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Mario (10 de 22): Y todo estalla

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Estaba terriblemente nervioso, tanto que sentía ligeros mareos, la decisión estaba tomada y lentamente comencé a vestirme, me sentía a gusto dentro de aquella ropa, diferente en algún sentido.

Había pasado mucho tiempo en el baño, lavándome el pelo que no me terminaba de decidir a cortarlo, me lave todo, por si Guillermo tuviera algún ocurrente deseo para satisfacerle. Tenía que ir preparado para lo que saliera, aunque tampoco era probable con Robert en la casa, cuidaba mucho las formas.

Decidí que las seis era una hora prudente, todos los invitados estarían entretenidos, con juegos o ya algo bebidos descansando. Cogí el autobús y me bajé una parada antes para andar e intentar tranquilizarme.

Desde la carretera se escuchaba el ruido de la música, sin estridencias, borrada a veces por voces de júbilo o protesta. La puerta del jardín estaba sin cerrar con llave, esperando hipotéticos invitados, no tuve que llamar y tampoco usar la llave que Guillermo me había entregado, hasta ahora pasaba desapercibido.

Las voces me llevaban hacía la zona de piscina desde donde se escuchaba más ruido, rápidamente distinguí a Guillermo, vestido de verano y, entre risas, atendiendo a dos muchachos con los que hablaba entre grandes gestos explicándoles algo.

Él también me miró, sin sorpresa, me esperaba. Otros jóvenes permanecían delante de una mesa repleta de refrescos y bebidas, con platos de comida para picar, con frutas exóticas y de aspecto delicioso.

En la piscina, y fue lo último que miré, estaba Robert, jugaba con dos chiquillas que intentaban abrazarle para hacerle caer entre gritos de victoria cuando lo conseguían. Un equipo de música amenizaba el encuentro.

En un primer momento me sentí desplazado y fuera de mi mundo, cada uno estaba a lo suyo y nadie me prestaba atención cumpliéndose precisamente lo que quería.

Estuve así unos momentos, unos metros alejado de la piscina mirándoles, por el rabillo del ojo veía que Guillermo no apartaba la mirada de mi.

Pensé en meterme en la casa y por lo menos hablar con Justa, buscar alguna pregunta que hacerle, algo para pasar el tiempo. Me di la vuelta y entonces escuché el grito.

-¡Marin! ¿Llegas tarde y ya te marchas?, cámbiate y ven al agua.

Me volví con el tiempo justo de ver a Robert saltar con agilidad saliendo de la piscina y corriendo hacia mi.

-¡Joder, joder, joder! Qué ganas tenía de verte. -me abrazó elevándome del suelo, estaba totalmente mojado pero parecía no darse cuenta. Me dejó en el suelo otra vez y sin soltarme las manos se alejó para mirarme.

-Estás guapísimo, más que nunca. -no me dejaba decir una palabra, hablaba como una máquina.

-Vamos arriba, te he traído un regalo de la gran nación americana. -su voz sonaba burlona pero tiraba de mi mano, haciéndome que fuera tras de él, corriendo casi.

Su habitación está en la planta superior, no le importaba dejar las huellas mojadas de los pies en el brillante parquet, reía sin cesar con la alegría que ha tenido siempre.

-Te va a gustar, seguro, me costó decidirme, todo son tonterías para turistas. -entramos en su habitación y repitió la inspección que antes me hizo.

-De verdad que has mejorado, y te veo diferente.

-No ha pasado tanto tiempo, son tus ojos. -me abrazó estrechamente acercando la cara a la mía.

-Te voy a besar Marin, no pudo aguantar más. -no me dejó responderle, ni apartar la cara si eso fuera lo que hubiese deseado, selló sus labios con los míos y con la lengua los acaricio.

-¡Robert!

-No hables, déjame que sea yo el que te diga que te quiero aunque eso ya lo sabes.

-Durante todo el viaje lo he estado pensando, no puedo vivir sin ti Marin.

-¡Oh! Robert. -me emociono tanto que rodeé su cuello y coloqué la cara sobre su pecho mojado.

