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Fue como la primera vez
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Tiempo de lectura: 5 minutos

El fin de semana recibí una llamada telefónica de una de mis hermanas. Me pedía de favor si le hacía compañía el domingo por la mañana ya que su esposo y su hijo acudirían a ver un partido de futbol al estadio.

Le pedí a mi esposa que me acompañara para ese día, pero ella ya tenía un compromiso con un familiar por lo que tuve que ir solo a visitar a mi hermana.

Llegué justo cuando mi cuñado y su hijo salían rumbo al estadio y les pedí que se fueran con mucho cuidado y que les fuera muy bien. Les dije que no se preocuparan por mi hermana ya que me quedaría con ella hasta que regresaran.

Al quedar a solas me ofreció desayunar con ella a lo que accedí de buen agrado, ya que ella se distinguía por ser muy buena cocinera. La acompañé a su cocina para seguir platicando mientras ella preparaba el almuerzo. Platicamos de cosas triviales de nuestros matrimonios mientras desayunábamos.

Cada vez que se levantaba para servir el siguiente platillo, la seguía con la mirada, ya que ha decir verdad, mi hermana en la actualidad tiene un cuerpo muy bien formado con unas piernas bien torneadas y un par de senos esplendorosos, los cuales los lucía con el escote del vestido que traía puesto, muy diferente a la jovencita que fue.

Cada vez que me ofrecía algo quedaba frente a mi y al colocar el plato o la bebida dejaba ver ese par de hermosos senos que casi salían de su escote. Sin duda se dio cuenta que me esforzaba por no mirarlos, pero era imposible no fijarse en ellos, se veían tan lindos que invitaban a querer mirarlos más tiempo y, porque no, a acariciarlos.

Ella sonrió al verme un poco perturbado, seguramente no pensó en lo que me había provocado, por lo que continuó con esa forma de presentarse enfrente de mí.

Cerré los ojos y vino a mi mente un recuerdo que lo tenía muy bien guardado, de una ocasión de que estuvimos a solas en nuestra juventud y tuvimos un encuentro íntimo.

Al veme mi hermana así, me preguntó que si me pasaba algo, le dije que no, que simplemente me había venido un recuerdo de hace tiempo. Visiblemente interesada me preguntó de qué se trataba, pero solo me limité a decirle lo diferente que se veía ahora de cómo era cuando joven.

¿Ah, sí? ¿cuáles diferencias? Me cuestionó.

Bueno, le dije sonriendo, mira tu cuerpo, realmente luces espectacular.

¿Y qué tiene que ver con lo que recordaste? Me volvió a cuestionar.

Bueno, le dije con cierto balbuceo, no sé cómo decírtelo, fue algo que en aquel momento que ocurrió fue parte de una experiencia que tuvimos. Jamás hablamos de eso. Pensé que en algún momento me ibas a acusar o a reclamar.

¿Te refieres a…? y dejó la frase sin terminar.

Sí, de aquella vez que tuvimos un encuentro íntimo, acababas de cumplir 18 años y yo tenía 19, yo solo quería saber qué se sentía… y dejé la frase inconclusa.

¡Coger! Ella lo dijo. Y así fue, nunca lo hablamos ni me preguntaste si me había gustado o algo parecido. Pero en aquel tiempo yo también quería saber qué se sentía, algunas de mis amigas platicaban de eso y me preguntaban si ya lo había hecho alguna vez.

Durante algún tiempo me sentía muy desesperada por encontrar a alguien que me hiciera el favor, no tenía novio por aquel entonces y recuerdo que cuando pasó lo nuestro estábamos solos en la casa y estabas viendo una revista de adultos.

No te diste cuenta que te estaba observando a través de la ventana de tu cuarto y notaba que mientras veías la revista te tocabas ahí abajo. Yo esperaba con cierta emoción que en algún momento dado sacaras tu pene de entre tus ropas e imaginarme tenerlo dentro de mí.

No sabía cómo pedir que me cogieras, pero se me ocurrió entrar a tu cuarto a ver qué pasaba.

De haber sabido que tenías esa necesidad lo hubiéramos platicado abiertamente. Pero sí recuerdo que en aquella ocasión, cuando entraste a la recámara, yo tenía muchísimas ganas de coger y cuando entraste y te quedaste ahí observándome me toqué el pene y … el resto es historia.

