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Madre e hijo, experiencias eróticas (Partes I y II)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Mi nombre es Paul, tengo 28 años, un cuerpo bastante bueno, me cuido y hago deporte. Mi madre, Nati, tiene casi 60 años, a pesar de ello, se conserva bien, es muy guapa, lleva el pelo corto y platino, tiene sus curvas, tetas grandes aunque algo caídas, y un culo un poco grande, redondo y apetecible. Mi padre tiene 66, y por lo que yo sé, ya no suelen hacerlo nunca, sobre todo porque mi madre suele ponerse a la negativa.

Esta historia, como otras, comienza conmigo, teniendo fijación por las mujeres maduras desde adolescente, y continua con el momento en que empecé a pensar en mi madre como mujer atractiva para masturbarme.

Esto, por supuesto, lo llevaba en secreto, pues no es algo que uno pueda expresar abiertamente. Mi madre, siempre ha sido una mujer que no ha tenido pudor en casa, era habitual verla salir del baño desnuda, cosa que a mí me encantaba, pues podía verla desnuda discretamente. Con los años yo fui subiendo el nivel, masturbándose con sus bragas, en su cama, etc. También encontré algunas fotos de mi madre medio desnuda que mi padre le debió tomar en la playa en algunas vacaciones, las cuales guardé para masturbarme, pero nunca me atreví a hacer nada más.

Con los años ella quería mantener algo la forma y me pedía ayuda y consejos para entrenar en casa, a lo que yo accedía claro. En ocasiones, cuando le daba pereza me pedía que entrenase con ella, así que yo, claro está me animaba a ello.

La ayudaba con las sentadillas, con las pesas, momentos en los cuales era inevitable algún roce, sobre todo cuando me ponía detrás de ella para ayudarla con la postura de las sentadillas. Para mi había un momento donde la erección era inevitable, y sé que mamá lo notaba.

Con el tiempo, y algunos entrenamientos más, mamá se fue comprando ropa de deporte más entallada, unos leggins, y un top que le apretaba y subía las tetas de forma muy sexy, y que me excitaba mucho.

Tras una de esas sesiones de entrenamiento donde sudamos y entrenamos bastante bien mientras mi padre se había ido a cuidar de mi abuelo todo el día, mi madre me dijo algo que me sorprendió:

-Ahora habrá que darse una ducha, que hemos sudado muchísimo eh Paul.

-¡Si! -le conteste- ¿Te duchas primero tu o entro yo?

-Podemos ducharnos los dos juntos, ¿o te da vergüenza?, como cuando eras pequeño y a veces te bañabas conmigo.

Yo, impactado en mi mente, tarde unos segundos en reaccionar, hasta que logre articular algunas palabras:

-Vale, vamos a la bañera grande que sino no cabremos.

Nos dirigimos al baño, dejamos la ropa sudada en el cesto y mamá entro primero a la ducha. Yo, tarde un par de segundos en entrar. Mamá abrió el agua de la ducha y empezó a caerle encima, mientras algo de agua me salpicaba a mí una vez había entrado.

La vista era increíble, el agua cayéndole por encima, su culo mojándose, sus tetas, algo caídas pero muy apetecibles mojándose, sus pezones grandes y rosados goteando agua que les llegaba. Su entrepierna tenía algo de bello ya empapado por el agua que se notaba que estaba cuidado.

Al poco mi madre me dijo:

-Pasa bajo el agua que cojo el jabón y el champú.

Cambiamos el sitio en la ducha y me rozó con una de sus tetas, yo hacía esfuerzos por no tener una erección, aunque ya empezaba a sentir que mi pene se estaba irguiendo. Cuando mamá se agachó un poco para coger el champú pude ver levemente su coño, algo que hizo que mi pene empezase a aumentar.

Cuando se incorporó mamá con el champú empezó a echárselo en la cabeza y a frotarse el cabello, para mí era como ver a la diosa Afrodita bañarse. Me pasó el bote y me empecé a echar también yo el champú en la cabeza. Ella tomó el gel del cuerpo, y comenzó a enjabonarse los pechos de forma suave, yo hice lo propio también. Al ver esa escena yo estaba ya totalmente erecto, y mi madre se dio cuenta, pero no dijo ni tampoco hizo gesto alguno.

Al poco se giró dándome la espalda y me pidió que la enjabonase, yo accedí y mi pene quedo a escasos milímetros de su culo, yo procuraba no rozarlo para evitar que fuera incomodo, aunque a veces era inevitable leves roces.

