotros.

Al cabo de la hora, empezaba a atisbar algo de cansancio en sus ojos que se cerraban entre línea y línea hasta que al final, cayó en un sueño profundo del que tuve que salvar al libro de no caer al vacío, furtivamente leí la contraportada, era una historia de amor entre una amazona y un explorador, que había sido retenido y más tarde expulsado de las tierras de las amazonas después de haberse enamorado de una de ellas, ahora le miraba con ternura, siempre le había imaginado con la cabeza llena de fórmulas, no me esperaba que leyese ese tipo de literatura de amor y fantasía.

Dormía con su cara mirando hacia la mía y no pude reprimirme, sin permiso alguno le di un pequeño beso en la mejilla y un segundo después otro en los labios, me senté de lado con mi cara bien cerca de la de él con sus gafas medio caídas, me gustaba verlo dormir, me gustaba su olor que me envolvía hasta el corazón, que me atraía sin dejarme escapar, fue entonces cuando le veía cambiar la expresión de su rostro, como poco a poco la felicidad se asomaba a esa ventana tan expresiva como es nuestro rostro, donde enseguida podemos observar en una persona la felicidad, la alegría, el placer, pero también la tristeza, la melancolía, la pena o el dolor.

La suya no era una expresión de llanto, sino de placer, me hubiera gustado saber qué estaba soñando, que era aquello que le estaba dando tanta felicidad, empecé a imaginarme un sueño en que él se vestía de explorador, soñaba despierta que era yo la que pasaba en esos momentos por su mente, vestida como la amazona de la que se había enamorado en el libro, cerraba los ojos y me veía con él, los abría de nuevo para seguir bebiendo de unos labios que no despertaban cuando lo besaba y entonces observé el bulto de su pantalón, algo había crecido en su interior, algo que enseguida empezó a excitar mi cuerpo y empecé a sentir la humedad en mis bragas, humedad que hasta entonces había pasado desapercibida, el interés por sus labios pasaron a un segundo plano, mis manos sin poder controlarlas se asomaron a sus muslos, donde empezaron a subir hasta llegar a su meta, acariciando casi sin tocar el pene que se había erguido en su interior, estaba muy nerviosa y tremendamente excitada, notaba en la palma de mi mano aquel miembro masculino con tanta dureza, con tanta fuerza que me imaginaba una vez más desnuda delante de él, pero en este caso con la suficiente certeza que disfrutaría con aquel pene en el interior de mi vagina, aquel hombre me tenía hipnotizada, soñaba y me imaginaba haciendo todo tipo de posturas sexuales que jamás pensé ni imaginar.

Estaba tan embebida dando rienda suelta a mis propios sueños, que no noté como él despertaba, como al alzar mis ojos nuestras miradas se cruzaron y pude ver la vergüenza en él, quizás reflejos de la mía, mi mano que se apoyaba en su pene dejó de presionarlo y de acariciarlo, me quería morir en ese momento, en aquel momento no había palabra alguna que saliera de mi boca que se resecó en un segundo, pero como tampoco salió ninguna vocal de la suya, su expresión de vergüenza como de haber sido él, el causante de aquella situación hizo que me aliviara un poco y creí ver una pequeña sonrisa en sus labios, nuestros ojos se clavaron el uno en el otro, miradas de doble dirección que no se cansaban y ni una palabra entre los dos, el silencio del autobús roto con alguna tos o alguna respiración más fuerte que otra, aquella magia se iba a romper cuando observé la intención de hablarme, aquello me aterró más de lo que imaginaba y le silencié con dos dedos sobre sus labios, labios que después sin darle opción besé y esta vez sentí en los míos como me eran devueltos, como su lengua empapaba mis labios hasta conseguir que abriera mi boca para fundirnos en un beso apasionado.

No sabía lo que hacía, ninguno de los dos lo sabíamos, no lo esperaba, pero lo soñaba y ahora aquel sueño se hacía realidad, sus manos enseguida se apoderaron de mis pechos, apretándolos como si me los fuera a quitar, me dolía, pero me excitaba, los labios enganchados bebiendo de nosotros con un baile inacabable con nuestras lenguas como protagonistas, sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo paralizándome por completo, no podía moverme, me estaba entregando a él sin remisión, sentía como la humedad entre mis piernas aumentaba y como mis bragas lo iban absorbiendo todo, entonces noté su mano en mi vientre bajando hacia abajo y apretándome con los dedos mi sexo antes de meterse por debajo de la falda que llevaba aquel día, ¿una falda yo?, yo que rara vez iba en falda y aquella noche la llevaba y no una cualquiera, sino una muy corta que dejaba mis muslos prácticamente al sentarme totalmente al descubierto, mi mente volaba y pensaba el porqué de la falda, quizás inconscientemente ya había planeado aquella situación, no lo sé, pero su mano me despertó del sueño cuando me acarició separándome un poco las bragas para que sus dedos pasearan muy suavemente por mi vulva totalmente depilada, escondiéndose entre mis labios húmedos y adentrándose en la abertura de mi vagina donde disfrutaron del calor de mi interior.

