¿Alguna vez habéis sentido ese “click” que os hace sentir que estáis en el lugar correcto, en el momento indicado y con la persona certera?
Él, es esa sensación.
No os voy a aburrir con una descripción física suya, ni mía. Sería haceros perder el tiempo y está claro que sobre gustos no hay nada escrito, pero dejad que os diga que me vuelve loca, de la cabeza a los pies.
Ya os he dicho que es educado, inteligente y que se quiere a sí mismo. Ahora sabéis que físicamente…es todo Mío.
Una de las cosas que más me gusta de la Dominación, de MI Dominación, es moldear al sumiso. Y es por eso que no me afecta si tan solo deseas iniciarte, si ya has probado pero necesitas confirmar, o si eres una puta bien entrenada, bien dispuesta (como era el caso de Mi hombre).
De hecho… me produce una especie de morbo adicional esa educación anticipada a mi existencia, ese cúmulo de doctrinas y clichés que hacen que llegues a pensar que eres ejemplar, que estás "por encima" de todos esos pajilleros primerizos, porque puede ser verdad, claro… Pero también es un hecho que tendrás errores que alguien que no ha realizado una sola práctica en su vida no tiene.
Hablamos un poco de los gustos y los límites de cada uno. Cualquiera que esté leyendo esto sabrá de qué hablo, pero lo matizaré por si acaso (y además así estaréis un poquito más cerca nuestra)…
Yo ya le había dicho que me excitaba el CONTROL, la DOMINACIÓN. Crear ese estado mental de deseo constante, de obediencia, de entrega. Si nos vamos al juego sexual me gusta la humillación, la feminización, sodomización, pinzas, azotes (spanking), por supuesto control del orgasmo… Y él, mi futuro sumiso, tan solo deseaba servir, obedecer, ceder el control y la voluntad… y, según sus propias palabras llegar “al punto de hacer cosas que jamás pensaste llegar a hacer” (en aquel momento, tan solo unos días después de conocernos, no imaginaba a qué punto podría ceder su vida a mis manos). Obviamente abría la puerta a terceras personas, a prácticas con otro hombre, siendo mi chico totalmente heterosexual. Me había mencionado en alguna ocasión anterior que no era un límite, aunque sí algo que no le agradaba. De todas formas, estaría dispuesto a cualquier cosa con tal de hacerme feliz.
Creo firmemente en que la magia existe. No es solo un cuento de hadas… es real. Y empuja desde nuestro interior todo aquello que deseamos sentir.
Yo no voy por la vida arrasando. No tengo una actitud altiva, no trato despectivamente A NADIE, ni obtengo mi placer golpeando, insultando o humillando a dolor; aunque no voy a negar que disfruto con estas prácticas. Pero como todo, creo que hay un momento preciso para ellas. No me gusta desvirtuar la feminización abusando de ella constantemente, y tampoco hago un uso excesivo de calificativos que, como sumiso que disfruta de la humillación, desea oír (te resuenan ahora mismo en la cabeza, verdad, preciosa?). En cuanto al dolor… lo disfruto unido al placer, como parte del juego, no como esa tortura salvaje de la que algunos gozan y que otros… sufren sin más. CONFÍO plenamente en el goce de lo sano.
Llevamos más de 5 meses dedicándonos TODO el día (y alguna que otra noche). Somos nuestro primer y último pensamiento del día. Y todo ha sido de forma natural.
En el momento en que fijé mi mirada sobre él, le dije que haríamos las cosas con calma, que no me gustan las prisas, que no me gustan los riesgos. Ahora os lo digo yo, pero podréis leerlo de él mismo… JAMÁS le exigí nada. Él solito ha ido avanzando paso a paso, encontrándose cómodo, dándome y ofreciéndome lo que él consideraba oportuno en cada momento. Y yo… yo seleccionaba aquellas cosas que más me interesaban a la hora de adiestrarle. Y creedme, ha avanzado muchísimo a día de hoy. Más de lo que yo misma creí posible en un inicio. Poco a poco me ha cedido el control, ofreciendo, pidiendo, insistiendo. Desea que el control sea absoluto, pero todos sabemos lo fácil que es hablar y ofrecer cuando no pensamos con claridad. Lo fácil que un “todo” se convierte en un “ah, no, eso no”… Por eso disfruto con cada negativa y cada vuelta al ruedo por su parte.
Y aquí viene la pequeña historia de hoy… el juguete.