-Te pido que seas mi novio, no se si te pareceré cutre, o ridículo, pero eso es lo que quiero decirte antes que nada.

-¿Por qué has esperado hasta ahora?

-No estaba seguro, luchaba conmigo mismo, y con lo que quiere papá, y ahora se lo que yo deseo. Marín no me digas que no porque se que tu también lo quieres.

-Vamos a buscar a papá y darle la noticia. -tomaba las decisiones sin contar conmigo y dando por supuesta mi conformidad con lo que él pensaba.

-Espera, no se seas precipitado. -comencé a sentir angustia, daba por hecho que había aceptado su propuesta.

-Ibas a darme un regalo, para eso hemos subido.

-¡Ayy! perdona con lo nuestro lo había olvidado. -me dejó y comenzó a buscar en una maleta abierta que tenía aún sin vaciar. No sabía que camino tomar y necesitaba la ayuda de Guillermo para saber por donde escapar.

Lo que fuera lo encontró con rapidez, una cajita de cartón sin envolver para regalo.

-Abrelo, o puedes dejarlo para más tarde, quiero que papá lo sepa. -tuve que seguirle en una alocada carrera escaleras abajo.

-Has visto donde se encuentra mi padre. -le preguntó a una de las chicas que entraba del jardín.

-Hace un momento lo vi marchar a su despacho. -la puerta estaba abierta y Guillermo fumando miraba una pantalla de ordenador con datos.

Nos plantamos en un minuto delante de él, Robert me cogía de la cintura haciendo notar su actitud de posesión.

-Papá, Le he pedido a Marín que sea mi novio. -su padre se puso de pie en un movimiento rápido.

-¡Qué, qué has dicho?

-Lo llevo pensando mucho tiempo papá y he tomado una elección.

-Pero si te vas a marchar en unas semanas y esto resulta precipitado a todas luces.

-Le amo, tu lo sabes, y él me ama. ¿En qué más hay que pensar?

-Tus estudios, no estas para comprometerte con un noviazgo ahora.

-Voy a ir a Chicago como tu quieres, déjame que pueda elegir en esto.

Guillermo le argumentaba y Robert destruía cualquier razonamiento que le presentaba. Algunas veces Guillermo me miraba interrogándome con los ojos, y yo solamente podía encogerme de hombros.

-Vas a estar mucho tiempo fuera, sois jóvenes y podéis cambiar de opinión.

-No papá, no voy a cambiar porque se lo que quiero tener, además tu podrás cuidar de Marin en mi ausencia, vendré un par de veces al año en vacaciones.

-A Marin no renunciaré, debías alegrarte, a mamá le hubiera gustado esta noticia. -Guillermo parecía hundido y se quedaba sin argumentario.

-También yo quiero a Marito y me alegro de esto, pero ha sido tan repentino, debes pensarlo y no comprometer a Mario.

-¡Por favor papá! No te voy a pedir otra cosa, déjame ser feliz pensando que nos queremos y que Marin está ligado a mi. -Robert abrazó a Guillermo y este al fin consintió en lo que Robert quería.

-Esta bien, si los dos lo deseáis y estáis de acuerdo no voy a objetar más. -Robert nos unió en un abrazo.

-Sabía que no te opondrías, no más de lo necesario, te quiero pape, los dos te queremos y ahora tienes dos hijos que te van a quererte siempre. -Robert estalló a llorar, mansamente, mientras repartía sus besos entre su padre y su novio.

Enseguida se escucharon gritos reclamando a Roberto, le buscaban para que saliera, se limpio los ojos, también yo que los tenía mojados.

Abrí la cajita de cartón en un momento que Robert atendía a sus compañeros, habíamos vuelto a salir, las dos chicas vinieron para llevárselo a la piscina y nos presentó, a mi como su novio, ellas eran sabedoras de lo que Robert sentía, les había hablado de mi, y solamente me abrazaron besándome.

El regalo era bonito, o me gustaba como Robert predijo, la estatua de la libertad embutida en un metacrilato, labrado en forma de brillante. En un momento que Guillermo pudo separarse del grupo me cogió del brazo.