Prácticamente me había quitado el sujetador y mis pezones erguidos sentían el frío cuando su boca se apartaba de ellos dejándolos envueltos en su saliva, mi sexo continuamente penetrado por dos dedos inquietos que también hacían las delicias a mi clítoris, haciéndome gemir en silencio y deseando algo más, ¿pero qué más?, estábamos en un autobús rodeados de gente, tan siquiera éramos los últimos viajeros pues detrás de nosotros iban sentados una pareja más o menos de mi edad. No podía más, necesitaba entrar en acción, quería tener entre mis manos aquella polla que lo había empezado todo con su gran volumen y mientras que era penetrada por sus dedos, yo le desabrochaba torpemente su pantalón sacándole ese miembro que me había apasionado desde que observe crecer dentro de su ropa, pero que ahora era mío y devoraba de arriba abajo dejando un rastro de saliva por todo su contorno, ya los gemidos no eran solo míos, gemidos silenciosos para que nadie se despertara.

Su polla tenía un sabor delicioso, me encanta devorarlas hasta que no pueden más, hasta que tienen que explotar y yo les ofrezco mi boca para que la llenen como una copa de vino, el sabor de su semen, la sensación de poder, de tenerle y de sentir las explosiones dentro de mi boca, de ese néctar caliente que sale disparado a mi interior, quería que me llenara y me alimentara de él, mis manos sobre sus testículos metiéndolos en mi boca despacio y con suavidad, su polla con un vaivén delicioso entre mis manos y mi boca, la succión de su glasé por mis labios y cuando sabía que iba a acabar mis manos se dirigieron a su pecho por debajo de su camisa arañándole el pecho, mi boca subía y bajaba sin más ayuda que mis labios sobre su pene calentándolo más y más, excitándole tanto que empezó a eyacular dentro de mí teniendo que tragarme de un tirón las primeras descargas de su polla.

Se revolvía en el asiento, le oía gemir y me encantaba mirar hacia arriba para verle el rostro siempre que podía, ya que sus manos desde hacía tiempo estaban sobre mi cabeza apretándome contra su polla, los gemidos iban en aumento y salvo la pareja que teníamos detrás, nadie se había percatado de lo que hacíamos unos asientos más atrás, nadie se enteró incluso cuando su polla empezó a liberar la tremenda presión que tenía en los testículos disparando generosamente dentro de mi boca dos chorros de semen que saboreaba y tragaba según me llenaba, un pequeño grito, precedido de un gemido si se pudo oír en todo el autobús, pero la suerte es que prácticamente todo el mundo iba dormido.

Durante unos minutos yo seguí lamiendo aquella polla que por su dureza y grosor harías las delicias de cualquier mujer, no quería que se echara a perder, que se quedara en el olvido cuando perdiera su tamaño como así fue, mis movimientos, mis lamidas como si fuera un helado que se derrite con pequeños mordiscos y movimientos suaves llevando su piel hasta el final para luego liberarla y que aparte de su disposición y muy posiblemente de su excitación, conseguí su fruto, solo unos segundos que quedo muerta, solo eso porque enseguida reaccionó a mis atenciones y una vez más estaba preparada para darme ahora si el placer que deseaba y soñaba, así que me levanté para besarle, para que saboreara sus fluidos en mi boca, incluso limpiándome con su lengua la comisura de mis labios.

Con mi mano eché un poco el respaldo hacia atrás tumbándole un poco, me levanté la falda y según me sentaba encima de él a horcajadas, con mis rodillas apoyadas en parte del asiento, me aparté un poco las bragas dejando mi sexo realmente mojado en posición para que penetrara y entrara dentro de mí, ni una palabra todavía de ninguno de los dos, solo miradas de complicidad, de placer y lujuria, solamente miradas a nuestros labios que se mordían de vez en cuando, sus ojos se distraían en mis pechos al haberme subido tanto mi camiseta como el sujetador, miraba mis tetas y las hacía desaparecer entre sus manos apretándomelas, pero dejaba mis pezones salir para ser devorados por su boca, parecía un juego para él, primero una y luego la otra, sus manos bajaron a mis nalgas apretando cada glúteo con ellas, mi mano ya había buscado su polla y la pasaba por la abertura de mi vagina de arriba abajo, metiéndola despacio, deslizándose en mi interior con mucha suavidad, llenándome hasta que no podía entrar más, no quería gemir, no podía expresar lo que estaba sintiendo al ser penetrada una y otra vez, mis movimientos lentos y suaves iban metiendo y sacando su polla de mi interior con tanta suavidad, con tanto placer para los dos que nos fundimos en un abrazo y un beso que parecía eterno.

