Nuevos relatos publicados: 12

Livia, inca peruana

  • 15
  • 18.673
  • 9,50 (6 Val.)
  • 2

Yo he sentido toda mi vida una atracción sexual muy intensa por las mujeres indias (no las de La India) sino por las nuestras, las de América Latina y Norte América. Desde muy chico las espiaba en la finca donde crecí en Pasto Colombia, hasta que tuve edad y confianza suficiente para montarlas -y que me montaran- y descargar en ellas toda la pasión erótica que aún me despiertan sus rasgos nativos, sus boquitas, sus tetas de pezones tan oscuros y sus panochitas casi siempre lampiñas, muy estrechitas y con ese sabor montaraz de sus ancestros.

Antes de irme a la universidad y con 18 años en la bolsa, me di a la tarea de explorar mi sexualidad con la servidumbre de la casa paternal, donde todas me llamaban "patroncito" y venían de los andes de Perú y Ecuador, y cuando se iba una mucama, la reemplazaba una prima o pariente, por el buen trato y sueldo que se le daban mis padres, y las travesuras que hacían conmigo.

La cocinera que era la única colombiana y que no era indígena de la servidumbre se llamaba Lucía, una paisa entrando en los 50`s con grandes tetas y un culo generoso, que ya después que cumplí los 18 años se dejaba coger sin muchos rodeos, y le daba lo mismo echar un polvo rápido detrás de la puerta de una pieza o una buena mamada de verga en el granero donde guardábamos el pienso de los animales de la finca.

Lucía era una mamadora de pinga excelente, (aunque ponía algunas condiciones), la pinga debería estar lavada con jabón, y que no se viniera en la boca de ella sin avisarle, y no es que le hiciera ascos al semen, sino que yo a los 18 años y mi hermano a los 23, eyaculábamos cantidades industriales de leche, y a veces se le salía por las comisuras de la boca.

Cuando uno le pedía una mamada, nos hacía esperar en el granero, al rato entraba con una fuente para llevársela luego a la cocina, se desabrochaba el uniforme y dejaba caer esas tetas inmensas que se dejaba mamar con gusto, nos besábamos un rato, y se arrodillaba para ponerse a mamar el clavo caliente que yo (o mi hermano) tenía parado entre las piernas; con mucho gusto después de oler la verga, comenzaba a pasar su lengua húmeda y tibia por la cabeza de la pinga, y sin más protocolos comenzaba a mamar de arriba a abajo; me encantaban los ruidos guturales que hacía con su lengua y sus labios cuando mamaba, y si tardábamos en eyacular comenzaba a chuparse solo la cabeza de la polla con movimientos rápidos y muy sensuales hasta que le avisaba que me estaba viniendo, entonces tomaba profundos alientos y hacía signos con las manos y ojos para que acabara.

Entonces se venían desde las bolas las eyaculaciones más satisfactorias que jamás hubiera experimentado, sentía cinco o seis emisiones de semen que Lucía se iba tragando a medida que las recibía generosamente en su boca, y a veces abría mucho los ojos como si estuviera sorprendida de la cantidad de leche... ¿Pero quién no acaba a mares a los 18 años?

Después de la mamada, se levantaba, se enjuagaba la boca, se sentaba encima de mi, y me decía que le mamara las tetas, a lo que yo accedía de mil amores.

Mi hermano y yo no teníamos problemas en coger ambos con Lucía, y echarle la leche adentro de su coño paisa y ella se daba por bien servida al tirarse a dos jóvenes sanos, muy limpios, que la trataban y cogían bien y que siempre compartían las mesadas con ella.

Una vez que mis padres se fueron de fin de semana a la ciudad, descubrí a una de las mucamas indias que se llamaba Livia, viendo a escondidas a mi hermano que estaba follando ruidosamente con Lucía en la pieza de mis padres; la sorprendí por la espalda, y ella medio muerta de miedo al verse descubierta, y medio en broma yo, que estaba cachondo escuchando a mi hermano y Lucía cogiendo, comencé a toquetearle las tetas, y a tratar de meterle el dedo en el chochito, pero Livia (ya veinteañera) se resistía diciéndome que iba a gritar si no la soltaba, pero el ambiente cargado de lujuria ayudaba a mis deseos, y le puse su manita encima de mi verga erecta y caliente, y sin muchos argumentos comenzó a apretarme y pasarme la mano encima del bulto en mi ingle.

