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Franco, Liz, Sara y Jonathan (Parte 1)

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En teoría, era sólo una fiesta más, no se imaginaban lo que la noche les aguardaba. Franco llegó temprano de la mano de su linda novia Liz, pequeña, figura delicada, cintura bien definida, piel latina, tetas pequeñas, pero lindas y redondas, su culo también algo pequeño, pero lo que le faltaba de tamaño, lo compensaba en forma, un culo precioso y redondo, firme y respingado. Llevaban ya casi 2 años juntos y se amaban con ese loco amor juvenil que te hace querer arrancarte la piel de la cara si lo perdieras.

Cuando Franco saludó a su mejor amiga Sara con un profundo abrazo, Liz hervía por dentro, la odiaba, por ser la mejor amiga de su amado novio desde que lo conoció y porque sabía que aunque él nunca lo admitiría, sentía algo por ella, tenía razón, Franco no dejaría ir la oportunidad de follarse a su amiga Sara si pudiera, con su enorme y redondo culo, sus melones más desarrollados que los de Liz y su impecable piel blanca que parecía un lienzo nuevo, Franco la amaba, platónicamente, nada “en serio" pero si muy intenso, el sentimiento estaba ahí. Pero Sara tenía novio, Jonathan, mala actitud, dos o tres tatuajes por ahí y por allá, un cuerpo bien definido, algunos músculos, se la pasaba fumando, y aunque la tímida Sara no lo admitiera en voz alta, le gustaba su pose de chico malo.

Aún así Liz saludaba hipócritamente a Sara, tenían que convivir forzosamente, además tampoco es que ella le agradara mucho a Sara, con sus desagradables gestos y su mala actitud con ella, un cordial saludo forzado por parte de ambas.

La fiesta comenzaba de verdad, los demás llegaban a festejar el cumpleaños de Sara y ella los recibía. Cuando llegaba ese hombre algunos años mayor que la cumpleañera, con un ramo gigante de rosas, ella corría dramáticamente a abrazarlo.

— ¿Ese es el novio de Sara? — preguntó Liz a su novio Franco con curiosidad.

— Si — respondía Franco en seco y evitaba ver a la pareja para no que se le reventara una úlcera de los celos.

— ¿No es algo mayor? — insistía Liz viendo atentamente a la pareja con rostro confundido.

— 5 años mayor, creo — respondía Franco con desinterés, aunque lo sabía bien, conocía a su rival.

— Bueno, 5 años ya son algo, aunque no demasiado, supongo — decía Liz dejando de ver por fin a la pareja.

La fiesta se oscurecía, literalmente, los padres de Sara apagaban focos para darle un toque más excitante a la fiesta, pero vigilaban de cerca que nadie prendiera algo raro, el alcohol y el tabaco estaban bien, los invitados tenían la edad, pero no iban a permitir ninguna hierba rara.

Pasaba ya de media noche entre risas, cervezas, cigarros, el baile y charlas aleatorias de todos los invitados, Franco pasaba el rato con Liz y algunos amigos en común con Sara, Liz se dedicaba a beber, a reírse de los chistes tontos de los amigos de su novio y a intentar que Sara platicara lo menos posible con su amado.

Luego Liz se ponía algo "cariñosa" por el alcohol, siempre tenía ese efecto en ella, tocaba la verga de su novio cada que podía y le restregaba sus lindas nalgas despistadamente cada vez más, lo necesitaba dentro de ella, Franco estaba algo sorprendido, no es que ella fuera una santa, pero tampoco era de buscar ella misma su verga, siempre se resistía un poco, hacia que Franco se esforzará, no porque no quisiera follar con él, más bien le gustaba sentir que tenía el control y volverlo loco.

— Deberíamos irnos ya — le decía Liz a Franco lujuriosamente, lo miraba dejándole claro sus intenciones.

— ¿Estás segura que no llegaran tus papás? — preguntaba nervioso con su erección contra el ombligo de ella, estaban muy cerca, casi besándose.

— Nah, llegan MÍNIMO hasta el medio día — decía ella con seguridad, sus padres estaban de visita con un tío en otra ciudad.

