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Karen: La primera semana en su nuevo trabajo (Parte 3)

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Tercer día. 

Ya no había duda en Karen, sabía perfectamente lo que quería, ser aceptada como la sumisa de Carlos, ya solo importaba que él se lo dijera.

Este día, iba por todo, se vistió de rojo, color de la pasión, un vestido ajustado, entallado a su cuerpo, zapatos rojos, lencería roja y uñas rojas, no iba a aceptar un no por respuesta.

Se enfilo a su trabajo con una sola idea, que Carlos oficialmente se convirtiera en su amo, que le dijera que a partir de ese día era su dueño y que ella iba a ser de su propiedad a partir de entonces.

Llego a su trabajo y Carlos no estaba, noto que había un gran alboroto, Carlos iría a representar a la empresa en una reunión muy importante, el futuro de la empresa dependería de él ese día.

Pasaban los minutos y Karen se ponía nerviosa, ¿qué hago? Se preguntaba, ¿qué me corresponde hacer?, tantas preguntas sin respuesta.

Cada minuto que pasaba, hacía que la situación de Karen fuera más desesperante, por un lado el demostrar a la compañía que era un elemento de valor y por otro demostrarle a Carlos que era la mujer perfecta para sus ansias de dominador.

Se levantaba de su lugar e iba al tocador, se veía en el espejo, para ver si su peinado aún estaba impecable, revisaba su ropa para ver si no tenía un pliega mal colocado, notar si su lencería aún se notaba por encima de su vestido, todo estaba en su lugar, menos Carlos.

Pasaron los minutos que se hicieron años, nuevamente Karen empezó a entrar en pánico, Carlos no vendrá, pensaba ella, cuando de repente entró él a toda prisa, saludo, ¡buenas tardes Karen! Y se encerró en su oficina.

Escuchó como Carlos realizaba varias llamadas, todas en referencia a la gran reunión que tendría a cabo dentro de algunos minutos, Karen se lamentaba. Esta vez no poder demostrarle a Carlos lo que soy capaz de hacer por él – pensaba.

Ya casi resignada, cerca de la hora de salir, sonó el teléfono, -diga Carlos, contesto ella, -venga de inmediato Karen, se escuchó la voz de él por el aparato.

Ella se levantó, se vio rápidamente que todo estuviera en orden, tomo una libreta para apuntes y entro a la oficina de su jefe.

El sentado en su escritorio y con un pie encima de un lujoso reposapiés le dijo:

Karen, por favor necesito lustrar mis zapatos, antes de ir a la reunión. Ella contesto de inmediato, no tengo lo necesario para lustrarlos Carlos, el de inmediato levanto la voz, ¡necesito que actúes Karen! Y siguió revisando unos papeles.

Ella lo pensó poco y encontró la solución, se acercó a él, levanto su vestido y se colocó exactamente encima del lugar donde tenía su zapato en el reposapiés, y después empezó a doblar las rodillas, para que sus bragas rojas quedaran exactamente sobre el zapato.

Ella comenzó a frotar sus bragas contra el zapato, ella no sabía si de verdad iba a lustrarlos pero al menos estaba dando gusto a su chochita, ella con gran maestría meneaba su trasero a manera de limpiabotas, su lencería recorría todo el zapato, lo que le generaba a Karen un gran placer, podía sentir de manera clara las costuras de ese zapato como recorrían cada centímetro de su vagina, lo podía sentir en los pliegues, en los labios de su chochita, en el clítoris, era una mezcla de sensaciones, que ya no importaba si lo estaba haciendo de manera correcta, sino que lo que realmente importaba era lo que ella sentía.

En un momento de lucidez Karen se incorporó, giro sobre su eje, y volvió a bajar sobre el zapato pero ahora con su culito, y empezó a menearlo, tal y como si estuviera cabalgando una gran verga.

Ella estaba ya excitada, podía sentir claramente lo mojado de sus bragas, lo hinchado de su clítoris, cada uno de los roces que ella se generaba contra el zapato.

En una pausa ella busco los ojos de él, que sin expresión alguna solo atinó a decir, te falta el otro Karen, ella se incorporó y el bajo su pie y lo cambio por el otro, y Karen con gran destreza ahora comenzó a lustrar el otro zapato, ella lo disfrutaba ya sin ningún pudor, tenía cerrados los ojos y meneaba su culo como si cabalgara la verga más deliciosa de toda su vida, estaba lista para explotar en un gran orgasmo cuando de repente abrió los ojos y lo volteo a ver.

Carlos había sacado de entre sus pantalones su verga morena, dura, grande, desafiante, y mientras él se la acariciaba le dijo a Karen, esta también me la vas a lustrar.

Ella sin decir nada se incorporó, se hizo a un lado la braguita roja, se acomodó sobre la gran verga y bajo sobre ella, la verga entro como pan en mantequilla, la chochita de Karen lubricada al máximo de sus propios jugos y la verga de Carlos dura como el metal hicieron que de un solo golpe la verga de él se enterrara hasta el fondo, Karen callo a horcajadas sobre él, y solo atino a exhalar un quejido.

Rápidamente se recuperó y empezó a subir y bajar sobre ese enorme tronco de carne, claramente podía sentir como la cabeza de ese miembro le iba abriendo los labios de su panochita al paso de ella.

Ella cerro los ojos de nuevo, quería disfrutar cada centímetro de esa verga morena, dura, venosa, dentro de ella, subía y bajaba sin ningún control, sabía que era cuestión de tiempo para tener un gran orgasmo, no le importaba hacerlo encima de Carlos y estropear su ropa, solo importaba comer más y más ese tremendo camote.

Ella estaba lista para soltar un tremendo orgasmo, estaba lista para disfrutarlo, cuando de repente sintió las grandes manos de Carlos que le apretaban las tetas, abrió los ojos y se dio cuenta que Carlos estaba a punto de venir, tenía el rostro desencajado, la mueca dura, y apretaba sus senos cada vez más fuerte.

Ella regreso a lo suyo, cerro de nuevo los ojos y se concentró en disfrutar el pedazo de carne dentro de ella.

Dio un par de sentones sobre el pene de él y finalmente soltó un gran chorro, era como abrir el grifo del agua, al mismo tiempo el soltaba un gemido y poco a poco soltaba las tetas de Karen, mientras ella sentía un potente chorro de esperma que le inundaba la vagina.

Ella se acurruco en el torso de él, mientras pasaba su orgasmo, cuando finalmente pudo incorporarse, se quitó de encima de Carlos, se quitó las bragas, con estas limpio el exceso de semen y de orgasmo de ella que habían caído sobre el pantalón de él, y cuando finalmente quedo limpio, doblo las bragas y las metió en la bolsa del saco de él.

Se dirigió a la salida y le dijo, listo Carlos.

Llego Karen a su lugar y se derrumbó en su silla, estaba exhausta, pero feliz, al minuto salió Carlos a la junta del día, y al pasar por delante de ella le dijo: Karen quiero que mañana vengas preparada, porque te voy a hacer oficialmente mía y se fue.

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