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Mi mejor amiga se convirtió en mi amante (Parte II)

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De repente escuchamos la puerta de su casa abrirse, unos pasos recorrieron el pasillo hasta su sala y luego escuchamos la voz de su madre sorprendida al ver el desorden de la sala y la cocina.

-¡Santo cielo! ¿Pero qué pasó aquí?

-¡Carajo! Llegó mamá, vístete ¡Rápido! –exclamó María mientras me arrojaba los boxers en la cara y se vestía presurosa.

Ella salió velozmente para hacerme tiempo y yo me vestí como pude.

-Ah mamá, que pronto volvieron, ¿cómo les fue?...

-Pero señor bendito, niña ¿qué pasó aquí? Mira nada más este desorden! Y la cocina! ¡Por Dios mi cocina! Mira como ha quedado… -Decía doña Greta mientras colocaba las bolsas de las compras en la mesa donde María y yo acabábamos de follar.

-Fue mi culpa señora, lo siento, ahora mismo íbamos a limpiar todo. Le quité la correa a Lola (la mascota) para jugar y se me escapó. –dije mientras entraba a la cocina.

-Ah! Donni, sigues aquí, por poco y veías cómo le daba una buena tunda a María

-Jaja de haberlo sabido no hubiera dicho nada.

-Ay eres un tonto, mejor ayúdame a limpiar –replicó María entre sonrisas.

Zafamos por poco de la situación. Por suerte doña Greta es de espíritu jovial y se calmó tan pronto nos vio limpiando el desorden.

-Listo doña Greta, ha quedado como si nada.

-Si me doy cuenta, ojalá y María se dedicara en hacer los oficios diariamente como lo hace cuando hay visitas –dijo en tono de broma

-¿Yo qué? –dice María entrando a la cocina.

-Que eres una vaga dice tu mamá

-¡Mamá!

-Sabes que es cierto cariño, ¡Ay no! no sé qué vas a hacer el día que yo falte en esta casa… Oh cielos Donni, ¿qué le pasó a tu camisa? –dijo doña Greta señalando una enorme mancha amarillenta en mi costado.

Accidentalmente los fluidos de nuestros cuerpos se habían derramado sobre mi camisa blanca cuando follamos en el sofá manchándola notablemente.

-Este Emmm… –dije sin saber que responder

-Oh! No importa, es perfecto para poner a prueba el nuevo detergente que compré. Quítate la camisa y dásela a Mari, en unos minutos quedará como nueva. ¡María! Ven para acá, mete la camisa de Donni en la lavadora y usa esto. Ya verás, quedará como nueva.

Casi me atraganto con el jugo que bebía cuando escuché a doña Greta.

-Oh no, no, no se preocupe, no es nada.

-Oh Claro que sí, quítatela.

-No señora, en serio, no tiene por qué molestarse.

-No es ninguna molestia. Anda.

-Señora… Es que… no tengo camiseta debajo –dije apenado.

-Ay querido, no te apenes. Tengo unas camisas de mi marido en el closet, de seguro te quedaran. Ven.

La señora me llevó hasta su habitación, en el segundo piso. Ella había quedado viuda hace 5 años. Y solía guardar muy bien la ropa de su esposo. Doña Greta es una señora de aproximadamente 45 años, sin embargo la edad que lleva encima no le hace justicia a la sensual figura que cuida de manera saludable. Al verla no cabe duda que heredó a Mari los más bellos genes además de sus grandes atributos.

-Veamos, esta de seguro te queda, pruébatela. –se quedó inmóvil, mirándome fijamente esperando a que me mudara la prenda.

-Emmm… bueno –dije apenado, intuyendo que no se iría, era extraño pero tampoco me sentía en posición de pedirle que saliera de su propia habitación, en su propia casa. De todas formas, solo vería mi tórax, no era como si me fuera a desnudar frente a ella, pensé.

Me quité la camisa. Noté por el rabillo del ojo que doña Greta no paraba de mirar mis pectorales y mi abdomen. Recorría mi cuerpo desde mi cintura hasta mis brazos como contemplando el cuerpo de un hombre por primera vez desde hace muchísimo tiempo. Me coloqué la otra camisa.

-¡Oh! Mira nada más, te queda perfecta, justo a tu medida –decía con un tono de voz entre encantada y melancólica mientras caminaba a mi alrededor ajustándome suavemente la camisa.

Guardó silencio por unos segundo, contemplando la camisa, hundiéndose en sus pensamientos o quizá en los recuerdos de su amado. No pude dejar de notar que sus ojos me miraban de forma lasciva.

-Espero no estar causando molestia doña Greta. De verdad agradezco el gesto. –dije tratando de romper suavemente la tensión.

-¡Tonterías! No es molestia alguna. Sabes que eres casi como de la familia. Mari tiene suerte de tener a un chico agradable como tú con quien contar. Ha tenido tantos novios que me sorprende que no hayan intentado nada entre ustedes, con la bonita pareja que hacen y lo bien que se entienden.

-Gracias por el cumplido Señora, definitivamente Mari es una gran chica y además muy hermosa. No es de extrañarse teniendo a una madre tan bella como usted.

-Oh querido, eres un encanto, si no fuera tan vieja, no dudaría en ir tras un chico tan apuesto y lindo como tú –dijo mientras se acercaba, mirándome a los ojos y los labios acomodándome la camisa para disimular.