— ¡Por fin! — decía Franco triunfal y tomaba el lindo culo de ella con ambas manos besándola suciamente.

Eran jóvenes y sin dinero, ¿Recuerdas lo difícil que es conseguir un buen lugar y tiempo para follar en esa situación? Llevaban meses planeando ese día desde que Liz supo que tendría su casa sola una noche entera, 4 meses exactamente, mismos 4 meses desde su última follada, su tercer follada, iba ser una noche épica, por fin podrían tener más de un round y desnudarse por completo uno con el otro. Franco ansiaba verla en cuatro patas sin nada puesto como Dios mandaba, ella ansiaba una follada de más 4 minutos sin la ropa a medias, sin prisas ni miedo de ser descubiertos, incluso llevaba ropa interior nueva y adecuada para la ocasión debajo de sus lindos pantalones de tela ajustados.

— Vámonos ya — decía Liz ansiosa, no podía creer que tuviera que insistir, pero no le importaba, su coño lo necesitaba, si no fuera por esa estúpida fiesta que se cruzó en el calendario hace apenas una semana, ya estarían en casa de ella follando hace horas, odiaba más a Sara cada minuto.

— Solo tengo que darle algo a Sara — dijo Franco nervioso, Liz lo alejó de inmediato.

— ¡¿En serio?! — decía furiosa.

— ¡Es su regalo! —respondió nervioso.

— ¡Pues dáselo ya! — dijo furiosa cruzándose de brazos.

— Lo siento, te amo, nos iremos apenas le dé esto, en serio — dijo nervioso tomando la caja de la mesa, ella volteó la mirada y no respondió nada.

Franco avanzó nervioso por la fiesta con su caja impecablemente arreglada, necesitaba irse, amaba platónicamente a Sara, pero amaba de verdad a Liz y quería su lindo trasero sobre su cara, tenía una erección espantosa que hacía que las bolas comenzarán a dolerle. Vio a Sara y paró en seco, estaba con Jonathan besándose apasionadamente ¿Que sus papás no estaban por ahí? ¡Maldita sea! ¿Cómo le daría el regalo? Necesitaba que estuviera alejada de él, volvió la mirada y Liz lo veía fijamente desde la cochera, brazos cruzados, mirada molesta, ¡Carajo!

Caminó envalentonado, literalmente Sara no lo notó hasta que estaba frente a ella y su novio.

— ¡Hey menso! ¿Ya te vas? — preguntaba sonriendo la linda chica.

— Ammmm si, es que... — balbuceaba cobardemente, Sara notó la caja.

— ¡¿Es para mí?! — decía emocionada casi arrancándole la caja de las manos, Jonathan veía a Franco de mala manera, no era precisamente su fan, sabía sus intenciones.

— Si — decía nervioso sin dejar que Sara tomara la caja de sus manos — Ammm ¿Podríamos...? Emmm ¿Podríamos hablar en privado? — dijo intentando no lucir patético frente al mal encarado novio de ella.

— Si, claro — dijo débilmente mirando a su novio, casi buscando aprobación, él retiró su brazo de su cintura y ella acompañó a Franco.

Franco caminó algunos pasos para salir del rango de visión de Liz, sabía dónde estaba parada viendo todo, Jonathan veía furioso como se alejaba aquel tarado sin huevos con su novia, se levantó del sillón y salió a la cochera. Franco veía nervioso la caja, se sentía un poco ridículo, el regalo gritaba "demasiado esfuerzo" por todos lados, Sara esperaba con curiosidad viéndole, Jonathan veía a una chica empinada sin doblar las rodillas revisando una hielera, un culo precioso, nalgas redondas y respingadas.

— ¿Podemos ir a tu cuarto? — le preguntó Franco a Sara.

— Si — dijo con desinterés y volteando atrás buscando a su sexi novio, nada, era bueno y malo de algún modo.

— Ahí ya no quedan cervezas — decía Jonathan acercándose a la chica sin dejar de ver su lindo culo.

