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Mi mujer le cobra la tercera cuota del gimnasio a Ricky (3)

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Pasó otra semana en el gimnasio con la misma historia, sin hablarnos con Ricky. Fede me preguntó cómo había cumplido la rutina aeróbica del viernes anterior y le conté que a la perfección y que se había empleado bien a fondo en cinta y bicicleta.

-Anda bien ese pibe, me dijo. Esta semana le dio con todo a la musculación, tanto que lo tuve que parar porque estaba sobre entrenado y podía lesionarse, agregó.

Además, me contó que Ricky le habló de un amigo suyo y un primo que iba a traer y el entrenador le dijo que podía darle una promoción. Le dije a Fede que no se apresurara, que primero vinieran los chicos nuevos y tuvieran cierta continuidad.

-Ok, arreglá vos los números con él, dijo Fede. Y el viernes tiene que repetir la sesión aeróbica, nada de pesas, como la vez pasada.

-Uy, el viernes viene mi mujer a cerrar, respondí.

-Listo, le dejo la rutina a ella.

Mi mujer, Luli, ya sabía de mis escarceos con Ricky y esa misma noche, cuando en la cama le conté que ella debería cobrarle la tercera cuota atrasada, se puso muy cachonda y tuvimos un sexo fenomenal. Al otro día, me relevó casi al anochecer, vestida para el infarto con un solero entallado, escote generoso, sin sostén y una tanga hilo dental que resaltaba sus formas a la vista.

A la hora de siempre apareció Ricky y mi mujer lo recibió con un sonoro beso y abrazo para hacerle sentir los pechos contra su cuerpo, como siempre vestido con una remera ajustada y calza celeste de lycra bien ceñida debajo de su pantaloncito corto. Ocurrió lo mismo que la semana anterior, cinta, otros socios que se van yendo y bicicleta.

Cuando quedaron solos, mi mujer fue acomodando pesas y mancuernas siempre pasando frente a Ricky y agachándose frente a él, para mostrarle su culo y su escote de vértigo. En el último cuarto de hora se puso detrás de él para filmarlo mientras pedaleaba a fondo, para mandarme el video. Luego se le acercó, le apoyó la mano en su brazo transpirado, para preguntarle si necesitaba toalla, recorriendo el brazo con un dedo hasta el hombro y diciéndole:

-¡Cómo le estás dando! ¿Siempre entrenás así, a fondo?

-Sí, gruñó Ricky.

-¡Sos una máquina! Dale, que me gusta verte entrenar así, con ganas, y bajó la mano por la espalda hasta sus nalgas que acarició largamente.

Ricky aceleró y Luli dijo:

-¡Qué firmes glúteos! Caramelito, parece que tenés todo duro, y sin más, pasó sus caricias de las nalgas a la parte delantera, donde estaba el paquete bien duro, bien al palo.

-¡Guau! Estás muy duro, bombón.

Y le acarició la pija todo a lo largo, hasta hacerlo gruñir de placer. Le susurró al oído:

-Acelerá a fondo y no te la suelto. Llevó el pedaleo a cien y mi mujer le apretó más su pija dura y le acarició las nalgas con la otra mano.

-Dale, vamos, dos minutos más, lo incentivó, dedicándose a sobarlo cada vez más.

-Andá aflojando caramelito que te empezaste a mojar, le dijo al oído. Y yo también.

Ricky fue ralentizando el pedaleo y la miró asombrado.

-Voy al vestuario a buscar la toalla, los jabones y la crema enjuague, guiñándole un ojo pícaramente.

Se sentó a esperarlo con el ajuar, como había hecho yo, y al minuto llegó Ricky, jadeando.

-Estás muy cansado, voy a tener que ayudar a bañarte, me parece.

