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La familia de la playa
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Tiempo de lectura: 7 minutos

No es que nos haga mucha gracia el sol. Así que cuando vamos a la playa bajamos tarde por que ambos nos quemamos con facilidad. A Marcos le gusta bañarse y nadar algo en el mar.

A mí lo que me gusta es simplemente tumbarme en la arena con el bikini mas pequeño que tengo y quedarme adormilada o ver al resto de la gente y sus cuerpos casi sin nada que los cubra.

El sol iba bajando y alrededor casi todo el mundo empezaba a recoger y marcharse. Mientras que nosotros queríamos ver la puesta de sol y quizá disfrutar de un rato de caricias y de meternos mano en la arena y el agua a la luz de la luna.

No muy lejos solo quedaba una pareja de cuarentones como nosotros, con su hijo, un guapo chaval de más de diez y nueve que no habría cumplido los veinte.

Me llamó la atención su cuerpo bien formado y su diminuto bañador. Pensaba que un chico así haría lo posible por librarse de sus padres y largarse de juerga a la disco mas próxima.

Todo lo contrario, estaba de lo mas cariñoso tanto con ella como con él. Los tres aprovechaban cualquier descuido para acariciarse y tocarse tanto o mas que nosotros.

Me pareció incluso que el chico le había estado metiendo mano a su madre por las tetas mientras le ponía bronceador. Pero suponía que eran solo imaginaciones morbosas mías. Y eso que el sujetador de ella aun mas pequeño que el mío solo le cubría los pezones y poco mas.

A mí en cambio lo que se me había recogido era la braguita entre los cachetes del culo y hacia rato simulaba un tanga. Sabía que los dos o los tres, pues las chicas también nos fijamos en las demás, habían estado mirando en nuestra dirección.

Yo también sabia que Marcos se había fijado en la poderosa delantera de nuestra vecina. Y pude que también hubiera estado mirando el cuerpo fibrado y sexy del chico.

Como ni ellos ni nosotros hacíamos intención de marcharnos y eramos los únicos que quedábamos en la arena. Decidimos que era absurdo seguir fingiendo que nos ignorábamos por educación.

Así que nos levantamos y fuimos a presentarnos casi al mismo tiempo que ellos habían pensado hacer lo mismo. Nos fuimos acercando mientras ellos se ponían de pie para recibirnos.

Empezamos con naderías sobre lo bonita que estaba la Luna y lo buena del agua del mar. Para juntar las toallas y seguir charlando sobre nuestras vidas y de disfrutar de algún baño nocturno y de la playa solitaria.

– Hola. Somos Marcos y Olga.

– Buenas noches. Ha hecho un día estupendo. ¿Verdad?

– Nosotros Juan, Sara y nuestro hijo Mario. Encantados de conoceros.

– Un día genial de playa, sí.

– Y gente muy guapa y sexy.

– Si sobre todo vosotros.

– Vosotros también estáis estupendos.

– Y esa maravilla de chico. ¡Qué guapo es!

– Modestia aparte. Me salió bien. Y tan dulce y cariñoso.

– Ya me di cuenta que no se te despega.

Juan, Sara y Mario el chico eran simpáticos abiertos y yo sospechaba que entre Mario y su madre, ¿solo con su madre? la ternura superaba lo meramente filial. No tenía ni idea de lo que pasaba allí. Podían ser solo imaginaciones mías. Pero parecía que ese cariño ocurría con sus dos progenitores.

Marcos jugueteando me soltó el nudo del bikini desnudando mis pechos delante de nuestros nuevos amigos. Como he hecho top les otras veces no me importó gran cosa. A esas alturas ya tenía los pezones duros como escarpias.

Y menos me importó cuando Sara hizo lo mismo con el suyo mostrando sus pechos dos tallas mayores que los míos y también sin marcas de sol. Además esas maravillas aun siendo de buen tamaño se sostenían solos sin apenas caída.

– ¡Vaya tetas mas bonitas!

Eso empezó a caldear el ambiente todavía mas y las bromas fueron subiendo de tono. A esas alturas nos apetecía ver sus cuerpos desnudos del todo. Y creo que ellos los nuestros.

No se quien propuso lo del baño pero nos fuimos todos al agua entre bromas y risas siguiendo las chanzas entre fugaces roces entre todos. Jugábamos en el agua.

Mario se arrimaba a Marcos, yo suponía que por que no se atrevía a acercarse a mí. Pero me di cuenta que le había agarrado el paquete por encima del bañador mas de una vez. Estaba claro que le iba la carne y el pescado. Como a mi chico, que había aprovechado para acariciar las respingonas nalgas del muchacho.

– A ver chicos, nosotras estamos con las tetas al aire y vosotros seguís tan tapados como antes.

