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Madre instruye a su hija

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Amanecía, la criada descorrió las grandes cortinas que cubrían aquellos ventanales que llegaban hasta el piso. Los rayos de sol dieron directamente sobre la cama donde dormía aquella muchacha rubia.

Ya pasaba la hora del mediodía, pero eso le importaba poco a Sabrina, era su hora habitual de despertar. Entreabrió los ojos, miró a la criada y se tapó la cabeza con la almohada.

-Señorita Sabrina, ya están todos esperándola para almorzar, recuerde que hoy debe viajar a su nuevo colegio, el Santo Camino de Jesús.

En eso se abre la gran puerta de la habitación de dos hojas y entra en ella una mujer elegantemente vestida, con los típicos atuendos de la clase alta de la época victoriana, segunda mitad del siglo XIX.

-Puedes retirarte Lisbeth yo me arreglo con ella.

-Si mi Lady – respondió la criada y salió de la estancia.

La mujer se sentó al borde de la cama y le dijo con voz suave y calmada a su hija.

-Debes levantarte, yo sé que no es tu deseo ingresar en aquel colegio, pero servirá para formar tu carácter, hacer amistades y ser mejor persona. Además no todo serán estudios, ya lo veras.

Dicho esto descorrió las ropas de cama, mostrando a la muchacha que todavía se mantenía boca abajo con una pierna estirada y la otra recogida, dejando ver la forma de su culo hacía arriba un poco de lado. Paso seguido levanto el grueso camisón hasta enrollarlo a la altura de la cintura de su hija. Tenía un hermoso culo redondito y apetecible. La mujer se quedó unos momentos viéndolo y luego estiro ambas manos hacia el borde superior de la prenda íntima para tirar hacia abajo, desnudando aquellas nalgas exquisitas, que en aquella posición exhibían un ano color crema y un coño maravilloso.

La muchacha se hacía la dormida evidentemente, solo estaba dejando hacer a su madre. Sintió ser destapada, y luego al darse cuenta que su madre estaba sentada solo observándola, decidió incentivarla. Haciendo que su culo resaltará lo más posible por debajo del camisón.

Cuando su madre le levanto el camisón en ese momento pensó sí estaba bien aquello, pero se dijo, es mi madre, ella sabe lo que hace. Y de pronto los colores se le subieron al rostro, su culo y sus lugares íntimos estaban a plena vista.

La mujer miro un momento aquel anito hermoso y sin pensarlo más hundió su cara allí, comenzó a hundir su lengua en aquel orificio prieto y dos dedos en aquel coño virgen.

La muchacha abrió mucho los ojos y su boca, al sentir que su madre metía su cara entre sus nalgas y comenzaba a lamer. Espasmos intermitentes le corrían por todo el cuerpo a cada lengüetazo. De pronto sintió unos dedos hurgando en su coño y un pulgar masajeaba su clítoris, estaba en las nubes, no podía creer aquello que le hacía su madre.

-Mamá, que está haciendo? Por Dios! Esto es pecado!

-Solo es una muestra de lo que experimentaras en aquel colegio católico, mi cielo.

-Pero, pero…

-Solo disfrútalo, tu ano es delicioso y tu coño está muy mojado

Siguió lamiendo y dando dedo a su hija que gemía cada vez más alto hasta llegar a dar casi alaridos de placer, ya que nunca había experimentado aquellas sensaciones, después de un rato entre espasmos y gemidos de agonía la muchacha tuvo un orgasmo que la dejo casi desvanecida. Su madre se puso de pie levanto sus faldas y se quitó sus bragas, para luego subirse a la cama de rodillas, dejando el cuerpo de su hija entre sus piernas.

-Mamá y ahora que haces?

-Ya te mostré algo de lo que te harán, ahora toca que veas algo de lo que tú debes hacer, ponte boca arriba.

Sabrina se colocó boca arriba mirando el alto techo y de pronto algo obstruyo su visión y se apoyó sobre su boca y nariz, era algo, húmedo, tibio, con un olor algo fuerte Su madre se había sentado sobre su cara y le restregaba con fuerza aquel coño regordete y de labios grandes. Lo hacía con fuerza casi ahogándola.

-Ahora saca tu lengua mi amor y métela en el coño de tu madre, vamos hazlo.

Sabrina lo hizo y sintió un sabor salado en su lengua, no le agradó demasiado pero no tenía alternativa, sí no lamía se asfixiaría, además aquello también la estaba excitando mucho.

