Soy Clara, tengo 42 años, mido 1.65, peso 55 kilos, y a pesar de mi edad, aún siento que soy apetecible. La mirada de algunos hombres, también me hacen sentir eso. Soy casada, Juan mi marido tiene 50 años y lamentablemente con los años ha ido perdiendo el interés en el sexo. Yo en cambio, con el paso de los años fui liberándome y disfrutando el sexo mucho más que cuando tenía 20 años.
Una tarde salimos de compras y a tomar algo con una amiga íntima, y vio como yo miraba a un hombre, que estaba en una mesa cercana.
“Clara, que raro vos mirando un hombre. ¿Qué pasa?” Dijo Cleo.
“Pasa que no pasa nada. Juan se ha ido “retirando” del sexo y yo… aún tengo muchas ganas de disfrutar.”
“¿Entonces?”
“Nada, todo queda en fantasías y nada más. Yo lo amo y sé que él me ama.” Dije.
“Todo bien, pero una cosa es el sexo y otra el amor. Es genial cuando caminan juntos, pero puede darse por separado. Si vos seguís así, frustrada sexualmente, lo más seguro que el amor se vaya desgastando por la misma frustración.”
“Puede ser.”
“Vos sabes bien que yo tengo un “amigo”, con el que me encuentro una o dos veces por semana. Raúl anda igual a Juan hace un par de años, dedicado al negocio, y sin apetito. Con mi amigo disfruto, me hace sentir deseada, gozada, y no entro en roces con Raúl por pedirle sexo.”
Esa charla me quedó repiqueteando en la cabeza. ¿Podría yo tener tan clara la línea divisoria, sería capaz de dar el paso?” Los días pasaron y una tarde luego de entrenar en el gim, fui a tomar algo sola a un shopping. En el bar, una mesa cercana había una pareja, él de no más de 35 años, ella de unos 28. El hombre era realmente atractivo. Buen físico, ojos claros, y una sonrisa hermosa. Me quedé mirándolo, pero en realidad pensaba en mi dilema. Él notó que lo miraba y me devolvió la mirada con una sonrisa y siguió su charla. Yo reaccioné y mire para otro lugar.
Unos días más tarde salí del gimnasio y fui al mismo bar, sin esperar nada, solo a tomar un jugo. Llevaba un rato sentada cuando vi que él llegaba solo. Se sentó, pidió algo, y un rato después, sentí que me miraba. No pude dejar de mirarlo y él me saludó con una sonrisa y agachando su cabeza. Le sonreí, y en dos minutos se acercó a mi mesa.
“Hola, soy Luis, ¿puedo acompañarte?”
“Hola, si, no hay problema. Soy Clara.”
Con una conversación totalmente liviana, estuvimos cerca de 15 minutos.
“Luis, soy una mujer grande y no creo ser tonta. Sé lo que buscas, no te olvides que el otro día estabas tomado de la mano con una chica, y no me voy a creer el cuento de la amiga, que te peleaste, te repito. No soy tonta.”
“Y no das vuelta para decir las cosas.”
“No. Soy casada, no pienso divorciarme. Y soy casi feliz en mi matrimonio.”
“Por supuesto. Y yo tengo ganas de llevarte a un hotel.”
“Tampoco das vueltas. Te quiero aclarar algo. No busco amante, nunca le he sido infiel a mi esposo, pero desde hace un tiempo las cosas en la cama no funcionan. Y sí, tengo ganas de un poco de sexo. Vamos.”
Fuimos a un hotel cercano, entramos a la habitación, y ni bien lo hicimos, el me comenzó a besar y a acariciar por sobre mi ropa. Besaba realmente bien. Nos fuimos desnudando y nos tiramos en la cama, nuestras manos recorrían el cuerpo del otro mientras nos besábamos.
“Hagamos un 69.” Le dije y me subí a él.
