Nuevos relatos publicados: 6

Novia fiestera

  • 14
  • 25.833
  • 9,43 (21 Val.)
  • 1

Las vibras de una noche de fiesta por el cuerpo, los juegos de luces disparando colores, la música alta, mi novia y yo en el centro del despejado living… ¡Al fin!, al fin puedo pasar un sábado por la noche a solas con mi espectacular novia.

«Mirá como la mueve, la Promo 19»

—¡Wuu! —gritó Daniela—, ese es el tema que pasaban en mi viaje a Bariloche.

—¿Ah sí, en tu viaje de egresados?

—Ella mueve el cu', zarpada en pu', ta esperando que la apoyen por atrás… —cantaba ella mientras me meneaba el trasero.

—¡Faa, lo que habrá sido Bariloche con vos…! —le digo mientras miro todo eso rozando peligrosamente mi paquete «yo quiero ver una mano arriba, como mueven el culo todas esas pibas».

—No te das una idea, qué lástima que no nos conocíamos en ese entonces.

Casi todos los fines de semana mi novia salía a bailar con sus amigas, era innegociable, durante la semana nos veíamos siempre pero los viernes, sábados y, a veces, los domingos eran para las amigas, yo le insistía para reunirme con ella en el boliche con mi grupo de amigos pero ella no quería saber nada. Por esas casualidades de la vida, hoy la gente no estaba con ganas de salir, por ello improvisó una noche especial. Estábamos en una cabaña que se encontraba en un amplio terreno perteneciente a su abuela. Allí habían varias cabañas amuebladas para el alquiler a turistas pero no era temporada, por lo que estaban vacías. La abuela vivía en una casa bastante apartada de donde nos encontrábamos, por lo que podíamos hacer la fiesta que queríamos entre los dos sin temor a quejas. La octogenaria se encontraría, de seguro, durmiendo en estos momentos.

Daniela tenía ambientado esta cabaña para hacer previas y afters con sus amigos, equipada con un buen conjunto de parlantes, neones, luces con movimiento, alcohol y demás enseres. La bautizó “la cueva de la loba”, con un gran cartel colgado en una de las paredes. Estaba emocionado porque podía pasar la noche con mi alocada chica y darle bomba hasta el amanecer.

«Está noche, tengo la casa sola, y quiero jugar contigo al papá y a la mamá, y hacer travesuras sin parar». La música no podía expresar mejor mis morbosas intenciones.

—No pienses que sólo porque somos los dos nada más la noche va a ser tranquila —me dice Daniela con una sonrisa pícara y luego me ordena—: sacate el jean y la camisa.

—Okey… —Obedezco las órdenes de la dama.

Me trae una de sus blusas.

—Tomá, ponétela.

—Ahmm… ¿Qué?

—Yo soy la dueña de casa, se hace lo que ordeno.

Prosigo a cumplir. Me quedé en boxer y con su prenda, que me quedaba como si fuese una musculocita. Ella se quitó la falda solo tirando del cierre, no necesitó sacarse las zapatillas, muy práctico. Lo bueno es que se había quedado en tanga y con su blusita.

Comenzamos a bailar un perreo intenso que me dejó con una erección por todo lo alto. Nos besábamos, tomábamos y luego seguía el baile. Mientras estábamos así, pensaba en lo genial que era tener una novia fiestera y culona ya que, de otra manera, no estaría viviendo una situación así. Me imaginaba estando en un boliche, siendo el centro de atención, sin sentir vergüenza sino que me sentiría orgulloso, con mi sexy novia restregándome esas nalgas.

Daniela tomó su celular, lo puso en selfie y nos grabó de la cintura para arriba, sandungueando. Luego vi que abría su instagram.

—¿Qué onda con eso? —le pregunto.

—Lo voy a subir en stories pero sólo para ‘mejores amigos’.

Unos cuantos minutos después vuelve a grabar otra storie pero esta vez filmando de la cintura para abajo, en la toma se podía ver claramente sus nalgas y mis calzones al palo.

