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Phuc de Vietnam (II)

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Hay ciertos sucesos que marcan para siempre el devenir del resto de tu vida. Son sucesos que no pueden ser cambiados ni atenuados.

Ponerle los cuernos a mi novia con mi antigua compañera de trabajo, que además era la mujer de un buen amigo y madre de su hija es uno de ellos. Sin vuelta atrás ni remedio.

Quería salir corriendo de la casa. Quería darle a rebobinar. Quería que no hubiera sucedido, volver a mi vida de hacía una hora. Una vida sin problemas, sin el conflicto brutal que acababa de generar. ¿Cómo podía haberme dejado llevar por mis partes bajas de esta manera?

Con la cabeza fría analicé la situación. Y Phuc tenía razón, no podía presentarme de vuelta a mi casa oliendo a sudor seco y sexo. Me tenía que dar al menos una ducha antes de irme.

Contesté a Nico que quizá no podría pasar hoy debido al trabajo. No podría aguantarle la mirada. Dejé la caja en el suelo y me fui al baño. Al pasar la vi tumbada boca arriba en su cama con los brazos detrás de la cabeza, todavía desnuda, mirando al techo como pensativa. “Joder qué buena está” pensé. “Quítate eso de la cabeza!” me dije inmediatamente.

Me metí en el baño y cerré con cerrojo. El espejo y lavabo estaba a la derecha de la entrada y la ducha enfrente. Me quité toda la ropa. Mi polla se había agrandado otra vez un poco al ver en la cama a Phuc, sin llegar a empalmarme. La tenía colgando como un plátano dando bandazos de un lado a otro mientras me movía. Cuando me fui a meter en la ducha me di cuenta de que no había toalla. “Mierda!” Iba a tocar secarme con mi polo o lo que encontrara por el baño. ¿Por qué coño no había toalla en el baño? ¿Ni siquiera una usada?

Abrí el grifo y me duché rápidamente, en un minuto había terminado. Mi polla seguía igual de alegre. Cómo cojones podía seguir tan caliente? Me había corrido hacía poco pero mis huevos todavía no estaban vacíos. De verdad que estos tres días y la excitación habían llenado el depósito como para durar un largo invierno. A pesar del remordimiento la imagen de Phuc en la encimera estaba volviendo a mi cabeza y no la podía apartar.

Salí de la ducha y empecé a buscar algo en los cajones con lo que secarme. Nada. Entonces oí unos pequeños toques en la puerta.

- Necesitas una toalla? – dijo Phuc desde el otro lado

- Sí, cómo lo sabes? – pregunté inquisitoriamente

- Eché a lavar todas las toallas al llegar a casa y estoy oyendo cómo abres los cajones. No hay nada – respondió

Qué casualidad.

- Abre, tengo una aquí – siguió

- Estoy desnudo! – dije molesto. Me estaba incomodando ya la escena

- Abre un poco solo la puerta y te la doy…. – empezó a decir. Tras una breve pausa como dubitativa, terminó - …además ya no hay nada que ver que no haya visto

¿Cómo se permitía esa frivolidad en este momento? ¿No sentía ella ningún remordimiento? Aunque si soy sincero, escuchar eso me excitó un poco más.

Con cuidado de no resbalarme por lo empapado que estaba, caminé hacia la puerta con el rabo algo más crecido colgando y balanceándose como haciendo puénting. “Cálmate!” me dije. Se me había acelerado otra vez el corazón. Abrí el cerrojo lentamente y abrí la puerta. Su mano apareció con una toalla… pequeña. Muy pequeña.

