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Mi primer y único trío
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Debimos hacer caso a esa famosa máxima que reza que siempre hay que hablar bien en detalle todo lo referente a traer un tercero a la cama.

Para ese entonces, yo estaba en pareja con Lucio, un hombre con el que había convivido 2 años. Dos muy lindos años, durante los cuales fui aprendiendo mucho de una pareja gay, de conocimientos sobre mí mismo, de todo el placer (no solo sexual) que una pareja puede proveer. Sexualmente, sin bien la rutina había empezado a calar en nosotros, nos llevábamos bien. Tuve que luchar mucho tiempo contra su inseguridad, ya que nunca si bien es un hombre hermoso, su “aparato” no era muy generoso. Jamás para mi fue un problema ni un motivo de tristeza, por el contrario, siempre supo cómo suplir la falta de tamaño con juegos, besos y otras con lo cual llevarme al placer.

Me sorprendió sobremanera con su propuesta.

Lucio trabajaba como empleado administrativo en una clínica (donde nos conocimos). Tiempo después yo me fui de ese lugar de trabajo y él quedó.

Siempre el trío había sido un tema durante nuestras sesiones sexuales. Es también cierto que yo había pensado que se trataba más de algo para aumentar la calentura que de algo potencial. Por eso cuando en nuestro segundo aniversario me pidió poder cumplir la fantasía, me tomó por sorpresa.

– Nico, me gustaría hacer un trío, como regalo de aniversario.

– Es en joda?

– No. Siempre hablamos y creo que ahora sería un buen momento.

– Pero era en joda, más para calentarnos

– Yo no lo decía en joda…

– Pero vos querés como siempre decís? Traer otro activo?

– Si, me vuela la cabeza verte conmigo y otro

– Pero no sé, habría que buscar alguien, meter en casa a algún desconocido es peligroso.

– Por que sería alguien desconocido?

– No me digas que pensaste ya en alguien…

– …

– En quien Lucio?

– Hay alguien que siempre te había tenido ganas en la clínica…

– No me digas que Gabriel!

– Que tiene de malo?

– Como que tiene de malo? Pensé que ibas a buscar alguien más… fino

– Gabi es re buen tipo. Medio grosero pero bueno. Y feo no es

– No, feo no es para nada…

Efectivamente, Gabriel era un tipo muy masculino. De una voz muy potente, media 1.85 cm, varonil, barba prominente, y un cuerpo macizo.

Quedamos en invitarlo a cenar de la manera más inocente posible e ir viendo sobre la marcha. Debimos hablarlo más.

Yo jamás había hecho un trío, y la idea, si bien era caliente, me provocaba algo de miedo.

Llegó esa noche, Gabriel tocó el timbre y subió a nuestro departamento. Habíamos pedido comida, para evitarnos al menos pensar en otra cosa más.

La cena fue incómoda. Creo que todos estábamos nerviosos, y Gabriel, siempre tan hablador y chamuyero, apenas aportaba comentarios. Terminado el café, me dirigí al baño a lavarme los dientes (practica obligada para mi después de cada comida). Cuando salí, estaban los dos en el sillón y dejaron un espacio para mi entre ambos. Fue Lucio quien me ofreció sentarme ahí, y sumiso me dirigí.

Nos pusimos a hablar y no progresaba demasiado el tema, por lo cual mi novio decidió empezar a besarme y facilitar todo. Comenzó a acariciarme en el mientras tanto y dirigió sus manos hacia mi remera, que empezó a sacar. Continuamos con los besos, y las prendas de vestir continuaron saliendo. Me encontraba ya en slip, y Lucio en bóxer, cuando tomando coraje invitó a Gabriel (que miraba ya con ojos de lujuria) a unirse.

Gabriel se me acercó por el costado, y cuando Lucio se hizo a un costado comenzó a besarme en el cuello. Pensé que Lucio iba a unirse nuevamente pero lo encontré mirando la escena con encanto. Continúo besándome la boca, y se dirigió a mis tetillas, con las cuales estuvo mucho tiempo.

– Ahora ustedes chicos. Afuera la ropa, les dije.