-Vamos dentro, tenemos que hablar. -volvimos a su despacho aprovechando que Robert estaba entretenido con algunos invitados, aunque de vez en cuando miraba hacia mi y me sonreía entusiasmado.

-¿Que es lo que ha pasado Marito? -Guillermo me hablaba agitado cogiéndome de ambos brazos.

-Se lo mismo que tu.

-¿Por qué le has aceptado? -ahora me miraba con enfado.

-Ya ves que él se lo dice todo, no me ha dejado decirle que si o no, parece haber pensado mucho lo que hace y no admite negativas, tu lo has visto. -me soltó y se dirigió hacia la ventana, miró hacia fuera.

-Tenemos que hacer algo Marito, esto hay que pararlo.

-Digámosle la verdad, será mejor pronto que tarde y le dolerá menos. -me miraba con los ojos muy abiertos, casi asustado.

-Decirle ¿qué?…

-La verdad Guillermo, que soy tu amante y nada más.

-¡Estás loco!, ¿cómo crees que se lo tomaría y lo que pensaría de mi? Saber que follo contigo, un muchacho de su edad, además con su mejor amigo del que quiere ser novio, y cualquier otra locura más. Me despreciaría y no lo voy a consentir.

-No veo otra forma de terminar con esto mas que siendo sinceros. -a mi me dolía más que a él, estaba seguro de eso, pero sería lo mejor y quizá nos perdonara con el tiempo.

-Tenemos que pensar, tiene que haber una manera de arreglarlo. -daba pequeños golpes con el puño cerrado en el brazo del sillón y volvió a levantarse para mirar por la ventana. Llegó donde mi y volvió a cogerme de los brazos, me apretaba hasta hacerme daño.

-Lo dejaremos como está hasta que encuentre una solución, o podemos esperar a que se marche, solo son unas semanas y ya lejos él mismo lo olvidará. -ni Guillermo , ni yo, podíamos imaginar las nefastas consecuencias que desencadenaría esta decisión.

-¿Quieres que le siga la corriente, que sea su novio este tiempo?

-No nos queda otra opción.

-Será terrible cuando se entere. -Guillermo respiraba muy fuerte y su aliento me llegaba a la cara.

-No tiene por qué saberlo, no le diremos nada. Tu solo tienes que simular que estás conforme con lo que él desee y nada más, no te será muy difícil y solo durará unas semanas. -Guillermo no pensaba más que en él y como resolver su problema, sin tener en cuenta los sentimientos de los demás, ni siquiera se había detenido a pensar lo que yo pudiera sentir, ni en las implicaciones afectivas entre su hijo y yo que esto acarrearía..

-Vamos a actuar así, vas a hacer el papel que te corresponde. Marito quiero a mi hijo como a nadie y nada me distanciará de él si puedo evitarlo. -nos interrumpió la voz de Robert que llegaba del jardín, ahora era yo el reclamado.

-Voy a ponerme un bañador que he traído. -había dejado la bolsa que traje en su despacho.

-Voy arriba a cambiarme, tu sal al jardín y justifícame dándome tiempo.

El resto de la tarde no estuve solo, Robert me fue presentando a los chicos que serían sus compañeros los años siguientes, todos ellos parecían estar enterados de las preferencias sexuales de Robert, y entre risas le felicitaban por la elección que había hecho y su suerte por tener un novio, “guapo de verdad”, le dijo uno de ellos.

A las diez de la noche intenté despedirme, los autobuses comenzaban a distanciar los horarios en sus recorridos y deseaba regresar a una hora prudente.

-No te preocupes, yo te llevaré a tu casa.

A las once y media detenía su coche delante de mi portal, tenía puesto el seguro de la puerta y solo él podía abrírmela.

-¿Qué hablaste con papá? ¿No intentaría algo raro? -el corazón me dio un vuelco, temí por un momento que hubiera adivinado lo que existía entre su padre y yo.

-¿Algo raro? ¿cómo qué? -mi voz se escuchaba preocupada, más aún, aterrada.

