—Perdón, adelante por favor. Me dijo cediéndome el paso para entrar al banco.
—Gracias. Dije casi sin mirarlo.
Estaba apurada, tenía que hacer un depósito y luego ir al gimnasio. Recién presté atención en él cuando se sentó adelante mío esperando ser llamado de la caja. Era un muchacho de unos 30 años, vestido con un jogging, remera y zapatillas. Yo, 30 años, casada, muy feliz, y muy lejos de tener una aventura con otro hombre que no sea mi esposo.
Hubo algo que me atrajo, quizás la forma en que me cedió el paso. De pronto se dio vuelta y me miró fijamente a los ojos. No entendí porque una oleada de calor invadió mi cuerpo. No era una mirada lasciva, ni agresiva. Un segundo después, al ver que nuestras miradas se encontraron, esbozó una sonrisa.
Quiso la suerte o el destino que nos llamaran al mismo tiempo a los dos, a cajas contiguas. Nuevamente me cedió el paso, pero esta vez, haciendo el ademán de apoyar su mano en mi espalda. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, y me excite. Casi no pude hablar con la cajera por mi excitación.
El salió primero de la caja y yo lo seguí a cierta distancia. Salimos del banco y sabiendo que estaba atrás de él, se detuvo en la vereda y giró para mirarme nuevamente a los ojos.
—¿Vamos? Me dijo sin quitarme los ojos.
—Si. Dije como autómata, sintiéndome totalmente mojada.
Caminamos hasta el estacionamiento del banco y yo lo seguía. Me abrió la puerta del auto, y subí. Dio la vuelta y subió. Puso en marcha el auto y lo que siguió fue un frenesí de besos de ambas partes, él a mí y yo a él. Su mano acaricio mis pechos por sobre la ropa y yo entregándome totalmente separe las piernas esperando y deseando que su mano baje a mi concha.
En vez de hacelo, puso en marcha el auto y en silencio fuimos a un motel. Ni pensé que podría ser vista por gente que me conociera. El auto era un modelo no muy reciente, nada de alta gama. Entramos al motel, nos dieron las llaves y bajamos casi corriendo del auto para entrar en la habitación.
Los dos nos quitamos la ropa y nos quedamos parados, uno frente al otro desnudos. Me abrazo y me dio un tremendo beso mientras sus manos acariciaban mi espalda y mis pechos. Yo fui directo a buscar su pene, ya estaba parado y bien duro, era de regular tamaño. Lo masturbaba lentamente, disfrutando hacerlo mientras él me besaba.
Nos dejamos caer en la cama y los besos y las caricias no paraban, sus dedos fueron a mi concha y me estremecí cuando me acarició. Sin decirle nada, me subí a él haciendo un 69, los dos chupábamos como locos, me saco un orgasmo increíble, de esos que pocas veces había tenido.
—Por favor, me volves loca. Dije cuando metió dos dedos en mi concha y siguió chupándome con todo.
Estuvimos varios minutos hasta que me hizo acostar boca arriba y se puso sobre mí para penetrarme. Me la metió todo lo que pudo, mirándome a los ojos. Me besaba y me cogía con todo, nuestros cuerpos empezaron a mojarse por la transpiración. El olor de su piel me excitaba más todavía, olor a hombre sexual. Me saco un par de orgasmos y se salió de mi concha.
Bajó directo a mi concha, me la chupaba en forma genial, su lengua me recorría cada pliegue y entraba llenándome de placer, yo me agarraba de las sabanas y gritaba como loca. Ni intentaba entender que hacía con ese hombre, ni porque lo hacía, solo gozaba el placer que me daba. Me regaló un orgasmo fenomenal y le pedí que se siente en el borde de la cama.
Me subí de frente a él y metí su pija en mi concha, me movía como loca, el igual, chupándome los pezones, mordiendo mis tetas, apretando mi culo. No recuerdo haber cogido a un hombre como a él en ese momento, tomaba su cabeza y la apretaba contra mis pechos, y cuando mordisqueaba mis pezones, le arañaba la espalda sin importarme nada. Me tomó de los cabellos y tiro mi cabeza hacia atrás, para morderme el cuello con desesperación, no me importaban las seguras marcas que dejaría. Solo el placer que esos mordiscos me daban.
Acabamos juntos, los dos gritando de placer, empapados en sudor y olor a sexo. Nos besamos con todo y nos quedamos abrazados.
—Necesitamos una ducha. Dije y los dos fuimos al baño.
