Hoy quiero compartir con ustedes cómo fue mi primera experiencia heterosexual. Desde muy joven, aprendí a darle suelta a mi sexualidad, cuando eran los tiempos que hablar, ya no se diga de practicar el sexo, era un taboo. Estuve internado en un colegio mixto (hombres/mujeres) en el cual se practicaba sexo gay y hetero a escondidas pero al fin gratificantes. Por políticas de esta página no podré contarles mis aventuras en ese periodo. De tal manera, que les voy a contar lo que me sucedió cuando yo tenía 19 años y que fue mi primera experiencia hetero. Ya antes había tenido relaciones gay que en otras ocasiones iré contándoles. Me considero bisexual porque a pesar de que me fascinan las mujeres, de vez en vez, me gusta ser penetrado.
Todo sucedió cuando trabajaba en el negocio de un tío en el cual también trabajaba una joven mayor que yo (21 años) que para efectos de este relato llamaré Cristina. Cristina era, en esos entonces, una hembra bonita, alta, delgada y muy sexi. Los hombres la admiraban por su manera de vestir, escotes que dejaban ver su muy generoso atributo mamario y falda corta que permitía admirar sus largas y torneadas piernas.
Debido a que ella llamaba mucho la atención y tenía muchos admiradores y aunado a que yo era menor que ella, no me hacía muchas ilusiones, pero eso no evitaba que por las noches me masturbara pensando en sus ricos pechos y todo lo demás. Resulta que mi tío tuvo que salir de viaje y nos quedamos solos, yo como encargado y ella como mi ayudante. El negocio permanecía abierto todo el día y nos turnábamos para salir a comer y descansar un rato, excepto que ahora que no estaba el dueño tuvimos que permanecer todo el día trabajando. Llegaba el momento, en la tarde, que la tienda quedaba con muy pocos o nulos clientes. En uno de esos momentos, Cristina, por descuido o de manera premeditada, se agachó y tuve la oportunidad de ver la tanguita roja que traía puesta. Me dije que era la oportunidad de hacerle saber que me gustaba y que me excitaba mucho verla y sentirla cerca y oler el rico perfume que se ponía. Le dije, palabras más palabras menos: "Que hermosas piernas tienes y que hermosa vista he tenido".
Honestamente pensé que se iba a enojar por mi atrevimiento, más cuál fue mi sorpresa cuando ella contestó: "pensé que no te habías dado cuenta, lo hice para que me vieras". La invitación estaba dada y el primero en reaccionar fue mi pene que se puso duro y parado como un mástil. Desde luego ella se dio cuenta del estado en que estaba, supongo que ella también se excitó. Me senté en un banco pequeño y ella se aproximó a mi de manera que sus piernas quedaron a la altura de mi boca y aproveché para darle un beso en una pierna. Vi cómo se le puso la piel de gallina al sentir mis labios en su pierna. Cómo vi que le gustó, seguí besándole ahora las dos piernas y aproveché para subir mis caricias hasta llegar a su entrepierna y besarle el chocho por encima del calzón. En ese instante ella se retiró y me asusté porque creí que me había pasado de la raya. Me dijo "espera, espera" y se fue al baño. Yo estaba preocupado porque pensé que se iba a quedar con mi tío por haberle besado la vagina. Sin embargo, regresó y sin decir nada se volvió a poner en la misma posición en la que estaba antes de la interrupción. Lo que cambió es que abrió un poco las piernas y yo al mirar hacia arriba me fijé que ya no traía la tanga puesta. La verga se me paró más y sentí como empezaba a mojarme. Inmediatamente entendí lo que deseaba ella y le besé su hermoso y oloroso coño que palpita de emisión cada vez que le introducía la lengua.
Así estuvimos unos instantes, hasta que el deseo nos nublo la mente y sin medir las consecuencias dimos el siguiente paso. Yo me pare y me coloqué detrás de ella que ya estaba un poco inclinada y con las piernas abiertas. Le introduje mi verga de un solo golpe y empecé a meterla y sacarla hasta que con espasmo me vine dentro de ella. Cristina se fue al baño a asearse y yo como pude me limpié la verga que la tenía empapada de los jugos de ambos. Ya calmados y después del arrebato vinieron las lamentaciones, ni a ella ni a mí nos interesaba que quedara embarazada y fue cuando empezaron las preocupaciones.
Pasaron varios días de angustia hasta que ella alegremente me dijo que ya le había llegado su periodo. Después de esa vez, tuvimos muchos encuentros sexuales, ya sea en la tienda o también en hoteles de paso pero ahora si con la debida protección, lo hicimos de la manera tradicional, por la vagina y por el ano, que por cierto me encanta coger por ahí. Pasó el tiempo, yo me fui de la ciudad un tiempo y cuando regresé ella ya estaba casada. Es felizmente madre y abuela. De vez en cuando nos vemos y nos saludamos como buenos amigos. La llevo siempre en mis recuerdos y creo que también recuerda las aventuras sexuales que vivimos.
Espero que les haya gustado. Pronto les contaré otras historias.