— Si, ya me di cuenta — decía Liz avergonzada levantándose de inmediato, se vieron y se reconocieron.

— Eres la novia de... Te vi con él hace rato — decía Jonathan sonriendo un poco.

— De Franco, si — respondía rápidamente — Tú el novio de Sara — agregaba.

— Si, Jonathan, mucho gusto — decía cortésmente estirándole la mano para darse el típico beso de mejilla.

— Es un regalo... — decía Franco torpemente entrando nervioso al cuarto de Sara mientras ella entraba detrás de él cerrando la puerta.

— Menos mal que no es una bomba — respondía cómicamente y ambos reían.

— Toma — le decía Jonathan a Liz dándole una cerveza que él mismo le abrió.

— Gracias — decía tímidamente la pequeña Liz tomando la helada botella de cristal.

— Acompáñame a fumar — decía Jonathan firmemente, pero con desinterés, los padres de Sara lo habían visto fumar un par de veces, pero mejor no exhibirse de más innecesariamente.

— Si, pero... — decía Liz nerviosa volteando hacia dentro de la casa — Es que... — intentaba justificarse buscando con la mirada adentro.

— Nuestras parejas están muy ocupadas poniéndonos los cuernos — dijo cómicamente Jonathan, Liz lo vio confundida, casi aterrada, pero al ver su sonrisa burlona ambos rieron.

— ¿Y que es? — preguntó Sara sentándose en la cama, viéndolo y sonriéndole.

— Es algo especial — respondía él nervioso extendiéndole la caja con ambas manos delicadamente, Sara lo arrancaba de sus manos ansiosa — Sólo... sólo no te burles — decía Franco nervioso mientras su amiga destrozaba el papel y los moños que con tanto esmero había puesto él.

— ¿Tú fumas? — le preguntaba Jonathan a Liz ofreciéndole su cajetilla, mientras se sentaban en una banca de un lindo jardín a unos 50 metros de la casa de Sara, era una zona residencial de buen gusto.

— Ammmm este, si, a veces — balbuceaba nerviosa viendo la cajetilla.

— Jajaja — reía Jonathan burlonamente, Liz lo miraba confundida — Si no fumas está bien — decía retirando la cajetilla.

— No, si fumo, pero hace 2 semanas que no, dame uno — decía rápidamente y nerviosa intentando recoger su dignidad del piso, Jonathan le dio un cigarrillo, ella lo ponía en su boca y él se lo encendía viéndola fijamente, a punto de estallar en risas, cuando ella jaló el intoxicante humo y tosió, él rio fuertemente y ella lo acompañó apenas dejó de toser.

— Mucho papel — decía Sara riendo un poco y abriendo por fin aquel regalo que parecía una caja fuerte entre tanto arreglo.

— No te rías — dijo Franco.

— Aaaawwww — expresaba ternura fuertemente Sara viendo el lindo changuito de peluche dentro de la caja, Franco sonrió inconscientemente por el buen recibimiento.

— Es porque me dices chango — dijo nervioso, las piernas casi le temblaban, mejor se sentó a lado de ella en la cama.

— ¡Está bien hermoso! — decía Sara honestamente y abrazaba fuertemente el pequeño mono de peluche.

— ¿Cuánto llevas con él? — le preguntaba Jonathan a Liz mientras fumaban, ella ya no tosía, pero se sentía algo mareada por el humo.

— 1 año 9 meses, 10 meses él 17 de este mes — respondía firmemente la delgada mujer.

— Wow lo tienes claro — dijo Jonathan riendo un poco.

— Jajaja lo sé — dijo avergonzada — ¿Y tú con Sara? — devolvió la pregunta por cortesía.

— 2 años — dijo él rápidamente, llevaban algunos meses más, pero no estaba seguro de cuantos.

— ¡Me encantó! — decía Sara y abrazaba a Franco con fuerza, él alargaba el abrazo, sentir esos melones en el pecho estaba bien.

— Es que yo te amo... — dijo Franco con la boca seca.

— Yo también — dijo Sara honestamente.

