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Me sigues gustando...

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Hace unos ocho años, mi marido tuvo que ir a un congreso internacional llevando la representatividad del colegio al que pertenece y estuvo fuera del país más de una semana. Me escribió una carta señalándome cómo me recordaba cada día. Aunque la carta es personal, le pregunté si la podía poner en este foro. Afortunadamente, el aceptó. Así que: aquí va.

“¡Qué chichotas!”, exclamo en mi interior al ver cómo te cuelgan las grandes tetas que muchísimo te hemos chupado y magreado tanto.

Te tomo una foto y me preguntas para qué la quiero. “Para masturbarme viéndola”, te contesto y te quedas callada y sorprendida con mi respuesta. Me acerco y al oído te cuento cómo me siguen gustando tus chiches y cuántas veces me he masturbado recordándolas, “pero ahora las veré y recordaré este momento cuando me la jale”, concluyo. (Esta foto la puse en mi portada, cuando se podía hacer.)

Mientras beso tus mejillas acaricio tus pezones. Tomo una teta y le saco una foto al pezón y lo mamo, después mamo el otro. Sé que no soy nada original, pues viendo tu pecho no creo que a alguno de tus numerosas “parejas” (aunque algunas sólo lo hayan sido por un par de horas) se le ocurriera otra cosa.

Pasa el tiempo, no me arrepiento de lo vivido. Pero no dejo de pensar que es triste no haber podido convencerte de que fueras discreta. ¿Qué querías probar?

Tomando un vaso de vino, veo las fotos tuyas y aunque el vino no esté tan delicioso como olía al descorcharlo, sí se me sube muy bien y pienso en tus chiches muy sabrosas, y en el olor y sabor deliciosos de tu vagina cuando llegabas a casa después de hacer el amor con otro. Te imagino ofreciéndole el pecho a quien hoy te ha invitado a su cama, donde acostada te muestras con las tetas escurriendo hacia los costados de tu tórax, resaltando los pezones erizados que invitan a mamarlos. El galán se acerca con la boca abierta para tomar tu ofrenda y tú abres las piernas exigiendo que te penetre mientras mama. Su boca sólo suelta una teta para ir a la otra, pero se mueve sobre ti apretando las abundantes y bellas masas que lo cautivaron. El vino me ayuda a ser espectador pasivo en una imagen que parece tan real que huelo tu perfume vaginal y siento la humedad del sudor que generan, escucho los golpes de la piel que sus vientres suenan como redobles que acompañan los musicales jadeos de su deseo por fundirse. Tú inicias con el tren de orgasmos y él sigue dándote placer hasta que le es imposible contenerse y vierte su semilla en el interior de tu vientre: sientes uno, dos, tres chorros calurosos y recios, y gritan al unísono festejando el clímax de su amistad o amor, según se traten entre ustedes. Al terminar la función y sus exangües cuerpos reposan en acompasadas cacofonías de exhalaciones e inhalaciones urgentes de aire para mitigar el esfuerzo realizado, tomo apurado el resto del vino y, al dejar el vaso, no puedo evitar jalarme el pene mientras miro tu fotografía: me pienso dentro de tu cuerpo, mamando las mayúsculas bellezas que te sirven como anzuelo para atrapar amores, jalo cada vez con más enjundia hasta que explota mi amor por tu recuerdo. ¡Te amo puta, mi Nena!

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