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Mi viaje familiar a Cuba (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Hola a todos de nuevo. Espero que la primera parte de esta historia les gustara tanto como yo la disfruté, incluso más. Les estaba contando cómo conocí a Iván, un chico cubano alto, fuerte y muy cachondo durante mis vacaciones a Cuba cuando tenía únicamente 18 años. Si no han leído la primera parte de esta historia, se lo recomiendo encarecidamente para que se pongan en situación. Sino, les comento que la primera parte del relato concluyó en el momento en el que Iván y yo habíamos comenzado a besarnos en su habitación. Aquí tienen el momento en el que mi querido amigo me hizo gozar como una perra. Disfrútenlo mis amores.

Iván besaba mi cuello mientras variaba el ritmo con el que sus dedos entraban y salían de mi. Sin esperarlo, me cogió y me dio la vuelta, poniéndose sobre mi. Me desnudó, rompió mi top en dos y sacó mi falda de mi con una fuerza que me hizo ponerme más cachonda todavía. Seguía tocándome cuando comenzó a bajar. Su lengua recorría mis pechos, mordía mis pezones, los succionaba por momentos. Siguió bajando dándome besitos por la tripita, el ombligo y la pelvis hasta llegar a mi tesoro. Allí su lengua se unió al trabajo que sus dedos estaban realizando, una auténtica obra maestra digna de cualquier actor porno que se precie. Mi coñito rosadito y húmedo comenzaba a segregar fluidos, preparándose para lo que se venía, un polvo que siempre recordaré. Su lengua se movía por los lugares exactos, mis gemidos de placer aumentaban y mis expectativas se iban superando cada vez más. Me pellizcaba los pezones generándome más placer, a la vez que sujetaba su cabeza contra mi vagina deseando que nunca terminara ese momento que la vida, y sobre todo mi cubano, me estaban regalando. Mi calentura era tal que no era capaz de articular palabra alguna, solo alcanzaba a gemir.

De repente, Iván se detuvo. Sacó sus dedos de mi y su lengua comenzó a subir por mi cuerpo, siguiendo el camino opuesto al que había seguido anteriormente. Llegó hasta mi oído, y susurró una frase que nunca olvidaré:

– "Quiero que me comas la polla como una buena puta, que es lo que sos".

Si me hubiera dicho que me tirara por la ventana, lo hubiera hecho también. En ese momento era su esclava, habría hecho todo lo que me hubiera pedido, y ansiaba complacerlo. Además, todavía no había visto su polla. Quería que fuera grande, que no me entrara en la boca, quería atragantarme con ella. Sin embargo, nunca habría imaginado que fuera tan grande. Cuando bajé sus pantalones y vi su polla tras su bóxer, no me lo podía creer. Él estaba tumbado boca arriba y yo de rodillas mirándole a los ojos. Comencé a tocarla por encima del calzoncillo, le daba besitos y notaba como cada vez crecía más y más. Su glande comenzó a asomar por encima del elástico, y fue en ese momento cuando bajé sus boxers y los tiré por la ventana de la habitación. No sabía por qué había hecho eso, pero en ese momento a ninguno de los dos nos importó.

Cuando pude observar por fin su polla en todo su esplendor me asusté. Era muy grande, de los 25 centímetros no bajaba. Era la más grande que había visto en persona, y por supuesto más grande que ninguna otra que hubiera estado dentro de mí. Comencé a chuparla lentamente. La lamía como si se tratara de un helado, desde su base hasta el glande, una y otra vez. Me comía sus huevos mientras le pajeaba con una mano. Quería sorprenderlo, hacerlo gozar, tenía que sacar toda la zorra que llevaba dentro de mí. Sabía que no podía comérmela entera, pero lo iba a intentar, iba a comerme todo lo que pudiera hasta tener una arcada y que me saltaran las lágrimas, y así lo hice. Comencé a mamar lentamente, aumentando el ritmo. Iván sujetaba mi pelo y decía cosas que me hacían sentirme como una puta. “Que rico se siente amor”, “Mámala todita”, “Vas a ser mía”… Su glande chocaba con mi campanilla, yo lo notaba, pero ese no era mi tope, quería le me llegara al fondo de la garganta. Iván empujaba mi cabeza hacia él a la vez que yo aumentaba el ritmo. Mi boca se llenaba de babas a la vez que su polla, que cada vez que salía de mi boca iba acompañada de ellas. Comencé a tener dificultades para respirar y llegaron las primeras arcadas cuando solo había sido capaz de comerme medio pollón. No podía ni imaginar qué sería de mí cuando eso penetrara mi coñito, pero entre la humedad de este y las babas de la polla de Iván seguro que iba a entrar todo todito.