Fue Sara la que se quejó de que nosotras enseñábamos más que ellos y lo hizo mirando directamente a su hijo. Este aceptó el reto diciendo que a el no le importaba mostrar más y tiró el minúsculo speedo a la arena.

– Mami, ya sabes que a mí me gusta andar desnudo. Por todas partes.

A la luz de la luna llena todos vimos su bonita polla depilada y a esas alturas ya muy dura. Apuntando al frente. Visto que el dique se había roto, la siguiente fui yo. Aproveché y también mostré mi vulva depilada. Mi tanga terminó al lado de su slip en la arena.

Luego Sara se quitó la braguita. De inmediato su culo poderoso atajo la atención de los presentes. Y por fin nuestros dos maridos terminaron de desnudarse. También luciendo sus duros rabos y pubis depilados.

– Ala, todos en bolas. Menos mal que estamos solos. Y no nos ve nadie.

– Bueno solo nosotros.

Ya todos en pelota picada del todo los roces se hicieron mas intensos y provocativos. Yo amasaba con confianza los pechos de Sara a la que parecía que le agradaban mis manos. Me atraían mucho las dos grandes tetas.

– Nena, son magníficas.

– Las tuyas son preciosas, tan duras.

Marcos le agarró el culo a Mario que se lo entregó en bandeja y se lo restregó por la polla. El chico se arrimaba a mi pareja sin complejos y este correspondía agarrando todo lo que podía. Incluso durante unos momentos le estuvo masturbando suavemente.

– ¡Menudo culo tienes!, chaval. Duro como una piedra.

– Como mi polla que tienes bien agarrada. Jajaja.

Juan echó mano a mi culo a la vez que al de su mujer. Acercándonos más a las dos hasta que nos besamos con ternura y lascivia en los labios. Las dos seguíamos acariciándonos, provocándolos más. A esas alturas los tres chicos tenían la polla bien dura y las dos teníamos ganas de notarlas dentro.

– Se os ve cachondos.

Sara mirándome a los ojos fue a sujetar en su mano la de mi marido que encantado se lo permitió. Seguro que pensando en la estupenda cubana que aquel hermoso par de tetas podían proporcionarle. Así que se aferró a ellas.

– ¿Puedo ponerla en tus tetazas?

– Luego, seguro.

Yo conseguí agarrar el rabo de Juan mientras Mario arrimaba la suya al poderoso culo de su madre. Juan y yo mirábamos sonriendo el trio mientras sus manos se deslizaban por mi húmeda piel. Me gustaban sus caricias, largas llenas y suaves por todo mi cuerpo sin ir directo a mi vulva como habría hecho cualquier otro hombre.

– Tienes una piel maravillosa.

Yo también los miraba y así pude ver como mi marido y su hijo se daban lengua por encima del hombro de Sara a la que tenían emparedada entre los dos. Ella debía estar caliente por todas las caricias de su marido e hijo durante el día.

– ¿No te importa que tu hijo sea tan cálido con ella?

– También lo es conmigo y a ella le encanta vernos. Nos lo pasamos mucho mejor así, queriéndonos mucho.

– Se os notaba bisex, ya nos dimos cuenta.

– Vosotros también.

Me decía lascivo pasando la lengua por mi oreja, lamiendo mi piel caliente.

Para no perdernos el espectáculo Juan se coloco a mi espalda y echó mi larga melena sobre el hombro para mordisquearme el cuello y la nuca y deslizar en la raja de mi culo su polla bien depilada y durísima.

Yo lo pajeaba sin prisa, entre mis nalgas, moviendo el culo arriba y abajo despacio. Los dos jadeábamos y gemíamos por el placer que nos estábamos dando. Amasaba mis peras, pellizcando los pezones con ternura.

– ¡Que duras tienes las tetas!

Cuando ya pensaba que buscaba con el glande mi ano que no le hubiera negado, dobló las rodillas y se abrió camino entre los labios de mi coño que chorreaban jugos. Con una mano masajeaba mi clítoris aumentando mis orgasmos y la otra pellizcando con suavidad mis pezones. Se me escapó un fuerte gemido.

Frente a nosotros Sara se había arrodillado dejando que las pequeñas olas acariciasen su pubis mientras se había colocado el rabo de Marcos entre las tetas. Le daba lamidas al glande de mi marido. Mientras de vez en cuando giraba la cabeza y se tragaba la polla de Mario. Que no había dejado de morrearse con mi marido y de pellizcar sus pezones.

– Cielo, ¿Me ayudas?

Le pidió Sara a su hijo. Que se arrodilló a su lado en el borde del agua. Le ofreció la polla de mi marido sujetándola por la base y los huevos. Ver a esos dos pibones compartir el rabo de mi chico mientras me follaban sin prisa fue una de las experiencias más morbosas que he tenido.