Le abrió la ducha, le dio un jabón y lo hizo meterse debajo del agua sin desvestirlo. Ella se sacó el solero y quedó con la tanga solamente. Ricky se estaba enjabonando, pero no podía creer lo que veía. Lo hizo volverse y comenzó a enjabonar su espalda con mucha suavidad y con la otra mano le acariciaba el pecho y los abdominales, mientras le apoyaba las tetas en su espalda y su pelvis contra las nalgas. Ricky jadeó de placer y quiso volverse, pero ella lo presionó suavemente y le susurró al oído que se lavara bien esa hermosa pija porque se la iba a comer toda, a lo que el chico dio un respingo.

Luli siguió enjabonando y acariciando la espalda, bajó hasta la cintura y empezó a poner bastante jabón en las nalgas y en la rayita por dentro de la calza, arrancando gemidos de placer de su caramelito. Lavó y acarició los firmes glúteos, en caricias giratorias que se fueron desviando hacia el centro de su culito.

-Sos precioso, bomboncito, y tenés un culo hermoso, le dijo cuando empezó a meterle un dedo enjabonado en su ano y luego dos, mientras pasaba una mano por delante de su cintura hasta alcanzar su pija erecta.

-¿La lavaste bien, ricurita? Porque está al mango, y lo empezó a pajear.

-Sí, sí, dijo el chico, resoplando, me lavé bien la pija y los huevos.

-Estás depiladito, bombón hermoso, como me gusta a mí y le atrapó pija y huevos para sobarlos bien enjabonados, asegurando limpieza.

Le bajó la calza y dejó una mano adelante para seguir con la paja y volvió a meterle dos dedos y masajearle el perineo. Es una experta en ese tema y le arrancó varios gruñidos de placer y estremecimientos. Le enjuagó la espalda y el culo, y siguió enjabonando las piernas, sin soltarle la pija que estaba durísima. Cuando llegó a los tobillos le pidió que se volteara y se arrodilló frente a él.

-Tiene razón mi marido cuando me cuenta que sos una belleza, le tomó la poronga con una mano y empezó a deleitarse lamiendo su glande y chupando la cabeza rosada y húmeda de la ducha y el líquido seminal que tragó con fruición. Se fue metiendo todo el tronco en la boca y se apoderó de sus glúteos para obtener una cogida bucal. Paró de pronto y le pidió que no le acabara en la boca.

-Avisame antes, no seas turro, que quiero tu leche en otro lado, bombón.

-Sí, sí, le dijo Ricky y siguió bombeando en su boca hasta provocarle arcadas.

-Pará potrillo, me vas a hacer vomitar. Sos un potro, y se levantó para darle un morreo desenfrenado, mientras él le bajaba la tanga y trataba de meterle su pija en la concha empapada.

-No, esperá, te toca a vos y la miró asombrado.

-¿Nunca te comiste una concha? Ya vas a aprender y le inclinó la cabeza para que le chupara las tetas mientras lo pajeaba.

-Bajá más, bajá más, te quiero sentir.

Se agachó Ricky hasta la concha de mi mujer que se devoró sin más, metiéndole la lengua hasta el fondo.

-Esperá, más suave, potro salvaje, le dijo y lo volvió a acercarse suavemente, sacá la lengua y apuntá arriba, le ordenó.

Así lo hizo Ricky y le empezó a lamer y chupar el clítoris, al punto que mi mujer tuvo un multi orgasmo en dos minutos, tomándole la cabeza de los pelos contra su concha ávida de placer. Se le aflojaron las piernas y tuvo que apoyarse en los grifos de la ducha, ofreciendo su hermoso culo a la pija dura y ansiosa de Ricky.

-Despacito, por favor, arrimala y me la vas metiendo de a poquito, que la tenés bien dura, grande y gruesa.

Ricky hizo lo que le ordenó tomándola de la cintura y acercando su glande a la concha chorreante de mi mujer, se la fue metiendo hasta el fondo. Cuando Luli sintió la pelvis del muchacho contra sus glúteos empezó un meneo circular y un vaivén lento para sentirlo más adentro y para que no se corriera enseguida, pero el caramelito sintió la calidez, la suavidad y la humedad de la vagina de mi mujer cogiéndoselo y no pudo evitar una prolongada y precoz eyaculación que la llenó de leche joven y nutritiva.

