Laura se despertó estirándose mientras la luz que se colaba por la ventana calentaba de forma agradable la piel de sus brazos. A su izquierda, boca arriba, dormía Pablo, su chico, enfundado en una camiseta blanca.
Laura apoyó la palma de sus manos contra el colchón y se incorporó arrastrando los glúteos sobre la tela del cubrecama. La sábana con la que se tapaba cayó dejándola con las tetas al aire mientras la tela de las bragas, a consecuencia del deslizamiento, se coló en la raja del culo. Durante un instante, consideró la opción de deslizar una mano y sacar la tela, pero luego, notó que la invasión, lejos de molestar, la causaba cierto placer.
Miró a su chico, el vello de su pecho sobresalía desordenado hasta alcanzar la base del cuello. Tenía barba, pelo corto y rizado en la cabeza y abundante vello en brazos piernas y… Laura visualizó en su mente la raja del trasero de su chico… de ahí salían algunos pelos negros. Una vez había probado a lamerle el ano, la sensación no había sido agradable, sobre todo cuando uno de esos pelos se soltó y tuvo que retirarlo de la boca… además, su nariz captó cierto olor a pedo… aun así continuó lamiendo el ojete de Pablo hasta que este gimió de placer contrayendo las nalgas.
Esa mañana no le apetecía comerle el culo a su chico, sin embargo, quería ver el vello de otro sitio. Con cuidado de no despertarle, apartó la sábana descubriendo los calzoncillos color granate. Hacia el lado derecho, observó que el color era más oscuro y que estaba mojado. Bajó la cabeza y olfateó. Estaba casi segura que Pablo había tenido un sueño erótico.
Tenía que comprobarlo.
Con cuidado deslizó los dedos bajo la goma de los calzoncillos y tiró de ellos dejando al aire un pene a medio crecer que dormía sobre una abundante mata de pelos. De la punta, colgaba un hilo transparente de semen.
– ¿Qué haces? – preguntó el hombre despertando.
– Miraba tu pene. – respondió tranquilamente Laura.
Pabló la miró a los ojos durante unos segundos y luego centró su atención en los pechos.
– Me gustan tus pezones. ¿Puedo?
Laura no respondió, pero se inclinó hacia delante. Pablo se reincorporó y chupó la tetilla con sus labios succionando y provocando que un escalofrío recorriese la espalda de la mujer.
– ¿Lo hacemos? – Dijo Laura acariciando el pene del varón.
Pablo controló su deseo. Tenía la vejiga llena y quería disfrutar de aquello en condiciones.
– Tengo que ir a orinar. – respondió levantándose de la cama con agilidad.
Laura le siguió con la mirada mientras entraba en el baño.
– Tengo que lavarme los dientes. – dijo casi al instante levantándose.
Abrió la puerta del cuarto y observó a Pablo. El calzoncillo le tapaba medio trasero. Al oír la puerta paró de mear.
– Tu sigue, relájate, como si no estuviera.
Pablo relajó el esfínter y el pis volvió a salir acompañado de una pequeña ventosidad.
– Hala, se te escapó un pedete. – dijo Laura para picarle.
El hombre, ligeramente ruborizado, tardó unos segundos en replicar.
– Eso te pasa por seguirme hasta el baño. ¿Qué cree la princesa que pasa en los baños? – dijo terminando de orinar y dándose la vuelta para mirar a la mujer.
Laura sonrió de manera pícara, se giró apoyando sus manos en la pila del lavabo y apoyando el peso de su cuerpo en la pierna derecha, sacó el trasero y se tiró un ruidoso pedo.
– Cochina. – replicó el afectado de mal humor.
– Uy, el chico se ha enfadado, que vas a hacer, vas a castigarme por ser una chica mala.
Pablo se acercó al lavabo y besó a Laura en la boca. Luego cogió un frasco de perfume en formato spray y echó un poco sobre las bragas de su chica.
– Ven conmigo. – espetó tomándola del brazo.
Laura se dejó llevar.
– Túmbate boca arriba en la cama y quítate las bragas.
La fémina obedeció.
Pablo separó las piernas de su chica, se bajó los calzoncillos y metió la punta de su pene en la vagina. Luego, al tiempo que la besaba en los labios, empujó penetrándola.
El gritito quedó amortiguado por el beso.
Pablo la abrazó y ella pasó los brazos tras su nuca. El varón sacó el pene, se apoyó en una pierna y volvió a meter la verga en el sexo de Laura.
– ¿Vas a ser una chica buena? – dijo entrecortadamente.
– No… – respondió Laura anticipando la reacción de su compañero.
Pablo le dio un chupetón en el cuello y la volteo.
– Boca abajo, sobre la cama.
Laura se posicionó aguardando impaciente.
Pablo se subió encima de la cama, le dio un par de azotes con la mano y luego la cogió por detrás, su cuerpo cubriéndola.
– Ahora te vas a enterar. – dijo mientras la penetraba por detrás.
Las acometidas se sucedieron, algunas veces acompañadas de azotes, otras no. Luego se pusieron de lado, Pablo metió los dedos en la vagina de Laura y comenzó a estimular el punto G. Aquello la volvió loca, gemía, gritaba con el cuerpo temblando… Pablo se unió al alboroto, sacó su pene a punto de explotar y se corrió sobre el cuerpo de Laura, que, presa de un orgasmo, reaccionaba con espasmo de placer que iban y venían sin control. En medio de los jadeos se besaron de nuevo y se abrazaron con firmeza tratando de absorber las corrientes de placer como si ambos compartiesen un solo cuerpo.
Nota del autor.
Tras escribir estas líneas mi pene se ha hecho mayor y palpita. Con premura busco un video tecleando la palabra orgasmo, con el pulgar de mi mano izquierda navego por los resultados mientras mi mano derecha estimula el miembro. Una foto de una secretaria de pelo corto, camisa blanca y falda negra, atrae mi atención, su jefe la recibe en el despacho. Se inclina sobre la mesa, levanta la falda y descubre lencería roja. Pronto las braguitas caen y el culo, como si se tratase de un retrato enmarcado aparece, la rajita deliciosa, las nalgas pálidas y la fuerza de la gravedad tirando un poco, pero sin vencer la firmeza del conjunto. El hombre en traje le da un par de golpes con una regla, la manosea las nalgas, saca el pene y la penetra. Los dos gimen mientras mi miembro, fuera de control, lanza un par de chorros de semen que mojan mis calzoncillos y manchan mis pantalones. Tengo que publicar el relato, pero antes, permítanme que me lave las manos y me relaje.