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Las enormes bragas de mi madre
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Las enormes bragas de mi madre, que usaba a diario, no eran nada eróticas, nada que me excitase, suelo recorrer los tendederos de casa, en busca de alguna braguita sexy. Alguna braguita que me cause erección, una ligera sensación de querer hacerme una pajilla antes de dormir. Pero en esta casa es algo imposible. Bragas enormes sin diseños, sin elásticos que decoren aquellas prendas, colores rosados, celestes, blancos percudidos, colores ya sin vida, colores desgastados por el paso de las lavadas, las fregadas a mano. Nada que motivase algo diferente en mis pantalones, ya conocía cada braga de esas, todos los viernes esperaban bajo el sol a secarse, para durante toda la semana cumplir su función higiénica.

Es lo normal creo yo, en relación a las mujeres que viven aquí. Una es mi madre y la otra mujer es mi abuela, ambas de carácter católico, recatadas en su manera de hablar, vestirse, pensamientos, mujeres criadas con disciplina machista. Mi abuelo un militar fallecido, mi padre militar, que aunque no falleció en combate, un grave accidente automovilístico le arrebato la vida en lo mejor de su carrera. Crecí al lado de estas adorables mujeres, que se encargaron de criarme con mucho cariño, pero a la vez mucho carácter disciplinario, mi abuela no es de las que engríen a sus nietos, ella siempre tajante en sus decisiones, es ahora y ahora.

Mi madre aunque un poco más dócil, pero siempre acataba lo que su madre sugiriese, lo que mi abuela opine, está bien y así se queda. Desde los 15 años que duermo solo, antes dormía con mi madre, yo tenía muchas pesadillas por las noches, la única manera de calmar aquellos sueños horribles, era dormir abrazado a sus pechos. Que aunque no eran grandes o voluptuosos, eran lo suficiente como para adormecerme y hacer que pueda conciliar el sueño. Mi abuela como siempre, esto no lo veía normal, no quería que me volviese un chico débil, quería que yo fuese un chico con carácter fuerte, con valor para afrontar la vida y sus problemas.

Fue eso lo que motivo, a que mi madre tomara la decisión de que yo tendría mi propia habitación. Las primeras noches las pase muy solo, pero yo sabía que mi madre, espiaba desde la puerta de mi habitación. Ella sabía que yo la podía ver, sabía que yo me quedaría más tranquilo, sabiendo que celosamente me cuidaría, aunque no estemos durmiendo juntos, estaría ahí para velar mis sueños. Eso calmaba en gran parte mis miedos, a las largas noches en mi cama. Recuerdo que en algunas ocasiones sin que mi abuela se diese cuenta, su hija se acercaba a mi cama, se quedaba conmigo hasta que me dormía profundamente.

Después de haber superado muchos traumas para dormir, debo confesar que todo ha cambiado, ahora disfruto mi libertad, tener una habitación propia. La privacidad para quedarme hasta tarde estudiando o leyendo revistas de contenido sexual, me gustan mucho los relatos eróticos, las historias que se cuecen en cada personaje. Muchas fantasías que suelen pasar a diario entre las personas, mi atención se volcó en lo relatos eróticos entre personas de la misma familia. Ese tema me había obsesionado, cómo llegas a tener relaciones sexuales con algún miembro de tu familia, esas historias hicieron que recordara las noches que dormía con mi madre.

Una potente erección se apodero de mis pantalones, recordé como me abrazaba a sus pechos, en algunas ocasiones jugábamos a que yo era un bebe y me daba de lactar. Esas cosas me daban algo de grima, se reía a carcajadas mientras acercaba sus pechos a mis labios. Todo era broma, creo que más lo hacía con la intención de que yo perdiera el miedo a dormir solo, quizá si me mostraba cosas que no me agradaban yo me iría. Muchas veces al rosar sus piernas, estar abrazados, sentía un dolor en mi pene, una extraña sensación de dolor recorría esa parte de mi cuerpo, yo no sabía que pasaba. Estaba claro que era una erección, pero, yo aún era un pequeño, no tenía intenciones sexuales.

Leyendo aquellas revistas eróticas, que por cierto guardaba muy bien, les había conseguido un espacio entre los comics que ya no leía. Las revistas estaban al fondo, ya que mi madre es muy ordenada, los fines de semana suele, voltear toda mi habitación y sacar basura de todos lados. Estas revistas las tengo en una caja de zapatos, donde guardo cosas de cuando yo era pequeño, algunos recuerdos que aprendí a conservar, muchas veces he visto esa caja sobre mi cama, pero, creo que solo la habrá bajado para limpiar por encima de la biblioteca. Ahora por seguridad cierro con seguro la puerta de mi habitación.