Ella era muy bajita, -le calculo 1,50 m- y rellenita, una crineja en su pelo negrísimo y lacio, piernas cortas y torneadas de trabajar el campo, sus manos eran pequeñas, pero muy fuertes y me hizo un poco de daño cuando me apretaba la pinga que aún estaba dentro del calzoncillo y mi jean; entre jugueteo y jugueteo, la cargué en brazos y la llevé a mi recámara que estaba en el segundo piso de la finca, ya en la pieza seguía diciendo que no iba a hacer nada y que yo era un "patroncito muy malo", pero seguía palpando mi trozo de carne dura sobre los pantalones, y daba besitos de "pico" pero a medida que la fui besando en el cuello, las negaciones eran menos firmes, y ya los besos eran profundos y de lengua, hasta que le dije que ya estaba bien de pendejadas, y comencé a desabotonar el uniforme, que encerraba un cuerpo gordito, muy morena, con unas tetas perfectas de buen tamaño y pezones redonditos casi negros, y cuando la desvestí, se bajó las panties donde pude ver que en su coñito no tenía ni un vello púbico, cosa que me gustó mucho, porque la panocha de Lucía era muy peluda.

Livia estaba de pie en la cama, y pudimos estar a la misma altura, me besaba y me mordisqueaba el cuello mientras me desvestía, y se le veía en los ojos mucha curiosidad, pero lo que más me excitaba era que mientras me quitaba la ropa, me estaba murmurando al oído vulgaridades en su lenguaje quechua, que sonaban muy eróticas y subidas de tono, y cuando me incorporé frente a ella con la verga tiesa, Livia abrió mucho los ojos, viendo mi pinga erecta y a mis ojos, diciendo palabras de asombro en su idioma, diciéndome que nunca había cogido con un blanco y que jamás había visto un "guineo" tan grande.

Estaba muy curiosa, me pidió que me acostara en la cama, y comenzó a ver de cerca mi verga tiesa, que ya asomaba lubricante en el ojete, se acercaba mucho, me olía la pinga, y ponía cara de asombro al ver las venas palpitando en mi herramienta, le pregunté que si quería mamarme la verga, y me dijo que no le cabría en su boca, así que no insistí mucho porque me encantaban sus tetas, las cuales comencé a mamárselas, lengüeteárselas y a darle profundos besos de legua, y me encantó que le supiera la boca a menta,

Ya habrían pasado unos 10 minutos desde que comenzamos a juguetear en la cama y yo quería meterle la verga a Livia, pero ella estaba indecisa porque tenía la pinga muy grande y temía que pudiera hacerle daño en su "conchita", y que ella no iba a coger sin condón, porque no quería salir embarazada, me fui casi que corriendo al cuarto de mi hermano, y busqué desesperadamente en su gaveta sus condones, mientras sentía que la verga me iba a explotar si no se la metía a la gordilinda de Livia, saqué una caja de tres, y volví a la habitación, donde ya Livia se estaba poniendo las pantys de vuelta, y me dijo que no iba a coger porque mis padres iban a volver, y la iban a echar por ser una "india puta" y tuve que asegurarle que los viejos no regresarían sino hasta la mañana siguiente, pero la indiecita estaba "dura" diciéndome que yo solo quería "cachar" y después no iba respetarla más, y parecía que no iba a ceder hasta que le pregunté que si quería plata o que yo le hiciera algo, y me dijo que no quería plata sino que le "comiera la conchita" como en las películas porno que a veces veía con mi hermano cuando no había moros en la costa.

