Al contrario de lo que sucede con la Semana Santa, la feria es de los sevillanos y para los sevillanos, la inmensa mayoría de las casetas son particulares a las que sólo puedes acceder si eres socio o has sido invitado por uno o bien son casetas de empresa en las que ocurre lo mismo, quedan muy pocas de acceso libre y las que hay están masificadas y ya se sabe lo que ocurre cuando se unen alcohol y muchedumbre, broncas. Ramón y Jorge eran socios de una de esas casetas particulares y gracias a su aval yo también había entrado, una de esas casetas en las que es imprescindible la corbata y la chaqueta para entrar.
Era la feria del 2012, la “noche del pescaito”, es la noche en la que se inaugura la feria, en las casetas se les sirve a los socios una cena en el que el ingrediente principal es el riquísimo pescado frito sevillano, luego a las doce se enciende el alumbrado y comienza una semana de juerga y cachondeo.
Yo aprendí a bailar sevillanas en una academia y la verdad es que bailo muy bien, me encanta hacerlo, es una forma magnífica de conquistar a una mujer, más de una había caído así. Esa noche yo estaba bailando con Juana, ella y José María, su marido, habían estado sentados con Jorge, Ramón y conmigo en la misma mesa durante la cena, son vecinos en la urbanización donde viven, y ahora que estábamos ya con las copas no dejábamos de bailar ella y yo mientras su esposo nos miraba.
Juana era una mujer bellísima, tenia sesenta años, igual que su marido, y estaba en todo su esplendor, era jefe de ventas en un concesionario de coches de lujo, iba vestida con un traje de faralaes rojo que moldeaba su magnífica figura, se movía con una gracia y sensualidad que llamaban la atención, me estaba seduciendo de forma descarada y yo estaba preocupado porque su marido no nos quitaba ojo de encima. José María también era muy atractivo, pelo canoso, alto, delgado, era gerente del mismo concesionario donde trabajaba su mujer, tenía un aspecto muy cuidado, barba canosa impecablemente recortada, manicura, un traje que se notaba hecho a medida, todo un ejemplar, mi duda era si ligármela a ella o a él, no tenían hijos por decisión propia.
En uno de los descansos que hicimos me salí a la puerta de la caseta buscando aire fresco, vi que el marido de Juana venía hacia mí con una copa en cada mano.
-Toma – me entregó una – vodka con tónica ¿no?
-Sí gracias.
-¿Fumas? – sacó una cajetilla de tabaco y me ofreció un cigarrillo.
-No José Mari, gracias, lo dejé hace dos años.
-Yo también quiero dejarlo pero no lo consigo.
-No es fácil pero hay que intentarlo.
-A mi mujer le has gustado…
-Eh… vaya, no es mi intención…
-Y a mí también me gustas.
-¿Cómo?
-Ramón y Jorge me han hablado de ti.
-Vaya dos bocazas.
-Jajaja, si, un poco sí que lo son.
-Pero ya que estamos, a mi también me gustáis los dos.
-Juana me ha pedido que hable contigo.
-Tienes toda mi atención.
-Nosotros nos vamos ya, vamos a coger un taxi y mi mujer me ha dicho que te pida que vengas con nosotros a casa.
-Vaya…
-Juana tiene un fetiche erótico, quiere verme follar con un hombre y te hemos elegido a ti.
-Joder,… ¿Lo habéis hecho antes?
-Hemos hecho tríos con otra mujer, con otro hombre pero para ella y con una transexual para los dos.
-Entonces supongo que ya habrás recibido por detrás
-Si, pero hasta ahora solo con transexuales, ¿conoces a María?
-Sí, claro.
-Ha estado con nosotros en un par ocasiones.
-Joder, pues María tiene un buen aparato, si lo has probado…
-Jajaja, sí, la primera vez costó.
-Y ¿qué es lo que buscáis?
-Pues… lo que surja, a donde la cosa nos lleve, echar un buen polvo, todavía no se si tú a mi o yo a ti.
-¿Y Juana, que papel tendrá?
-El que quiera, en principio mirarnos, pero será ella la que decida sobre la marcha.
-Pues por mí, encantado.
En el trayecto en taxi apenas hablamos, nos mirábamos los tres y nos sonreíamos unos a los otros como tres colegiales, pasamos el control de seguridad en la urbanización donde vivían y llegamos a su chalet, un par de pastores alemanes nos recibieron en la puerta, era una construcción de dos plantas, estaba bien iluminado, con unos jardines bien cuidados, entramos y fuimos al salón, una estancia grande, con una chimenea de gas y decorada con buen gusto.
-¿Quién me pone una copa?, voy a ponerme cómoda.