Ese movimiento vertical de mi cuerpo paró para hacerlo horizontal, su polla casi no salía de mi interior, pero el roce de la raíz de su polla contra mi clítoris me estaba matando de placer, la tenía tan dentro de mí, la sentía tan bien que no quería que se marchara nunca, mis músculos la apretaban una y otra vez haciendo como si mi vagina la besara, era una sensación tan placentera que ninguno de los dos quería que acabara, yo me contenía a duras penas tapándome la boca con una de mis manos y él enterrando su cabeza en mis pechos, movimientos lentos de mi cadera de lado a lado, con sus manos apretando mis nalgas hacia él, intentando penetrar más en mí y entonces mi cuerpo subía y bajaba un poco para liberarla un segundo, para una vez más secuestrarla dentro de mí y volver a besarla, volver a presionarla con mi vagina, sintiendo sus palpitaciones, sintiendo como me hacía explotar de placer al tenerla tan dentro, con mi clítoris continuamente excitado por aquellos pequeños roces.

No podía más estaba tan al borde de un orgasmo que me preocupaba si sería capaz de mantenerlo dentro de mí, sin que ningún gemido, ni grito saliera al exterior y alertara a todo el mundo que dormía o eso creíamos los dos, los que seguro no dormían era la pareja de atrás de nosotros que me miraban con excitación, los dos se besaban y acariciaban también, pero sin llegar al extremo con el que yo misma me sorprendía con mi comportamiento, era incapaz de tener los ojos abiertos cuando sentía ese placer al intentar penetrarme aún más, sus manos ahora en mis caderas levantando su pelvis una y otra vez para penetrar en mí, estaba al borde del orgasmo cuando con sus fuertes manos me aparto de él, no sabía que pensar, el silencio seguía instaurado en nosotros como una dictadura, pero entonces supe lo que quería, como si fuera una muñeca moldeaba mi cuerpo, lo llevaba donde él quería y lo que quería era ponerme a cuatro patas sobre el asiento, una rodilla en el asiento y otra estirada en el suelo con mis manos apoyadas en el respaldo que también habíamos echado hacia atrás, mi rostro pegado al cristal respirando y creando figuras de vaho.

Su lengua empezó a pasar por mis labios mojados, acariciando mi clítoris con sus dedos haciéndolo circular sobre él a la vez que con la otra me iba quitando las bragas hasta que las dejo reposar en el asiento junto a mi rodilla, fue cuando noté una vez más su polla entrar sin previo aviso y con bastante fuerza hasta el fondo de mi coño, entrando y saliendo primero de una forma pausada, pero luego más y más rápido, sus embebidas me empujaban contra el cristal que llenaba de vaho una y otra vez, veía las luces de los coches pasar, las luces del interior de las casas por donde pasábamos con la oscuridad de fondo mientras que un placer tan grande hacía que un orgasmo se acercara a mí, que explotaba como una bomba de calor en mi vientre y se expandía por todo mi cuerpo, mis manos apretando mi boca para ahogar los gritos que sin remedio salían de mí, sin poder evitar que llenaran el autobús, miraba de reojo a nuestros espectadores y me sonreían al ver como el placer me había llenado y yo intentaba ahogarlo, mi amante seguía moviendo sus caderas con sus manos sobre las mías siguiendo ese movimiento frenético y cuando un grito de placer que tuvo que despertar a más de uno salió de su boca, sentía como me llenaba con sus fluidos uniéndose a los míos.

Su polla navegaba ahora en un mar embravecido y caliente en el interior de mi vagina, olas seguían atravesando mi cuerpo y los gemidos de ambos se escapaban ya a nuestro control, sentía como en cada empujón ya más lento, pero mucho más profundo, salían por mi vagina los fluidos de los dos, resbalando por el interior de mis muslos, empujones y penetraciones que fueron apagándose al igual que nuestros gemidos.

Silencio, solo el silencio roto por el ruido del autobús al circular por la autopista, ni una palabra, ni una mirada cuando nos vestíamos y arreglábamos, cuando me ponía las bragas que enseguida empezaron absorber los fluidos que salían de mi vagina, media hora de un silencio incómodo hasta que llegó mi parada, hasta que me levanté y cogí la pequeña bolsa de viaje que llevaba, dos pasos por el pasillo con algunas miradas incómodas, otras de envidia, otras de alegría por mí como la de nuestros dos espectadores de lujo que me sonreían e incluso llegué a detectar un beso en la distancia y allí en medio del pasillo me paré unos segundos, unos segundos para pensar, para decidir deshacer mis pasos y volverme hacia él, dándole un papel escrito con un nombre y un teléfono, pero sin que supiera el sonido de mi voz, le miré con ternura, le besé tiernamente en los labios y me fui.

Antes de salir por la puerta del autobús volví a mirar hacia donde él se sentaba y una vez más nuestras miradas se cruzaron, una vez más me hizo el amor con su mirada y entonces le escuché decir…

“Mario, me llamo Mario”.

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