Nuestro trago se había acabado, me pide que prepare otro. Me dirijo a la heladera que estaba a unos metros nada más de distancia. Ella se encontraba bastante entretenida con el teléfono, cada tanto soltaba unas risitas. Vuelvo con el trago, continuamente sonaban las notificaciones y ella las revisaba. Me dio curiosidad y pregunté por ellas.

—¿Qué onda con esas stories?

—Nada —se ríe—, estoy respondiendo a las chicas.

—¿Las chicas?, ¿y qué te dicen las chicas?

—Y aclaré primero que sos mi novio porque algunas pensaban que eras un chico cualquiera que traje a mi cabañita.

—Noo —respondo indignado—, por qué piensan eso.

Daniela me hace un ademán con la mano de que no le dé importancia.

—Otra me preguntó si mi novio anda siempre al palo —carcajea.

—Y cómo no estarlo —respondo en mi defensa.

—Y Kamila, ¿te acordas de ella?

—Ahmm, no.

—Bueno no importa, me estaba riendo porque me puso que pobrecito mi novio, que me apiade de vos. “¿Por qué?”, le respondo y se pone a explicarme que a los vagos cuando están mucho tiempo al palo y no se hacen la paja, o la novia no les descarga, después le duelen los testiculos.

—¡Opa!, y qué le respondiste.

—Le puse que “tranquila, que lo dejo bien ordeñadito” —y me hace un guiño.

Daniela deja su celular en la “mesa de DJ” y se va al baño. Yo aprovecho para revisarlo. Me pongo a ver los que vieron esas stories y me encuentro que se trata de mucha gente, ¿cuántas personas tiene agregados a su lista de mejores amigos?, pienso para mí. Noto que no sólo chicas comentaron, sino que también varios varones lo han hecho. Suena el escusado así que dejo el teléfono en su lugar y me acerco rápido a la puerta del baño. Cuando sale ella le digo que también quiero entrar.

Tras hacer mis necesidades y limpiarme, me encuentro con ella acostada en el sofá cama, que se encuentra en un costado pegado a la pared, revisando a full su celu. Al verme llegar, ella se levanta y volvemos a bailar. Yo me quedo mirando unos instantes ese sofá cama y le digo:

—Que ganas de ponerte de cuatro ahí y darte bien duro.

—¿Ah sí? —me responde con una mirada desafiante. Luego me aprieta el pito—. Está flácido, ahora te la pongo de vuelta al palo.

Se arrodilla, me baja el boxer y comienza a comerme. ¡Dios!, me estaba calentando de una manera descomunal, a tal punto que acabaría allí mismo, pero ella para y me aprieta muy fuerte con el pulgar la parte inferior de mi pene. Eso hace que me tranquilice. Se pone de pie y me dice:

—Te hice un “cum block”, así seguimos por más tiempo que la noche es joven.

Seguimos bailando hasta que se acabó la bebida del vaso. Me pide que sirva más, yo protesto y le digo que le toca a ella. Me responde que no, que es mi deber mantener el vaso lleno y me recalca que si quiero que me siga bailando rico debo hacer caso y portarme bien. Suele ser sargentona ella, una sexy sargentona.

Me voy a servir más alcohol. La veo que está con el celular pegado al oído. Empezaron las notas de audio, ¿con quién estará hablando, con una amiga? Al volver me pica la curiosidad de lo que husmee en su móvil y le pregunto:

—Che, ¿te escribieron, aparte de minas, vagos?

Ella me mira seria.

—¿De verdad querés saber? —Yo asiento—. Sí, obvio. Me comentan que les encantaría estar acá y que le tienen una tremenda envidia a mi novio.

Ya casi apenas bailábamos. En un momento me pregunta si faltaba hielo o bebida, a lo que le respondo que no. Esa pregunta me dio mala espina, por lo general la hace cuando va a recibir visitas. Deja su celular en la mesa y me abraza rodeándome el cuello con los brazos. Nos besamos intensamente enredando nuestras lenguas. Se escucha el ringtone de su celular y se separa rápidamente.

—Disculpame un momentito —me dice tomando su teléfono, encara para la salida pero luego cambia bruscamente de dirección para la habitación. Se habrá acordado de que estaba semidesnuda para ir afuera.