José María se puso a trajinar con las copas y las bebidas en un bar que había en un rincón, yo me acerque a un ventanal grande que daba a un porche cubierto, a un lado había dos sofás de exterior separados por una mesa de centro baja, al otro una mesa larga para comer con ocho sillas, enfrente una impecable pradera de césped y la piscina. Abrí y salí, para ser finales de abril hacía fresco, me quité la corbata y me senté en uno de los sofás, saqué mis trastos y me preparé un cigarrillo de marihuana, acababa de encenderlo y darle la primera calada cuando llegó José María con las copas, las colocó sobre la mesa y se sentó a mi lado mirándome.
-¡Vaya! Yo quiero.
Le di una nueva calada y se lo pasé, el se había aflojado la corbata y se había desabrochado el último botón de la camisa, fumó del cigarrillo un par de veces y me lo devolvió, yo aspire de nuevo, me acerqué a él, uní mi boca a la suya y le pasé el humo, nuestras lenguas se encontraron y se cruzaron en un largo beso, nos separamos, apuré el cigarrillo y lo apagué en el cenicero, sus manos desabrocharon mi camisa, volvió a besarme en la boca mientras acariciaba mi torso y me pellizcaba los pezones, yo le empujé hacia atrás, le quité la corbata y abrí su camisa también, tenía un torso bien definido, con abundante vello canoso, seguíamos luchando con nuestras lenguas, desabroché su cinturón y su botón y cremallera, metí la mano en el slip y agarré su polla dura como una piedra, la saqué, era una hermosura, una buena polla, gruesa y con una curva hacia arriba y acabada en punta.
-Ummm, que cosa más linda.
Apreté hacia abajo dejando el glande al aire, lo besé suavemente y luego con mi lengua lamí el frenillo.
-Aaahh, -le arranqué un lamento.
-¡Vaya vaya! Así que los señores han comenzado a divertirse sin mí. – delante nuestra estaba Juana con una bata de seda negra que la cubría por completo -¿y mi copa?
-Aquí tienes amor – José María le pasó su bebida.
-Vamos dentro, aquí hace frío.
Los dos la seguimos, se colocó de pie, junto a la chimenea, nos miró un momento sonriente.
-Quitaos la ropa.
Los dos obedecimos, quedamos delante de ella desnudos, miró a uno y al otro y dejó caer su bata, apareció desnuda, si esa mujer tenía sesenta años yo era el papá Benedicto, una mujer alta, unos ojos oscuros, una melena castaña abundante, muy blanca de piel, unos pechos voluminosos con unas areolas grandes, un vientre plano, unas caderas voluptuosas y unas piernas preciosas, su pubis se veía depilado a la brasileña.
-Habéis sido muy malos y merecéis un castigo – mientras decía eso se sentaba en el sofá con las piernas abiertas. – tú vas a ser el primero Einar.
Me acerqué a ella y me hinqué de rodillas, tenía un coño precioso, con unos labios gruesos y seductores que parecían salir para darme la bienvenida.
-¡Dios mío! Tu coño es lo más bonito que he visto Juana.
Me acerqué a él despacio, besé la parte interna de su muslo, lo chupé, dibujé en el con mi lengua mientras me acercaba a su coño, pasé a chupar el pliegue donde las piernas se juntan con su vagina, acaricié mi cara con su vello, pasé mis labios por su raja, Juana mientras suspiraba y se movía tratando de forzar que me acercara, puse mis labios en la superficie de su raja y la besé, suavemente al principio y luego más fuerte.
-Aaah, cabrón.
-Adoro tu coño Juana, es hermoso y sensual.
Usé mi lengua para separar los labios, cuando se abrieron hice correr mi lengua entre sus capas de carne y con mis manos separé suavemente sus piernas, la follé con mi lengua como si de un pene se tratase, Juana gemía.
-Aaah Aaah, ay ay que rico, que rico ooo.
Miré para arriba y vi su clítoris duro sobresaliendo de su capucha, llevé mi lengua hasta el y lo chupé, al mismo tiempo moje mis dedos índice y anular en la abundante saliva que había y los introduje muy despacio al principio para ir incrementando el ritmo poco a poco frotando contra la montaña de su vulva.
-Ay, ay, que me matas, ay cabrooon. – comenzó a temblar.
Puse mis labios en forma de O y tomé el clítoris con mi boca, empecé a chupar suavemente, como comprobé que lo soportaba chupé más fuerte todavía acompañándola en sus movimientos, levantó la pelvis con la tensión del orgasmo viniendo y yo me moví con ella, manteniendo el clítoris en mi boca mientras la follaba con los dedos.
