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Otro aburrido viaje

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Con los cuerpos pegados, Lorenzo y Milagros, follan. Lorenzo, completamente estirado sobre Milagros, eleva y baja el culo como si fuese una marioneta a la que un invisible hilo mueve. "Ho, ho, ho", jadea Lorenzo. Milagros recibe la polla de Lorenzo con los muslos abiertos: "Ah, ah, ah, ah", y gime. La cabeza de Lorenzo está junto a la de Milagros; parecen dos siameses que mirasen diferentes: uno, abajo; otra, arriba. Follan así, apretados, muy apretados, estrechamente unidos. "Ho", "ah", "ho", "ah".

Al principio, Milagros le pidió que fuese rápido, y eso hace que Lorenzo se concentre sólo en el placer que siente en la polla. "Ho, hoo, hooo", jadea Lorenzo. Lorenzo le dijo que vale, que rápido sería. Milagros, que ya estaba muy excitada debido a la necesidad, debido a los días sin sexo a causa del trabajo, debido a que, por falta de hombre, se había estado masturbando hasta poco antes de que Lorenzo entrase en la casa, se moría de gusto. "Ah, aahh, aaahhh". Milagros le había pedido un rápido a Lorenzo porque tenía que volver al trabajo tan pronto como pudiese: en el teletrabajo sufría por los sutiles mecanismos de control horario que ejercía la empresa. "Uff, Milagros, me viene, ya viene, ho, hoo". "Ah, Lorenzo, así, sí, y a-ah mí, aahh". Lorenzo inyecta su semen en el coño de Milagros con un eléctrico espasmo que hace que esta se estremezca de éxtasis. Ha ocurrido justo segundos antes de que sonase la alarma de la aplicación reloj de móvil.

"Lorenzo, te he echado tanto de menos", dice Milagros de espaldas a Lorenzo, de vuelta al teletrabajo, sentada ante la pantalla del ordenador, semidesnuda aún, pues ha podido ponerse encima lo que ha tenido más a mano: la camiseta de tirantes de Lorenzo, y se le transparentan los suculentos pezones morenos, buena paja se hará el que la esté viendo en estos instantes. "Bueno, mujer, ya he vuelto, ha sido un viaje bastante aburrido, por cierto", miente Lorenzo. Milagros baja la cabeza porque le da una risa tonta al oír las palabras de Lorenzo; el cabello rubio, largo y ondulado, le tapa los ojos, y tiene que soplar hacia arriba para apartárselo. "Lorenzo, por favor", dice fastidiada; "¡Qué!", suelta Lorenzo; "Te has debido tirar a toda la plantilla"; "Oye, soy entrenador de chicas no poseedor de un harem", responde Lorenzo molesto; "Como si lo fuese, un harem, para ti, como si lo fuese". La verdad es que Milagros tenía razón, en parte, ya que la mayor parte de las chicas eran lesbianas y no accedían a tratos carnales con hombres, no así sus madres. "Oye, el fútbol es así", dice Lorenzo, y Milagros se parte de risa.

Del siguiente viaje, Lorenzo no volvió. Bueno, sí volvió, pero no con Milagros.

Otro aburrido viaje:

Jugar un torneo de futsal en un país subdesarrollado con fines benéficos, por más internacional que fuese por la participación de equipos de muchos países, no dejaba de ser un continuo ir y venir del hotel al recinto polideportivo y del recinto polideportivo al hotel. Si no hubiese sido por..., después de aquel partido... Las chicas estaban realmente ilusionadas, incluso las familias que acompañaban a estas; no así Lorenzo, al que torturaba, no sólo el hecho de tener que prescindir de compañía femenina, pues Milagros no había podido acompañarle, sino también el que en ese país tropical las mujeres usaban pocas prendas para taparse; tampoco se tapaban sus chicas..., ni sus madres.

"Chicas, lo tenemos ganado", dijo durante un tiempo muerto, "tú, Carolina, márcame bien a la número 5, tú, Mabel, atenta a su pivot, que no reciba, tu, Tania, si te llega la bola ya sabes, avanza, tú, Karina, bien, tú, Paula, tu portería es como tu coño, no pasa nadie que tú no quieras que pase", esta orden las hizo reír y salieron las cinco a la cancha alegres y confiadas. El resultado 6 a 4 a favor, de todos modos, les daba una total seguridad en la consecución de la victoria final.

