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Le di mi colita en el baño de un hotel

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Entramos al pequeño y poco luminoso baño, prendimos la ducha y aguardamos a que el agua esté a punto. Mientras tanto, aprovechamos para seguir besándonos. La dureza de su pija clavándoseme en el vientre era algo totalmente excitante. Moría de ganas de seguir comiéndola. Pero mientras tanto, opté por pajearlo. El vapor del agua comenzaba a subir, por lo que continuamos en lo que estábamos debajo del agua. El chorro no era del todo potente, pero ayudaba.

Sus movimientos me hicieron notar que los besos y la paja no eran suficientes, por lo que decidí bajar. De rodillas bajo el agua, comencé a comerle la pija. Ya se había acabado eso en lo que él no podía moverse, por lo que comenzó a agarrarme con fuerza la cabeza para que su pija llegue al fondo de mi garganta. Y la verdad, tampoco es que tuviese que hacer tanto esfuerzo. Era enorme, ancha. Y eso, sumado al agua, hicieron que el aire me faltara varias veces, generándome varias arcadas. Pero me encantaba.

Se la chupé hasta que, tirándome con fuerza por el pelo, hizo que me ponga de pie. Nos besamos, me chupó las tetas y me acarició la concha. Luego me tomó de la cintura y me hizo girar. Sabía lo que se venía. Levanté mi culo, exponiéndolo, como diciéndole “veni, entra, es todo tuyo”. Me levantó una pierna, tomándome por el muslo, y comenzó a frotar su pija contra mi conchita, para luego meterla de un golpe. El agua de la ducha me pegaba en pelo en la cara y en los hombros, mientras una de sus manos mantenía en el aire una de mis piernas y con la otra me apretaba las tetas. Las embestidas de su pija adentro de mi concha eran cada vez mas fuertes. “¿Te gusta, puta?”, me decía a los gritos muy cerca de mi oreja. “Me encanta, rómpeme toda”, era lo único que me salía decir.

Estuvo dándome por la concha por un rato, hasta que, por mis movimientos, notó que acabé. Su respiración agitada, sus besos tiernos en mi cuello, se hicieron protagonistas de la escena. “Dame más”, le pedí en un susurro. Él sabía a qué me refería, por lo que empezó a rozar su pija contra la entrada de mi culito. No tuvo que esforzarse tanto, ya que de inmediato comenzó a abrirse. Sentí como su cabecita húmeda iba entrando, despacito, pero sin detenerse ni retroceder. Cuando estuvo toda la cabeza adentro, llevé mi culo para atrás, comiéndosela entera. El movimiento lo sorprendió, pero igual se subió enseguida y dio rienda suelta a una serie de rápidas y potentes embestidas contra mi culo. Comencé a llorar y a gritar de placer, pidiéndole que por favor me cogiera mas fuerte. Me encantaba lo que estaba recibiendo, pero me encontraba en una posición algo incomoda. Por lo que le dije que pare y lo hice sentarse en el piso. Algo nada higiénico, lo admito, pero en ese momento de tanta calentura, las cuestiones de bromatología pasan a un octavo o noveno plano.

Me senté sobre él, de frente, metiendo suavemente su pija en mi culo. Cabalgue sobre él hasta sentir como mi culo se llenaba con su leche, en el preciso instante en el que una voz que venía desde los parlantes de la habitación decía que, si queríamos extender el turno, nos comunicásemos con recepción.

─No sé vos, pero yo estoy para un rato más ─le dije entre risas.

La dureza de su pija, todavía adentro de mi culo, era la única repuesta que necesitaba.

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