Es algo que antes no hacía, incluso las mujeres de mi casa, se preguntan a qué se debe eso. Mi abuela sobre todo, siempre que estoy dentro, insiste para dejarla entrar, que en esta casa ninguna habitación debería de estar cerrada por dentro. Siempre está preguntando que hago.

-Oye José, que haces dentro de tu habitación, porque te encierras como si estuvieras ocultando algo, deja la puerta abierta, así se ventila.

-Haber abuela, no escondo nada, es solo que me gusta mi privacidad, no me gusta ser interrumpido, desconcentra mis estudios, eso es todo. A veces me estoy cambiando.

-Déjalo mamá, que sea lo que haga dentro, seguro que le viene bien, además tiene lectura muy interesante, ya no es un niño, debe explorar nuevas lecturas. ¿Cierto José?

-Claro abuela, vez como mi madre me comprende, pero sepan que no oculto nada, podéis entrar cuando quieras sin problema, tocáis para abrir, eso si.

Que había pasado ahí, es que mi madre sabía algo de mis revistas, se habría enterado de algo al buscar entre mis pertenencias, eso fue una duda que se sembró en mí. Me parecía muy raro su comportamiento, la manera de persuadir a su madre. Aquella tarde mi madre se fue de compras, no dijo nada y se fue sola. Yo pase todo el día con mi abuela en casa, escuchando sus historias repetidas, ayudando a reubicar los muebles de su habitación. Ese día, al volver yo de clases, cenar con la abuela, como de costumbre me encerré en mi habitación, termine lo que debía de terminar y curiosamente me puse a pensar en lo ocurrido aquella tarde.

Las dudas sobre mis revistas, me asechaban en cada momento, ¿Tendría que hablar sobre eso? ¿Explicarle lo que me estaba pasando?, dejar las cosas como estaban, seguir con mi vida normal, pero que tanto sabia sobre esas revistas. Pensé que si lo sabría, ya me hubiera dicho algo, una llamada de atención por leer cosas que en apariencia no son nada educacional, pero que son eso, solo revistas que están para contar historias. Busque un nuevo lugar para esconderlas, las cambiaria de lugar. Aquella noche que vi llegar a mi madre, traía consigo una gran bolsa, seguro habrá hecho muchas compras, pensaba yo.

En el paso de los días, sentí cierta atracción hacia mi madre, y todo a raíz de aquella compra que ella había realizado. Ya el veranito estaba acercándose, los cordeles se estaban llenando de prendas cada vez más cortas, camisetas y sujetadores se mesclaban en la lavadora sin ningún problema, calzoncillos y bragas nuevas, adornaban este patio. Las nuevas bragas de mi madre, se veían muy sexys, ahora eran de colores rojos, negros, azules, diferentes a las anticuadas prendas que solía usar. Eso lo note de inmediato, una erección en mis pantalones me hacía ver claramente que habían llegado nuevos tiempos a casa, mi madre había cambiado la lencería por completo.

Esto ya me parecía algo sacado de alguna revista erótica, el interés que empieza a tomar una madre sobre la conducta sexual de su hijo. Los comportamientos que se dan a partir de ahora me dejaban algo inquieto y muy excitado a la vez. Había algo de cambio en su manera de ser, las noches que pasábamos solos en casa, fueron muy diferentes a las anteriores, quiero decir, ahora buscaba mi presencia, intentaba sentirse muy cerca de mí. Pasamos de mirar películas en la sala, a mirarlas ahora en su habitación, luces apagadas y ella junto a mí. Acercando su cuerpo más de la cuenta, después de tantos años volví a sentir el latido de sus pechos, volví a acariciar su cintura, sentir su aroma, abrazarla fuerte sin casi soltarla.

Estaba claro, extrañaba estos momentos. Que a partir de ahora cada vez que yo quisiera, podría venir a su habitación para dormir juntos, abrazados como antes, sintiendo sus latidos, como aquellas noches en que me asustaba la oscuridad. Yo me sentía algo confundido pero muy excitado a la vez, ya que no entendía que podría estar pasando, no había notado que quizá había leído mis revistas, a lo mejor en algún momento de limpieza profunda, se metería más de la cuenta en mis cosas personales. A lo mejor había leído alguna historia y ese era el motivo por el cual actuaba de esta manera conmigo. Aquella noche la pasaríamos juntos, ya que mi abuela se quedaría en casa de mi tía.