Terminó el partido. Después de responder a la prensa, Lorenzo fue al vestuario, donde las chicas festejaban. Ver las piernas, los culos, las tetas de sus pupilas no le excitaba a Lorenzo; sin embargo, esa noche había algo más. O, más bien, había alguien más. De sopetón, Lorenzo recibió un abrazo y un besazo en los labios por parte de una mujer a la cual no tenía el gusto de conocer. Y mucho gusto sería si la conociese, porque la mujer, que aparentaba tener la cuarentena de años, apretó las tetas duras y voluminosas contra su torso y a Lorenzo le parecieron cojonudas. Luego observó el rostro de ella cuando se separó, y vio que tenía unos ojos inmensos y una boca grande con labios gruesos; y un cabello largo negro, muy negro, y una cintura sexy y tentadora, y... "¡Ay, míster, magnífico, magnífico, te chupo la polla, a mi niña, míster, la van a fichar, Karina, ya sabes, la fichan, en división de honor, te chupo la polla, míster, ven, Karina, ven...!". Karina se acercó con las tetas desnudas mojadas y vibrantes. "¡Lorenzo, me fichan, me fichan..., todo gracias a ti, gracias, Lorenzo, gracias!", soltó Karina entusiasmada. "Ay, míster, no sé cómo podría agradecérselo", dijo la madre de Karina sinceramente; "Chupándome la polla", dijo Lorenzo, y quedó muda la madre de Karina.

"Míster, es, es, en fin, es un decir eso de que te chupo la polla, en mi barrio se dice cuando se está contenta con alguien, pero yo, yo, ni pensaba en ello ni nada, sabes, míster..."; "Yo, sí", dijo Lorenzo. Salieron del vestuario, la madre de Karina y Lorenzo. Hablaron. Quedaron. Lorenzo volvió al vestuario y vio lo que vio: las chicas gozaban de sus cuerpos sin inhibiciones; se besaban, se masajeaban las tetas, se comían los tiernos coños, todas, dentro de las duchas, en el suelo, sobre los bancos; y un olor a femineidad acompañado de gemidos, suspiros y agudos grititos se extendía entre las paredes de azulejos blancos empañados de caliente vapor de las paredes; y Lorenzo se fue.

Sentados bajo el chamizo de cañas adyacente al exótico bar, ya era muy de noche y la luna llena brillaba esplendorosa reflejándose en el cercano mar, cuando Lorenzo y Virtudes, que así se llamaba la madre de Karina, se encontraron. Pidieron unos batidos de frutas típicas del lugar que, combinados con alcohol de alta graduación, enternecían los espíritus. "Verás, Lorenzo, estoy muy contenta, gracias a este fichaje mi hija podrá salir del barrio donde vivimos, donde sólo se aprenden cosas malas..., en mi barrio a las niñas las madres las enseñan primeramente a follar..., después lo que aprendan en el colegio, que es bien poco, ahora Karina podrá conocer otra ciudad y le vendrá bien..., temo, siempre he temido que a Karina le diese por drogarse o cosas peores en ese entorno, ahora..., pues... su vida cambiará", decía Virtudes; "Karina es una buena chica, y una excelente jugadora de futsal, me alegro por ella, y por ti, se ve que este asqueroso torneo os ha abierto las puertas a un futuro esperanzador", decía Lorenzo; "Asqueroso, ¿por qué asqueroso?"; "Venimos, vengo obligado por los intereses comerciales de nuestra marca..."; "Eso no es malo"; "No lo es, pero tampoco es estrictamente deportivo, que es, en mi caso, el motivo por el cual empecé a entrenar a chicas".

El murmullo proveniente de la próxima orilla, la media luz que se proyectaba en el interior del chamizo, la música tenue. La noche templada invitaba a la intimidad. Una mujer y un hombre, juntos, no podían ignorar tamaño embrujo, como no lo hicieron Virtudes y Lorenzo.

Virtudes era remisa a tener aventuras amorosas, pero...

"Lorenzo, te estoy muy agradecida, de veras"; "¿Damos un paseo por la orilla?", propuso Lorenzo. Virtudes asintió. A Lorenzo no se le escapaban los placeres que el cuerpo de Virtudes prometía. Virtudes, para su cita con Lorenzo, se había puesto mona. Se había maquillado y llevaba puesto un vestidito corto palabra de honor que permitía que se viera el nacimiento de sus estupendas tetas; se había calzado con unas sandalias de medio tacón, que pronunciaban la dureza de su culo y la belleza de sus piernas. Paseaban Virtudes y Lorenzo por la arena con el paso acompasado y callados. Virtudes rompió el silencio: "Ja, ja, ja, Lorenzo"; "¿Por qué te ríes?"; "Me estoy acordando de aquello que te dije en el vestuario"; "Lo de chuparme la polla... "; "Eso, ¿sabes?, yo he chupado muchas pollas, por mi hija, para que tuviese lo mejor, para pedir, pero nunca por agradecimiento"; "Bueno"; "Lorenzo"; "Qué"; "Que sí, que te chupo la polla".