-¡Ja, ja, ja! Pareces inquieto Marín. -me sujetó la barbilla y lentamente me besó en la boca, me separé y escondí la cara contra su camisa.

-No quiero que estés nervioso, papá es capaz de intentar Influir en ti, le gusta confabular y es raro que haya accedido a lo nuestro tan rápido, dejándose convencer sin luchar.

-¡Ohh! Robert, ¿creés que él no quiere lo nuestro?

-Seguro que no, no por ti, sabes que siempre te ha querido, pero hubiera deseado que eligiera a una chica, y que esta le diera nietos, terminará por aceptarlo.

-Robert, no estoy seguro de que estemos haciendo lo correcto.

-¿De qué tienes miedo Marín? Estos días te demostraré que no es como crees, nos vamos de viaje tu y yo, solos para ganar el tiempo perdido.

-¡Pero Robert!

-No hay peros. Mañana, cuando mis amigos se despidan, y será a la mañana vendré a por ti, te quiero ver preparado para montar en el coche y salimos volando lejos.

Poco más hablamos, Robert tenía que hacer mejores cosas con su boca y la mía.

En la cama pensaba que tenía que dejar de preocuparme por lo que pasara después, aprovechar el momento y disfrutar de Robert todo lo que pudiera. Olvidar los problemas que, inevitables, después vendrían, y por fin con esa decisión tomada comencé a ser feliz.

A la mañana siguiente tenía el tiempo medido para hacer lo que quería, llamar a Migue, y sin muchas explicaciones, decirle que marchaba de viaje con Robert, él quería hablar pero corté la comunicación sin más.

Esperé en la puerta de la tienda de don Andrés, porque aún estaba cerrada, no eran las nueve de la mañana. El primero que apareció, y venía distraído por la acera fue Aldo, levantó la cabeza y al reconocerme aceleró el paso.

-Marito, ¿sucede algo? -veía al pobre muchacho preocupado, todo había cambiado para bien.

-Voy a salir de viaje y necesito que me hagáis un favor.

-Lo que tu quieras, yo me ocuparé.

-No puedo dejar dinero a mi abuelo, se lo gastaría en el juego, por eso necesito que una vez a la semana le subáis lo que necesite, puedo pagaros por adelantado.

-No hace falta, te guardaremos la cuenta, ya sabes lo que dijo mi tía, y no tienes que preocuparte, yo me ocuparé de él y de vigilarle también.

Ahora miraba a aquel brutote de chico como si fuera mi ángel y me puse de puntillas para besarle la mejilla.

-¡Gracias, gracias Aldo! Me has quitado un enorme peso de encima. -el muchacho se pasó la mano por la mejilla donde había depositado el beso y se la llevo a los labios.

-Ahora me voy tengo cosas que hacer antes de marcharme. -dí la vuelta y emprendí el camino de regreso. Escuché su voz algo elevada.

-¡Marito, Marito! Hoy estás muy guapo. -era el primer hombre que había notado mi falda pantalón y camisa nueva, sonreí para mí y le agradecí mentalmente el piropo.

Reuní en una bolsa las pocas cosas que podía llevarme y me dispuse a hablarle al abuelo. Permanecía sentado en la sala, últimamente pasaba mucho tiempo mirando la puerta abierta de la habitación de mamá.

-Voy a salir de viaje abu. -le expliqué que le subirían de la tienda lo que necesitara, no me preguntaba nada, como si no me escuchara hasta que pareció reaccionar.

-¿Quién te lleva de viaje?

-Voy unos días con Robert, el hijo de don Guillermo.

-¿Él lo sabe?

-Mejor aún, lo ha ordenado? -no era exactamente así, pero se quedaría más tranquilo.

-Así comenzó tu madre hasta marchar definitivamente.

-Yo volveré abu, yo no soy mamá.

**************

Al mediodía llegábamos a Pamplona, el calor era agobiante y solo se soportaba por el aire acondicionado del coche. Nos detuvimos para comer y porque Robert quería comprarme algo de ropa y una maleta.