Pensaba que él querría acabar en mi boca, yo estaba dispuesta a tragarme toda su leche, sin embargo su aguante era bestial. Cogió mi pelo, me levantó la cara y acercó la suya a la mía. Me besó y me dijo:

– "Ya estuvo bien por hoy".

Me quedé en shock. ¿No me quería follar? ¿Iba a dejarme así? El calentón que llevaba encima era mayor a cualquiera que hubiera tenido nunca, esto no podía acabar así. Sin embargo, se levantó y se fue al baño. Cerró la puerta con pestillo y me quedé paralizada, no entendía nada. Pasaron dos minutos que se hicieron eternos, y salió del baño. Podía ver el placer en su cara, sin embargo, su erección había bajado. Me miró y se acostó a mi lado. Reinaba el silencio. Se tumbó de espaldas a mí y dijo:

– "Preparé una cosa para vos en el baño".

No sabía qué hacer. No quería levantarme rápidamente y que notara mis ganas de follármelo, pero la curiosidad me invadía. Me levanté y pasé al baño. No daba crédito de lo que veía. ¡Se había hecho una paja y había dejado su semen en un vaso! Al lado había una nota que decía: “Si quieres seguir jugando, solo tienes que beberlo”. Claro que quería, pero debía vengarme. Lo que había hecho no tenía nombre, no tenía explicación. Comencé a tocarme y a gemir para que me escuchara. Lo oí levantarse de la cama y acercarse a la puerta del baño.

– "¿Qué haces zorra?" – preguntó.

– "Aquí estoy masturbándome, como hiciste tú" – le respondí.

El plan le había salido mal, no esperaba esto. Me decía que parara, sin embargo yo seguía. Con lo cachonda que estaba sabía que no tardaría en correrme. Además, cada vez que me suplicaba que parase hacía que me pusiera más todavía. Estaba tumbada en el suelo cuando alcance el clímax. Los espasmos recorrieron mi cuerpo, mis ojos se pusieron en blanco y mi coñito comenzó a expulsar fluidos. Gemía como nunca lo había hecho, y él se dio cuenta. A los dos minutos, cuando me hube repuesto, cogí el vaso con la leche y abrí la puerta. Ahí estaba él, de pie, masturbándose. Le miré a los ojos y sin articular palabra, bebí todo su semen de un trago. Cuando terminé, le miré a los ojos de nuevo y le dije:

– “Quiero seguir jugando”.

Me agaché y comencé a chuparle la polla de nuevo. Estaba flácida, por lo que fui capaz de meterla entera en mi boca, pero poco a poco sentía como semejante arma iba cargándose de nuevo. El sabor de su polla se unía ahora al sabor de su leche, y provocaba en mi que la excitación volviera otra vez. Quería follármelo, quería follármelo ya, y así se lo hice saber. Saqué su verga de mi boca y le dije:

-“Quiero que me revientes, me partas en dos. Quiero sentir tu polla tan dentro como nunca antes he sentido una. Quiero que mañana mis padres me pregunten por qué estoy tan cansada. Fóllame”.

A lo largo de mi discurso notaba como su polla se ponía más y más dura. Veía en sus ojos las ganas de poseerme, de hacer pedacitos mi coñito, y esta invitación fue lo que hizo que se pusiera manos a la obra. Sacó un condón de la mesilla de noche, me lo dio y me dijo:

-“Quiero que me lo pongas con tu boquita de perra”.

Y así lo hice. El condón tenía sabor a chocolate, lo que me hizo tener la sensación de estar comiéndome una chocolatina Mars. Comencé a chupársela sobre el condón, pero no me lo permitió. Me cogió del cuello con una mano y me levantó. Me miró a los ojos y me dijo:

-“Te voy a reventar”.