-Gírate hijo -me dijo mi madre- que te voy a enjabonar ahora yo. Mi madre se recreaba en mi espalda con sus manos.

-Que cuerpazo tienes eh, eres un adonis –me decía.

Nos aclaramos el jabón y salimos finalmente de la ducha, yo lógicamente seguía totalmente erecto.

Mientras mamá se secaba los pechos, a mis ojos de forma sugerente y trataba de secarme disimulando con poco éxito mi erección, por lo cual mi madre esbozaba una sonrisa divertida.

Cuando nos secamos y aun desnudos, mi madre me dijo:

-Gracias por el entrenamiento cariño –y me dio un beso cerca de la comisura de los labios.

Mamá salió del baño con la toalla en el brazo y veía como se iba al cuarto con sus nalgas moviéndose a cada paso.

Cuando llegó la noche y mi padre había vuelto, yo seguía alucinado por la experiencia de esa mañana. Mis ganas de masturbarme eran intensas, pero quería esperar a que se fueran a dormir mis padres, y así evitar una interrupción. Finalmente se fueron al cuarto, y escuchaba a mi madre decirle a mi padre:

-Ay, quita, que estoy muy cansada anda, no seas pesado.

Como era habitual casi siempre, mi madre no le daba sexo a mi padre.

Cuando deje de oír ruido, empecé a masturbarme, sencillamente recordando las experiencias de esa mañana. Tal era mi morbo y excitación, que apenas dure minutos.

Pero aquella sería la primera de una serie de experiencias que trascenderían hasta puntos que jamás habría imaginado.

Parte 2:

Pasó una semana desde aquella ducha erótica junto a mamá, donde yo no podía quitarme lo ocurrido de la cabeza. Solo con pensarlo levemente, me excitaba.

Al llegar el sábado y quedarnos nuevamente solos, yo únicamente pensaba en repetir el entrenamiento con mamá y confiar en que quisiera que nos duchásemos después.

Así pues, el sábado llego, y le ofrecí a mama entrenar juntos, a lo que ella accedió muy alegremente. Se puso su ropa ajustada, y un top nuevamente que hacia sus pechos muy sugerentes. El entrenamiento fue bien, sudamos, nos rozamos, y llego el momento de la ducha.

Yo ansiaba escuchar a mi madre sugerir la misma idea, y para mi fortuna, así fue:

-Bueno Paul, ¿nos pegamos otra ducha juntos? –dijo sonriente.

-¡Claro! -Accedí yo, haciendo énfasis en el entusiasmo que ello me suponía.

Nos desnudamos en el baño, y entramos de nuevo a la ducha juntos. Siguiendo un proceso parecido a la última vez. Mamá tomo el jabón y comenzó a enjabonarse los pechos, en un movimiento suave, circular y constante mientras me observaba con una suave sonrisa. Yo la miraba mientras iba echándome jabón por el pecho. Entonces, ella se acercó a mí, con sus manos llenas de jabón y comenzó a masajearme el pecho, situándose cerca de mí y de la erección que en ese momento tenía. Al poco me dijo:

-Venga date la vuelta, que te enjabono.

Yo, haciendo caso, le di la espalda y me deje hacer.

Mamá comenzó a pasar sus manos por mi espalda, frotando en círculos suave y maternalmente. Al poco, comenzó a pasar las manos hacia mi pecho bajando desde mis hombros. Para poder llegar más cómoda, se acercó a mí, y fue entonces cuando pude notar sus pechos en mi espalda, y el roce de sus pezones erguidos, y como los movía sutilmente en mi espalda, a la par que me acariciaba el pecho.

-Enjabóname tú ahora cariño –me dijo.

-Claro mamá, gírate –dije yo.

Me dio la espalda y comencé a enjabonársela. Me acerque mucho a ella y, tras dudarlo un poco, forcé el roce de mi pene erecto en sus nalgas. Pude darme cuenta que mamá dio un leve respingo cuando lo notó. Decidí intentar hacer el mismo movimiento que ella había hecho conmigo. Comencé a frotar sus hombros y empecé a bajar despacio por delante, haciéndole una especie de masaje. Mamá soltaba leves gemiditos de gusto, y me colocó sus manos sobre las mías. Por lo que no me atreví a bajar más hacia sus pechos.