- Qué coño voy a hacer con esto!? – pregunté entre sorprendido y medio enfadado

- Te he dicho que todas las toallas se están lavando, esto es lo único que hay. Te puedes secar con ella – respondió

“Pero qué coño!” pensé casi indignado. Me tenía que secar con casi un trapo, una toalla pequeña de manos. Con el intercambio de la conversación la puerta se había abierto ligeramente más. Miré hacia mi izquierda al espejo y en el reflejo a través de la apertura vi a Phuc con la mano extendida sujetando la toalla. Se había puesto lo que parecía un tanga o panty color blanco, no podía distinguirlo bien desde delante, pero seguía con las tetas al aire. Otro calambre que me recorrió el cuerpo desde el pecho hasta la polla. Me quedé con la boca abierta mirándola. Ella miró hacia el espejo y me vio también. En medio segundo su mirada pasó de mis ojos a mi polla. Vi cómo sus cejas se arquearon un momento y sus ojos se abrieron más un instante. Me sentí desnudo, muy desnudo, a pesar de haber estado follando con ella hacía un rato.

- Quieres hablar de lo que ha pasado? – pregunté lo primero que se me vino a la cabeza como para cambiar de tema mientras agarré la toalla y me cubrí mi miembro rápidamente.

“Quieres hablar de lo que ha pasado? ¿En serio? ¿Es eso lo único que podía decir? ¡Cómo iba eso a ayudar a desviar la atención del tema!” me castigué cabreado conmigo.

- No hay nada que decir – dijo desviando la mirada como avergonzada. Parece que al menos había funcionado para que dejara de observarme – ha pasado. Hemos bebido un poco y yo no lo estoy pasando bien…

Según terminaba la frase su voz se empezó a quebrar y la escuché sollozar. La vi a través del espejo darse la vuelta y desaparecer. “Genial! Ahora está llorando. Una jugada de diez”. Dudé medio segundo en abrir la puerta y salir a intentar consolarla o intentar hablar razonadamente del tema. Mi imagen era penosa, estaba mojado con solo una toalla pequeña para secarme y mi rabo colgando como una liana.

Abrí la puerta mientras dudaba, me sentía culpable de lo sucedido. “Joder Phuc! De verdad?? Me estás castigando a propósito o qué coño está sucediendo?” pensé alterado. La imagen que tenía ante mis ojos era celestial. Phuc de espaldas con su bonita melena tapando hasta la mitad de su desnuda y estética espalda. Descubrí que lo que se había puesto era un medio panty-medio tanga blanco que le cubría su perfecto culo hasta la mitad para pasar a desaparecer entre sus nalgas, dejando la mitad inferior del culo al descubierto. Esto era casi lencería de noche de bodas. Me quedé paralizado un segundo con mi rabo empezando a rebotar como un resorte. Se dio la vuelta al oírme detrás. Me tapé el rabo con la pequeña toalla a toda prisa. Se secó un par de lágrimas de la cara en lo que fue una de las imágenes más memorables que permanecerán en mi retina por el resto de mi vida. Su bonita cara adornada con un par de lágrimas, sus preciosas tetas al aire, ese glorioso panty separando su vientre plano de un par de hermosas, fuertes y largas piernas.

Mi polla dio un pequeño salto que hizo botar la toalla. Phuc soltó una breve risa de inmediato cuando lo vio. No sabía dónde meterme.

- Cómo es posible que estés así cuando hemos hecho… bueno ya sabes… hace un momento? – preguntó en tono muy sincero, sin ninguna intención sexual

- Joder Phuc! – estallé. Cómo coño quería que no me pusiera así? – te has visto? Sabes lo que está pasando en mi vida? Te crees que soy de piedra? Te crees que yo no necesitaba también esto?

Mi intención no era halagarla sino más bien desahogarme, echarla de alguna manera la culpa. Pero sonó, y con razón, como un piropo hacia ella. Y así pareció tomárselo. Se sonrojó un poco y se miró el cuerpo.

- Gracias – susurró. Inmediatamente volvió a levantar la cabeza – no sé si te has dado cuenta de que estás empapando el suelo

Miré hacia abajo, se había formado un pequeño charco. “Mierda”. Instintivamente me agaché y sequé el suelo con la toalla. No sé si queriendo o no, pero dejé de taparme la polla. Comencé a secarme cuerpo y cabeza. Además ella también estaba casi totalmente desnuda y como había dicho antes, no había nada que no hubiéramos visto el uno del otro ya. Había tenido la intención de salir corriendo de allí pero esta chica ejercía un poder enorme sobre mí. Ya no me quería ir. No sabía lo que quería, no sabía a donde iba esto. Solo sabía que me gustaba cómo me estaba mirando mientras yo fingía no darme cuenta.