Yo que quería meterle la pinga a Livia le dije que si, y después de unos divinos besos y una mamada de sus tetas bellas, comenzó a empujar mi cabeza con sus manitas hacia su entrepierna, al tiempo que me murmuraba groserías en quechua y me repetía que era "muy malo"; déjenme decirle, que al principio me dio un poco de corte, pero cuando tuve frente a mi cara esa panochita oscura, caliente y babosa, perdí todos mis prejuicios de casta y comencé a lamer esa rajita que al comenzar a explorarla con mi lengua, mostró un interior rosado y un sabor salobre y montarás, como el olor de la selva después que ha llovido, chupaba los labios calientes de su vulva inca, y me pidió que se la chupara, que le "chupara el grano" pero al no saber que era el grano, puso unos de sus dedos muy pequeños en su clítoris, que comencé a chupar y lamer como si no hubiera nada más en el mundo, y que Livia comienza a hacer arcadas en mi cama y a poner los ojos en blanco, hundiendo más mi cabeza entre sus piernecitas y a decir más palabrotas entre quechua y español, hasta que arquea el vientre hacia arriba y se deja caer en mi cama, diciéndome que ella nunca había "acabado", lo que me hizo sentir como un Titán!

Al darse cuenta que yo también quería coger, (me acuerdo como si fuera ayer) me dijo "Ay patroncito, se le va a reventar el nabo, deje a su indiecita que le dé una mamadita", y sin decir más, que me agarra la verga con sus manos pequeñas y comienza a mamarme la pinga, que parece que va a reventar, y como a los dos minutos no pude contenerme y eyaculé un sifón de semen que fue a dar directamente dentro de su boca, y al sentir la leche, lo sacó de su boca, para recibir el segundo chorro en la cara, que escupe la leche, y que sale un tercer chorrazo de leche que le cae a las tetas, y el contraste de mi semen blanquísimo sobre su cara y sus tetas tan morenas es fantástico, ella ve mi corte, y se ríe, y comienza a "bombear" mi verga para sacarme el resto de mi leche pajeándome con sus manitas, dejando que salga toda la leche cayendo sobre ella y sobre mi abdomen.

Que se va al baño a asearse, y trae un par de toallas húmedas para limpiar el estropicio, y que seguimos oyendo a mi hermano y Lucía follando abajo.

Livia se limpió la cara, las manos y las tetas y me limpia el abdomen, saca unas hierbas de su uniforme y se pone a masticar menta; yo apenado le pido disculpas por la leche en la boca y que me dice que no me preocupe, y que ella quiere hacer como hace Lucía cuando le mama la pinga a mi o a mi hermano, que se traga toda la leche, y le pregunto qué cómo sabía, y me respondió que las otras sirvientas siempre espiaban lo que hacíamos con la cocinera, y que querían hacerlo también, sólo que mi hermano ni yo no nos fijábamos en las "indias".

Me dijo que su nombre era Livia y su apellido muy indígena del Perú, tenía 26 años y se sentía muy cómoda trabajando para mi familia, donde le pagaban y trataban bien y sin retrasos, y el uniforme de trabajo el techo y la comida corrían por la casa, y no como en otros sitios que se los descontaban del salario.

Como a los diez minutos me sentí en forma para follar, y comencé a besar y mamarle las tetas a la indiecita, que me inició en las artes del 69, y me mamaba la verga, mientras me dejaba lamer y chuparle su panocha de hembra andina que me sabe a mazapán o a carne de caza, que empieza a "corcovear" sobre mi otra vez y que me aprieta durísimo la verga erecta cuando está acabando, hasta que se voltea y me dice que quiere que le "entierre la verga bien duro", y yo sin hacerme de rogar, comienzo a ponerme torpemente el condón, y que me lo quita de las manos, se lo mete en la boca, y que me lo coloca con la lengua.

Quiero que se ponga arriba (como en las porno) pero me dice que quiere sentirme "arriba" y que se acuesta en la cama, y me abre las piernas dejando expuesta su concha, que está lista para recibir mi trozo de carne palpitante y dura, y que comienzo a meter la verga pensando que su panochita no va poder con el ariete, y que voy poco a poco, sintiendo la calidez de su coñito moreno y apretado, y que me pregunta ¿que qué pasa? ¿qué por qué no le meto toda la pinga adentro? Y que me jala hacia adentro de su chocho, y que siento la verga que se va deslizando total y divinamente adentro de su estrecha conchita india, y que me dice que se la meta "bien duro" y que la coja como me cojo a Lucía, que ella es mi "india puta" y que comienzo a darle como me pide, y bombeo mi polla adentro una y otra vez, que me cuesta besarla o mamarle las tetas entre culeada y culeada, y que me dice que me deje de "cojudeces" y le siga dando verga a su concha y que le diga "puta" que es "mi india puta" y que siento que se viene nuevamente, y que me estrecha como puede y entre vulgaridades quechua, me dice que le encanta como su "patroncito" coge duro a Livia, y que le siga metiendo la verga más duro!!!

