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Me cogí a la esposa del vecino que cobra el agua
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Vivimos en un departamento algo antiguo. El servicio de agua es con un medidor común y desde que llegamos a vivir en el edificio, una de las familias antiguas se encargaba de cobrar en cada departamento y pagar en la empresa. Al llegar a vivir lo hacía un anciano ya jubilado, que encontraba en esa actividad una distracción para su casi infinito tiempo libre.

Cuando ellos vendieron y se mudaron, otra de las familias antiguas “heredó” el trabajo de cobranza y pago. Lo hacía un señor bonachón, Alfredo, de más de 50 años, quizás bordeando los 60, pero a todas luces en el paro. Sin empleo conocido, lo que todos sabíamos era que su esposa, a la que casi nunca veíamos, era quien trabajaba en ese hogar.

Luego de un año o algo más del nuevo método de cobranza, un día me llama una señora, diciéndome que era María, la esposa de Alfredo, que él había viajado y no podría realizar el cobro ese mes. Me preguntó si podría subirle el dinero de pago a su departamento. Alfredo visitaba departamento por departamento cobrando, y me pareció correcto que no estando él, subiera a dejar el dinero. Lo hice.

Toqué la puerta del apartamento y la señora abrió. La saludé con respeto pues debería tener unos 15 años más que yo, entre 45 y 50 años. La había visto fugazmente algunas veces, pero sin prestarle atención. En ese momento rápidamente me di cuenta que se encontraba muy bien conservada. Al momento que llegué estaba recién bañada, con un short y un polo que permitían ver que iba al gym y mantenía una excelente figura. Sin más palabras le entregué el dinero, me agradeció y me retiré.

Tres meses después me escribió un mensaje de texto (no había whatsapp esos años), diciéndome que su esposo había vuelto a viajar y si le podía llevar el dinero. Lo volví a hacer. La volví a encontrar duchada, en short y polo. Un polo que permitía ver que no llevaba brasiere y dejaba muy expuestos sus firmes senos. No pude evitar mirarla con algo de deseo. Ella ni se inmutó. Recibió el dinero y me retiré.

Me dejó muy caliente. Bajé e hice el amor con mi mujer, aprovechando que mi hija dormía. Me tranquilicé y olvidé el incidente. Al día siguiente, que era domingo, al regresar de comprar el pan para el desayuno, me encontré a la señora en el ascensor, con muchas bolsas, llegando del supermercado. Me ofrecí a ayudarla y aceptó. Subí hasta su apartamento, dejé las bolsas y me retiré a mi departamento.

A los pocos minutos recibí un mensaje de texto de ella, agradeciendo mi amabilidad. Le respondí cortésmente, diciéndole algo así como que “era un placer ayudarla”. No me respondió.

Al día siguiente me envió un mensaje de “buenos días vecino, que tenga un lindo día”. Le respondí igual. Estuvimos así, intercambiando mensajes por una semana o algo más, donde me hizo saber que su esposo seguía de viaje. Sentí que era una insinuación y me ofrecí “para ayudarla en cualquier cosa que necesitara mi apoyo”. Se quedó en silencio unas horas y luego me agradeció con un mensaje.

Al día siguiente, mientras estaba en el trabajo me escribió y me pidió si podía ayudarla a mover algunas cosas pesadas en su departamento. Justo esa tarde mi esposa iba con mi hija a una fiesta infantil y yo estaría sólo en casa por algunas horas. Acepté de inmediato y pasé la tarde en la oficina completamente excitado. Imaginaba muchas cosas, pero no sabía que podía suceder en el departamento de María.

Al llegar el edificio donde vivo, fui a mi departamento. Le escribí a María diciéndole que estaba listo. Me respondió diciéndome si podría subir en 10 minutos. Le dije que sí. Me saqué la ropa formal de trabajo y me puse un short y un polo, con zapatillas. Pasados los 10 minutos, subí hacia su departamento.

Como de costumbre, la encontré en short y polo, sin brasiere. Me recibió con un beso en la mejilla y me pidió que la acompañe a su habitación. Había dos cajas con ropa y algunas otras cosas, que quería mover a un pequeño almacén. Al moverlas me di cuenta que no pesaban más de 10 kilos cada una y que una mujer fitness como ella las podía mover sin mayor problema. Eso me excitó e hizo que tuviera una erección.

María vio mi erección, que resaltaba en el short y me dijo sonriendo “te has excitado”, le dije que sí y me reí con algo de nerviosismo. Hasta ese momento no sabía qué sentido tomaría nuestro encuentro, pero ella, rápidamente me hizo saber cuál era el camino a seguir.

Se acercó a mí. Me besó y con su mano cogió mi verga sobre el short. Con la habilidad de 30 o más años cogiendo, la sacó rápidamente y comenzó a correrme mientras nos besábamos. Me condujo hacia su habitación besándome y masturbándome, me acostó sobre la cama. Se lanzó a mamar mi verga sin perder tiempo. Sentí su lengua recorrerla con una habilidad que me hizo volar rápidamente.

Mientras la señora María mamaba mi verga se fue desnudando. Confirmé que no llevaba brasiere, pero me di con la sorpresa que debajo del short no llevaba calzón, ni tanga ni nada. Ya desnuda se montó encima de mí y se introdujo mi verga en su muy jugoso coño de mujer madura. Cabalgaba con fiereza y tras unos minutos en esa posición se levantó un poco y con sus manos acomodó mi verga en la entrada de su culo.

Mientras ella se sentaba sobre mí, entre en su culo en un solo empujón. En un instante tuvo toda mi verga entre sus nalgas, ella tuvo un orgasmo que la hizo gemir como una puta. Siguió moviéndose y al rato se levantó. Se acomodó en perrito sobre la cama e instintivamente me levanté y me acomodé detrás de ella. Le introduje la verga directamente a su culo. En esa posición podía apreciar perfectamente la firmeza de sus nalgas y muslos. La estrechez de su cintura. Su piel cuidada y sentir su aroma de “señora decente”.

Pero, movido por la calentura, comencé a decirle “señora María es usted una puta de mierda” eso la excitó más, comenzó a gemir y tuvo un segundo orgasmo anal. Eso me envalentonó y cuando sentí que aceleraba el ritmo para un tercer orgasmo le dije “es una perra que le pone los cuernos a su marido” y ella se soltó, “si se los pongo. Alfredo es un cornudo”. Lo repitió varias veces y llegamos juntos.

Exhausto me tire en la cama, esperando retozar un momento. Pero ella se levantó y me ordenó indignada que me fuera. Me vestí sobre la marcha y volví a mi departamento.

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