Como ya os he mencionado en la cortita presentación anterior, mi chico estaba acostumbrado a ser el juguete de algunas Amas, ya fuera para un ménage à trois o para un uso y desahogo esporádico. Está acostumbrado a vivir la experiencia desde el lado del “juguete”… y es consciente de que conmigo, es el titular. Además, a lo largo de su vida ha vivido fundamentalmente una Dominación física, una entrega a lo “Sí, Señora” totalmente vacía. Palabras huecas. Y lo más importante… palabras que se dicen en ese momento en que la sangre no está en el cerebro, por lo que durarán lo mismo que la erección (y ni un minuto más). Lo mío ha sido un trabajo de fondo y aunque gracias a la predisposición de mi sumiso, ha sido rápido, queda todavía mucho camino por recorrer.
También he de admitir que al margen de gustarle, es un tema que le trae de cabeza. Y no quiere que suceda… queriendo. Que no por él, que es una puta complaciente y obedecerá todo aquello que YO le diga…si no por mí; por aquello que vaya a sentir cuando me vea a mí, a SU Dueña, con otro.
Para hacerlo más llevadero, me ayudará a seleccionar a aquella persona con la que vaya a compartirme. Nos encargaremos de esa búsqueda juntos, ya que no queremos a cualquiera. Como sabréis, la confianza es crucial. Desde ya os damos la opción de empezar a conocernos, libres de proponer y preguntar lo que deseéis, siempre desde el respeto, por favor, ([email protected]).
Y ahora, princesa… esto es para ti.
Como hoy es la primera vez… te trataré con un mimo especial. Vamos a irnos a la ducha, juntos. Sabes que me encanta que seas tú el que me duche, no será ninguna novedad. Quiero notar cómo tus manos me enjabonan suavemente, recorriendo cada centímetro de mi piel. Me gusta ver cómo se te va poniendo dura mientras me acaricias, luchando por salir de la braguita. Me acerco despacito a tu oído y te susurro que va a ser un mal momento para ti… Pero que todo esfuerzo merece recompensa, así que mi primer orgasmo va a ser en exclusiva tuyo.
Me deslizo por los azulejos hasta sentarme sobre el suelo de la ducha. Desde ahí, tiro de tus braguitas hacia abajo y te deshaces de ellas cuando están en tus pies. Separo las piernas y apenas me da tiempo a vocalizar un “ven aquí” cuando ya te encuentras arrodillado ante mí. Empiezo a acariciarme despacio, de abajo a arriba, mientras te llevo mi pie a la boca. Adoro ver cómo disfrutas, princesa. Voy bajando cada vez más el pie y tú con él, con todo el cuerpo…hasta que estás de rodillas pero tan abierto como yo, rozando con tu pollita el suelo. Te restregabas contra él, queriendo follarlo, cada vez más rápido… al ritmo de mis gemidos, de mis dedos. Te ordeno follarte con más ansia contra él, dejando mis pies a un lado y aplastándote la cabeza contra mi coño. Y tienes una lengua maravillosa… Empiezo a moverme contra tu cara, llevando el chorro de agua a mi coño también, ahogándote, dejándote sin respiración… Pero no te quejas. Apenas coges aire y sigues dándome placer. Lo notas llegar, y solo entonces dejas de restregarte contra el suelo, para concentrarte totalmente en mí.
Mi respiración se hace más intensa, mis movimientos más violentos y mis gemidos más fuertes. Dejo el agua a un lado y te aseguras de tener la boca en mi coño, para recibir mi orgasmo. Lo tragas todo, me das las gracias y me limpias con cuidado. Me quedo unos minutos así, sentada en la ducha, con las piernas abiertas y tu boca lamiendo y besando dulcemente mi sexo. Te acaricio la cabeza y la atraigo hacia mí, para besarte. En otra ocasión quizás podrías correrte… pero hoy no. No es el momento todavía.
Me levanto y terminas de ducharme. Al salir, me secas y me echas crema mientras me rizo el pelo. Noto tus manos nerviosas, buscando pasar desapercibidas, queriendo calentarme. Quieres todo el placer para ti, pero hoy te toca compartirme. Sonrío y te llevo la boca a mi coño, lo besas varias veces. Sabes que no puedes sacar la lengua si no es para despertarme, o porque me esté masturbando.
Me pongo el tanga, apartándote. No llevo medias. Me apetece que puedas acceder y disfrutar de mi humedad en todo momento… aunque también podrá hacerlo nuestro invitado, y sé que es lo que piensas al verme sin ellas. Tampoco llevo sujetador, ya que estamos en casa. Conoces las reacciones de mis pezones, y el poco tiempo que lleve el vestido puesto, podrás ver perfectamente cuando estoy excitada y quién me provoca dicha excitación. Llevo un vestido de color negro. Es suelto y tiene un escote de pico que me llega casi al ombligo, con la espalda al aire. “Te sienta increíble, Ama. Estás preciosa”, me dices cuando termino de vestirme y maquillarme. Yo sonrío y veo la cara de miedo y ansiedad en tu mirada.