Me estaba secando, Phuc mientras se fijó en mi rabo ya al descubierto balanceándose de un lado a otro con el movimiento. Como dubitativa, pareciendo como querer decir algo pero sin llegar a decirlo. Es curioso que antes todo fuera mucho más rápido y decidido y ahora una vez ya habiendo follado estuviéramos más vergonzosos. Finalmente se decidió a preguntar.

- Siempre es así de grande o estás otra vez excitado? – dijo de una forma no muy asertiva e inocente

Me sorprendió un montón la pregunta. No sabía que decir. Por qué me hacía esa pregunta? Lo estaba comparando con Nico? De verdad y de forma sincera se estaba preguntando en su cabeza esto? Estábamos jugando otra vez con fuego. La tentación, otra vez, estaba renaciendo de sus cenizas. Qué le debía responder? Que respuesta esperaba? O no necesitaba respuesta y solo era una reflexión en voz alta? Sus sollozos habían desaparecido pero tenía los ojos algo húmedos de las lágrimas que acababa de derramar. Era un ángel. Era demasiado bonita para evitarla.

- Phuc… - empecé de forma dubitativa, intentando ser sensible – mira…me pareces una mujer muy atractiva…y ya te he dicho que llevaba un tiempo complicado y necesitaba algo así… - hacia dónde coño quería ir? – y mírate – repetí, esta vez señalándola.

Se volvió a sonrojar, esta vez sonriendo y agachando ligeramente la cabeza en señal de vergüenza. Me volvió a mirar y con cuidado soltó las siguientes palabras.

- Me ha gustado lo que ha pasado…sé que no está bien, pero me ha gustado. Lo necesitaba también. Y si tenía que pasar, me alegro de que haya sido contigo – qué había querido decir? Soy algo más para ella que el primero que pasaba por aquí? Se me enfrió la cabeza.

Se detuvo un momento como queriendo decir algo pero sin llegar a decirlo. Su mente parecía estar ponderando. Una vez tras un par de bebidas en un calentón durante un mal momento era de alguna forma excusable, al menos para algunas personas. Pero eso ya había sucedido.

A continuación soltó la bomba – si quieres…te puedo ayudar con eso – dijo señalando vergonzosamente a mi polla – después de todo, soy la culpable.

Me quedé estático. Durante un momento nos quedamos mirando, indecisos. La situación era diferente a la anterior. Antes había deseo, lujuria, liberación, decisión. Ahora todo iba más despacio, con más cuidado, cautela…y sentimiento. Mi silencio fue tomado como consentimiento y Phuc decidió dar un par de pasos hacia adelante hasta quedarse a centímetros de mí. Agachó la mirada y con delicadeza rodeó con su mano mi polla todavía sin erguir. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Levantó la mirada. Era profunda, penetrante. Empezó a subir lentamente la piel de mi polla. Cuando llegó al final volvió a bajarla con cuidado. Siguió el movimiento rítmico lentamente mientras nos mirábamos a los ojos sin decir una palabra. Mi corazón latía rápidamente y sentí su respiración acelerarse. Tras unos cuantos segundos decidió subir su otra mano y ponerla sobre mi pecho suavemente provocando una sensación cálida en mí. Creo que le gustaba la sensación de tocar un cuerpo entrenado, no era a lo que estaba acostumbrada. Mi polla creció en su mano en cuestión de segundos según me pajeaba hasta llegar al tamaño que había alcanzado antes en la cocina. Phuc bajó entonces la mirada y la volvió a subir mientras esbozó una sonrisa infantil a la vez que angelical. Me gustaba cómo se estiraban sus achinados ojos cuando sonreía. Yo sonreí también esta vez. Estaba más relajado. Estaba a gusto con ella. Estaba disfrutando.