-¡No pares! Hijo de puta, no pares maricón de mierda, ay, ay José Mariii, ay como me come el coñooo, ay que me meoo.
Comenzó a temblar en su primer orgasmo de esa noche, yo continuaba con el clítoris en mi boca chupándolo hasta que cesaron sus temblores y quedó sobre el sofá, retiré mi boca del clítoris y volví con la lengua a su coño, metía la lengua, lamia la raja, metía y sacaba los dedos, besaba la cara interna de su muslo, todo suavemente.
Durante todo ese tiempo yo había permanecido prácticamente a cuatro patas mostrando a José María mi ojete, en cuanto Juana tuvo el orgasmo, se acercó y me agarró por las caderas obligándome a alzar el culo, agarró mi polla y escupió saliva en mi ojete.
-Ven, mójalo aquí, -Juana le señaló a su marido su coño que yo seguía lamiendo lleno de sus fluidos y mis babas. – rómpele el culo a este maricón.
José María se impregnó bien los dedos y comenzó a masajear mi esfínter mientras acariciaba mi espalda, yo sacaba el culo para inducirlo a meterme uno mientras continuaba amorrado al coño de su mujer que iba ya por el tercer o cuarto orgasmo.
-Ay, ay que me matas ay, ay que me voy a correr, ay.
En ese momento el marido me introdujo un dedo en el culo y enseguida otro, mi ojete palpitaba ya pidiendo guerra y gracias a Juana estaba bien lubricado, comenzó a dilatarme.
-Uuuuf, si José Mari, si, que rico.
-Follatelo amor mío, dale por el culo, ay. – en ese momento saqué un dedo de su coño y aprovechando la cantidad de saliva y fluidos que lo lubricaban se lo metí por el culo. – maricón hijo de puta.
Ahora le estaba comiendo el coño a la vez que le metía un dedo y otro por el culo.
-Ay, ay, que me mata, ay ay, que me corrooo.
José María se colocó de rodillas entre mis dos piernas obligándome a abrirme más, encaró su polla con mi esfínter clavó los dedos en mis caderas y de un solo movimiento me la fue metiendo despacio hasta que sus huevos tocaron mi perinéo.
-Ay mi culo, cabrón, -probablemente debido a la curvatura de su polla me había dolido mas de lo normal – mi culo, mi culo.
Estaba muy caliente el hijo de puta, el espectáculo que le habíamos dado su mujer y yo lo había puesto ardiendo, empezó a moverse despacio, metiendo y sacando su polla.
-Uff, que culo tienes maricón, está apretadito.
-Ay, que rico, ay, dame fuerte maricón.
-Plaf plaf plaf –mantenía un ritmo cadencioso, sacaba su polla casi entera y de un golpe me la volvía a meter hasta los huevos, tuve que sacar los dedos de Juana y colocar las manos en el suelo.
-Sí José, dale a este maricón lo que se merece – gritaba ella
-Ay, ay mi culo, ay.
-Uf uf uf -José María entraba y salía de mi culo, con una mano acariciaba mi espalda y con la otra agarró mi pelo y me levantó la cabeza obligándome a mirar a su esposa.
-Estás desfrutando, puta, estás gozando como una perra de la polla de mi marido, zorra. – me agarró por la barbilla y me besó metiéndome la lengua que chupé y saboreé.
-Plaf plaf plaf –seguía con su ritmo, cada vez que su pubis golpeaba mis nalgas yo soltaba un gemido.
-Aah ah ah.
-Paf – José María me soltó un cachete en mis nalgas, ahora era Juana quien me agarraba por el pelo -Puta, eres una puta, te voy a reventar.
-Sí mi vida, pártele el culo a esta golfa.
Las enculadas eran ahora mas seguidas y más profundas, me hincaba sus dedos en las caderas, mi polla estaba segregando líquido preseminal.
-Ay, ay mi culo cabrón ay, préñame, ay, ay que gusto.
-Me corro, ay que me corro maricón, me corrooo.
Me dio una última embestida tan fuerte clavándome su polla hasta los cojones que casi caigo de bruces, apreté el esfínter para notar sus contracciones cuando se corría.
-Ay que rico, ay como me aprietas la polla, ay que maravilla de culito.
Me incorporé con su polla en mi culo pegando mi espalda a su pecho, con una mano me acariciaba el vientre mientras con la otra pellizcaba mis pezones y me acariciaba el pecho, me besaba la nuca y el cuello y mordía el lóbulo de mi oreja, mi polla quedó tiesa y llena de precumen ante Juana.
-¡Qué delicia!
Se dejó caer del sofá sobre la mullida alfombra tendiéndose de lado, agarró mis huevos y se metió mi polla en la boca de un golpe tan profundamente que sufrió una arcada.
