Nuevos relatos publicados: 6

Lluvia y playa ¿Qué puede salir mal?

  • 6
  • 6.160
  • 9,75 (8 Val.)
  • 0

Amigos lectores y lectoras, hoy os traigo un relato con la Señorita R y una playa un día de lluvia. 

No sé qué tienen los días de lluvia que me ponen algo melancólico, pero a la vez me excitan. Claro que si ese día de lluvia transcurre en la playa a mí me resulta aún más excitante. Esa es la historia que les relato a continuación.

Era un viernes de finales de noviembre cuando me encontraba solo pasando un fin de semana en la playa. Todo era perfecto: el sol, la dorada arena y las límpidas aguas del mar Cantábrico que abrazan las costas de mi país. A eso de las 4 de la tarde el cielo empieza a tornarse gris plomizo y ya a las 5 estallaba una tormenta, con agua, viento y unos truenos que hacían crujir los tablones de la puerta en la vieja cabaña que yo habitaba.

Yo que desde niño he sentido verdadero júbilo al presenciar el esplendor terrible de una tormenta, estaba en la playa llevando sobre el cuerpo no más que una desgastada camiseta y unos pantalones cortos. Reí, salté, bailé como loco en medio de la playa. Me sentía tan y tan exaltado, casi todo era perfecto. Excepto, claro que la Señorita R no estaba conmigo.

Hubiese sido perfecto como algo más que dos camaradas compartiéramos la dicha de observar la naturaleza en toda su magnífica belleza. Pero mientras dejaba que la lluvia corriera por mi rostro, así como si fuese un conjuro, se apareciera ella. Toda vestida de negro como un ángel caído. No lo podía creer, que estuviera aquí. Pero a menos que no estuviese padeciendo alucinaciones visuales la mujer que se acercaba era nada más y nada menos que la Señorita R.

Guao, parecía la respuesta a todas mis plegarias. La vi acercarse a mí lentamente, con pasos de felina, parecía que no le afectase el terrible viento que azotaba con fuerza las olas. Dejó escapar un hondo suspiro, sé que cuando la tenga enfrente no podré resistirme al embrujo de su voz, de su mirada y sus manos.

Sus manos… realmente adoro sus manos. Son tan femeninas, tan bellas. No soporto su lentitud, corro hacia ella y me lanzo a abrazarla como un loca. La beso, la muerdo, la aprieto entre mis brazos. Estoy tan feliz de verla. Ella me abraza, me aleja un poco de sí para mirar mis ojos y me da un beso profundo, caliente, ardiente que recorre cada una de mis terminaciones sensoriales. Yo le devuelvo el beso, acaricio su nuca y le digo al oído que la echo de menos.

Siempre había tenido la fantasía de hacer el amor en la playa bajo una tormenta y al parecer este era el día perfecto para satisfacer este tan largamente anhelado momento.

Mientras nos besamos, desabrocha con lentitud cada uno de los botones de mi camisa hasta llegar al botón de mis pantalones, cuando termina de desabrocharlo, le digo:

-¿Aquí?

Ella se encuentra absorta en la tarea de bajarme los pantalones y se limitó a asentir con la cabeza. Al dejarme solo en calzoncillos, me apresuro a quitarle toda su ropa. Nuevamente nos enfrascamos en un inolvidable beso. Me tira en la arena y empieza a acariciar mi cuello con sus labios. Lentamente, desesperándome, enloqueciéndome. Sus dedos tamborilean impacientes por mi espalda. Mientras yo asciendo y beso su frente, sus mejillas... mis labios descienden y aprietan su trasero. Mi amor tiene unas nalgas realmente hermosas que a veces me dan ganas de pellizcar en los momentos y lugares más inapropiados. Sus maravillosas manos acarician mis hombros mientras sentimos que la lluvia arrecia. Nuestros cuerpos son lavados bajo el torrencial aguacero mientras que casi asfixiados probamos el sabor de nuestros labios.

Es increíble… la agarro por los hombros y dando un giro de 180 grados la coloco a horcajadas sobre mí. Ella me mira sorprendida por tan brusco movimiento y yo solo sonrío y desciendo el rostro hacia el suyo, lentamente paso mi lengua por el humedecido contorno de sus labios, tomo entre mis dientes su labio inferior y luego de darle un pequeño mordisco, lo succiono. Mis manos recorren sus hombros y mis labios recorren con pasión su cuello, sus pechos. Me detengo en sus pezones, los besos, por la línea media recorro el camino hasta su ombligo donde paso mi lengua y en círculos danzantes mido su diámetro. Sigo, estimulándola, por sus gemidos el descenso hacia su sexo, lo beso y no le presto mayor atención. Beso la parte interior de sus muslos y aspiro su aroma.

Ella empieza por mis muslos, mis piernas, mientras todo mi cuerpo tiembla no solo a causa del frío si no del placer tan grande que me produce que recorra con sus labios mi cuerpo. Llegando a mis pies, mete mi dedo grande dentro de su boca y le da un mordisco. La miré entre extasiado e incrédulo.

Con sus manos dirige su cara hacia mi excitada masculinidad. He decidido no hacerla esperar más. Con verdadero amor sus labios recorren mi miembro, lamen sus bordes y succionan sus contenidos... Mientras yo apretaba sus hombros sintiendo la necesidad de estar dentro de la Señorita R. Ella se dio cuenta de lo que necesitaba y agarrando mi miembro entre sus manos, se sentó encima de mí y lentamente empezó a cabalgarme mientras la lluvia caía en nuestros cuerpos.

La arena húmeda de la playa, los truenos sonando en la lejanía hacían casi insonoros nuestros gritos de placer, se estaba tan bien, su feminidad recorre mi longitud y su interior lo alberga entrañablemente. Es como el candado y la llave, nuestros miembros están hechos para acoplarse a la perfección. Sus caderas empezaron una danza ansiosa, descienden, ascienden hasta que pierdo el control de mí y en un delirante momento su ser se vierte en mí mientras el cielo lo hace sobre nuestros cuerpos. Notar sus fluidos calientes, deslizándose entre mis muslos y la lluvia fría hicieron que yo también soltara mi amor a chorros dentro de ella.

Sabía que a ella también le gustaba ese paisaje y no podíamos acabar ya, tenía que darla más placer, así que con mis manos agarré sus nalgas y sacando mi miembro de dentro de ella hice que subiera hasta mi boca, para darle placer y hacer que se vaciara, de nuevo, en mi boca, en mi cara, jugando con mi lengua mientras la Señorita R se movía como poseída por las olas que iban y venían.

Extasiados en la playa nos quedamos mientras la lluvia nos mojaba y vimos como empezaba a salir el sol entres nubes y relámpagos.

Espero que os haya gustado este relato, os recuerdo que los comentarios y valoraciones son gratis. Nos leemos.

(9,75)