A la vez que me seguía pajeando a un ritmo lento pero constante, su otra mano empezó a deslizarse sobre mi pecho en dirección a mi hombro para después pasar a acariciarme el antebrazo e intentar rodearlo. Volvió a sonreír mientras daba pequeños apretones a mi bíceps. Definitivamente le gustaba mi cuerpo.

Había dos opciones. La primera era dejar que Phuc me terminara de pajear para aliviarme y después marcharme. La segunda era plantarle un beso en la boca y ver qué sucedería después. Esta vez sería yo quien tomase la iniciativa. Mirándonos a los ojos, acerqué mi boca a la suya. Ella no se movió. Mis labios tocaron delicadamente los suyos. Primero un pequeño contacto, y otro, y otro. Empezamos a besarnos a un ritmo lento, como el de su mano en mi polla. Mi mano izquierda fue a acariciar delicadamente su cara mientras mi mano derecha bajó a la cintura para acercarla a mi cuidadosamente. Deslicé entonces mi mano hacia abajo, la pasé por encima del panties hasta llegar a la parte inferior de su culo que estaba descubierta. Lo apreté ligeramente lo que hizo sonreír a Phuc mientras nos besábamos con cariño. Sentí una unión espiritual única con ella en ese momento.

Su mano que apretaba cuidadosamente mi brazo se deslizó hacia abajo para llegar a mi mano que se situaba en su culo. La cogió, se separó de mí, dejó de besarme y pajearme y dándose la vuelta se dirigió hacia su habitación tirando de mi brazo para arrastrarme detrás de ella. Cuando llegó a su cama me soltó y se tumbó boca arriba esbozando una sonrisa pícara en su boca. Esa sonrisa que dejaba ver sus colmillos. Yo, completamente empalmado ya, me situé sobre ella, la di un beso y empecé a rodar mis labios sobre su cuerpo hasta llegar a las tetas. Chupé los pezones puntiagudos mientras con una mano le bajaba los panties hasta los muslos. Mientras seguía chupando sus tetas, me recosté sobre ella apoyándome con un antebrazo en la cama y con la otra mano empecé a jugar con su coño y clítoris. Phuc cerró los ojos de placer mientras me acariciaba con cuidado la cabeza. Abrió las piernas para dejarme más espacio. Dejé de comerla las tetas cuando noté que su coño estaba ya bien lubricado y me bajé hasta estar enfrente. Vi que Phuc abrió los ojos y se inclinó un poco para ver qué iba a hacer. No se lo creía. Acariciando su vientre y muslo coloqué mi lengua en su clítoris y empecé a lamer. Dejó caer su cabeza en la cama a la vez que soltó un gemido profundo. Lamí y chupé como si no hubiera un mañana. Phuc trataba de no soltar gemidos para no despertar a su hija aunque le costaba. Apretaba la boca, cerraba los ojos y agarraba la sábana con fuerza. Al llegar al orgasmo ahogó sus gritos con la almohada mientras con sus piernas me apretó el cuello.

Yo estaba empalmadísimo, me ponía muy cachondo oír como se corre una mujer gracias a mí. Con la cara hecha todavía un cromo del placer del orgasmo y respirando agitadamente tratando de recomponerse, yo escalé hacia arriba velozmente para de una vez meter mi polla en su coño empapado. Le pilló totalmente por sorpresa todavía recuperándose del orgasmo, abriendo los ojos como platos y la boca soltando un grito de medio sorpresa y placer a la vez que me rodeó la espalda con los brazos.

Meter la polla hasta el fondo de una vez justo después del orgasmo, pillando por sorpresa, es algo que hacía años me di cuenta de que proporcionaba un placer bestial a la mujer. Y el secreto estaba en no parar después pero llevar un ritmo lento. Y eso hice. Phuc escondió su cabeza en mi cuello mientras me estrujaba con los brazos mi espalda. Levanté la pelvis para sacar la polla poco a poco y sin llegar a sacarla del todo, volví a meterla lentamente. No paré el movimiento, mi polla salía y entraba delicadamente en su coño mientras oía a Phuc gemir al lado de mi oreja. Su cuerpo a la altura de su ingle empezó a temblar ligeramente, sus piernas también. Mi polla estaba grande y fuerte como un sable y recorría el coño lubricado de Phuc sin prisa pero sin pausa. El temblor en su cuerpo empezó a hacerse más evidente y se trasladó a su torso y brazos. Sus gemidos pasaron a ser constantes y más fuertes y su voz empezó a temblar.