Y así se vino una vez más, hasta que siento que soy yo quien se va venir y se lo digo y me pide que ponga sus piernas sobre los hombros, y que me las pongo donde me pide, y su panocha queda totalmente expuesta y en una posición y ángulo fenomenal para recibir la verga que está más tiesa que nunca, y que se la meto durísimo y ya no me importa que me oiga mi hermano o Lucía o quien sea, y que Livia se pone a mover el culo divino arriba a abajo y que le sigo metiendo la pinga por su rajita, y me dice "ay patroncito deme su lechita" "deme toda su lechita patroncito" "esta india puta quiere leche", hasta que siento el semen bajando por mi verga, y pienso que si no fuera por el condón, le estaría dando toda la leche al coñito divino de Livia, que sigue balbuceando en su lengua hasta que pone los ojos en blanco y me atrae hacia ella, para decirme que se siente rica mi leche en su concha, y me quedé yaciendo sobre ella, que me dijo que me quería sentir encima.

Después de recuperar el aliento, me acosté a su lado, estaba sudada y respiraba con agitación, pero el olor de su cuerpo era diferente al de cualquier mujer con la que hubiera follado antes, era un olor diferente, primal, silvestre, no olía a sexo ni a sudor, era indescriptible, y divino a la vez, era algo así como el de las yeguas en celo...

La observé de cerca en mi cama, y se veía la diferencia entre nosotros, yo apenas de 18 años parecía un niñato blanco torpe, y ella pequeña, rellenita y muy morena, toda una mujer a los 26 años en la plenitud de su juventud, sentí que quien estaba follando a quien fue ella a mi.

Entonces, que me pongo a ver de cerca y a acariciar y besar sus pezones oscurísimos, y que mi hermano Esteban y Lucía entran a la pieza medio desnudos entre risas, diciéndome que estaban escuchando todo desde el cuarto de los viejos...

Livia se queda de lo más tranquila con la intromisión, y qué Lucía le pregunta qué "cómo me porté" y que la indiecita contesta que muy bien, pero que me hacen falta una diez cogidas más para ponerme "a tono" y Lucía y mi hermano se ríen, y vuelve a preguntar que si me le vine "adentro" y ella muestra el condón medio lleno de leche, y que le dice a Livia que la semana que viene vayan a Pasto para comprarle las pastillas anticonceptivas que ella usa, para que le pueda echar la leche adentro, que sentir la leche en la panocha es divino...

Mi hermano buscó una botella de ron de Caldas y nos tomamos la mitad en mi cuarto, hasta que nos volvimos a poner a tono, y Lucía le preguntó a Livia que si quería coger con mi hermano, y mi hermano dijo que no, porque me vio medio molesto con la proposición, ¿Y podemos verlos cachando? Y Livia accedió, así es que nos pusimos a coger delante de mi hermano y Lucía, quien se tocaba su panocha con los dedos, y eventualmente le agarraba las tetas a Livia mientras me mamaba la verga o estaba cogiendo arriba de mi, y mi hermano veía divertido hasta que él comenzó a coger a la cocinera a cuatro patas en una estera de cáñamo que yo tenía debajo de mi cama

Entonces fuimos la indiecita y yo que veíamos fascinados a mi hermano encajándole la verga desde atrás a Lucía, que nos tiraba besos y gesticulaba morbosamente con la lengua, mientras sonaba eróticamente el impacto de la ingle de mi hermano en la panocha de Lucia, quien se vino ruidosamente cuando Esteban le echó la leche adentro por tercera o cuarta vez esa tarde...

Espero comentarios.

(9,50)