— ¡¿En serio?! — preguntó Franco histérico, la separó para verla a los ojos, Sara se dio cuenta del malentendido de inmediato.

Si — dijo nerviosa — Eres mi mejor amigo — agregó rápidamente desesperada.

— No me refiero a eso — dijo él decepcionado.

— Franco... — dijo melancólica, Franco se acercó y la besó delicadamente en los labios, apenas un pico, ella se retiró, firme pero delicada, no quería darle alas, pero tampoco romperle el corazón — Ya sabes que amo a Jonathan — le dijo sonriendo melancólicamente, ella sabía lo que él sentía por ella, pero esperaba que jamás se lo dijera.

— ¿Estarán cojiendo todavía? — dijo Liz cómicamente, intentando ocultar que la situación si que le molestaba.

— Ya quisiera tu novio — dijo Jonathan riendo un poco, aunque honestamente, Liz reía nerviosa.

— ¿Tú crees? — se atrevió a preguntar después de unos segundos en silencio.

— ¿Tú no? — dijo cruelmente Jonathan.

— ¿Tú por qué lo crees? — preguntó sintiéndose devastada.

— Yo lo sé, no lo creo, lo sé — dijo él firmemente.

— ¿Cómo lo sabes? — exigió respuesta viéndolo fijamente.

— He revisado el celular de Sara, tu novio se la pasa diciéndole cosas... – decía él y ella desvío la mirada, él decía la verdad — Cosas sexosas y románticas, le dice “nalgona” todo el tiempo, que sus tetotas esto o aquello y luego le habla muy cariñosamente — dijo él con firmeza.

— No me sorprende... — decía Liz devastada, se puso furiosa en un segundo.

— Ella lo esquiva amablemente, sé que ella no está interesada, pero no deja de ser molesto — remató él, era verdad, todo, pero insistía tanto sólo para joderlo a él, estaba harto de que se la pasará coqueteando impunemente con su novia y estuviera protegido por esa aura protectora del mejor amigo.

— Tal vez me vaya a mi casa y ya — dijo Liz furiosa tirando el cigarro — Teníamos planeado ir a mi casa... – dijo sin terminar.

— ¿Y darse pasión toda la noche? — agregó él riendo, disfrutaba la idea de arruinarle la noche al tarado aquel.

— Si jajaja — reía Liz avergonzada, literalmente Jonathan era un desconocido, no era fácil abordar un tema así, se puso de pie y miraba hacia la fiesta — Ya llevan un rato y nada — decía furiosa, se le torcía la boca del coraje, ella le dio la espalda, él seguía sentado y disfrutaba la vista de su precioso trasero que parecía iba a salirse de esos pantalones tan ajustados.

— ¿Traes tanga? — preguntó lujuriosamente viendo ese precioso culo redondo y firme, no lo pensó, maldito alcohol, se arrepintió.

— Emmm si — dijo nerviosa volteando a verlo confundida, él no dejaba de ver sus lindas nalgas, de una manera casi descarada, ella se quedó congelada, sintió que darse la vuelta de golpe o decirle que no mirara sería más vergonzoso, intentó no darle importancia al asunto — ¿Po-por que? — preguntó avergonzada porque no supo que más hacer.

— Se nota — dijo él en seco sin dejar de ver.

— Ah — expresó ella sin saber que hacer, se puso jodidamente nerviosa e incómoda, volteó de nuevo a la fiesta para no verlo mirando sus nalgas.

— Ya sé que lo amas — dijo Franco derrotado, intentando sonreír forzadamente, Sara se sentía fatal.

— ¡Además tú estás con Liz! — dijo Sara sonriendo — La súper amas y todo eso de que te complace súper rico con su boca jajaja — reía intentando aligerar el ambiente, funcionaba, Franco reía.

— Me da unas mamadotas — decía orgulloso y ambos reían — Hasta se traga mis asquerosas corridas — decía presumiendo, todo era verdad, ellos no encontraban mucha oportunidad para follar, pero las mamadas eran parte de su dieta habitual, apenas estaban solos en la sala de Liz y sus padres arriba, ella bajaba feliz a complacerlo.