Antes de meterme a su cama, fui al tendedero a guardar la ropa que ya estaría seca, aún faltaba mucho para dormir. Una fuerte atracción hacia sus bragas me lleno el cuerpo, las ganas de mirarlas en el tendedero se apoderaron de mis instintos sexuales, tome una de ellas, recuerdo que era con encajes negros, y me metí al baño. Las bragas de mi madre, me causaron una gran erección, me sentí poseído por aquella prenda, en realidad quise guardarla para mí, pero corría el riesgo, a que se diera cuenta de eso. Aunque estemos solos en casa, podría notar su ausencia, se podría dar cuenta que le falta alguna y solo habría un responsable para eso.

Abandone la idea de secuestrar esa braguita, la deje en el lugar de donde la había tomado prestada, ella, observo lo que estaba haciendo con esa prenda. Tomo la iniciativa de preguntar si me gustaba ese modelo, se había dado cuenta que yo estaba vigilando aquella prenda, mi reacción fue casi nula. ¿Me había pillado acaso devolviendo la braga? ¿Me habrá visto, sacarla y devolverla? A qué se refería con ¿si me gustaba esa braga? Me pidió que fuera a mi habitación, que se encargaría de todo aquí en el patio. Así lo hice, pero yo tenía las bragas de mi madre metidas en la cabeza, no podía sacarlas de mi mente, baje una revista de las que acostumbro leer, me excite mucho, quizá si me masturbaba podría aliviar esta tensión sexual.

Con mi pene fuera, meneándolo de manera frenética, pensando en las bragas de mi madre, mis ganas de una buena masturbada sería más sencillo. Las ganas de hacerlo con sus bragas negras me hacían intentar salir y buscar aquella prenda, pero seguro que ya estarían recogidas del cordel. Pensé en ir a su habitación y coger una de sus cajones, la idea de hacer ese recorrido no me parecía mala, total, no echaría en cuenta algo que no tiene a la vista, no sabría que estarían en mis manos. Guarde mis genitales dentro del pantalón y me dirigí hacia su habitación. Tenía la firme intención de ir por lo que necesitaba.

Al acercarme a su habitación, casi sin hacer mucho ruido, vi el cesto de su ropa sucia. Ahí habían unas braguitas rosadas, seguro serian de esta mañana, que a lo hora de ducharse se las había cambiado. Las tome y las guarde en mi bolsillo del pantalón, la erección que se veía en mis pantalones me delataba, si me encontraba dentro, más aun con sus bragas en mi bolsillo, eso hubiera sido muy desagradable. Salí como pude de ahí, no cerré la puerta para no generar ruido. Yo sabía que aún permanecía en el patio, logre distinguir sus anchas caderas al inclinarse para recoger los ganchos que se habían caído en el suelo.

Mas excitado, por aquella posición, también porque en ese movimiento, dejo ver unos amplios cachetes de su gran trasero. Casi las 21 horas marcaban ya, ahora seguro me llamaría para cenar, y ya luego a descansar, lo que tenía que hacer, lo debía de hacer muy rápido. Lo cual era una pena, porque este momento me hubiera gustado disfrutarlo más, pero claro, en casa como están las cosas, era algo complicado. Ya que privacidad absoluta no tengo, siempre esta alguna de ellas merodeando mi habitación. Las bragas de mi madre en mi bolsillo, yo podía sentirlas, metía mis manos y las tocaba, las acariciaba.

Entre a mi habitación, con la intención de calcular el tiempo que podría demorar en hacerme una pajilla, sin antes ser interrumpido. Sobre las 21:15 que intentaba ponerme cómodo en aquella cama. Oigo su voz llamándome, que solicitaba mi ayuda en la cocina, colocar los platos y vasos para cenar, eran mi faena. Joder, no podía terminar de correrme, deje todo en pausa. Lo que no sabía era si devolver las bragas de mi madre al cesto de la ropa sucia, o mantenerlas en mi habitación. A lo mejor guardarlas para futuras erecciones. Solo tendría que buscar un sitio súper secreto, esa prenda no podría encontrarla aqui. De momento me la guarde nuevamente en el bolsillo de mi pantalón, nadie me revisa los bolsillos y nadie la vería.