La mujer movía su pelvis sobre el rostro de su hija, sintiéndose cada vez más caliente y mojada, comenzó a desabrochar los botones frontales de su vestido, mientras ya jadeaba fuertemente. Cuando termino de hacerlo lo dejo caer de sus hombros, quedando con un escotado camisolín de seda, que dejaba asomar unos enormes pechos de pezones grandes y cafés.

Giro sobre sí misma y así en esa posición inclino su cuerpo hasta el coño de su hija, para empezar a chuparlo con ansias. Sabrina dio un sobresalto al sentir la lengua caliente en su clítoris. Estaban haciendo un perfecto 69, madre e hija.

Sabrina lamía el coño a su madre y miraba aquel ano oscuro a cinco cm de sus ojos, de pronto le vino el impulso y junto sus tres dedos centrales de la mano derecha, los apoyo en el culo de su madre y empujo metiéndolos a la fuerza, sintiendo como sus dedos eran presionados por aquel ano cerrado y palpitante.

Ana que así se llamaba la veterana mujer, hizo un visible gesto de dolor al sentir su culo invadido de aquella manera tan brusca. Pero siguió lamiendo y decidió devolverle el favor a Sabrina, junto no tres sino cuatro dedos y los metió con fuerza en el culito de su hija.

Sabrina grito fuerte al sentir su ano virgen ser invadido de aquella forma, empezó a gemir y sollozar mientras trataba de no perder aquella batalla con su madre, entonces agrego el dedo meñique en el culo de Ana, así sumando ella también cuatro dedos dentro.

Las dos gemían y gritaban como dos desaforadas, ya habían llegado varias veces al orgasmo, pero ninguna quería pedir basta. Ana decidió ir más allá y metió dentro de su hija también el dedo pulgar y empezó a hacer movimientos semicirculares de vaivén tratando de ir metiendo su mano completa en el culito de Sabrina.

La muchacha pensaba que su culo se iba a desgarrar, no dejaba de gritar y de sus ojos ya rodaban lágrimas, cuando sintió los nudillos de su madre estirando al máximo su esfínter. Ella también pugnaba por meter la suya en el culo de su madre, pero no tenía la fuerza y la pericia suficiente, no lograba meter los nudillos dentro. Además estaba medio histérica por el dolor y placer que su madre le proporcionaba.

Ana sintió que su hija no podría meterle el puño entero y se sintió triunfadora, pues su hija comenzó aquel juego tomándola por sorpresa pero ella con su experiencia sería la ganadora. En un movimiento brusco empujo con fuerza y metió su mano completa hasta más arriba de la muñeca en el culito de su hija, comenzando a mover dentro de aquellas entrañas calientes, húmedas y apretadas.

Sabrina dio un alarido al sentir su culo abierto y penetrado de forma tan desgarradora, siguió gimiendo, gritando y llorando mientras su madre movía su mano y casi medio antebrazo dentro de sus entrañas. Sentía que su vientre se abultaba en cada embestida. Ya no pudo más, era incapaz de lamer o chupar el coño de Ana, solo atinaba a mover un poco los dedos dentro de su culo.

-Ya no puedes más he Sabrina? Tu comenzaste el juego, pero yo tengo mucha más experiencia que tú.

-Aay madre ya no puedo más, basta por favor!

-Solo queda una cosa, ponte de rodillas y abre la boca!

Sabrina lo hizo y Ana de pie sobre la cama comenzó a orinarle el rostro y la boca, la orina caliente rebotaba con fuerza sobre la cara de la muchacha y se escurría hacia el camisón haciendo que se pegara a la piel trasluciendo unos pechos medianos y turgentes de pezones rosados. La muchacha hacia muchos gestos de desagrado tragando aquella orina caliente, oscura y agria que le quemaba la garganta.

Cuando termino, Ana le quito el camisón mojado a su hija, dejando su hermoso cuerpo desnudo. En sus 18 años, era una belleza de muchacha en su esplendor.

-Ahora debo secarte – dijo Ana y acto seguido comenzó a lamer las mejillas, luego el cuello, el torso y finalmente aquellos senos tan sabrosos de su hija.

-Oh madre, ya no doy más, que más me vas a hacer?

-Calla y deja que te sequé.

Ana continuo lamiendo hasta dejar el cuerpo de Sabrina completamente seco, luego se bañaron juntas y bajaron a almorzar como si nada hubiera pasado. Pero Ana estaba orgullosa de la lección amatoria que le había dado a su joven hija y Sabrina trataba de disimular el dolor en su culo, pensando que si lo que le había hecho su madre era una muestra, que le esperaría en el colegio católico para señoritas El Santo Camino de Jesús?

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