— ¡Iuuuggg! — expresaba asco exageradamente Sara y reían — ¿Ya ves? Si yo fuera tu novia no tendrías esas deliciosas mamadotas — decía riendo.

— ¿Tú no se lo haces a Jonathan? — preguntaba honestamente Franco, él era muy abierto con el tema sexual, Sara no.

— ¡No! ¡Que asco! — decía honestamente y reían ambos.

— Entonces ustedes dos... ¿No? — preguntó él cautelosamente, no quiso intimidarla.

— Me ha follado algunas veces, pero ni de broma me voy a meter esa cosa asquerosa en la boca — dijo ella y ambos reían fuertemente, era verdad a medias, ella no le daba sexo oral, es verdad, pero habían follado más que "algunas veces".

— Se te ven muy redondas, muy marcadas, como si no trajeras nada — dijo Jonathan nervioso, de algún retorcido modo disfrutaba ponerla nerviosa y disfrutaba más ver ese lindo y redondo culo.

— Si, es que ammm — balbuceaba Liz nerviosa — Traigo una tanga de esas de hilo — terminó nerviosa la frase, prefirió volver a sentarse a lado de él para no "dejarlo" ver más sus nalgas, le evitaba la mirada.

— Entonces has traído tela metida entre las nalgas toda la noche — dijo él riendo.

— ¡SI JAJAJA! — rieron escandalosamente.

— Afortunada tu tanga — dijo Jonathan riendo nervioso, lo pensó mil veces antes de decirlo, sabía lo que estaba diciendo, no quería decirlo, ¡Era demasiado riesgoso! ¡Que locura! Decidió decirlo aun así.

— ¡Oye! — dijo Liz casi molesta golpeándole el hombro, pero no pude evitar reír un poco junto con él.

— Tienes muy lindo culo — dijo nervioso, pero firmemente.

— Ammm gra-gracias — respondió Liz nerviosa, su rostro se ponía colorado, ella no era del tipo que anduviera mostrándose, y su culo era muy lindo, pero no precisamente grande, tenías que fijarte bien para descubrir aquellas lindas nalgas, ella había recibido ese halago sólo de 3 personas exactamente, Franco, su mejor amiga Gaby y ahora Jonathan, no supo cómo reaccionar.

— Tu novio es afortunado — dijo Jonathan, estaba jodidamente nervioso, pero lograba despistarlo, puso su mano sobre el muslo de Liz, a ella le dio un escalofrío.

— ¿Po-por que? — preguntó Liz ingenuamente.

— Por follarse tu lindo culo — dijo él lujuriosamente, nervioso como el carajo, acarició la pierna de Liz — Debes verte deliciosa empinada — lo dijo con el corazón a tope, se sentía en la cuerda floja.

— Bu-bueno él no me ha visto así — respondió nerviosa intentando con todas sus fuerzas no mirar a Jonathan a los ojos.

— ¡¿Por qué?! — preguntó él exagerando a propósito — Yo te follaria diario con ese culo — reía para aligerar el ambiente que se ponía incómodo, Liz reía un poco.

— No hay mucha oportunidad, lugar y tiempo ya sabes — decía rápidamente ella, no dejaba de ver la mano de él sobre su muslo, quería salir corriendo, algo más fuerte mantenía su lindo culo pegado a esa banca.

— Hoy vamos a follar por fin — decía Franco nervioso.

— Tú me dijiste que ya habían follado — respondió Sara confundida.

— Pero no bien, siempre con las prisas, con miedo de que sus papás bajen a la sala, ahí nomás se levanta la falda y un rapidin sobre la mesa — dijo él riendo un poco.

— Ah ok ¿Y hoy se irán a un motel o que? – preguntaba ella con curiosidad, feliz de dejar el otro tema atrás.

— Tiene su casa sola, sus papás llegarán como hasta medio día — decía sonriendo — Estoy nervioso — remató honestamente.

— ¿Por qué? Se aman, todo estará bien, nomás no te corras tan rápido, métesela duro y dile que se ve hermosa desnuda — dijo rápidamente.