Tú sin embargo… estás tan sexy que cuando te veo a mi lado a través del espejo, muerdo involuntariamente mis labios. Siempre dices que te sientes excitado y humillado cuando te visto de mujer, pero en esta ocasión he de confesar que estás buenísima al convertir tu 1,83 en más de 1,94 subido en los zapatos de tacón rojos que compramos juntos hace algún tiempo. Te miro de abajo hacia arriba y veo tus medias de red estrecha negras, que poco disimulan las braguitas rojas de encaje que llevas por debajo. Llevas una falda de volantes y un sujetador de encaje, con relleno, a juego con las braguitas; también una camiseta de tirantes con un escote redondo.
Te pido que te gires y te quedas frente a mí. Me miras. Noto tu respiración agitada, preludio de lo que sabes que está a punto de ocurrir. Sé que sientes que te falta el aire. Te doy un beso y te digo que te relajes y que disfrutes del momento, por tu propio bien. Porque yo pienso disfrutar usando y follándome a otro sumiso junto a ti. Te guste o no.
Decido ayudarte con tus miedos e inseguridades y te digo que juntes tus labios. Voy a pintarlos. Las buenas putas van maquilladas, y tú eres la mejor. Te lo digo mientras los perfilo con mi pintalabios rojo. Irás a juego con la lencería y los tacones y sé que eso te excita y humilla por igual. Cuando termino de maquillarte, te sujeto la mandíbula y te digo que estás preciosa. Que eres una zorra deliciosa y una media sonrisa sale de tus labios pintados.
La máscara de látex te la pondrás tan solo cuando escuches el timbre de la puerta.
Todavía quedan unos diez minutos, así que te recuerdo algunas pautas que para entonces ya tendrás claras.
Sentado o arrodillado, tus piernas siempre deberán estar abiertas, manteniéndote accesible para mí.
Nunca debes separarte de mí, siempre debemos estar en la misma habitación cuando haya terceras personas.
Solo YO puedo disfrutar de tu pollita, es tu responsabilidad que esto sea así.
Obviamente, no puedes masturbarte ni correrte sin mi permiso.
Si te masturbas, lo harás con tan solo dos dedos.
Cuando tenga un orgasmo, debes venir a limpiarme, y limpiar todo aquello que ensucie.
No estás muy hablador. Noto que te cuesta tragar, tienes la boca seca y ese áurea de pesar y aceptación inunda la casa. Llaman a la puerta y me miras, triste. Te sonrío y te acaricio la cara mientras te beso suavemente. Me separo un poquito y con un dedo tiro un poquito de tu labio; abres la boca al momento y dejo caer mi saliva con tranquilidad. Veo como la tragas, y sé perfectamente que has empezado a mojarte. Me demoro un segundo más en acercarme a la puerta. Te susurro al oído que te quiero.
Mientras me acerco a abrir la puerta vienes tras de mí, cubriendo tu rostro. Me excita tanto saber que tan solo yo sé quién se encuentra bajo esa máscara…
Entra él en escena. Se acerca confiado, me rodea la cintura con su brazo y atrayéndome hacia él, me da dos besos. Tú te quedas quieto, respirando lo más silenciosamente posible mientras observas que no afloja su abrazo. Giro sobre mí misma sin ánimo de separarme de él, y os presento. No habría necesidad, sabe perfectamente quién eres y tú sabes quién es él. Tu mirada permanece en mí y en el brazo que me tiene atrapada, alternativamente. El juguete me dice lo estupenda que estoy, y contenta le digo que has sido tú quien ha elegido mi ropa. Con un "qué buen gusto, puta" te da las gracias.
Le pregunto si quiere tomar algo pero declina amablemente el ofrecimiento. Solo quiere una cosa, y me la dice al oído apretándome contra su cuerpo, deslizando su mano por mi espalda desnuda hasta llegar a mi nuca, por dónde me pasa suavemente sus dedos. Suelto una carcajada algo exagerada. Notas que estoy tonteando y eso te humilla, te duele. Me separo de ti, le cojo de la mano y moviendo exageradamente mis caderas, le llevo al sofá. A ese sofá en el que tú y yo hemos estado mil veces.