Estábamos muy cerca así que lo veía muy bien. Solo tenía que editar la mano y acariciarlos. A todos. No me iba a cortar, recorría sus pieles sensual, todo lo que podía alcanzar.

Aprovechando que estábamos tan cerca me agaché doblando la cintura. Consiguiendo que su marido me la clavara hasta los huevos mientras buscaba la boca de ella con mi lengua Con sabor a la polla de mi chico.

Como pensaba, ella respondió a mi beso con su saliva sin cortarse y estiró la mano con la que no sujetaba los huevos de Marcos para acariciarme las tetas. Casi no había palabras tan solo gemidos, jadeos y suspiros de placer que todos soltábamos.

– Sois tan pervertidos como nosotros.

– ¿Quieres probar mi culito?

Mario viendo que mi chico es bisexual y atendía a sus caricias le pidió que le follara, que quería probar su polla en el culo. Marcos siempre atento a las necesidades de los demás no se hizo de rogar.

– Tumbate boca arriba en una de las toallas.

Levantó sus piernas hasta el pecho lampiño enseñándonos a todos el estrecho ano. Me agaché un poco más, soy muy flexible. Me liberé por unos momentos del rabo que me taladraba. Y no pude evitar lamer y ensalivar ese culito Disfruté del sabor salado del agua de mar en su suave piel preparándolo para la polla durísima de mi chico.

Su padre se puso junto a la cabeza y le ofreció el nabo. El chico mientras recibía el de Marcos en el ano de puso a comer los huevos y la polla de su Juan que aún debía conservar el sabor de mi xoxo. La polla dura de Mario golpeaba su propio vientre al ritmo de la follada.

– Sara ven conmigo.

Aproveché el momento en que los chicos estaban tan ocupados para hacerme con los favores de la madre. A la que tenia ganas desde que me fijé en sus tetas, buscando los jugos de su coño con mi lengua. Nos tiramos en otra toalla al lado de ellos.

– ¡Comémelo todo! nena.

Metidas en nuestro sesenta y nueve. Pues ella también clavó su lengua y dedos en lo mas profundo de mi chorreante coño. De vez en cuando le echábamos miradas a nuestros chicos lo que nos ponía aún mas cachondas. Todo ese espectáculo porno gay, un bello trio de chicos.

Juan viendo que nosotras nos lo montábamos solas le puso el culo en la cara a su hijo que empezó a comérselo con ganas mientras era bien follado por Marcos. El culo y los huevos. Mis orgasmos se encadenaban uno tras otro según ellos me acariciaban, follaban y lamían.

– ¡Joder, que rico!

Con la postura que tenían mi marido se inclinó y se puso a comerle la polla al marido de mi nueva amante. La postura era un poco más forzada pero había más contacto entre sus pieles.

– Esta no es la primera polla que comes. Se ve que te gusta.

Una vez que disfrutamos nuestros jugos durante un rato y después de habernos corrido ambas en la boca de la otra vimos que nuestros chicos tardaban en correrse y fuimos a echarles una mano en tan placenteros menesteres. Como si necesitaran nuestra ayuda.

Yo deseaba la polla de Mario en mi culito que su madre se había encargado de poner a punto lamiéndomelo y follándolo con sus dedos. Ese rabo duro me había llamado la atención incluso antes, cuando todavía estaba tapado por su bañador.

– Cambiemos, quiero la polla nueva. No os vayáis muy lejos.

– No me separarían de ti ni con una grúa, cariño.

Sara quería la de mi chico en su coñito. Se dispuso a cabalgarlo tumbado de espaldas para para así permitir que Juan se la follara por detrás al mismo tiempo. Otro trio con Sara empalada en medio de los dos hombres.

Yo estaba a cuatro patas sin dejar de comerle la boca a la otra chica. Esperaba la polla de su hijo.

– Por el culo chico, fóllame.

Ella, cuya concentración no fallaba más que en la cima de sus intensos orgasmos todavía podía estirar un brazo con el que acariciaba los huevos de su hijo mientras este me enculaba o penetraba mi coño libre con dos dedos.

– Seguid, no paréis.

Esta vez no dejamos que ninguno de ellos se escapara sin dejar su semen dentro de nuestros cuerpos. Se corrieron los tres chicos con fuertes gemidos con pocos segundos de diferencia. Pero desde luego en ese momento no estaba yo para hacer comparaciones o tomar notas.

– Estás aún más rica con salsilla, nena.

Para seguir unos momentos más mientras ellos perdían sus durezas. Nosotras volvíamos a lamernos entre nosotras. Nuestros orificios de donde rezumaba el semen, recogerlo con la lengua y compartirlo en un beso blanco.

Ni que decir tiene que pasamos el resto de las vacaciones juntos renovando nuestros juegos.

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