Ya en la cocina, y habiendo cenado, mi madre se fue a cambiar de ropa, porque casualmente se había mojada la que traía puesta. Al salir de su habitación, y yo estar fregando los platos en el lavadero, dejando todo ordenado como de costumbre. Esas fueron algunas lecciones que aprendí cuando era pequeño y se me quedaron, así al día siguiente todo estaría ordenado y los bichos estarían a raya. Ella me hablaba desde el baño, a duras penas oía algo de lo que me decía, yo solo quería terminar lo que había iniciado en mi habitación. Tenía un tema pendiente, una erección palpitante entre mis piernas, una prenda peligrosamente guardada en mi bolsillo, unas ganas que empezaban a desbordarse por mis calzoncillos.

Terminado todo en la cocina, pase por el baño, que es el camino hacia mi habitación. La puerta estaba abierta, la vi dentro de la ducha, nuevamente en la misma posición que estaba hace un rato, agachada, ahora limpiando la rejilla que se había atorado, pero llevaba una prenda diferente. Se había puesto un camisón de dormir, es de color rojo, pero lo que más llamó mi atención, es que era de tela transparente, dejaba a la vista su bien formado culo, pero también dejaba a la vista unas bragas negras. Las mismas que vi en el tendedero aquella noche. Se había puesto las que tenía en mis manos cuando me vio en aquel momento, las reconocí de inmediato.

Esas bragas de mi madre, que más de una vez las había visto en el cordel, pero hasta este momento, no se las había visto puestas. Es más, hasta ahora no me había fijado en estos detalles. Sin duda, ha cambiado mucho en su manera de comportarse, ahora claramente puedo ver su lencería, lo que antes no sucedía. Mas excitado que asombrado, me segaba la visión de ver a esta mujer en ropa íntima muy sexy, estas prendas que seguro un tiempo atrás la habría satanizado, y eso que mi abuela no está. Agradezco estos momentos de tener a mi abuela lejos de casa, no podría disfrutar de esta excitante visión, seguro que ambos pensábamos lo mismo.

Me pidió que fuera a cambiarme de ropa. Que me pusiera el pijama, que había dejado sobre mi cama, ella había salido de compras hace unos días, y se le había olvidado entregármelo, y que ya no habría tiempo de cambiarlo por otro. Salí rápido del baño para ver que me había comprado, era un pijama de color celeste, un conjunto en realidad, la camiseta y el pantaloncillo. Con la peculiaridad que este pantaloncillo es de los que llevan una abertura en el medio, sin broches, ni cremalleras, ni botones, pero es que esta prenda me quedaba muy justa, creo que era una talla menos de las que yo uso.

Al meterme dentro de este pantaloncillo, mi erección se notaba claramente, además de casi salirse mi pene por la abertura que lleva en esa parte. Me sentí muy raro, mi madre llamándome para que me metiese a la cama, que estaba muy cansada, además quería ver cómo me había quedado el pijama. Advertí que me quedaba muy ajustado, que no era de mi talla, pero como era para dormir no habría problema con eso, así nadie se fijaría de la pequeña falla que tiene. Mi madre hecho a reír, muy jocosamente, como si de un chiste se tratase, me hizo entrar a su habitación para ver de que estaba hablando, que cual era la falla que podría tener algo nuevo, que ella misma había escogido.

Entre a su habitación con la confianza que había entre ambos, a pesar de tener 22 años, me gustaba sentir que me trataba como un adolescente. Efectivamente vio que me quedaba apretado, pero, más se fijó en mi abultada erección, ya que no pasaba desapercibida, se notaba, no lo dijo, pero vi pasar saliva por su garganta, vi esos ojos agrandarse al mirar entre mis piernas. Sentí su mirada sobre mi paquete, de los 4 pasos que hay desde la puerta hasta su cama, no despego su mirada de mi abultada erección. Lo gracioso de todo es la estrechez que me causaba, con la experiencia en comprar mis prendas, y en esta ocasión había fallado.

Ya metido en su cama, y solo cubiertos con una blanca sabana, nos acomodamos para ver la película, pero no tenía intenciones de ver nada, solo quería que apagase la luz, era algo tarde. Claro, yo entre la sabana, habiendo visto lo que había visto antes, la erección en mis pantalones se hizo más notoria, y ahora me pedía que me moviese los 4 pasos que había andado, pero ahora, para apagar la luz, me costó disimular un poco esta erección en estos cortos pantaloncillos. Apague el interruptor y me fui a ciegas a su cama, lo que aproveche, para tirarme sobre la cama, como cuando era pequeño, y me abalanzaba sobre sus pechos para dormir.