Se estaba corriendo otra vez? Era esto posible? Nunca había conseguido que una mujer se corriese mientras me la follaba. Se estaba corriendo!! Apretó su boca contra mi cara, me estranguló con los brazos y las piernas, noté su cuerpo vibrar, sacudirse como en shock mientras yo intentaba seguir sacando y metiendo la polla en ella.

Sentí algo que nunca había sentido antes. Su coño se calentó aún más y lo sentí en la polla. Empezó a realizar movimientos de contracción espásmicos apretando mi polla en su ya de por sí estrecho coño. La sensibilidad en mi polla se volvió extrema pero debido a la cantidad de fluidos que estaba produciendo su coño podía seguir metiendo y sacando al mismo ritmo lento que llevaba.

Esto era increíble. No había tenido una experiencia así, una mujer en trance a punto de tener un orgasmo, estrujando mi cuerpo con sus brazos y piernas, y mi polla con su coño. Hizo que mi polla se estimulara de tal forma que sentí me iba a correr también. No llevaba ni dos minutos follándomela. Tras ahogar un gemido contra mi cara, su cuerpo dio una última sacudida esta vez más grande, separó su boca de mi cara, apoyó la cabeza violentamente en la cama con la boca abierta a más no poder y los ojos cerrados fuertemente. Su cara era un poema, estaba tensionada a punto de explotar, su mandíbula se iba a desencajar. Durante dos segundos no emitió ningún sonido, solo un grito ahogado. Es como si quisiera expulsar por su boca un torrente de sonido pero su cuerpo no le dejaba. Yo estaba alucinando. Aumenté el ritmo en esos dos segundos empujado por mi polla que había alcanzado una sensibilidad desconocida.

Y gritó de placer. Vaya si gritó. Todo lo que tenía dentro finalmente salió en una avalancha. Al hacerlo su cabeza se levantó otra vez para apoyarse en mi cuello. Sus brazos y piernas seguían estrujándome. Y es entonces, en este limbo, en este sueño, en este éxtasis sin control cuando sucedió. Mientras Phuc gritaba potentemente, mi polla empezó a tener sacudidas y comencé a sentir una sensación de presión creciente en mis huevos. No me estaba doliendo, me estaba provocando un placer indescriptible. Pero me estaba dejando sin control de mi propio cuerpo. Es como si mi polla y huevos hubieran hackeado el sistema y deshabilitado todas las funciones de mi cuerpo. Nunca había tenido esta sensación. Mi polla iba en autopiloto y yo no podía ni reaccionar. Solo sentir placer, mucho placer. Aunque mi cabeza me hubiera intentado parar, no hubiera podido. Pero mi cabeza ni pensaba en ese momento. Se estaba formando una tormenta perfecta en mis huevos, lo sentía, lo gozaba. Mi polla entró y salió dos veces más en ella mientras tenía el orgasmo. A la vez que Phuc dejó de gritar, aunque todavía encaramada a mí, la presión en mis huevos se hizo placenteramente inaguantable y como con un resorte, como si se hubiera abierto una compuerta que dejó salir en tromba toda la presión que se estaba almacenando en los huevos, el placer indescriptible pasó a la polla. Y la polla se sacudió. Fuertemente. Explosivamente. Esta vez fui yo quien gritó. Nunca había gritado al correrme. Me estaba corriendo dentro de Phuc al mismo tiempo que ella acababa de tener un orgasmo. Era la primera vez que me corría dentro de una chica sin usar protección. Y la sensación era muy diferente. Mi semen no estaba chocando con una pared justo delante de la punta de mi polla. No se estaba almacenando alrededor. Sentía que estaba lanzando mi semen dentro, lejos sin ser detenido por un plástico. Y me estaba gustando. Tras el grito que solté y con todavía semen en mis huevos, las dos últimas sacudidas las hice con una fuerza ya algo recuperada, como con rabia, queriendo lanzar mi semen lo más adentro posible. Phuc empezaba a aflojar su abrazo y bajar su cabeza otra vez sobre la cama. La última sacudida de semen que hice con fuerza fue mirándola a los ojos. Nos dimos un beso suave, cansado…de amor. Ella se soltó totalmente de mí para quedarse exhausta en la cama. Yo caí como un saco de patatas sobre ella. Los dos respirábamos profundamente.