Me acerco hacia la puerta para escucharla, pegando el oído. No podía bajar el volumen de la música porque sería super obvio. Lo único que oigo son unas risitas suyas y, al parecer, algunas indicaciones para llegar a la cabaña. Me aparto rápido a esperarla.

—¿Qué pasó, amor? —le pregunto cuando sale.

—Bebé, va a venir dentro de un rato un amigo mío.

—¿Eh?, ¿no era que íbamos a estar los dos solos?

—Tranquilo bebé, sólo va a venir un ratito a nuestra fiestita. Al fin y al cabo, nosotros dos vamos a estar solitos más tarde… en la cama.

Se dirige a la notebook para poner un tema.

—Bueno, vamos a seguir bailando, baby —me dice.

«Y le dicen la turraka-taka, mueve la butaca-taca, rompe con el taka-taka». Suenan los parlantes y comienza a bailarme perversamente.

A los 15 minutos llega el amigo, un tipo alto, de espalda ancha, mirada ganadora y confiada, era como si Chris Evans estuviese ahí en el umbral de la puerta. Lo primero que le dijo Daniela es que se quite su cara y perfumada camisa junto con su pantalón de gabardina, le dio una blusa como la mía y así, con ropa interior, estábamos los tres bailando en medio de la hogareña pista. Ella bailaba con él, luego conmigo, hasta que, de a poco, nos juntó hacia ella como en un sandwich. Antes de que la situación me empiece a incomodar de forma abismal suena el móvil de mi novia. Tras terminar la comunicación, informa que su amiga va a venir.

—Los vagos también me escribieron —dijo luego el chongo, revisando su celular.

—Bueno, mandale el location-shon-shon —le responde ella cantando.

Al cabo de un rato, el lugar estaba con mucha gente. Vino una de las mejores amigas de Daniela: Carolina, una rubia de cabello corto, con una ancha y bonita espalda, y de buena delantera. Aparte de ellas dos, había una chica más y el resto eran puros varones. Todos los invitados debían de seguir el carácter temático de la fiesta seminudista, con las chicas portando sus blusas o tops más su ropa interior, y los varones casi desnudos, sólo con sus calzones, porque Daniela ya no repartió más de sus blusas. Uno de los amigos de Carolina, que se mostró tímido, sólo se había quitado los pantalones conservando la remera, y no se apartaba mucho de ella. La otra chica no despegaba el trasero del sofá, y los demás varones, enfiestados, formaban una ronda alrededor de la anfitriona.

Daniela, la estrella de la noche, bailaba en medio, no se cortaba un pelo y restregaba la cola a todos. Cada tanto venía la amiga y juntas hacían una danza sensual. En una oportunidad, se viene hacia mí y bailamos los dos pegaditos, ¡al fin! Estaba tan contento solo con ella, o eso creía, porque sin darme cuenta, el chongo se le pega por detrás y comienza a bailarle. Ella se da la vuelta y se inclina un poco para frotarme con sus nalgas mientras conversa con ese otro. Yo me aparto un poco para verlas mejor. Acaricio esas firmes y pomposas nalgas, con la completud de mis manos para sentirlas bien. Noto que se encuentran húmedas y me daba la sensación de que algo viscosas también. Me le pego igual porque me gusta mucho su cola.

El trato que tienen ella y el chongo es enérgico, le decía él algo al oído y ella le respondía con una cachetadita por la mandíbula y a veces se hacían “broncas” apretando los dientes, como si se tuviesen mutuamente mucha ternura.

—¿Y ese chico quién es? —le pregunto cuando se aparta.

—No pasa nada, es sólo un amigo mío.