Nos aclaramos el jabón con el agua, y salimos de la ducha. Nos comenzamos a secar frente a frente. Mamá se frotaba los pechos con la toalla, mientras yo me secaba el torso dejando ver mi erección. Pude observar que mama me recorría con los ojos de arriba abajo y percibí una pequeña sonrisa disfrutona en su rostro. Cuando se terminó de secar, se acercó a mí y me dio un abrazo. Notaba sus pechos pegados al mío, y mi pene erecto rozando su vientre.

-Gracias cielo –me dijo mientras me daba un beso de nuevo cerca de los labios.

Y se marchó a su cuarto a vestirse mientras yo observaba su culo moverse mientras se alejaba.

Esa noche claro está, me masturbe recordando sus pechos en mi piel y mi pene erecto rozando sus nalgas.

Al fin de semana siguiente, mi padre no tenía que cuidar de mi abuelo, así que como no iba a poder entrenar y luego ducharme con mamá, opté por irme a entrenar a la calle solo.

Cuando volvía a casa vi un mensaje de whatsapp de mamá, que decía:

“Que pena, hoy he echado en falta nuestro entrenamiento, y sin duda una duchita juntos, ducharme sola no es tan divertido (emoticono de guiño con lengua)”

Los días pasaron y yo solo deseaba que mi padre no estuviera ese fin de semana siguiente.

El jueves a la tarde fue mi madre quien me dijo:

-Oye, papá no está el finde, se va con el abuelo, así que a ver si entrenamos juntos –mientras me guiñaba un ojo.

Yo esboce una sonrisa y respondí afirmativamente, y lo cierto es que no cabía de la emoción.

El día llegó, y no hizo falta mediar mucha palabra, pues ambos queríamos entrenar. Así lo hicimos y esta vez fue yo quien le dije:

-Bueno, vamos a darnos esa duchita que me decías el otro día ¿no? –sonriendo.

-Pues si, que además hoy me va a sentar muy bien que me masajees –dijo mamá.

Nos desnudamos y entramos a la ducha.

Mamá se puso bajo el chorro de agua, ya que entró primero, y decidí acercarme a ella mientras me daba la espalda con idea de que notase mi erección en su culo. Entonces ella se giró, y quedamos frente a frente muy pegados mirándonos fijamente, quedando la punta de mi pene rozando su bajo vientre. En esos segundos que nos quedamos así, se sentía una tensión sexual muy potente. Finalmente mamá me dejo pasar bajo el agua y ella cogió el champú y el jabón.

Comenzamos a enjabonarnos, y llegó el momento en que mamá me pidió que me diera la espalda para enjabonarme, y para mi sorpresa me abrazó por la espalda pasando sus manos por mi pecho y abdomen. Cuando frotaba esta zona rozaba en ocasiones mi pene con el dorso de la mano haciendo ver que era sin querer. Yo en esos momentos estaba muy excitado, por ese roce, notar su vientre en mi lumbar, casi pudiendo notar su vello púbico rozándome y sus generosos pechos apretados contra mi espalda.

Me tocó el turno de enjabonarla, y repetí el proceso de la última ocasión, juntándome mucho a ella dejándola sentir mi erección en su culo, salvo que esta vez ella lo esperaba ya. Cuando llevaba un rato masajeándole los hombros y la espalda, mamá tomó mis manos con las suyas, las deslizo por el lateral de sus pechos, permitiéndome fugazmente rozarlos, bajo hasta sus caderas, y me hizo rodearle el vientre con sus manos, quedándome esta vez yo muy pegado a ella. Tan pegado estaba que mi pene estaba aprisionado contra el culo de mamá, y además ella se movía ligeramente haciendo que mi pene le rozase las nalgas.

Finalmente y tras un rato así mama se giró me dio un beso en la mejilla, y dijo:

-Vamos a aclararnos ya cielo.

Ella se empezó a remojar y salió primero y se rodeó el cuerpo con la toalla. Cuando salí de la ducha ella abrió la toalla, brindándome una imagen deliciosa de todo su cuerpo desnudo, ese cuerpo que deseaba desde hacía años, y que ahora parecía más accesible a mis deseos sexuales. Nos rodeó a ambos con la toalla para secarnos, y quedamos pegados frente a frente, sus pechos con mi torso, su vagina próxima a mi pene erguido.

Al cabo del rato se separó de mi, me volvió a dar su ya habitual beso en la comisura de los labios, y me dijo:

-Gracias cielo, me encantan estos ratitos –con una amplia sonrisa de satisfacción en la cara.

Yo para variar, aquella noche, no pensé más que en aquello mientras me masturbaba.

No obstante, algunos días después descubriría que no era el único que se masturbaba en casa…

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