-Con cuidado cariño.
-Slurp slurp slurp – comenzó a chupar mi polla mientras me la pajeaba con una mano y con la otra me sobaba los huevos.
-Uufff Juana, que boquita tienes.
Entre la mamada de aquella hermosa mujer, las caricias y los besos de José María y su polla enterrada en mi culo la cosa no podía durar mucho más.
-Aah, me corro, me corro cabrones, me corrooo.
Agarré a Juana por el pelo y le metí mi polla hasta la garganta largándole una buena cantidad de lefa que se vio obligada a tragar. José María sacó su polla de mi culo y noté como su leche me corría por las piernas.
-¡Un momento! – Juana salió corriendo y regresó con una gran toalla de baño que colocó en el suelo. – siéntate en la toalla que me vas a llenar la alfombra de corrida.
Se sentó junto a su marido y me pidió que preparara otro cigarrillo de maría, se lo di a ella para que lo encendiera, mientras fumábamos, la polla de José María seguía dura como una piedra y no dejaba de manosear a su mujer.
-¡Qué cabrón! ¡Tú te has tomado la pastilla azul!
-Pues claro – me dijo Juana riendo.
-¡Qué cabron!
Me pasaron el cigarrillo, comenzaron a besarse y acariciarse, ella se dejó caer sobre su espalda tirando de su esposo, José María se puso sobre su mujer que lo recibió con las piernas abiertas y él le metió la polla en el coño de una sola vez mientras ella lo abrazaba con sus piernas por la cintura.
-Ay que polla, follame cabrón, follame.
José María mordía sus pechos mientras metía y sacaba su miembro de aquella hermosa vagina, como tenía las piernas dobladas, su ojete quedaba a mi vista, así que apagué el cigarrillo, agarré sus nalgas con mis manos y apliqué mi lengua en aquél esfínter.
-¡Joder!
Aprovechando el movimiento de mete y saca le folle el ojete con mi lengua ensalivándolo bien, mordí sus cachetes y comencé a acariciárselo con el dedo pulgar.
-Muévete cabrón, muévete.
Se había quedado parado con la polla metida en el coño de su mujer, empezó a moverse adelante y atrás y en ese momento, cuando reculaba para volver a embestir le metí un dedo en el culo.
-Ay, maricón.
Comencé a dilatarlo hasta que mi polla se puso dura de nuevo, me coloqué sobre él, le eché bastante saliva en el ojete y cuando retrocedía le metí mi miembro en su culo.
-Ay, hijo de puta.
Juana desde su posición me jaleaba
-Dale Einar, fóllate a este maricón. Y tú, muévete perro.
Me quedé quieto, José María, con sus movimientos, tan pronto metía su polla en el coño de su mujer hasta los huevos como se metía la mía en el culo al retroceder.
-Ay, ay que rico, ay ay, mi culo, mi culo.
-Sigue maricón, no pares, que me corro, ay, que me corro.
-Yo también ay mi Juana, ay mi culo, ay.
-Aayy
José María clavó su polla hasta el fondo en el coño de su mujer y comenzó a correrse, yo notaba en mi pene las contracciones de su esfínter al soltar su lefa en el interior de ella, Juana temblaba con los últimos espasmos de su orgasmo.
-Ahora me toca a mí.
Sin dejar que se retirara comencé a moverme, metía mi polla en su culo y eso hacía que profundizará en el coño de su mujer.
-Plaf… plaf… plaf… -lento al principio pero metiéndosela hasta los cojones.
-Ay, ay mi culo, ay
-Ah, ah, ah, -también ella gemía ya que cada estocada mía la sentía también.
-Maricón, te voy a romper el culo,
-Ay, ay mi culo, mi culo, cabrón.
-Dale Einar, pártele el culo, dale.
-Aaaay, ay, ayyy. – Juana continuaba aferrada a la cintura de su marido con sus piernas y clavaba sus uñas en su espalda.
Incrementé el ritmo, mi pelvis golpeaba sus nalgas mientras mis huevos iban y venían golpeándolo también.
-Me corro maricon, me corro, me corrooo.
Le largué una buena cantidad de leche, me apreté contra el y le solté tres o cuatro trallazo en ese culo.
-Mi culo, ay mi culo, me lo has preñado cabrón.
Me deje caer hacia un lado y quedé tendido boca arriba sobre la alfombra junto a ellos, Juana había abierto las piernas y había dejado que su marido se pusiera de rodillas, los tres estábamos empapados en sudor, olía a sexo.
-Contad conmigo cada vez que queráis. – los tres nos echamos a reír.