Tras unos segundos me reincorporé, saqué la polla de dentro y rodé hacia el otro lado de la cama quedando boca arriba. No dijimos nada durante unos diez segundos. Los dos mirando al techo, recuperándonos, recobrando el ritmo normal de respiración.

Giré mi cabeza para mirarla. Ella la giró también. Compartimos una mirada y sonrisa cómplices. Estaba en paz.

- Escápate conmigo – dije – tú y yo

Sonrió otra vez y volvió a mirar al techo. Esa sonrisa que tanto me gustaba. No respondió.

Escuchamos el lloro de la niña, probablemente la habíamos despertado. Phuc se levantó y dirigió hacia el baño con la mano tapando su coño para que no gotease todo el semen que llevaba dentro. Qué mujer, qué guapa era, qué atractiva. Me estaba enamorando.

Se tenía que ocupar de su hija y yo de llevarme las cajas así que decidí que era momento de irse. Nos despedimos con un beso. En ese momento de verdad pensé que mi futuro estaba con ella y con esa idea me fui de la casa. Pobre idiota.

Me llevé las cajas pero no fui a casa de Nico. Las dejaría en el coche hasta que se aclarase mi mente. Pero lo que no podía evitar era volver a casa y encontrarme con Clara. No quería ni mirarla.

Esa misma noche corté con ella. No podría aguantar vivir una mentira. A pesar de que era una relación acabada, Clara no se lo tomó bien. Me interrogó entre lágrimas qué había pasado para dejarlo tan abruptamente. Me preguntó si fue por la noche anterior, le dije que no, que venía de más lejos… y ella lo sabía también. Obviamente nunca le conté lo que sucedió. Fue sin duda lo peor por lo que había tenido que pasar…hasta ese momento.

Me fui a casa de mis padres a vivir hasta que pudiera encontrar un apartamento. El fin de semana escribí a Phuc y ella me contestó. Aunque quería quedar con ella y verla otra vez, no quise ser pesado. Era ella la que tenía que dar ese paso. Entendí que estaría algo confusa y no querría ver a nadie por unos días.

Aunque me subía por las paredes, decidí no escribirla durante la semana. “Dale hasta el próximo fin de semana” me dije a mí mismo.

Nico sí me escribió para preguntarme por las cajas. Puse como excusa (real) que había cortado con Clara y no tenía ganas de salir de casa. Lo entendió y me dijo que ya las recogería en otra semana, no necesitaba nada de lo que había en ellas.

Al siguiente fin de semana volví a escribir a Phuc. Me contestó pero no mostró intención de plantear quedar para vernos. Lo acabé proponiendo yo pero declinó, quería pasar un tiempo sola. Pasó otra semana sin contacto, me estaba volviendo loco. Llegó el viernes, hacía dos semanas de aquel día y Phuc no me había escrito. Clara tampoco pero aunque sonase cruel, no era en ella en quien pensaba. Un terrible pensamiento empezaba a rondarme la cabeza, que Phuc se hubiera arrepentido y no quisiera verme. Preso de la ansiedad decidí escribirla. Pasaron las horas y no contestaba. Ni leía el mensaje. No lo pude aguantar, quedé con un par de amigos que me habían estado toda la semana pidiendo salir al enterarse de mi ruptura con Clara. Salimos, bebimos, acabamos hechos mierda en un fin de semana de destrucción, pero no les conté la razón real de mi ruptura con ella.

