A ver cómo lo cuento, pues empezando por el principio. Un domingo por la tarde estábamos mi amigo Federico y yo en el monte debajo de un pino huyendo de las putas restricciones, sin mascarilla ni hostias. Federico fumaba sus ducados y yo, a morro, le ayudaba a vaciar la botella de Coca Cola que había rellenado con vino blanco de su bodega. Me dijo:
-… Lo que te voy a contar que no salga de aquí.
En broma, le dije yo:
-¿Mataste a alguien?
-Casi me matan a mí. ¡A polvos!
Federico hacía más de cinco años que quedara viudo, así que pensé que me la estaba metiendo doblada. Fui a por él.
-¿La hermana de la zurda, la hermana de la derecha o las dos?
-Mi hija.
Esas dos palabras me dejaron anonadado.
-¡¿Carmen?!
-¿Tengo otra hija?
-¡¿Te la follaste?!
-M folló ella a mí.
Aquella historia me interesaba, ya que alguna paja me hiciera pensando en la hija de mi amigo.
Carmen tenía 32 años y estaba separada de su marido, era morena, de estatura mediana, tetuda y nalgona, sus ojos eran marrones, su boca pequeñita… estaba para coger pan y hacer sopas. Le dije:
-Cuenta, cuenta, cuenta.
-Te cuento. Ayer a la tarde fui a su habitación para decirle que quedara sin tabaco y la encontré sentada frente al ordenador. Iba a mirar una película. Al salir el título: “Tarzán”, me animé y me acerqué, pero cuando vi el nombre del protagonista, reculé.
-Fijo que no era Jhonny Wessmüller.
-No, era Rocco Siffredi.
El nombre del actor me sorprendió.
-¡Coñooo! El rompe culos
-El mismo. No sé cómo, pero mi hija me había oído llegar. Me preguntó:
-¿Quieres mirar conmigo una película de Tarzán, papá?
-Qué película ni que hostias, esa es la versión porno de Tarzán.
Se dio la vuelta en la silla giratoria y vi que estaba vestida.
-“Película es. ¿Tienes miedo a mirar una película porno con tu hija? ¿Qué podría pasar? Lo máximo sería que nos hiciéramos una paja juntos!”
-¿Eso te dijo? Si parece una mosquita muerta.
-Parece, pero es una leona en celo.
-Ya no será para tanto.
-Lo es, lo es.
-¿Y tú que le contestaste?
-¡Menuda pieza saliste! Cuando acabes de mirar esa cosa vete a buscar tabaco que quedé sin él.
-“Cagado -dijo-. Eres un cagado. Si con la que está cayendo a lo peor el mes que viene ya estamos los dos muertos.”
-Tenía razón, pero enrollarse con una hija no lo veía ni un poco bien, por eso le dije: Puede que sí, pero moriré con la conciencia tranquila.
-“Y los huevos llenos de leche.”
-Tenía razón de nuevo, pero me fui para la sala y me puse a mirar la película que daban en la Paramount. Mirándola la sentí decir: “¡Dame, dame, dámela en la boca, dame, fóllame duro…”, y muchas cosas más, algunas obscenas, muy obscenas. Dos veces sentí cómo se corría mi hija, pues lo anunciaba por todo lo alto. Me estaba provocando. El primer día que viene a vivir conmigo y la que montó.
-¿Cuándo entregaste la cuchara?
-Cuándo la polla me pidió coño a gritos, en ese momento eché el alma a la espalda y volví a su habitación. En la pantalla del ordenador vi cómo Rocco le estaba rompiendo el culo a una joven y a mi hija decir:
-“¡Dame, dame, rómpeme el culo!”
-Saqué la polla, bordeé la silla y la vi totalmente desnuda con la mano derecha en el coño y la izquierda acariciando sus gordas tetas. Le puse la polla en los labios. Fue cómo si mi hija viera el manjar más rico de la tierra. Abrió la boca y me la mamó sin manos, en realidad no me la mamó, me la devoró. Al rato, al sentir que me iba a correr, sacó la polla de la boca y me dijo:
-“Siéntate en la silla.”