Otros chicos se acercaban y solicitaban bailar con ella. Me pidió que me apartara un poquito, que ya luego me tocaría de nuevo el turno. Me voy a sentar en el sofá-cama, no podía creer cómo había escalado todo esto, pasar de un sábado tranquilo con mi novia a una auténtica fiesta descontrolada. Aquellos chicos más que bailar, lo que hacían era hablarle al oído nada más. El vaso se le acaba a ella y se acerca para pedirme que sirva más. Yo como que reniego un poco y ella me aplica su técnica de persuasión, la cual consiste en decirme repetidas veces en un tono aniñado: “ah dale, no seas malo”. Los demás chicos, a modo de chiste, le seguían el juego. Todas las miradas se posaron en mí, ahí echado con desgano en el sofá. Me incorporo y le digo:

—Anda vos, te estuve sirviendo los tragos toda la noche. —Sólo quería alejarla de los otros chicos.

Carolina, la amiga, me dice:

—Ah dale cosito, no seas malo y preparale un trago a tu novia.

—Bueno si me pide tu amiga voy —respondo y tomo el vaso.

¡Noo!, gritan los chicos, el chongo me reprende diciendo:

—Vos tenés que hacer las cosas por tu novia, man.

Yo iba a ir de todas maneras, sólo estaba molesto porque mi chica recibía tanta atención de los demás varones. Para intentar salir bien parado dije:

—También, por las dos voy.

¡Noo!, vuelven a gritar más fuerte.

Me fijo en el congelador y…

—¡No man, no quedan más hielos en cubitos! —puteo en voz alta.

—“Eso te pasa por andar con dos… —Escucho que me cantan en coro Carolina y los demás—, la matemática a ti te falló, y te lo dije yo”.

Tuve que sacar una de las botellas congeladas y salir al lavadero a picarlo allí, para no hacer mucho desastre en el fregadero de la cocina. Oía la música y las voces amortiguadas de adentro, mezcladas con los cantos de los grillos allí afuera. Tardé bastante en cortar el hielo, no se me daba muy bien. Ya dentro, termino de hacer el trago y me vuelvo para la pista. Noté que estaba más oscuro todo, habrán apagado algunas luces en algún momento cuando salí. «Ella es una guacha atrevida, le gusta tomar-fumar todas esas cosas», la música estaba un poco más alta. Veo a mi novia con los dos chicos en un sandwich, bailando obscenamente «ella es una guacha tramposa, te baila-te mueve-te apoya con toda esa cosa». El que estaba en su retaguardia le besaba el cuello y le pegaba el paquete por las nalgas como si le estuviera haciendo el sexo «papi shampu, papi-papi shampu…», y el que se encontraba delante le estaba chupando un pezón. Ella le rodeaba con un brazo al de adelante, y al de atrás le apretaba con la otra mano una nalga. Con los ojos cerrados, movía lentamente la cabeza como si estuviera en un viaje.

Ya me había acercado lo suficiente. El chupeteador, apenas verme llegar, se separa rápido y baja la blusa, tapándola. La amiga de mi novia, que estaba al lado de ellos, me mira con una sonrisita burlona y me quita el trago de las manos. Mi novia se da cuenta de mi presencia.

—Vení bebé, sumate —me dice y me rodea con los brazos.

Uno de los chicos apoya su brazo alrededor de mis hombros y el otro me rodea la cintura, quedando los cuatro como dándonos un abrazo grupal. Yo me incomodo y me separo de ellos. Antes de alejarme mucho, Carolina me agarra del brazo, ve mi rostro y me dice:

—Tranquilo bobi, sólo están bailando como se baila este tipo de músicas. —Luego le pasa el vaso a Daniela.

Mientras bebe, mi novia me observa por encima del borde del vaso. Se acerca y me explica al oído:

—Ya te atiendo, bebé. Tampoco puedo ignorar a mis invitados, esperá tu turno. Además, te recuerdo que, al final, vamos a ser solo nosotros dos en la camita.

Yo la observo resignado y poco convencido.

—¿Me lo juras?

—Te lo juro. —Se da la vuelta y sigue bailando con los demás.

El novio se aparta, observa la fila de varones que había y decide esperar su “turno” sentado en el sofá-cama. Se la pasa bastante tiempo viendo como esos chicos restriegan el pene por las nalgas entangadas de su novia. Mira la hora y piensa que de seguro su novia no va a cumplir su promesa, porque la cosa parece ir para rato. Luego se dice a sí mismo que eso le pasa por tener una novia fiestera y culona.

FIN

(9,43)