Comencé a chupar su pija, de muy buen tamaño y grosor. El chupaba mi concha muy tiernamente, me penetraba con su lengua y me puso a mil. Me tumbe en la cama y el levantando un poco mis piernas me penetró. Entraba y salía de mí con la cadencia justa, mientras apretaba mis pechos y besaba mi cuello. Comencé a tener orgasmo cada vez más intensos. El me avisó que iba a acabar y me preguntó dónde quería que lo haga. Le dije que en mis tetas y lo masturbé hasta que me tiró su leche en los pechos. Un par de minutos en silencio y fui al baño.
Cuando volví a la cama, me preguntó si quería tomar algo y sacamos una botella de vino del frigo bar.
“¿Estás bien?” me preguntó.
“Si, gracias. Y gracias por hacerme sentir bien, sé que no tengo el físico…”
“Clara, vos tenés lo tuyo, y ella lo de ella. No te compares porque siempre vas a buscar la vuelta para perder en la comparación y sentirte mal. Sos una hermosa mujer, que sabe muy bien lo que quiere, y como tenerlo.”
Un rato después comencé a besar su pecho, fui bajando y me metí toda la pija en la boca. Poco a poco fue poniéndose bien dura. Yo mientras tanto me acariciaba la concha que estaba muy mojada nuevamente. Lo monté y le dije:
“Perdoname, pero te voy a “usar”.” Dije.
Me comencé a mover de a poco, alternando subidas y bajadas con movimientos circulares de mi cadera. Luis me acariciaba las piernas o con sus manos en mi cadera, acompañaba mis movimientos. Llevé mis manos a mis pechos y los apretaba, mordía mis labios y lo miraba. Estuve un largo rato así, teniendo orgasmos, recuperándome y teniendo nuevos. El me dejaba hacer, disfrutaba como yo lo usaba. Tuve un gran orgasmo y me bajé. Me puse de rodillas a su lado y le pregunté:
“¿Querés acabarme en la boca?”
“Si por favor.”
“Bueno, pero ayúdame, con cuidado, méteme un dedo en la cola.” Dije.
El mojó un dedo en mi concha y lo fue metiendo y sacando muy lentamente. Yo mientras lo chupaba y masturbaba, me movía para facilitarle el trabajo. Cuando lo tuve adentro totalmente, me quedé quieta y dejé que él lo mueva. A medida que aumentaba su velocidad yo lo seguía masturbándolo y chupando. De pronto a la velocidad sumó fuerza y me puso más loca todavía. Sabía que estaba por acabar y abrí mi boca para recibir todo su néctar. Cuando acabó, su dedo se quedó enterrado haciendo fuerza para ir más adentro. Su leche caía de mi boca por mis labios. Limpie bien su pija, el sacó su dedo y me acosté junto a él.
“Gracias por dejarme usarte.” Dije.
“Por favor, te aseguro que fue un placer para mí.” Dijo casi riendo y yo también me sonreí.
“Si te pusieras a dar clases a chicas como mi amiga, te aseguro que te llenarías de alumnas y de plata.” Dijo.
“No creo que sea tan así.”
“Te puedo asegurar que sí.”
Nos dimos una ducha, y cuando nos vestíamos me preguntó:
“¿Nos vamos a volver a ver?”
“Yo voy casi todos los viernes al bar a tomar mi jugo después del gimnasio, quizás nos veamos.”
“Sabes bien lo que quiero preguntar.”
“Y yo te contesté. Hoy no puedo contestar otra cosa.”
Salimos del hotel, fuimos hasta el shopping donde yo tenía el auto y nos despedimos con un beso en la mejilla.
Manejaba rumbo a casa, y debo reconocer que me sentía muy bien, plena. Llame a Cleo y le di las gracias por el consejo que me había dado.
Con Luis volvimos a vernos a los 15 días, y desde allí una vez por semana nos encontramos hasta hoy. Con Juan, las cosas siguen igual. Nos amamos, él no tiene la presión de tener que hacer algo que no le interesa, y yo tengo cubierta mis necesidades.