Ocho de la mañana, el viento frio se colaba por el cuello de la cazadora, con el sueño que tenía se había vestido de manera automática, se deslizó dentro del vestido, puesto las primeras botas que encontró y en el ascensor se hizo la raya del ojo.
Por fin el bedel de la biblioteca apareció por el pasillo, con su andar alegre abrió la puerta y dibujando una sonrisa, saludo a Marta. Caminaron juntos hasta la puerta de la sala de estudio, y allí Marta se sentó en la mesa más escondida, necesitaba concentrarse, no pensar en nada y si podía ser no ver a nadie. Todo iba perfecto hasta que de una manera inexplicable con toda la biblioteca vacía una chica desgarbada se sentó en la misma mesa.
Esto la desconcentró, durante un rato estuvo mirando a su sorpréndete compañera y por su cabeza se le pasó levantarse e irse a otra mesa, pero al final se quedó.
Se puso los cascos y empezó a subrayar los apuntes de manera automática.
Se sentía observada, no levantaba sus ojos de la mesa pero sabía que la estaba mirando, de una manera tímida subió la cabeza y las miradas se encontraron, unos ojos azules profundos la examinaban de manera descarada, la sonrió y bajo la mirada.
Ahora era Marta la que sin saber porque, no podía dejar de mirarla, tenía el pelo ondulado, ligeramente le caía por la cara, unas mejillas sonrosadas y redondas acababan en unos labios carnosos, vestía de manera informal una camiseta fina con un escote lo suficientemente generoso para que Marta sin mucho esfuerzo pudiera ver como un sujetador azul envolvía unos generosos pechos. Súbitamente su compañera de mesa levantó la vista, Marta se ruborizó y bajo bruscamente la mirada.
¡Por dios que estaba haciendo! Sentía una leve sensación de calor, no podía evita la sensación de excitación que le había producido esa visón, no podía ser, ella nunca había sentido algo así por una mujer y aquí estaba, sola en una biblioteca asustada y la vez excitada con su extraña compañía.
Paso el tiempo y sin darse cuenta de nuevo Marta estaba examinándola, era más joven que ella, sobre unos 30, con ese rostro mezcla dulzura con una profunda picardía, no parecía muy alta y con un cuerpo sensual, de nuevo sus ojos se clavaron en su pecho, y de otra vez la pillo mirándola, esta vez un leve saludo salió de la boca de Marta, obtuvo una bonita sonrisa que escondía algo más.
Sin mediar palabra ella se levantó y cogió su botella y se marchó camino al baño, caminaba de manera sugerente, movía la cadera de una manera bonita, a cada paso unos pantalones negros ajustados dibujaban una bonita visión a la que Marta no perdía de vista.
Volvió a centrarse en sus apuntes, pero estaba totalmente desconcentrada, ¿A que venía esa sensación? ¿Por qué se encontraba tan nerviosa?
A lo lejos apareció de nuevo ella, volvía directa con decisión a la mesa mirando fijamente a Marta, los escasos segundos que las separaban se le hicieron eternos, bajo la mirada a la mesa ya estaba casi al lado, pero algo no iba bien no sé sentaba en su silla, se quedó inmóvil al lado de la mesa. Marta movía de una manera agitada el bolígrafo, ¿Por qué no se sienta? ¿Qué está haciendo?
Al final sin preguntar movió la silla de al lado y se sentó junto a ella.
No podía levantar la mirada, pero la notaba al lado, cerca, su respiración se iba agitando, su corazón latía con fuerza, al final noto como una mano se posaba sobre sus piernas un leve escalofrío agitó su cuerpo, pero se sentía indefensa no sabía cómo reaccionar. Los dedos empezaron a recorren su pierna, al final saco valor para levantar la mirada, ella también la miraba de una manera dulce, antes de que pudiera decir nada le puso un dedo en la boca para que no hablara y se acercó y la dio un suave beso.
Seguía sin reaccionar, solo notaba como su cuerpo se excitaba a cada movimiento de esos dedos sobre sus medias, de nuevo unos labios se posaron sobre los suyos, esta vez acompañados de una lengua que jugaba con su boca, sin oponer ninguna resistencia dejo que esa lengua se adentra en su boca, ya no era ella solo se dejaba llevar.
Notaba como las manos le iban subiendo por las piernas de manera sutil se encaminaron por dentro de su vestido y antes de darse cuenta las tenía sobre su húmeda ropa interior.
Marta seguía sin moverse solo dejándose hacer por su experta acompañante.
Abrió los ojos y se sorprendió con la visión, la excitaba de sobre manera, veía como la estaban besando, alzó la vista para comprobar que no había nadie más en la sala y volvió a cerrar los ojos.
La mano se había adentrado ya dentro de las medias, Marta levanto lo justo las caderas de la silla para ayudarla a bajar un poco sus medias y su ropa interior, unos ágiles dedos recorrían sus húmedos labios de una manera como nunca la habían tocado, se deslizaban por ellos adentrándose sutilmente dentro de ella y subiendo despacio a su clítoris. Sin darse casi cuenta noto como ella se iba deslizando por la silla arrodillándose delante de ella y situándose rebaja de la mesa.
Separo sus piernas se acomodó dentro de ellas, y poco a poco empezó a notar su cálida respiración sobre sus braguitas, las bajo lo justo para que pudiera deslizar su boca, y de repente una húmeda y ansiosa lengua comenzó a devorarla.
De una manera dulce y a la vez intensa su lengua iba dibujando círculos sobre su clítoris, de vez en cuando bajaba y se metía en su cuerpo para de nuevo volver a la carga. Junto con una lengua ansiosa que no le daba tregua, unos dedos humedecidos por su propio cuerpo se bajaban jugando camino de su culito, empezaron a jugar sobre él y poco a poco sin dificultad uno de ellos se fue deslizando dentro.
Y ahí estaba ella en una biblioteca pública con una mujer que no conocía en sus piernas, follando con maestría todo su cuerpo mientras su boca se encargaba de llevarla al clímax sus dedos se adentraban por zonas no exploradas.
Tenía que morder sus labios para que no se escapara un suspiro que la delatara, cada vez su respiración se descontrolada más, sus manos jugaban con el pelo de su cabeza presionándola contra su entrepierna, los besos húmedos se sucedían uno tras otro sin darle tiempo a reponerse, los empujones de esos dedos dentro de ella hacía que su cuerpo se sacudiera sobre la silla.
Al final aunque lo intento no puedo aguantar más y salvajemente se estremeció, sus labios palpitaban descontrolados, por sus piernas se deslizaban gotas de su propia humedad.
Su nueva amante se levantó y la besó apasionadamente.
Se separaron y lo único que consiguieron hacer es reírse a carcajadas rompiendo el silencio de aquella vieja biblioteca.