Yo estaba congelado, estaba tan sorprendido como confundido. Siempre había visto a doña Greta como una mujer tan conservadora que me costaba trabajo concebir la idea de que ella estuviese coqueteando con el mejor amigo de su hija. Pero… ¡Qué se joda! Yo jamás he sido de los que se rajan y no iba a dar lugar a la incertidumbre.

-Bueno, tampoco es tan mayor y tampoco se ve como alguien mayor. ¿Cuántos tiene, 38?

-Jaja muy gracioso muchacho. Por supuesto que no.

-Está bien, no me diga, la edad son solo números, lo que cuenta es lo que somos y lo único que puedo ver en usted es una mujer muy bella. Sin duda alguna, si yo fuera un poco mayor, iría tras una mujer tan atractiva como usted.

Sus ojos brillaron con picardía mientras una sensual sonrisa se dibujaba en sus carnosos y hermosos labios. Su boca era perfecta y provocativa.

-Así que… ¿la edad son solo números? –dijo suavemente mientras acercaba su rostro al mío y acariciaba delicadamente mis pectorales por encima de la camisa.

-Sí, y la verdad nunca fui bueno con los números –dije mientras abrazaba su cintura con mi brazo y acomodaba su cabello tras su oreja para dejar libre su hermoso rostro.

-Pues entonces no hablemos más de números –dijo casi susurrante y luego nuestras bocas se unieron en un cálido, lento y excitante beso.

Mis manos bajaron a sus glúteos apretándolos con fuerza, presionando su pelvis contra mi bulto que ya se tornaba duro y creciente. Sus grandes pechos presionaban en mi tórax como un par de almohadas cálidas. Sin despegar nuestros cuerpos, mientras continuábamos en aquel apasionado e inusual beso, ella alcanzó la puerta con su brazo, cerrándola con pestillo.

¡Qué absurda locura! Follarme a mi amiga y a su madre el mismo día, en su misma casa. Era insólito y descarado. Y eso parecía hacerlo más excitante. Greta y yo éramos conscientes de la rareza de aquel suceso, también conscientes de que el lugar no era el apropiado y que no contábamos con mucho tiempo. Nos sentíamos como dos adolescentes haciendo de lo prohibido una experiencia íntima.

Nos tumbamos en la cama llenos de lujuria, arrancándonos las prendas con una pasión desenfrenada. No teníamos tiempo para perder, ella ardía de deseo y yo sería quien aplacara su hervor.

Era preciosa, sus pechos parecían como los de una mujer de treinta, eran firmes y bien proporcionados. Su cintura mantenía su escultural forma dejando una curvatura que sus caderas aprovechaban para realzar en su silueta. Sus muslos robustos pero bien definidos apretaban su pubis marcando los excitantes labios de su vulva bajo su ropa interior.

En menos de 1 minuto nos encontrábamos completamente desnudos, comiéndonos cada rincón de nuestro cuerpo, saboreando nuestras pieles con una cegada lujuria. De repente, tras devorar con mi lengua el delicioso manjar entre sus piernas, me encontré sobre ella, con mí la hinchada cabeza de mi pene escurriendo líquido en su rajita, palpitante y caliente preparando su entrada.

Sus ojos me miraron profundamente y con una voz dulce me dijo:

-Follame Donni, ¡Follame ya!

Comencé a embestirla con antelación, mi pene se hundió en una calidez inigualable, sus fluidos se deslizaban en sus glúteos mientras mi verga expandía su interior con fuerza, sus gemidos no se hicieron a esperar. Movía mi cadera embistiéndola, haciendo pequeños movimientos hacia arriba, podía sentir como mi glande estimulaba el fondo de su vagina y el tronco de mi pene estimulaba su punto en la entrada de su vagina.

-¡Mmm! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ay dios! ¡Ah! Que bien te mueves, ¡así! ¡así! –gemía doña Greta mientras yo la empotraba fuerte y velozmente.

-¡Sh! Pueden escucharnos

-Mmm… ¡ah! !ah! Donni, ya no aguanto –decía Greta mientras se esforzaba en guardar silencio.

Sentí como sus paredes vaginales apretaban mi verga suave y repetidamente. Sus manos me abrazaban la espalda rasguñándome apasionadamente. Sabiendo lo que se venía, comencé a envestirla aún más fuerte, mis testículos chocaban en su culo tras cada embestida que le dejaba penetrar con impulso. Su clítoris inflamado chocaba en mi pubis estimulándose con cada impacto. Un gemido estruendoso acompañó el intenso orgasmo que hizo estremecer todo su cuerpo. Tras asegurarme que mi damisela estuviese totalmente complacida, salí de ella y llevé mi verga hasta su boca.

Sonriente y lasciva abrió sus labios para engullir hambrienta mis 19 cm de carne. Se amamantó de mi verga vorazmente y tras unos minutos una explosión de semen estalló en su garganta. Tragó todo mi fluido asegurándose de no dejar caer ni una sola gota en sus limpias sábanas.

Tras recuperar el aliento nos vestimos rápidamente y prometimos mantener en secreto aquella experiencia. Bajamos para lavar mi camisa y disimular el resto de la tarde como si nada hubiese pasado.

Continúo reflexionando sobre lo ocurrido y lo que debo hacer al respecto. Ya les contaré más adelante como siguen las cosas.

Espero os haya gustado.

Con cariño Donni.

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