Nos sigues en silencio y te sientas a mi lado, quedando yo entre vosotros. Charlamos un rato, aunque lo sabemos todo sobre nosotros. Le explico que es la primera vez que vivimos esto juntos, y que me gustaría que no lo olvidarás jamás. A él eso no le parece importar
Aprovecha que me giro hacia ti mientras lo digo para lanzarse sobre mi cuello. Suspiro mientras te miro, y lo toma como una petición de más. Mientras mi mano se cuela bajo tu falda y te acaricia despacio la pollita (que ya ha asomado empapada por un lateral de las bragas), él me acaricia y aprieta las tetas sobre el vestido, y mis pezones reaccionan al instante. Lo nota y baja a por ellos con su boca, apartando la tela de forma brusca. Los lame y succiona, y mis gemidos, hasta entonces discretos, se ven silenciados por un grito ahogado cuando me los muerde y aprieta con más vehemencia. También a ti te coge por sorpresa y te sorprendes susurrando un "despacio, por favor" que solo yo alcanzo a escuchar. Hasta el momento habías permanecido en silencio, con la mandíbula apretada, viendo el recorrido de ese hombre por la parte superior de mi cuerpo, sus caricias, su boca deslizándose desde el cuello, los hombros, bajando hacia mí pecho, precedido por su mano… Y con la otra se masajeaba la entrepierna, apretando con ganas.
Después de tu ruego, pudiste leer en mis labios un "a mis pies" que no tardaste ni un segundo en cumplir. Subí uno de mis pies a tu boca y fui poco a poco bajándolo, dejando que tú lo hicieras conmigo. Me encanta sentirte dedicado a mis pies, ver cómo besas y lames cada rincón de mis sandalias. Llevas así unos minutos cuando escuchas mi voz:
Pedro, mi amor, enséñale cómo lo haces a nuestro invitado, pero descálzalo primero.
No lo dudas. Te separas con pena de mis tacones y te desplazas unos centímetros hasta quedar a los pies del juguete. Dejas sus zapatos y sus calcetines a un lado, y empiezas a besar sus pies. No tienen nada que ver con mi talla 37 bien cuidada, pero te dedicas a ellos como si fueran los míos. Los besas y los lames con ganas, sabes que te estoy mirando. Tu lengua juega entre sus dedos y él, afianzado, intenta metértelo en la boca. Es un trabajo imposible, pero lo chupas como si fueses a lograrlo. El pintalabios está marcado a lo largo y ancho de sus pies, puedes ver tu recorrido por ellos.
Observas que me levanto, mientras nuestro invitado sigue queriendo follarte la boca con su pie. Te incorporas un poco con el ánimo de no perderme de vista, pero su otro pie te aplasta la cabeza contra él, contra el suelo. Así, aprisionado entre su 44, ves cómo mi vestido cae al suelo. Con delicadeza libero tu cabeza y te susurro que me estás haciendo sentir muy orgullosa, que quiero que sigas lamiendo sus pies y que empieces a subir en cuanto yo vuelva al sofá. Susurras un "Sí, Ama" y vuelves a dedicarle la atención de tu boca. Sientes cómo me sitúo detrás tuya y te separó un poquito más las piernas. No la tienes dura, pero sí estás muy mojada. Deslizo mi mano entre los rombos de tus medias y sorteo el encaje rojo. Estás tan húmeda… empiezo a pasear mi mano y tu pollita reacciona, alegrándose de sentirme. En cuanto tengo suficiente, rompo las medias en la entrada de tu culo y empiezo a mojarlo con mi mano empapada, bajando un poco las braguitas. Te escucho suspirar y me oyes decir:
Ofrécete, zorra.
Tus manos, que hasta ese momento te sostenían, se dirigieron a tu culo, abriéndolo para mí a través de las recién rotas medias de rejilla. Tu equilibrio se vio trastocado por tu ansia al obedecer mi orden y caíste con más fuerza sobre los pies de nuestro invitado; seguiste lamiendo con afán. Me dediqué con más mimo a tu culo. Escupí un par de veces sobre él y empecé a deslizar un vibrador pequeño, apenas un huevo de 7 cm de largo por 2.5 cm de ancho. Un ligero mete-saca tres veces bastó para perderlo dentro de ti. Te subí las braguitas y di un azote, diciendo en alta voz
Pues ya está, princesa
Dándote a entender que podías volver a apoyarte sobre tus manos. Volví a mi sitio en el sofá, tan solo con el tanga y con las piernas flexionadas y abiertas. Él deslizó inmediatamente su mano hacia mi coño y tú, cumpliendo mi orden anterior, empezaste a subir por sus piernas. Lo hacías con prisa, queriendo ver cómo se movía su mano sobre mi sexo. Me escuchabas gemir, y eso te volvía loco. Pronto llegaste a la altura de su rodilla y pudiste comprobar lo que él estaba haciendo… y como yo había desabrochado su pantalón y jugaba con su polla ya liberada.
Cariño, ayuda a nuestro invitado a que se ponga cómodo, le está sobrando la ropa.