— El problema es precisamente eso de no correrme rápido — dijo avergonzado y honesto.

— ¿Duras poquito? — preguntó sin crueldad — Nomás agarra un ritmo y ya, no te a voraces — dijo tranquilamente, pero miró el reloj de su pared.

— Han sido sólo 3 rapidines en su sala y siento que me corro muy rápido — dijo nervioso.

— Bueno, pero es por los nervios de ser atrapados, ya verás que con tranquilidad todo estará mejor, solo no te pongas nervioso — decía Sara con seguridad — Además dices que te encanta lamerla ¿No? — Decía y reían ambos — Haz eso mucho, eso está rico — dijo sonriéndole.

— Me encanta lamer su precioso culo y su deliciosa vagina — respondió Franco siendo sucio a propósito.

— Jajaja pues lamela mucho, además se lo debes, dices que se la pasa chupando tu asquerosa y sucia verga — ambos reían genuinamente.

— ¿No han follado nunca entonces? — le preguntaba Jonathan a Liz.

— Si, o sea si, claro, muchas veces – mentía Liz exagerando el número de veces para hacerse la guay — Pero siempre a la carrera y nomás medio vestidos ahí en mi sala — dijo rápidamente, él acariciaba su muslo, se sentía bien en su pierna, se sentía terrible en su alma — ¿Tú y Sara...? — preguntó sin querer usas palabras sucias.

— La empotro contra su cama casi diario — dijo con seguridad, era verdad — Sus padres me dejan entrar a su cuarto, solo tenemos que guardar silencio, aunque eso es difícil — dijo tranquilamente.

—Es súper difícil no hacer ruido — agregó Liz riendo.

— Más porque ella se pone loca con mi vergota — dijo intentando poner imágenes.

— ¿La tienes muy grande? — preguntó nerviosa, se arrepintió de inmediato.

— Si... La verdad si — dijo intentando aparentar tranquilidad, no dijeron nada por 3 segundos, veían la fiesta a lo lejos — ¿Quieres verla? – Jonathan rompió el silencio con la boca seca.

— N-no — balbuceó nerviosa manteniendo su mirada en la fiesta con todas sus fuerzas.

— ¿Se la chupas a Franco? Sara jamás lo hace — dijo nervioso intentando no desanimarse.

— Emmm si, a veces — dijo débilmente, por alguna razón mintió de nuevo en cuanto a la frecuencia, ahora para menos, ella en serio pasaba tiempo ahí debajo.

— ¿Y te tragas su corrida? — le preguntó Jonathan con la erección a tope, subía la mano peligrosamente cerca de su caliente coño.

— Ammm si, sabe bien, me gusta — Liz mentía de nuevo, ella tragaba siempre, pero lo odiaba.

Silencio total, Liz miraba hacia la fiesta rogando que regresara Franco y la sacara de esa locura, 5 segundos en silencio y Jonathan decidió apostarlo todo, abrió su zíper lo más silenciosamente que pudo, aun así Liz pudo escuchar un poco y ver con el rabillo del ojo, él sacaba su verga erecta, tomaba una mano de Liz y la ponía sobre su verga, ella no se resistió, cuando abrazo con sus dedos su falo, por fin volteó a ver, no lo creía.

— Está enorme — dijo sorprendida, pero intentó no hacer alboroto.

Larga y gruesa, ni siquiera podía rodearlo con su pequeña mano, no podía creer lo que veía, tan enorme y obscena con esas mórbidas venas marcadas que parecían a punto de explotar, lo apretó instintivamente y él se retorcía un poco, Jonathan subió su mano en su muslo y ella abrió un poco las piernas inconscientemente, él acarició su coño por encima de su delgado pantalón de tela, ella se retorció también, no podía dejar de ver esa horrible e imponente verga.

— Chúpamela — dijo firmemente, ella por fin alzó la mirada, espabiló en lo que hacía y soltó instintivamente su verga, lo vio fijamente medio segundo, torció la boca decepcionada de si misma, vio hacia la fiesta — Yo vigilo — dijo él rápidamente, alzó su mano y la puso sobre la nuca de ella y la hizo descender a su verga.