Luli se siguió moviendo al notar que la pija no se ablandaba, más y más, mientras el joven se quedaba quieto, aunque temblaba de placer. Lo acometió con más embestidas hacia atrás por varios minutos hasta obtener otro multi orgasmo de campeonato, que la hizo gemir y gritar desaforada. Cuando se calmó, se volvió y le dio un largo beso de lengua acariciando el preciado culo del chico.

-Hijo de puta, la tenés parada todavía. Qué fuerte que estás bombón. Vamos al banco.

Lo recostó boca arriba cerca de la punta para sentarse enseguida sobre la poronga parada de un saque y gimiendo como perra en celo. Lo cabalgó, se meneó, lo besó, le pasó los pechos por la boca y siguió montándolo varios minutos, que pusieron a Ricky a mil, pero no lograban acabar. Cuando se cansó de cabalgar encima de él, lo atrajo hacia sí para volver a comerle la boca y le dijo al oído:

-Ya sé lo que querés, vamos a la ducha, y lo puso contra los grifos.

Empezó a franelearle los glúteos con crema enjuague y enseguida pasó al orificio anal con dos dedos directamente y luego con tres, mientras le decía que quería que le diera más de su leche joven y espesa adentro.

-Esto mismo me tenés que hacer vos, ¿entendés?

Mientras, le masajeaba el perineo con tres dedos hasta el fondo.

-Probá primero con uno y yo te voy diciendo como seguir.

Así, Ricky le metió un dedo, después otro y por último tres dedos y mucho mete y saca con crema enjuague hasta que lo tuvo bien lubricado.

-Ahora ponémela, pero despacio, como con los dedos, en el culo. La quiero toda adentro, pero de a poco.

Ricky le puso el glande que entró bastante fácil y fue empujando y parando, entrando y saliendo mientras el culo ávido de Luli se iba amoldando a su tamaño. Ella colaboraba empujando para atrás y relajando y contrayendo, hasta que se la metió toda. Volvió a sentir la pelvis del joven contra sus glúteos y empezó un vaivén enloquecido, enseguida sincronizado con las embestidas de Ricky, gimiendo y pidiendo más y más. Ricky aceleró el vaivén varios minutos hasta que acabó en su culo.

-Quedate, no te salgas, dijo ella y siguió meneándose y empujando para atrás, mientras encogía y relajaba su ano, hasta alcanzar un tercer orgasmo escandaloso por los gritos. Ricky se desplomó agotado sobre su espalda y ella aprovechó para besarlo y chuponearlo con frenesí, mientras le susurraba:

Papito, qué bien me cogiste, cómo cogés, hermoso, fue el mejor polvo de mi vida. Dame más, quiero más.

-No doy más, dijo Ricky.

-Otro día entonces, bombón. Esto no se termina acá, solamente pagaste la tercera cuota, pero quédate adentro, por favor no te salgas, tenemos que durar más. Besame, chúpame, cógeme, dame con todo. Quiero dejarte vacío de leche y sin más ganas de nada.

-Ricky se fue retirando, Lilu se dio vuelta y se prendieron en un morreo de varios minutos. Cada tanto le apartaba la cara y le decía que era demasiado hermoso para coger una noche solamente. Y que jamás se olvidaría de su cuerpo y de su pija. Terminaron de ducharse y lavarse los fluidos corporales. Mi mujer lo ayudó a vestirse para tocarlo, acariciarlo y besarlo más intensamente, hasta dejarlo de nuevo al palo. Cuando lo vio empalmado, le sobó la pija por fuera de la bermuda, le dio un piquito y le dijo que se tenían que ir.

-Hasta la semana que viene, que te falta saldar la deuda y ponerte al día, bombonazo, caramelito.

Pero no le contó que había grabado todo con su celular para verlo en casa conmigo.

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