Mi novio estaba ya casi con el pene afuera masturbándose, pero Gabriel se tuvo que sacar desde los zapatos. Cuando retiró su camisa, en mi interior ya estaba en llamas, tenía el pecho lleno de pelo y los pectorales marcados, pero era recién el inicio. Al ver sus piernas, solo deseé que se saque el bóxer. Y cuando se lo bajó, estaba absolutamente caliente. Un pene enorme (el más grande que yo había visto), ya a medio parar, y con el vello púbico bien recortado. Miré a Lucio para ver su reacción y ahí mismo me di cuenta que él también estaba sorprendido. Miraba no pudiendo creer que haya tanta diferencia con el suyo.

Para disimular fui a arrodillarme enfrente de mi novio, y comencé a mamarlo con dulzura, a conciencia. Pero se veía que todavía estaba turbado, porque si bien comenzaba a ponerse dura, le costaba mucho. Se acercó Gabriel en ese momento y chupé alternadamente un pene y el otro, intentando no hacer diferencia de tiempo, si bien tenía ganas de sentir el pijón de Gabriel bien en mi boca.

Lucio se puso atrás mío y comenzó a intentar penetrarme, con el pene a medio crecer, cosa que resultó a medias, dado que tanto el nerviosismo como la vergüenza estaban jugando demasiado. Mientras tenía para mi el pene de Gabriel, al que dediqué todos mis esfuerzos. Si bien hasta ese momento el sexo había sido con pocas palabras, a partir de ahí, seguramente orgulloso con su cuerpo, Gabriel se soltó y comenzó a hacer gala de su labia.

– Qué pedazo de pija tengo no?

Si bien me daba vergüenza por Lucio, no había manera de mentir ni disimular

– Enorme…, dije

– Te la vas a bancar?

– No creo que me entre eso, mejor te la sigo chupando y Lu me coge

– Con Lucio quedamos en otra cosa…

Miré a Lucio sin poder creerlo (más adelante me confirmaría que jamás pensó que tendría ese pene Gabriel, sino nunca hubiese prometido mi cola)

Debo decir que muy en el fondo tenía un intenso deseo de saber cómo se sentía algo tan grande penetrándome.

Cambiamos de posición, y mientras seguí mamándole el pene a mi pareja, vi de reojo cómo Gabriel se ponía el preservativo. En ese momento, Lucio dice en voz alta:

– Gabi, me parece que es demasiado eso para Nico… mejor que te la chupe y ya está, ya fue

A lo qué Gabriel responde

– Mirá, por qué no intentamos? Si no va, listo

– Mejor no Gabi, me parece que Nico no quiere

Y Gabriel me pregunta:

– vos que opinás Nico?

Y ahí fue cuando con toda mi cara de vergüenza, deslicé un:

– Intentemos

No puedo olvidar la cara de Lucio. No de bronca, sino de sorpresa, y hasta de tristeza.

Por suerte Gabriel no hizo más comentarios sino que se dispuso a ponerse detrás mío, y comenzar a untarme la cola con mucha vaselina (que el mismo había traído, ya que la prefería a los geles)

Apoyó esa cosa enorme en la puerta de mi ano, mientras yo tenía el pito de Lucio en la mano, ya casi fláccido. Empujó lentamente, y comencé a sentir el dolor clásico que precede al placer. Pensé que iba a doler mucho, y no me faltó razón. Sentía un fuego que pugnaba por abrirme la cola, un tubo caliente que me abría las paredes de mi recto. Comencé a respirar profundo, relajarme, y de a poco fue entrando.

Yo: Ayyy por favooor

Lu: no, no. Para Gabriel!

Gabriel solo gemía, y continuaba penetrando. Yo temblaba de dolor, pero el morbo me podía.

Yo: ayyy siii

Ga: que orto tenes aaahhh!!

A partir de ahí, comenzó con un mete y saca hermoso. Primero a una velocidad muy lenta, mientras mi ano intentaba acostumbrarse a ese monstruo. Después con más velocidad, y finalmente con una intensidad que jamás creí poder aceptar. Cuando pude abrir los ojos lo vi a Lucio mirándome la cara, con una semisonrisa que jamás podré interpretar.

Terminaron los dos masturbándose enfrente mío, regalándome un baño seminal.

Nunca volvimos a repetir con Lucio un trío. Tampoco duró demasiado la pareja. Quizás ese trío influyó demasiado en el, y demasiado en mi, para que nuestra pareja toque su fin.

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