La punta de la verga estaba húmeda, Liz odiaba ese líquido viscoso, aceitoso y amargo que se pegaba en toda su boca, él la empujaba con fuerza contra su verga y disfrutaba su cálida boca, se retorcía y gemía un poco sin armar alboroto, pero lo suficiente para que ella lo escuchara y lo hiciera con más ganas. Liz disfrutaba sentir ese duro y cálido falo en su boca, era enorme y la ponía muy morbosa la idea de que fuera tan grande, lo sorbía con fuerza usando la lengua, él gemía y se retorcía, ella sentía un escalofrío placentero recorrerle todo el cuerpo. Jonathan alzaba la cara disfrutando la suave, húmeda y caliente boca de la novia del idiota de Franco bajando hasta casi 3/4 partes de su verga dura, ella sacaba la verga de su boca y descendía aún más para lamer sus bolas morbosamente sólo para complacerlo más, él se retorcía y odiaba en momentos a Sara por nunca haberle dado ese placer tan enorme.

— Aquí se va quedar — decía Sara acomodando el chango de peluche en su peinador.

— Se ve bien – decía Franco, realmente mirando el enorme culo redondo de su amiga y odiando a Jonathan por si poder disfrutarlo.

— Deja de verme el trasero — decía cómicamente Sara sentándose a lado de él de nuevo, él la abrazaba dulcemente por encima de los hombros.

— Te amo — le dijo dulcemente viéndola a los ojos.

— Yo también... Cómo amigo — intentó no agregar esas últimas palabras para no lastimarlo, pero no pudo evitarlo.

— Lo sé — dijo él sonriendo melancólicamente besándola en la mejilla, lo más cerca que pudo de los labios, ella lo permitió.

— Jonathan debe estar furioso — dijo Sara viendo la puerta de su cuarto con tono cómico, pero pensándolo de verdad.

— Liz te odia — dijo Franco cómicamente.

— Y él a ti — agregó ella y reían.

— No te vayas a quitar — dijo Jonathan con la voz quebrada por el placer, Liz negó con la cabeza sin dejar de abrazar con sus labios aquel enorme falo, sabía que odiaría recibir su asquerosa corrida, pero aun así lo deseaba tanto…

Él aumentó la velocidad empujando a Liz con ritmo, literalmente follandole la boca, ella le rodeaba la verga con la lengua y sorbía con fuerza para darle más placer, era buena haciendo eso, tenía mucha práctica, él se volvía loco, movía la cadera y la empujaba con ambas manos con fuerza, la clavó lo más que pudo en su verga y comenzó a tener uno de los orgasmos más intensos en su vida, tan emocionante, tan prohibido… Se sentía tan bien la lengua de Liz abrazando con fuerza su verga, ella sentía como esa enorme verga palpitaba con violencia en su boca, daba una arcada ante la primera carga espesa, apretaba los ojos y sentía un asco abrumador, aun así no pensó ni un solo segundo en quitarse.

Él se retorcía sin control, apretaba las nalgas y le dejaba ir otra espesa carga en la boca, “Toma eso pendejo" pensaba cruelmente en Franco mientras soltaba su espeso néctar en la boca de su novia, gimiendo tal vez demasiado fuerte, ella odiaba tanto esa textura espesa y caliente, el horrible sabor amargo, pero amaba saber todo el placer que le estaba dando, amaba escucharlo gemir y sentir como se retorcía. La verga de Jonathan se retorcía violentamente una vez más en su boca, él gemía de nuevo y otra espesa, caliente y amarga carga caía en la lengua de Liz, ella apretaba los ojos, daba arcadas y tragaba con esfuerzo ese asqueroso líquido viscoso, aun así, ella lo disfrutaba tanto…

— Deberíamos salir ya — decía Sara levantándose de la cama.

— No le digas esto a Jonathan, querrá alejarte de mi — dijo Franco nervioso.

— No te preocupes, será nuestro secreto — dijo Sara sonriendo dulcemente.