Te lo digo sonriendo, guiñándote un ojo. Él está encantado y levanta un poquito su cuerpo del sofá para que tú deslices sus pantalones y calzoncillos sin mayor impedimento. Los doblas y dejas a un lado en el suelo, junto a sus zapatos. Te pones de pie y con cuidado le sacas la camiseta, que dejas perfectamente doblada sobre las demás prendas. Me miras, acabo de encender el vibrador de tu culo. De momento no es más que un pequeño hormigueo, pero lo recibes con alegría mientras sigues mojando la lencería.
Ven aquí, preciosa.
Con un movimiento de mi mano te señalo directamente mis piernas abiertas. Te arrodillas frente a ellas y te acerco la cabeza a mi sexo. Te quedas quieto, a un centímetro de distancia. Podrías estirar la lengua y acariciarme… pero sabes que no debes hacerlo.
Miras como llevo su mano a mis labios, justo delante de tus ojos, mientras aparto a un lado lo poco que cubre el tanga. La muevo lentamente sobre ellos mientras gimo bajito y abro más las piernas. Su mano roza tu nariz al moverse sobre mí, y la mía sigue dictando su movimiento sosteniéndola por la muñeca.
Abre la boca – te digo calmadamente, para nada más hacerlo llevarte sus dedos a ella. – Lámelos.
Lo haces con ansia. No te disgusta, tienen mi sabor… lames y chupas esos dedos gruesos hasta que los aparto de tu boca y vuelvo a dirigirlos a mi coño.
Buena chica – te acaricio la cabeza y esta vez la pego a mi sexo, a su mano, que me sigue acariciando. – Vamos bonita, ayúdale.
La orden llega clara a tus oídos. Empiezas a besar y lamer mi coño olvidándote de la mano que a veces te dificulta saborearme. Me deslizo hasta el borde del sofá, y entiendes la exposición de mi culo como un permiso implícito para llegar a él. Siempre me ha vuelto loca lo hábil que eres con la lengua. Notas que la vibración de tu culo se incrementa y tu pollita ha terminado por escaparse de la braguita. Al comerme el culo y el coño, tu capullo se roza contra el sofá, y con el aumento de la vibración en tu culo empiezas a frotarte contra él, mientras gimes ahogado por mi cuerpo. Y notas cómo mis músculos se tensan, subes a mi coño para poder mirarme y observas cómo me muerdo el labio inferior mientras mi respiración se hace más pesada y más rápida, abro mi boca… No lo dudas ni un instante y desesperado, luchas contra los dedos que se encuentran dentro de mí. Luchas por hacerte un hueco, por colar tu lengua, por beber mi orgasmo. Justo a tiempo, aparto la mano del juguete y froto rápido mi clítoris, explotando en tu boca, en un amago de squirt que te moja un poquito la cara.
Me das las gracias mientras besas mi coño y lo acaricias con tu cara. Apenas susurro un “muy bien” cuando tú empiezas a lamer con delicadeza, limpiándome.
Estás tan concentrado que apenas te das cuenta de que él se levanta. Sientes como desde tu espalda, él sube un par de vueltas el cuello de tu máscara. Mi mano está sobre tu cabeza, manteniéndola sin fuerza contra mi sexo. Despacio, sientes su boca sobre tu cuello. Con una mano apretándolo firme, empieza a besar, lamer y morderte desde la yugular a la nuca. Su otra mano se desliza bajo tu falda y tira una y otra vez de tus braguitas. Ya las habías empapado, y tu mini-polla se había logrado escapar por un lateral. No la tienes totalmente dura. Tus tristes centímetros se ven aprisionados y liberados por sus tirones rítmicos, y tus huevos se relajan y contraen. No te gusta.
Tienes a nuestro invitado comiéndote el cuello, asfixiándote lentamente, mientras juega tan cerca de ti…Y aun así te sigues mojando. Te sigues excitando. Eres mi puta perfecta.
Notas cómo tu cuerpo se aleja de mí. Nuestro juguete te sostiene fuerte del cuello e inevitablemente te yergues con él. Notas su polla contra tu culo, protegido por tus bragas y la falda. Vuelvo a encender el vibrador y te sobresaltas, ya te habías olvidado de él.
Me deshago de mi ropa interior, de pie, frente a ti. Doy un paso hacia delante y tu cuerpo queda atrapado entre la parte baja de mi estómago por delante…y su polla y su torso por detrás. Sabes que le estoy diciendo algo, pero no te mueves. Te sujetas y acaricias mis piernas, estás mimoso. Mi mano te acaricia la cabeza y baja hasta tu mejilla. Te abofeteo de forma seca, una sola vez. Rápidamente sueltas mis piernas y dejas tus brazos a tus costados.
Pasados unos minutos, me separo. Despacio, me deslizo hacia el suelo y me siento, apoyada sobre el sofá, con las piernas abiertas.