Esta vez, fue ella quien se abalanzó sobre mi pecho. Dejando sus pechos encima del mío, una pierna suya roso mi verga, que estaba salida del pantaloncillo, estaba claro que esto pasaría, mi erección terminaría por salir del pantalón. Ella lo noto claramente, intente dar explicaciones de lo que me estaba sucediendo, pero fue en vano, no había más remedio, creo que entendía lo que me estaba pasando en aquel momento, me había excitado con todos sus encantos. Yo estaba muy callado en esa situación, sin tener que decir palabra alguna, más que solo sentir lo que sucedía en aquella habitación.

Ella tomo mi erección entre sus manos, por encima de aquellos pantaloncillos cortos que nada cubrían, beso mis labios en clara señal de entender lo que pasaba por mi cabeza. Las veces que habíamos compartido esta cama, siempre jugando con sus pechos sobre mi boca, rosándome tiernamente los genitales para comprobar que estaban creciendo, siempre buscando la manera de hacerme sentir bien. Ahora en esta situación en la que estoy, cogido de los huevos, por parte de quien lleva todos estos días provocando situaciones excitantes, que quizás parezcan impuras, pero que son claros sentimientos de deseo hacia una mujer.

Esta vez ya no era un juego, sabíamos que esto no tendría revés. Cómo llegamos hasta aquí, solo el destino lo podrá decir, solo los sentimientos por haberlo deseado, nos trasladaron hasta este glorioso momento. Yo hasta este punto, casi no había tenido relaciones sexuales, me había masturbado muchas veces, pensando en los momentos que podría compartía su lecho marital. Observarla por los agujeros de la puerta, a través de las ventanas de su habitación, era lo más cercano que había estado. Pero esta vez, estaba en su cama, acariciando su suave vagina, oliendo el aroma de las bragas de mi madre, recorriendo sus pechos, besando sus labios.

Todo esto era puro sentimiento hacia una mujer. Una mujer a la que estaba a punto de penetrar, las bragas de mi madre, ya muy mojadas, el deseo en su mirada por ser penetrada en este momento. Las palabras mágicas que sonaban en la habitación, fue una orden para follarla, que meta mi verga dentro de su húmeda vagina, hacían de este momento algo irrepetible. Las caricias de sus labios en mi erecto pene, dejaban en claro que ella necesitaba las caricias de un hombre, la rudeza de unas manos sobre sus pechos, la dureza de volver a sentir una verga dura, jugosa y perfectamente erecta, para satisfacer sus necesidades sexuales. Yo estaría dispuesto a cumplir cada orden que me pidiese.

La demora en desvestirnos, fue lo que calmo aquella ansiedad entre ambos. Yo no tendría, quizás que volver a masturbarme con las bragas de mi madre, ahora me ofrecía su vagina, sus pechos redondos, su ansiosa boca por tragar mi erecta verga. Ahora sin bragas, recostada en su cama, gimiendo por ser penetrada, por sentir mi calor entre sus piernas. Sus llamados para que yo gozara en su interior, yo deseaba tanto sentir el sabor de su vagina, que sin mediar más palabras me abalance dentro de esta, pero ahora con su pleno consentimiento. Que aroma más intenso, por un momento perdí el sentido del gusto, era algo muy diferente a todo lo que había probado hasta ahora, me gustaba este nuevo sabor, este nuevo aroma.

Haber follado toda la noche, y recorrer cada centímetro de aquella cama. Las únicas 3 posiciones que yo sabía, las repetimos más de mil veces, tomarla y penetrarla una y otra vez, tener en mis manos su culo, que tantas fantasías me había causado. Follarla de manera suave y salvaje a la vez, es lo que más disfrute. Terminar dentro de ella, en sus pechos, su espalda, agotar todas nuestras energías, devorar cada parte de nuestros cuerpos, meter y sacar mi verga de su estrecha vagina, me daba las fuerzas necesarias para seguir satisfaciendo a esta mujer. Paso lo que paso, ambos disfrutamos el momento, la pasión, nuestras ganas locas por estar juntos.

Gracias por leer, comentar y compartir.

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