Sonreí y pasé la lengua por mis labios a la vez que le guiñaba un ojo. Me tiró sobre la cama y me puso en cuatro. Escupió sobre mi coño para lubricarlo, pero solamente con todos los fluidos que lo rodeaban su polla hubiera entrado hasta el fondo a la primera. Todavía recuerdo la primera embestida. No había sentido nada igual hasta el momento. Sentí como se rellenaba todo dentro de mi. Un alarido salió de mi boca de manera espontánea, no era capaz de controlarme. Un espasmo recorrió todo mi cuerpo, mis piernas temblaban. Eso era el verdadero placer. Iván me embestía una y otra vez, y cada vez iba entrando un poquito más. Me azotaba las dos nalgas, primero la derecha, luego la izquierda, así continuamente. Agarraba mi culo, tiraba de mi pelo, metía sus dedos en mi boca para que no pudiera gemir y eso hacía que mi placer aumentara constantemente. Me decía cosas como “Sigue así mamá”, “Eres una puta” o “Esto es lo que te mereces por ser una zorra”.

Estaba cachonda como nunca. De repente paró y me cogió al vuelo. Me abracé a él colgando como una koalita indefensa y metió su polla dentro de mi. Me acercó a la pared y comenzó el baile de su pelvis, introduciendo toda su polla dentro de mi rosadito coñito. Me comía las tetas, mordía mis pezones, chupaba mi cuello. Gemía sin control, mis padres y toda la planta debían estar enterándose de todo. Esperaba que no identificaran mi voz, sino, mal pelo me correría al día siguiente. Pero no podía pensar en eso ahora, un dios cubano estaba regalándome el mejor polvo de mi corta vida y no sabía si tendría la oportunidad de repetirlo.

Nos tumbamos sobre la cama, yo encima de él. Cabalgaba sobre su miembro como una buena puta. No podía mirarle a los ojos puesto que los tenía constantemente en blanco del placer que estaba sintiendo. Veía como se mordía el labio, seguía azotándome cada vez más fuerte mi culito. Estaba gozando tanto como yo. Durante todo el tiempo que estuvimos follando, creo que mis únicas palabras fueron: “Oh sí dame más”, “Aaaahhh” y “Sigue papi no pares”. Hasta que de repente un fuego se encendió dentro de mí. Estaba teniendo el mejor orgasmo de mi vida. Me abracé a Iván con su polla todavía dentro de mi. Todo mi cuerpo temblaba mientras ríos de fluidos salían de mí. La cama parecía un lago. Cuando terminé, realmente estaba reventada, pero Iván todavía no se había corrido.

En ese momento tenía dos opciones. La primera era acabar lo que había empezado. Dejarlo seco. Beberme toda su leche. La segunda, la venganza. La venganza por haberse pajeado él solo en el baño la primera vez. Podía salir corriendo, puesto que la puerta de mi habitación era la de enfrente, y dejarle mi faldita y el top que me había roto de regalo, o volver al día siguiente a por mis prendas y repetir semejante espectáculo. Y obviamente, decidí lo primero. Quería su leche, quería que acabara en mi cara, que todo su semen fuera directo desde su polla a mi. Le quité el condón y me puse a mamar. No tardaría en venirse, pues ya llevábamos buen trote. Me atragantaba con ella una y otra vez, y por fin comenzó la explosión. El semen salía a chorros de su verga. La mayoría entraba en mi boca, pero otro poco cayó en mis párpados, mi nariz y mis mofletes. Tragué todo, y con su leche todavía en mi cara, le besé. Le susurré al oído:

– “Muchas gracias papi. Espero que me escribas”

Me puse de pie, y sin que él dijera nada, cogí una toalla de su baño y me envolví en ella. Salí por la puerta de su habitación duchada en su semen y marché a mi habitación dejando mi ropa en su cuarto. Al entrar a mi habitación cogí el móvil y conté a mis amigas lo zorra que había sido, mandándoles una foto mía desnuda con su semen cayéndome de la cara por todo el cuerpo. Lo rebañé todo con mis dedos, no dejé nada. Me di una duchita fresquita para quitarme el sudor, pero acabé masturbándome con la alcachofa de la ducha otra vez pensando en todo lo que acababa de suceder. Me fui a la cama, pero antes miré el móvil. Eran las 4 de la mañana. Tenía un mensaje de Iván:

– “Me dejaste con ganas de más. Espero poder repetir algún día”

Agregó también una foto de su polla que sigo conservando y mirando a menudo, ya que me hace recordar lo que gozó esta puta aquella noche en Cuba. Iván, si estás leyendo esto, aquí me tienes para lo que quieras, fóllame como esa noche.

Esta era únicamente la tercera noche de mi viaje. Todo lo que pasaría las tres noches siguientes, lo sabrán dentro de muy poquito, pero permítanme un spoiler: seguro que les gustará.

(Continuará)

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