Te sonrío tan feliz, que todo el aire de tus pulmones sale disparado. Te relajas y tu polla vuelve a estar dura. Te sujeto por la goma de la máscara y tiro hacia mí. Mientras acerco muy despacio mi boca a la tuya, sientes como nuestro juguete te sube la falda, acaba de romper tus medias, y te baja las bragas.
Tranquila preciosa… ven, dame un beso.
Así te lo digo, te vuelcas sobre mi boca. Te muerdo lentamente los labios mientras de un solo golpe, él te saca el vibrador. Escupe varias veces sobre tu culo, y notas sus dedos acariciarlo, los sientes entrando y saliendo de ti cada vez con más ganas y más violencia. Te sigo besando, jugando con mi lengua en tu boca. Repaso el filo de tus dientes con ella. Me separo de tu boca y asiento con la cabeza.
Sientes la su polla en tu entrada. Está caliente, y es más ancha que sus dedos. Se apoya despacio y empieza a entrar en ti. Gimes, bajito. Percibo cómo te tensas.
Relájate, mi amor. Deja que te folle para mí. Disfruta…
Él aumenta sus embestidas, ya te la mete hasta el fondo y no se corta en darte varios azotes. No sabes lo que me excita escucharte gemir, sentir cómo se rompe tu voz con cada palmada. Me acerco a tu oído:
Demuéstrale lo zorra que eres, cariño. Fóllate fuerte para mí. – Te susurro mientras mi mano se dirige a tu pollita. – Venga mi vida… si estás empapada, y dura… hazme sentir orgullosa, dale más fuerte.
No me decepcionas. Empiezas a follarte su polla. Gimes más, él te pega más fuerte, pero no paras. Quieres correrte. Tienes la mini-polla súper dura, estás muy mojada y el culo te arde por dentro y por fuera.
A mi señal, nuestro invitado sale de ti y deja de azotarte. Tienes el culo rojo, y la marca de su mano dibujada. Has conseguido no correrte mientras te masturbaba, y estoy orgullosa.
Te dejo ahí, a cuatro patas mientras me pongo el strap-on. Cojo a nuestro juguete de la mano y me lo llevo a la derecha. Nos sigues con la mirada. Observas cómo tiendo su torso sobre la mesa mientras su culo queda expuesto para mí. Empiezo a pasear el strap por su culo. Te miro y te ordeno ponerte en pie y acercarte a nosotros.
Quiero que te subas a cuatro patas sobre la mesa, sobre nuestro invitado. Vas a repartir con tus dedos la saliva que estoy dejando caer sobre su culo. Y no quiero hacerle daño, así que también tragarás el dildo del arnés. ¿Te queda claro, zorrita?
Te subo la máscara mientras lo lames y lo tragas… me encanta ver cómo tú solita lo llevas hasta el final de tu garganta, como una puta profesional, hasta la arcada. Te acaricio el cuello con él bien dentro, hasta que te lloran los ojos.
Mírate preciosa… tragando como una zorra mientras acaricias y preparas el culo de nuestro juguete…
Empiezo a follarlo. Fuerte. Duro. Intensamente. Como sabes que me gusta follarte el culo. Solo que en esta ocasión no es a ti a quién estoy rompiendo en dos. Te bajo la máscara de nuevo.
Vuelve al centro del salón y baila para mí, desnúdate. Sé una puta obediente.
Azorado, te diriges a dónde estabas hace unos minutos. No te gusta bailar. Te sonrío y giro la cabeza de nuestro invitado hacia un lado, con la mejilla sobre la mesa. Él apenas puede distinguir ningún movimiento.
Sabes que eso puede cambiar en cualquier momento. Sigo embistiendo fuerte, decidida. Él sigue gimiendo de forma grave, áspera.
¡Vamos!, Te quiero tan solo con los tacones!
Empiezas a moverte al ritmo de una música imaginaria, ya que el instrumental que tenemos puesto suena bajito, y es apenas perceptible gracias a los gemidos de nuestro juguete.
Me río. Puedo notar como tu semblante se contrae. No te gusta la situación, no estás cómodo. Miras como levanto su cabeza hacia ti, y entrando bien en él le susurró, lo suficientemente alto como para que me escuches "mira cómo se mueve mi chica".
Te acaricias el cuerpo, despacio. Te sientes ridículo bailando así, con un sujetador que intentas desabrocharte y unas braguitas en las que se asoma tímidamente una polla pequeña, mojada y flácida.
Tu tortura acaba cuando has logrado quitártelo todo.
Todavía con el strap en mi cintura, le ordeno al juguete volver al sofá. Tú sigues sobre tus tacones. Llevo dos condones en la mano. Te paso uno de ellos y empiezo a abrir el otro para ponerlo sobre el dildo.