-Me senté en la silla giratoria y ella se sentó sobre mi polla. La miré. Era un cuadro de su madre. Me besó con lengua y me folló a todo trapo. Al sentir que me corría dentro de ella echó la cabeza hacia atrás y dijo:
-“¡Me corro contigo, papá!”
-¡Como temblaba, cómo se estremecía, cómo se corría la muy puta, y digo puta porque al acabar de correrse, se levantó y me puso el coño en la boca, y con voz autoritaria, me dijo:
-¡Cómeme el coño!
-Lamí el coño con todo lo que estaba saliendo. No porque quisiera, que yo le iba a lamer el clítoris, fue porque ella cogió mi cabeza con las dos manos y la apretó contra su almeja babosa. Tuve que lamer y tragar mi leche y su corrida. Mi hija se frotó con mi lengua y no me soltó la cabeza hasta que se volvió a correr en mi boca.
Su historia me había puesto cachondo y se lo dije:
-Me acabas de empalmar, carallo.
-Empalmar me iba a empalmar ella a mí. Supongo que a ti también te cuesta que se te levante después de correrte y a veces ni se te vueve a levantar y tu mujer te manda a tomar por culo.
-Supones bien
-Pues a mi hija le importó una mierda que mi polla estuviese arrugada, que estuviese casi cómo una tripa después de correrme. La viciosa se arrodilló delante de mí, y mamó y meneó, mamó y meneó…, hasta que la volvió a poner dura. Cuando lo consiguió, se levantó, me puso el culo en la boca, y me dijo:
-“Cómeme el culo, papá.”
-Magreándole las tetas le mordí las nalgas y le lamí y le follé el ojete con la lengua hasta que volvió a sentarse sobre la polla y la clavó en su coño peludo. Luego la sacó, la frotó en el ojete y bajando su culo la clavó hasta el fondo. Me folló subiendo y bajando el culo y mirando cómo Tarzán se la clavaba en el culo a una joven mientras otra que estaba debajo de ella le comía el coño, Gemía y decía:
-Dame, Roco, dame duro…
-Yo viendo cómo mi polla entraba y salía del culo de mi hija me fui poniendo enfermo. No quería correrme dentro del culo de mi hija por si me lo volvía poner en la boca, pero cuando se corrió no lo pude evitar y me corrí yo también. Mis sospechas se confirmaron. Al acabar de correrse me puso en culo en la boca, pero esta vez me zafé, ya que mi leche la desparramó en la cara, de lo que no me zafé, y lo agradecí, es de que volviera a poner el coño en mi boca y me lo diera a comer hasta que se corrió de nuevo, gritando:
-“¡¡Sííí, siii, siii…!!”
-Lo malo vino después. Yo ya no podía más y ella se empeñaba en menear y mamar, en menear y mamar… Esta vez solo la puso a media asta, pero fue igual, la metió en el coño, me folló y me acabé corriendo de nuevo cuando se corrió ella.
-“¡¡Me matas, papá, me matas!”
-La cabrona me estaba matando a mí y decía que la mataba yo a ella.
A mí se me pusieran los dientes largos y la polla seguía dura cuando le dije:
-Te quejas de vicio.
-¡Y una mierda! Muerto, acabé medio muerto. Miedo tengo de volver a casa, ya que cuando regrese de trabajar del supermercado me va a rematar, carallo, me va a rematar.
-Si te puedo ayudar en algo, aquí estamos.
-¿No le tienes miedo a la muerte?
Eché un trago largo de vino, limpié la boca con el dorso de mi mano, enrosqué la tapa de la botella, y le dije:
-De algo hay que morir.
Es obvio que no me mató, ya que estoy escribiendo esto. En fin, yo no la vi cómo su padre, no era guarra, era lo siguiente. ¡Si yo os contara lo que me hizo…!
Quique.