Esperamos en las tiendas, allí se estaba mejor, hasta que el calor cedió ligeramente, compramos una maleta trolley pequeña, unas camisas de manga corta, camisetas de tirantes y bañadores para usarlos como pantalones y continuamos nuestro camino, no veía que Robert mirara un mapa y el navegador del coche lo llevaba desconectado.

-¿Dónde vamos Robert? -llevaba puestos guantes de conducir que le dejaban libres los dedos y con la derecha acarició mi pierna.

-A ninguna parte fija, donde nos lleve este. -golpeó ligeramente el volante del automóvil.

-Sin hoteles reservados, nos detendremos donde queramos y dormiremos donde nos den habitación, o bajo el manto de las estrellas, sin tiempo para estar más o menos en un lugar, estaremos donde nos guste y comeremos cuando tengamos hambre. ¿Qué te parece amor?

-Solo quiero estar contigo, no me importa el lugar Robert, pero llevas una dirección, viajamos hacia el este.

-Lo seguro es que empezaremos donde arranca Cataluña y bajaremos hasta donde podamos llegar, sin lugares fijos. -sujeté su mano contra mi pierna y pensé que era un viaje bonito, a la aventura y sin preocuparnos de nada, solamente de gozarnos mutuamente y soñar que aquello se volviera eterno.

Nos detuvimos en Javier para dormir.

-Solamente nos queda una habitación y tendrán que compartirla. -una muchacha uniformada nos atendía amablemente, no necesitábamos más.

La trucha estaba exquisita, salimos al jardín, en solamente una hora el bullicio se había calmado, nos sentamos en la terraza ocupando un balancín de dos plazas. Algunas farolas iluminaban la plaza y los niños aprovechaban los últimos momentos para jugar antes de ir a la cama.

Me recosté en su hombro y él aprovechó el momento para besarme.

-Ya aparecen las primeras estrella. -la última luz de la tarde perfilaba las murallas de piedra del castillo.

-Te amo Robert.

-Me alegra que lo digas, yo te adoro Marín mío.

-¿Subimos a la habitación?

-Deseo estar ya en ella. -aunque Robert quería iniciar un beso que no tendría fin me liberé de su abrazo.

-Voy a prepararme

-No importa, luego nos lavamos la boca.

-Hablo de otra cosa amor.

-¡Ohhh! Claro, claro que si.

Estaba sobre la cama, con un bóxer ajustado como única ropa, volví a ver en él a su padre, eran iguales y distintos, como la diferencia de edad, Guillermo se la triplicaba, y había otros detalles más, la mirada lánguida y acariciadora de su madre, la sonrisa fácil y el que no llevara bigote.

-Ven a la cama, ¿o quieres que vaya a buscarte? -me tendía los brazos para que fuera. Salté encima de la cama y me uní a él.

-¡Oh Robert! Tu recuerdo sigue en mi y no has cambiado.

-Yo también recuerdo. Me dijiste que no y aún espero. -hizo la intención de moverse y me adelanté a él abrazándole, con el brazo sobre su pecho para que no se moviera.

-Robert, deseo que me hagas el amor.

-Es lo que voy a hacer desde ahora. -me abrazó y me colocó tendido sobre el, dejé la cara en el centro de su pecho, a diferencia de Guillermo tenía menos pelos, dos anchas manchas rodeándole las tetillas y unidas en el centro, bajando en un delgado camino hasta el ombligo, más abundante en el abdomen y con profusión lo que desparecía en la tirilla de goma del bóxer.

Besé lamiendo el pequeño pezoncito puntiagudo y me desplacé para mirarme en sus ojos.

-Siempre lo quise hacer.

-Pero se lo hiciste a tu primo en lugar de a mi, ¿le preferías a él?

-Nunca mi amor, no se el por qué, pero necesitaba que sintieras celos.

-Lo conseguías muy fácilmente.

-Solo te amaba a ti. -baje de él dejando solamente la cabeza sobre su pecho, con la mano derecha llegue al bulto que mostraba en la entrepierna y lo acaricie sintiendo su calor y como temblaba.

