-Perdona que te llamé -dijo- pero realmente, te necesitaba. Además de extrañarte, pues no vienes seguido, no sabía a quién llamar por el inconveniente del automóvil. Sabes que no me gusta tratar con personas ajenas en las tareas personales.
– No hay inconveniente mamá lo haré con gusto -le dije- pídeme lo que te haga falta.
-Pero hace tanto calor y…
-Cambiaré la cubierta, me daré un baño y nadaré después un rato.-le interrumpí.
En el garaje cambié la rueda, y como estaba acalorado, fui al baño grande a darme una ducha. Al entrar me encontré que estaba mi madre desnuda parada en el medio del baño, después de haberse duchado.
-Perdona mamá- dije tratando de no mirarla- no sabía que estarías en el baño y menos aún en tan agradables condiciones.
– Para ti serán agradables- dijo tomando un toallón para cubrirse- el único que me veía así, era tu padre. Pero hace tanto tiempo que ni me acuerdo como son las miradas de un hombre.
– ¿No has tenido oportunidades desde tanto tiempo? – pregunté.
– Ya te dije que no aceptaré nada de extraños- aseveró.
-Pero yo no soy un extraño- le respondí- Y también soy un hombre que sabe admirar una bella mujer, aunque sea mi madre.
-A veces tengo deseos – dijo avergonzada- pero me arreglo sola.
– Eso no sirve. Las necesidades sexuales deben satisfechas cuando llegan. Y tú eres deseable para cualquier hombre.
-¿Tú me deseas? -pregunto.- a pesar de ser mi hijo.
– Por supuesto- le contesté. Y acercándome la tomé por los temblorosos hombros le murmuré – déjame hacer.
– Esto no es correcto. No es decente- dijo no muy segura, cuando vio que le quitaba el toallón con el que quería cubrirse.
– Pero justo y necesario para ti y para mí también- dije mientras acariciaba sus pechos hermosos con los pezones morados y duros por la excitación.
Me bajé el pantalón de baño y acerqué mi pene erecto a su cuerpo. Aceptó el acercamiento y puso sus manos en mis hombros
-Te estás aprovechando de mis necesidades- murmuró en mi oído – Trátame con ternura. Necesito esto desde hace mucho tiempo.
La elevé en brazos y la llevé al dormitorio. La deposité en la cama matrimonial, me quité la remera y la besé apasionado. Respondió a mis besos con energía y sus manos apretaban mi espalda con furia.
– hazme tuya, por favor. Necesito tanto esto, hijo mío- Dame ese miembro enorme que siento que me voy a desmayar de placer- rogaba con desesperación- Sigue, no te detengas.
Besé su vagina y mi lengua descubrió los más escondidos pliegues de su sexo.
-Nunca sentí esto- gemía – Tu padre jamás me lo hizo- Sigueee, Asii, Asiii. Dios mío. Hazme todo esto que me enloquece. Aaayyy por favor, sigue que me estas matando de placer.
Su boca buscaba desesperada le mía cuando me tendí sobre ella. Mi miembro estaba a ciento erguido y sus piernas se abrazaron en mi espalda.
– Dame. Dame fuerte, Por favor, sigue. Sera el pecado más placentero de mi vida.
Entraba y salía con mi miembro de su chorreante vagina. Su pelvis golpeaba mis testículos brutalmente.
-Voy a acabar – gritaba- me estás haciendo acabar hijo mío… Asiii Asiii.
Los espasmos de ambos a causa de orgasmos y eyaculaciones mutuas, fueron maravillosos.
Quedamos tendidos en el lecho. Agotados y felices. No sentimos culpas. Fue un placer contenido por años.