Quiero que me lo prepares, quiero probar su polla.
Inmediatamente te arrodillas entre sus piernas y le empiezas a masturbar. No está empalmado, te da asco notarla así, mojada y blanda. Mientras lo haces, te empiezo a follar.
Pego mi pecho a tu espalda
Vamos, puta, la quiero dura, quiero su placer.
Te sigo follando cada vez más fuerte. Gimes y sigues masturbándole. Cuando la tiene dura le pones el condón y lo lames, escupiendo y lamiendo…una y otra vez. Siento como te esfuerzas por tragarte toda su polla para y así ponerle muy duro para mi, pero es grande y ancha y te provoca un par de arcadas.
Te dejo el dildo dentro y me quito el arnés. Me gusta ver cómo intentas retenerlo en tu culo. Sigues arrodillado delante de él y puedes ver cómo, de espaldas a ti, me subo sobre su polla. Empiezo a cabalgar y gemir. Fuerte, rápido. Nuestro campeón aguanta el tirón sin correrse. En un momento dado me quedo quieta, con su polla bien dentro, y me abro el culo.
Vamos cariño, entra, a ver si así logro sentirla.
Estás muy duro. Y muy mojado. Empiezas a meter un centímetro detrás de otro, y entra sola.
Te sujeto las manos y las pongo sobre mis tetas.
Fóllame, vamos preciosa, FÓ-LLA-ME. ¿No sabes hacerlo un poco mejor?
Bombeas fuerte, ansioso. Empiezas a gemir, a apretarme el pecho. Pero todavía no puedes correrte…
Te hago parar. Me dejas el culo empapado… después tendrás que limpiarlo.
Me giro sobre el juguete y subido en su polla, le doy la espalda de forma que mi coño queda a la altura de tu cara. Empiezo a subir y bajar cada vez a un ritmo mayor. Aprovecho cada centímetro para disfrutar de una polla de verdad.
Pego tu boca a mi coño y lo besas una y otra vez, notas el sabor a látex del condón rozando tu lengua mientras mis dedos se dedican a mi clítoris.
Te ordeno que me supliques. Que me pidas mi orgasmo. Que te arrastres por él.
Un por favor tras otro, una súplica, un gimoteo…
Por favor Ama, córrete para mí, dame tu placer, entrégame tu orgasmo, por favor, por favor, te lo suplico…
Te separo unos centímetros y frotándome fuertemente mientras me follo con nuestro invitado, me corro. Fuerte, intensamente. Mojándote la cara entera. Él tenía orden de correrse conmigo. Y ha sabido aguantar hasta entonces. Estoy satisfecha, con ambos.
Y tú… tú estás completamente salido. Con la polla sensible, los huevos cargados y un deseo de correrte increíble, pero sabes cuál es tu deber y como siempre, tras cada uno de mis orgasmos, me limpias con tu lengua pacientemente, recorriendo mi coño, mi culo, mis piernas y todo lo que he mojado en mi orgasmo. Mientras tanto, y tal y como le ordené por correo electrónico, nuestro invitado se ha quitado el preservativo y ha hecho un nudo. Tú sigues dedicado a mi coño, asegurándote de que no queda nada (dentro ni fuera de él).
Cuando considero que has terminado, te empujo suavemente la cabeza, separándote de mí. Sonrío, acariciando tu mejilla sobre el látex. Sabes que estoy feliz, que estoy orgullosa.
Me levanto el tiempo justo para que nuestro invitado se sitúe detrás de mí sentándome entre sus piernas. Su polla reposa tranquila contra mi espalda y no es hasta que me aparta el pelo hacia un lado y empieza a besarme el cuello, que empiezas a sentir de nuevo ese calor que te recorre de arriba a abajo. Te excita y te duele a partes iguales verlo. Sus manos empiezan a acariciar mis pezones despacio, con la presión exacta sobre ellos. Lo desconoces, pero imaginas, que su polla ha empezado a endurecerse de nuevo. Mis suspiros son cada vez más evidentes y sus dedos me arrancan un gemido tras otro. Me inclino hacia ti y te beso. Te ordeno abrir la boca y empiezo a follártela con mis dedos. Empiezan siendo dos, pero la emoción lleva a que la suavidad se convierta en ansia y casi toda mi mano ocupe tu boca. La tengo suficientemente mojada cuando la dirijo a tu pollita. Empiezo a masturbarte tranquilamente, completamente mojada por tus babas.
Abre un poquito la boca y saca la lengua fuera, preciosa.