— Ok — sonrió honestamente él.

— ¿Te gustó? — decía Jonathan recuperando la respiración, Liz ya había tragado todo, pero le chupaba la verga sólo por morbosa.

— Si, sabe deliciosa — mentía sonriéndole lujuriosamente alzando la cara de entre sus piernas, limpiaba la comisura de sus labios.

— ¿Que hacemos? – dijo Jonathan viendo hacia la fiesta y guardando su verga.

— Yo me largo — dijo decidida poniéndose de pie, no sabía si se sentía mas furiosa o culpable.

— ¿Te irás tu sola? ¿Dónde vives? — preguntó viendo hacia la oscura e inhóspita calle.

— Ya pedí un Uber, le dices al idiota de mi novio que me fui y que no vaya a mi casa — dijo furiosa mirando hacia la fiesta.

— ¿No me invitas a tu casa? — dijo él lujuriosamente tocándole el culo firmemente con una mano.

— ¡No! — dijo histérica retirándose de su mano.

— ¿Por qué? ¿Por qué sabes que te follaré mejor que él? — dijo retadoramente, ella se quedó congelada, le aterraba pensar que pudiera tener razón.

— Ni te conozco para llevarte a mi casa — dijo el primer mal pretexto que se le vino a la mente, él volvía a acariciar su precioso culo y veía fijamente esas lindas nalgas a la altura de su cara.

— Te follaria tan fuerte que chillarías — dijo lujurioso, ella tenía el corazón a tope y el coño goteando, Jonathan retiraba la mano rápidamente.

— ¡Hey! — saludaba Sara a la distancia, por suerte para ellos la mesa del jardín ocultaba la mano de Jonathan, Liz los vio histérica.

— ¿Nos vamos? — preguntó Franco a unos cuantos metros, Jonathan se levantó y fue con Sara.

— No, yo me voy sola — dijo Liz molesta viendo su celular, evitaba la mirada de Franco.

— Nos vemos menso — decía Sara despidiéndose de Franco rápidamente, evitando la obvia situación incómoda.

Los mejores amigos se despidieron rápidamente, Jonathan ignoró a Franco. Él iba con su novia e intentaba abrazarla, ella se apartaba violentamente, por culpa y furia.

— ¿Que pasa? Solo le di su regalo — dijo Franco nervioso y alcanzó a ver el inminente Uber en la pantalla del celular de ella.

— Me dejaste como idiota como media hora esperándote — dijo mostrando su furia y despistando su culpa — No soy tu pendeja — dijo sin verlo a los ojos.

— No seas así amor, fueron como 20 minutos — dijo intentando conciliar y le tocaba el culo, ella se sintió tan incómoda recordando como Jonathan la había tocado hace apenas unos segundos, se retiró violentamente.

— ¡No me toques! — dijo histérica, él se quedó congelado viéndola, jamás pensó estaría tan furiosa.

— ¡Perdón! ¡¿Ok?! ¡Te amo! — dijo histérico.

— Ese es mi Uber — dijo con desinterés viendo un auto que se acercaba al final de la calle.

— ¡Por favor! ¡Llevamos meses planeando esto! — dijo histérico, él la amaba, si, locamente, de verdad, estaba desesperado porque ella estaba molesta, pero también estaba histérico por pensar que su gran oportunidad de tener sexo bien y muy placentero se iría en ese Uber.

— Hablamos mañana — dijo con desinterés alzando la mano para el auto.

— ¡Te amo! ¡Te amo mucho! ¡Por favor! — dijo histérico como último recurso.

— Yo también, perdón — dijo sonriéndole melancólicamente, ella en serio no podría tener sexo con él, estaba tan confundida.

El auto se detuvo frente a ellos, el conductor confirmó el viaje y ella subía al auto rápidamente sin voltear a ver a su novio.

Él buscó desesperadamente por la ventana su rostro cuando ella subió y la besó de lengua, ella se fue y él vio el auto alejándose maldiciéndose así mismo, él pensó que aquel amargo sabor en la saliva de su novia era por el alcohol.

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