Nuevos relatos publicados: 14

Me cogí a mi cuñada (Parte 1)

  • 4
  • 72.007
  • 9,37 (54 Val.)
  • 1

Es el momento, es ahora o nunca, pensé. 

Cecilia estaba sola por unos momentos, con los ojos rojos por una discusión telefónica más, con el padre de su hija; pero aun así sonriente al verme.

¿Sería mi oportunidad?

Cuando uno es muy joven, tiembla ante la primera oportunidad de dirigirse a una mujer, desde un breve y torpe saludo en el colegio, hasta la primera llamada telefónica o la primer notita de amor, cuesta mucho trabajo.

Qué decir de cuando llegamos al momento de poder tomar una mano tan temblorosa como la nuestra o dar nuestro primer beso, uff, ¡qué difícil!

Vamos más allá, incluso cuando finalmente podemos posar nuestras inhábiles manos en un par de pechos o de meter un dedo en una vagina en un primer “faje” nos cuesta mucho, aunque las hormonas normalmente nos guían. Ya qué más puedo decir del primer oral o la primera cogida. Todo es sublime, pero COMÚN.

Lo que no es común es pretender cogerte a tu cuñada.

La cuñada es otro nivel. Es la hermana de tu esposa, la mujer con quien tus suegros te dejan a solas por la confianza, la que confía precisamente en ti tanto como para platicar cualquier cosa o vestir de la forma que sea en tu presencia.

Pero cuando las cosas “se van dando” y ya con los años de experiencia, uno aprende a buscar oportunidades y hacer realidad sus fantasías.

-Qué onda, cuñis, replicó al saludarla

-Nada, ¿estás bien?, pregunté

-Sí, bueno, no tanto, ya sabes el papá de la niña que es un idiota, me dijo.

Me acerqué a ella y la abracé. La abracé fuertemente y ella a mí, nuestros rostros quedaron muy cerca y ambos recurrimos a acercarnos aún más. Su mejilla izquierda estaba pegada a la mía y sentía como una lágrima recorría las mejillas de ambos.

No dude en despegarme un poco para darle un beso en esa mejilla.

-Lo lamento, cuñis, le dije; y le di otro beso en la mejilla.

Pegué de nuevo mi rostro al suyo pero más cerca de su boca.

Ya no corría otra lágrima y noté un ligero temblor en su cuerpo.

-Es mi oportunidad, pensé, es ahora o nunca.

Volví a separarme un poco y le di dos o tres besos en la mejilla, pero más cerca de su boca. Ella tenía cerrados los ojos y no oponía resistencia alguna.

Tras el tercer beso ella abrió los ojos y casi sin separarse de mi rostro, dijo:

-Te quiero, cuñis

Y me dio un beso tronado en la mejilla y me volvió a abrazar.

En tanto yo recorría su espalda con mis manos hasta llegar al extremo superior de sus caderas. La acariciaba con cariño y ternura y ella a mí.

Empecé a darle pequeños besos en su mejilla y en algún momento ella volteó más hacia mí su rostro y el siguiente beso fue entre su barbilla y sus labios.

Vino otro beso cariñoso más, pero ahora en su nariz.

El siguiente, fue directo en sus labios.

Dos o tres besos de piquito, luego otro más pero siempre sin abrir la boca.

Me detuve, la separé un poco de mí, abrió los ojos, tomé su rostro entre mis manos y dije:

-Soñé muchos años con besar tus labios

-La verdad yo nunca lo imaginé, pero me gusta, dijo Cecilia.

Acto seguido empezamos a besarnos apasionadamente, sus labios apretaban los míos y su lengua buscaba furiosa la mía.

Nuestros hijos veían la tele en un cuarto de arriba y no había nadie en casa. Esa primera planta vacía era ese lecho oscuro que los enamorados buscan para denotar su pasión.

Nos besamos cerca de 10 minutos, sin tocarnos más que la cintura, cara, brazos y espalda.

Tomé la iniciativa y empecé a tocar sus nalgas y piernas y ella discretamente puso su mano derecha sobre mi short y acariciaba mi verga poderosamente erecta.

Le subí la falda que traía para tocarla mejor y pasé mi mano de sus nalgas a su vagina, sobre su calzón de encaje que casualmente usa.

Estaba mojadísima, pero en verdad muy mojada, todo el frente y parte baja de su ropa interior estaba empapado de sus fluidos.

Traté de meter mi mano, pero me detuvo.

-Aquí no cuñis, no, mejor no.

Sin despedirse subió al cuarto de los niños y segundos después recibí un mensaje en mi celular.

-“Por fa, no le vayas a decir a nadie lo que acaba de pasar. No está bien. Luego platicamos. Necesito pensar”

Solo escribí un frío “ok” para no presionarla y me retiré de su casa.

(9,37)