Lorenzo se tumbó bocarriba sobre la arena y miró al firmamento de estrellas. Sintió la humedad en el glande y en el frenillo y suspiró, sabiendo lo feliz que iba a ser en pocos minutos, cuando su polla entera estuviese en la boca de Virtudes. Esta se entretuvo unos minutos en los preliminares, besando el tronco venoso y el prepucio en retirada y seguidamente le comió la polla. "Oh, Virtudes, uff, qué gusto, que caliente está tu boca, oh, Virtudes, oh, así, así, así". Lorenzo pasaba cariñosamente las palmas de las manos sobre la melena de Virtudes mientras la polla se le iba convirtiendo en un volcán a punto de estallar, poco a poco, cada vez más cerca de un final que él quería demorar lo suficiente para seguir sintiendo el contacto de la lengua de Virtudes, eternamente la tibieza de la boca de Virtudes y el sonido de su respiración, más y más acelerada a medida que ella iba notando la dureza de Lorenzo en su paladar, tensionada Virtudes por dar todo el placer y a la vez relajada por el gusto de darlo, por saber que iba a darlo, que Lorenzo jamás olvidaría esta mamada, jamás. "O-o-oh, Virtudes, oh, oohh, ooohhh". Se corrió extensamente Lorenzo dentro de Virtudes, hasta la garganta propulsó el semen. Virtudes alzó la cabeza y se relamió, degustando el sabor de Lorenzo depositado en sus encías.

¿Y qué pasa con Milagros? Milagros ha sido pillada infraganti follando durante las horas de teletrabajo y está despedida. Ni que decir tiene que la cámara de su ordenador la vigilaba constantemente. Milagros se percató de ello al ver en su equipo inesperados cierres. Así que dijo a su amante: "Espera", y enfocó mejor la cámara de manera que se viera mejor la escena: ya que la despedían, brindaría un bello espectáculo. Su amante en ese momento, un futbolista amateur cubierto de tatuajes que, desconociendo que Lorenzo estaba de viaje, había venido a la casa para pedir consejo sobre su futuro futbolístico, se lo tomó con deportividad y puso todo su empeño. Primero la puso a gatas sobre el colchón y la penetró el coño dándole rudos empellones que a Milagros la hacían gritar. "Aahh, aahh, aahh". Las tetas de Milagros se movían como campanas.

El futbolista le daba bien: apoyando el torso sobre la espalda de Milagros, poniendo los brazos bajo el tronco de esta, sostenía sus tetas, se las acaraciaba; y a Milagros más le gustaba que la follara. Se detuvo el futbolista y sacó la polla, meditando en qué otra posición pondría a Milagros para seguir gozando. Entonces ella aprovechó para girarse sobre las rodillas y tragarse la palpitante polla. "Mmm, mmm, mmm". Qué sabrosa le parecía la polla de aquel joven respecto a la de Lorenzo. Destilaba un sabor tan varonil que ella enloqueció y empezó a lamer y besar el tronco con devoción. Se la volvió a tragar. "Mmm, mmm, mmm". Pero Milagros quería que él se corriera follándola. Así que le empujó por los hombros hasta verlo acostado, se subió a horcajadas y se metió la polla en el coño; y le cabalgó. El joven futbolista metía la cabeza entre las tetas de Milagros y se las mordía, y resoplaba y jadeaba excitadísimo, flipando con esta mujer, que, siendo mayor que él, era tan ágil y enérgica. "Aah, aahh, aaahhh", gritaba Milagros. Milagros llegó al clímax cuando al otro aún le faltaba, y, a punto de estallarle la cabeza por tanto placer, siguió botando y botando casi deshecha. El joven futbolista, dándose cuenta de ello, la sujetó fuerte por las caderas y elevo las suyas una vez y otra vez hasta que derramó el semen.

En cuanto a Lorenzo. Lorenzo está viviendo con Virtudes en Málaga, ciudad donde reside el equipo que ha fichado a Karina. Ahora también ellos... Pasea con Virtudes por el Parque. Se bañan en la playa cuando hace bueno. Lorenzo adora a Virtudes, le vuelve loco Virtudes; y cada vez que la folla, la mira y remira porque no se lo cree. Virtudes debajo de él, desfallecida de placer, gimiendo débilmente por cada uno de sus empujes, su rostro sereno esperando el instante en que sobrevienen los orgasmos, el de ella, y el de él.

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