Abrí la ducha y nos metimos. Me empujó para que apoye la espalda en los azulejos y me beso con todo. Su mano bajo a mi sexo y su boca a mis pechos. Nuestra excitación no bajaba. Tome su pija y lo masturbaba con todas mis ganas. Los dos gemíamos de placer. Me puse de espaldas a él, empinando bien el culo. Me penetro de inmediato, el agua corría por nuestros cuerpos, mis tetas contra los azulejos y mi mano en mi clítoris llevando mi excitación a la locura. El besaba mis hombros, mi nuca y me bombeaba con todas sus fuerzas. Acabo en mi concha produciéndome un orgasmo tremendo.
—Soy Marcos. Dijo
—Patricia. Contesté
Nos enjabonamos mutuamente, acariciando nuestros cuerpos. Dejamos que el agua quite el jabón de nuestros cuerpos, cerramos el agua y nos pusimos unas batas de toalla.
—¿Cerveza? Me preguntó.
—Dale.
Cuando las trajeron vino a la cama.
—¿Qué carajos pasó? Le pregunte.
—No sé. Solo te puedo decir que desde que nos cruzamos en la puerta del banco me excité, te deseaba con locura. Flechazo, o como quieras llamarle. Y cuando estábamos sentados y te miré, me di cuenta que a vos te pasaba algo similar.
—Exactamente lo mismo. Nunca, nunca me paso algo así. Ni con mi marido. No me vas a creer pero es la primera vez que le meto los cuernos y no puedo saber porque diablos lo hice.
—Yo tampoco, también soy casado y nunca cogí igual con otra mujer. Sos tremenda.
—Y vos un tremendo hombre. Dije mirándolo a los ojos
—Te sigo deseando. Me dijo.
Lo empuje y me puse a chupar su pija con todo. El metía sus dedos en mi concha haciéndome gritar de placer en medio de la chupada.
—Estoy muy caliente Marcos. Quiero cogerte. Te voy a coger. Dije.
Lo monte y lo cogía con todo, directamente saltaba sobre su pija sin cesar. Él apretaba mis pechos, me tomaba de la cintura o acariciaba mis piernas, todo me excitaba más.
—Sos hermosa, una hermosa mujer. Dijo y mi ego creció hasta el infinito.
Tuve un par de orgasmos e hizo que me siente en su boca. Me chupaba con todo, yo apretaba mis tetas haciéndome doler de la calentura. De pronto sentí que venía otro orgasmo y tome su cabeza para enterrar su cara en mi concha, y acabe en su boca. Hizo que me de vuelta, como para hacer un 69, pero su intención era otra. Separo mis cachetes y se puso a chuparme el culo con todo. Su lengua me volvía loca como nunca antes estuve, no aguante más y me puse a chuparle la pija sin parar.
Me salí de arriba de él, pero dejando mi culo a su alcance. Me metió dos dedos en la concha y me masturbaba con todo, los orgasmos no paraban.
—No doy más de calentura, quiero sentirte acabar en mi boca y que me des toda tu leche para tragármela.
—Pues volveme loco entonces. Dijo
—Desgraciado. Dije entendiendo el mensaje.
Me chupe dos dedos y metí uno lentamente en mi culo virgen. El seguía con los dos en mi concha. Tomo mi cabeza y la mantuvo quieta, cogiéndome la boca con todo. Yo me masturbaba el culo por primera vez en la vida y tremendo placer me daba.
Quería volverlo totalmente loca, como yo estaba, me corrí y como pude, metí su pija en mi culo. Lentamente, disfrutando el placer increíble que por primera vez experimentaba. No me importaba el dolor, solo el placer. Estuve cabalgando un rato hasta que me di una tremenda nalgada y tuve otro orgasmo. Me bajé y volví a chupar su pija con todo, nuevamente sus dedos en mi concha y los míos en el culo, estaba insaciable, no quería parar.
Cuando acabo en mi boca, enterramos los dos los dedos, el en mi concha y yo en mi culo. Trague toda su leche y di un grito de placer ante el más bestial orgasmo que haya tenido.
Nos volvimos a duchar y nos sentamos en la cama.
—¿Intercambiamos números? Le pregunte.
—No. Si queres, en una semana, a las 15, como hoy, nos vemos en el banco.
—Dale.
Nos despedimos con un tremendo beso en la puerta de la habitación. Fui directo a casa a bañarme nuevamente. Me mire el cuello y por suerte no tenía marcas.
La semana siguiente fui al banco, pero él nunca apareció. De hecho, nunca lo volví a ver. Fue mi única infidelidad. Por un lado agradezco que no haya ido, por otro, extraño al hombre que me hizo gozar como ningún otro.