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Mi mejor noche de hotel (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Después de recuperarnos unos momentos, decidimos ir a comprar algo para comer, así que cogimos su coche y nos fuimos a comprar a un centro comercial cercano no sin antes dar rienda suelta nuestra pasión en forma de besos.

Como ella trabajaba para otra cadena de supermercados en el parking decidió quitarse la camiseta y ponerse otra que llevaba en el coche. La verdad es que con aquella imagen de ella quitándose la camiseta se me quito el hambre ya que solo pensaba en comerme aquellos pechos tapados solo por su sujetador negro, no sé ni que compramos, recuerdo solo una botella de Malibú. Pagamos y nos dirigimos otra vez al coche para irnos al hotel.

Ya en el hotel y con algo de comida y esa botella de alcohol comimos un poco, aunque yo solo tenía en la cabeza sus pechos con el sujetador negro. Al acabar de comer sugerí que mi postre seria ella y así fue.

Empecé a besarla, a acariciarla, mordisqueaba sus labios carnosos que tanto me encantan mientras mis manos se metían por debajo de su camiseta para quitar aquel sujetador y que estuviera más cómoda, lo desabroche y a través de una manga se lo quitó mientras yo lamia suavemente su cuello, mis dedos jugaban con sus pezones sujetándolos entre los dedos como si fueran canicas de lo duros que estaban. No pasó mucho tiempo cuando le quite la camiseta y mi boca bajó por su pecho mirándola a los ojos, ella solo podía suspirar porque a sus manos deberían de estar quietas ya que era yo el que merecía el postre.

Mientras me recreaba en sus pechos mis manos con un sutil movimiento empezó a desabrochar el pantalón vaquero que con mucha suavidad iba bajando para acariciar su tanga y notar como se estaba mojando poco a poco. Se levantó de la cama para quitárselos mientras yo sentado le lamía y mordisqueaba los pezones. Me levanté y me puse a su altura para besarla mientras mis manos se deslizaban por su sexo húmedo y caliente, incluso introduciendo algún dedo.

-“Te estás portando muy bien”, la dije, “te voy a dar un poquito de postre a ti también”.

La tumbe en la cama, pero con su cuello en el borde, de tal manera que todo su cuerpo quedaba en la cama y su cabeza mirando al suelo. Doble un poco las rodillas de forma que mi miembro quedaba justo pegado a sus labios, los cuales abrió y saco su lengua buscando mi glande llenándomelo de saliva y listo para entrar en ella, fui empujándolo dentro de su boca mientras mis manos pellizcaban sus pechos, notaba como mi polla entra en aquella boca que tanto deseaba, hasta los testículos y empecé a moverme de dentro a fuera, dejando mi capullo siempre dentro y llegando hasta los testículos cuando entraba, era una excitación tremenda porque mientras yo la penetraba la boca tres dedos entraban en su sexo húmedo y resplandeciente de fluidos.

Saqué los tres dedos, se incorporó y compartimos los tres dedos saboreándola y besándonos.

Se colocó a cuatros patas mientras yo seguía aprovechando ese sabor, me miro a los ojos y con un ligero movimiento acerco su sexo a mi miembro que de lo duro que estaba entro con facilidad sin ayuda de cogerlo con la mano, se empezó a mover ella como si mi miembro fuera su juguete sexual, lo cual a mí me encantaba ya que esas nalgas estaba para darle algún azote, cose que hice, algún azote y alguna caricia, no me importar que tuviera la mordida de su anterior conquista ya que el que donde el mordió, yo reine.

Sus pechos rozaban la sabana mientras mis manos agarraban sus caderas para poder penétrala con más fuerza, no odia creer lo excitaba que estaba y los gritos que daba, agarre sus cabellos para darle lo que ella necesitaba. Deje caer por su espalda algo de saliva y de lo arqueada que estaba parecía un tobogán. Sus fluidos caían por sus muslos por culpa de mis envestidas fuertes y duras, le estaba viniendo su segundo orgasmo mientras yo no paraba de notarlo como cada vez mi miembro estaba más lubricado y podía introducirlo más rápido.

Estaba yo llegando a ese momento de excitación en el que no podía controlarme y saque mi miembro para rozarlo con sus nalgas hasta llegar a correrme. Mi leche salió disparada recorriendo su espalda y cayendo algunas gotas en sus nalgas.

Se tumbó boca abajo en la cama de la extenuación y yo rendido al lado de ella haciendo dibujos con mis dedos por su espalda manchada de mí.

Este fue mi postre, años después puedo decir que insuperable, pero no quedó ahí la cosa, porque aún quedaba mucho tiempo para disfrutar de nuestros cuerpos y dejar que ella mandara, pero será en otro relato.

Continuará…

Gracias por su tiempo para leer mi relato.

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