Me vuelve loca tu rapidez a la hora de cumplir cualquier cosa. Con mi mano derecha, empiezo a pasear el condón, lleno de la leche de nuestro invitado, por tu lengua. El sabor del látex se mezcla con el de mis fluidos y puedes notar cómo todavía está caliente. Lo dejo un segundo sobre tu boca mientras levanto tu barbilla. Dejas de observar mi sonrisa para mirar directamente el techo de la habitación. Sigo jugando con su corrida. Sujetándolo con tres dedos, empiezo a bajar el condón por tu garganta, rozándote la campanilla. Siempre me gustó tu falta de quejas. Soportas la arcada como puedes, y las lágrimas llenan tus ojos.
Sigues resistiendo las ganas de vomitar cuando empiezo a emular como te follaría la boca, pero tan solo con el preservativo. Sigues excitado, humillado y duro sobre mi mano. Impotente, me escuchas gemir. Reconoces cada suspiro, cada respiración… no te cabe la más mínima duda, sabes que nuestro juguete está jugando en mi coño. También sabes por mi respiración y mis gemidos, que estoy muy cerca de correrme otra vez. Mientras tanto, mi mano siente los impulsos de tus 11 centímetros. Estás deseando correrte, pero no dices nada.
Vuelvo a bajar tu cabeza y nuestras miradas se enfrentan una vez más. Compruebas desolado cómo sus dedos entran y salen de mí, mojados, (y sabes que calientes después de estar apretados). Aparto mi mano de tu polla y te acaricio la cara, ensuciándola de tu saliva y tus fluidos.
¿Quieres correrte, mi amor? – Lo digo en apenas un susurro, pero asientes rápido con la cabeza, mucho antes de que tus palabras te acompañen.
Sí, Ama, por favor – respondes con un hilo de voz.
Sonrío y vuelvo a dirigir mi mano a tu mini-polla.
Ten, sostenme esto. ¿Te importa, guapa?
Dejo la corrida de nuestro juguete, envasada en esos milímetros de látex, en tu boca. Puedes sentir cómo la leche se desplaza por el condón libremente en cada movimiento.
Te pajeo a un ritmo mayor. Con la mano libre te acaricio, aprieto y palmeo los huevos. No dejas de mojarte y yo cada vez subo más el ritmo. Me suplicas que te acaricie más despacio, pero yo no puedo parar. Nuestro invitado me está masturbando cada vez más rápido y estoy muy excitada… siento que voy a correrme enseguida, así que sigo aumentando el ritmo al que te masturbo al mismo ritmo que siento los dedos del otro sumiso entrar y salir de mí.
Se te hace eterno, aunque ni siquiera llevo un minuto masturbándote. Ante tus gestos de angustia y sin que salga una sola palabra de mí, puedes leer perfectamente en mis labios el “córrete, puta” que estás esperando. Alcanzo el orgasmo contigo, con los dedos de él en lo más profundo de mí. Nos corremos juntos en un clímax absoluto.
Te dejas ir entre gemidos y gritos casi guturales y te corres sobre mi mano. Sigo masajeando tu pollita con suavidad hasta que acabas. Saco hasta la última gota de ti.
Retiro el condón de tu boca y lo sustituyo por mi mano, llena de tu leche. La limpias, aunque te disguste, y me das las gracias. Me acabo de correr, así que te inclinas a limpiarme. Sus dedos siguen apoyados sobre mi clítoris, pero no te importa, sabes que debes limpiarme siempre, y lo haces, intentado obviarlos.
Me retiro de sus piernas, ya limpia. Veo que él la tiene dura. Me siento lo más alejada que puedo de ambos, en el sofá. Tú sigues en el mismo sitio donde te dejé, justo frente a sus piernas.
Creo que no debería irse tan cargado – te sonrío – ayúdale a terminar, le vistes y le despides como es debido. Confío en que sepas hacer lo que yo querría que hicieras.
Con ojos de rabia, y a pesar de que acabas de correrte, te levantas para coger otro condón. Después de comprobar que está muy duro, al menos celebras no tener que masturbarle desde un estado de flacidez, así que le pones el condón y te giras mirándome.
Tu cabeza queda dirigida al sofá en el que estoy sentada, mientras tu culo está ofrecido a nuestro invitado. Estás mirándome con ansia. Sé que quieres complacerme. Sé que quieres excitarme aunque no tengas ganas de que vuelvan a follar tu culo de zorra, pero sabes que me hace feliz comprobar lo puta que eres. Asiento con los ojos y con tus manos abres tu culo, en esa posición en la que tantas veces te has ofrecido a mí.
Te ofreces al sumiso que, con su polla dura apenas tarda un segundo en entrar en ti y empezar a follarte de nuevo hasta correrse en apenas cinco minutos de duras embestidas. Cuando termina y coloca el pecho sobre tu espalda agotado por el esfuerzo, sale de ti y te quedas mirándome, diciendo con voz ronca:
“Gracias Ama”