Yo tampoco lo olvido, me dijo mi hermana, cuando te tocaste el pene yo me acaricié el trasero y lo giré para mostrártelo y pedirte, sin decir ninguna palabra, “quiero sentirte dentro de mí”.

Sí, me levanté y te toqué las nalgas, la verdad no sabía que hacer, yo solo quería meter mi pene dentro de ti. No hubo besos ni caricias, solo coger.

Sí, lo recuerdo, no sabías qué hacer por lo que tuve que tomar la iniciativa y levantarme la falda, que por cierto, antes de entrar a tu cuarto me había quitado la ropa interior.

Ahora entiendo por qué no traías puesto nada, pero bueno, nos facilitó la acción, ya que cuando te acomodaste arrodillándote en la orilla del sillón y al levantar tu falda, vi tu delicioso trasero y lo que más me llamó la atención fue lo rosado de tu orificio anal.

¿Fue por eso que lo metiste por ahí? Me “reclamó” mi hermana.

Pues sí, realmente fue mu provocador ver tu orificio ligeramente abierto, aunque me di cuenta que estabas totalmente húmeda de la vagina, por lo que tuve que utilizar esa humedad para lubricar mi pene y cogerte por ahí. Así fue nuestra experiencia. Terminé dentro de ti y saqué mi pene y saliste corriendo. Después ya no supe más.

Cuando salí de ahí me fui corriendo hacia el baño, me dijo mi hermana, ¿y sabes lo que hice?

No, nunca me imaginé, pensé que habías salido corriendo porque te asustaste.

No, no fue así, es como dices, de haber sabido cómo hacer el amor, seguramente hubiéramos tenido intimidad de otra manera, todo fue tan rápido.

Pero dime, la interrumpí, ¿qué fue lo que hiciste en el baño?

Bueno, como te dije, algunas amigas platicaban de eso y de otras cosas, como por ejemplo saber cómo era el semen masculino y que si ya lo había probado. Después de que te corriste dentro de mi ano fui al baño y rescaté algo del semen que tenía dentro de mí y lo bebí.

¿Y…?

Pues no me gustó tanto, pero después de saber que era la culminación de una rica cogida me hubiera gustado recibirlo directamente en mi boca.

En ese instante suspiré, después de tanto tiempo de zozobra de lo que hubiera pasado si nos hubieran descubierto nuestros padres quién sabe qué hubiera pasado, pero al escuchar los recuerdos de mi hermana suspiré de alivio.

De haber sabido que lo tomaste de buena manera me hubiera gustado seguir experimentando contigo tantas cosas en aquellos tiempos.

Pues sí, pero por algo la vida nos condujo por caminos diferentes, no recuerdo haber tenido otra oportunidad similar. Concluyó mi hermana.

Así es, ahora como adultos las cosas serían diferentes. Podemos hablar abiertamente de nuestras necesidades y fantasías. Le dije ya más en confianza.

¿Tienes alguna necesidad o fantasía ahorita? Me insinuó mi hermana.

Le respondí inmediatamente: “quiero cogerte como la primera vez”.

Sí, yo también quiero, me dijo al mismo tiempo que suspiraba.

Pero ya que va a ser como la primera vez, dame un segundo.

Se levantó y se fue a su recámara, pero volvió inmediatamente.

Ven, vamos a la sala, tomándome de la mano.

Al llegar ahí se acomodó de la misma manera, aunque ahora su trasero era más redondo y más espectacular, se tomó de las nalgas y las separó un poco dejando al descubierto la entrada de su orificio anal, también me di cuenta que no traía tanga ni pantaleta.

¿Sabes? Le dije provocativamente.

Te voy a coger como aquella vez, pero después será con todo aquello que no experimentamos.

¿te parece?

Sí, estoy de acuerdo.

Metí mi pene un poco sobre su vagina, totalmente humedecida, lubriqué el miembro y lo conduje a su entrada anal, empujé suavemente hasta llegar al fondo y me mantuve ahí durante un largo tiempo, después comencé a cabalgara metiendo y sacando mi pene a un ritmo acompasado mientras ella se agitaba intensamente. Parecía como si tuviéramos largo tiempo de tener relaciones íntimas ya que nos amoldamos perfectamente.

Pero justo antes de eyacular en sus entrañas, me suplicó que en esta ocasión terminara en su boca, quería recibirme ahí porque eso la volvía loca. Y así fue, descargué en su boca y lo demás lo contaré en la siguiente parte…

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