-¿Puedo verlo?

-Es para ti, pero en igualdad de condiciones, desnúdate… -sin bajar de la cama me quité el slip, Robert mordía impaciente su labio inferior. Me senté sobre sus piernas y sujete el elástico con ambas manos, comenzando a deslizarlo.

-No lo recordaba tan…, tan…

-¿Grande?

-Largo…

Mi inconsciente volvía a jugarme una mala pasada y comparaba su verga con la de Guillermo. La sujeté para sentir el calor que desprendía y mancharme la mano con el líquido que le derramaba.

Me tumbé a su lado y acerqué la cara a su verga, parecía ser tan o más temible que la de Guillermo, el glande gordo y muy rojo, brillante por los zumos que desprendía y goteaban en su abdomen, la tome con delicadeza y la besé en todo su largo hasta llegar a la gran ciruela que era la punta, más gorda que el fuste.

-¡Ahh! no juegues mucho, estoy muy excitado. -Robert me acariciaba las nalgas y metía la mano entre ellas para llegar a mi ano sin dejar de subir la cabeza para contemplarlo.

-Nunca he visto un culo tan bonito como el tuyo, y tu ano tan caliente. -abrí más las piernas y pudo meterme un dedo con facilidad.

-Marín, ¿puedo follarte?

-No tienes que pedirme permiso, soy tuyo amor.

Se coloco de rodillas sobre mi, con las piernas rodeando los costados de mi cuerpo y descansó el duro pene sobre mis nalgas.

-No quiero hacerte daño.

-No te preocupes amor, estoy muy abierto ya. -me abrí más de piernas y la verga resbaló cayendo sobre mis huevos.

Su polla parecía entrenada y pronto encontró la diana de mi culo.

-Voy a entrar amor. -como respuesta llevé las manos a mis nalgas y me las separé más aún, solo fue un ligero dolor al pasar el gordo glande mi esfínter.

-¡Ummmmmmmm! -gemí, pero más de gusto que de dolor. Robert respiró agitado.

-¿Me detengo?

-¡Qué ni se te ocurra mi vida.

Siguió metiendo la verga con más confianza, muy despacio.

Volví a gemir como antes.

-Relájate mi vida, lo voy a tratar bien. -gozaba la profunda estocada que me estaba dando y lo sentía llegando al final, hasta que su pelvis hizo tope con mis nalgas.

-Marín es increíble, estoy dentro de ti amor.

-Lo se mi vida, te noto, siento tu polla tocándome el estómago, déjame elevarme un poco. -se apoyó en los codos y se elevo dejándome que subiera el culo, así me sentía mejor y le dejaba más libertad para que se moviera.

Descubrí otra costumbre heredada de su padre, me sujetó el cabello y tiró para que volviera la cara y la separara de la cama. Le ofrecí la boca y la tomó como suya.

-Bebito, voy a empezar a follarte.

-Así, así, Robert. -gozaba toda la envergadura de la verga cuando la retiraba dejando dentro solo la gorda cabeza, y luego volvía a penetrarme, cada vez con mayor rapidez, con más fuerza. Mi polla se frotaba con fuerza con las sábanas cuando me embestía, resbalaba en los líquidos que mismo despedía, elevé el culo un poco mas y metí la mano para cogérmela.

-Marín, ya me voy a vaciar mi amor, no voy a aguantar mucho más. -sentía ya las contracciones de la polla estirándose, y creciendo cuando el semen viajaba por ella.

¡Ohhh, sí mi vida! Así, lléname mi amor. -podía hacer tres cosas a la vez, gozar los chorros de leche que me inyectaba, hablarle, y mover mi polla buscando yo también vaciarme.

Me contraje un instante con el primer trallazo de leche que me salió y caí como un peso muerto sobre la cama continuando temblando mientras el semen se derramaba de mi.

Unos minutos de descanso, un doloroso placer. Me llevó a colocarme de cucharita sin retirar la verga que seguía dura en mi interior. Me abrazó con el brazo izquierdo y apreté su mano sobre mi corazón.

(10,00)