El lunes Nico me escribió, quería pasar por casa de mis padres, donde vivía todavía, para recoger las cajas. No tenía ninguna gana de verle pero seguir evitándole sería muy extraño.

Cuando saqué las cajas le vi inusitadamente feliz. Me pareció extraño.

- Tengo noticias – me dijo sonriendo nada más verme – he vuelto con Phuc.

Se me cayó el alma a los pies. Y la caja casi también.

El miércoles anterior ella le había llamado para que fuera a su casa. Quería arreglarlo y volver. En su línea de bocazas me contó que hicieron las paces, hablaron, lloraron y tuvieron sexo… sin protección. Así me lo contó. Pero lo peor es lo que vino después. Este fin de semana Phuc se había hecho la prueba de embarazo y había dado positivo. Estaba embarazada.

Casi me desmayé. Lo excusé con que mi ruptura con Clara estaba muy cercana y me estaba recordando a eso. Nico se lo creyó y se ocupó de sacar las otras cajas.

Mi castillo de arena se había desmoronado. Mi cabeza no podía pensar razonablemente. Habían vuelto? Y solo semana y media después de lo que había sucedido entre ella y yo? Y embarazada!? Había dicho que se estaba tomando la píldora! Podría ser mío? O era de Nico? Todo esto era demasiado para mí. Esta vez sí tenía que verla.

Después de una noche en la que apenas pude dormir, la mañana siguiente me fui pronto a su casa. Vi a Nico salir en su coche hacia su trabajo y a Phuc en el suyo llevando a la niña a la guardería. La seguí y decidí esperar a que dejase a la niña y saliese a la calle otra vez. La abordé mientras se dirigía a su coche. Tenía un semblante serio pero en cuanto me vio pareció como si hubiera visto un fantasma.

- Qué haces aquí? – reaccionó – tienes que irte

Qué mierda era esto? Cómo que me tengo que ir? Decidí ir directamente al asunto

- Estás embarazada? – pregunté sin preámbulos

Se quedó en silencio mirándome por un segundo.

- Sí – respondió en voz baja finalmente agachando la cabeza ligeramente

La siguiente pregunta era una que no sabía si quería hacer.

- Desde cuando lo sabes – la pregunté

- Desde una semana después de que estuvieras en mi casa – respondió sinceramente

Me quedé helado. Era mío. Había vuelto con Nico semana y media después de aquello. Noté mis ojos desenfocarse, llorosos. Con una lágrima cayéndome por la mejilla.

- Es mío? – dije con la voz quebrada. Sabía perfectamente que lo era pero necesitaba que me lo dijera.

Phuc asintió mientras su cara realizó una mueca de dolor, como si una daga la hubiera atravesado el corazón. Pero no lloró. Se recompuso mientras yo iba muriendo por dentro. Lo había planeado todo desde el principio? O había sido un accidente? Me había usado o aquel viernes en su casa fue real y sincero?

- Me dijiste que estabas tomando la píldora – pude reaccionar finalmente – por qué me mentiste?

- No lo sé – dijo con un hilo de voz de forma avergonzada

Lo siguiente era confrontarla para saber si me había utilizado para volver con Nico. Pero no me atreví. No quería oír la respuesta. Tenía el corazón roto y eso solo significaba que la quería.

- Quédate conmigo – dije en un arrebato – ven a vivir conmigo, tráete a la niña. Déjale a él y ten al bebé conmigo.

- No puedo! – me contestó llorando – le quiero a él. Le quiero a él.

El golpe definitivo. Mi corazón estalló en pedazos. Phuc había decidido volver con su marido y hacer pasar a mi hijo por suyo. La fuerza me abandonó el cuerpo. No podía moverme, no podía hablar. Phuc comenzó a caminar de nuevo pasando por mi lado para seguir hacia su coche.

No podía hacer nada, no se lo podía contar a nadie. A mis amigos? Sí, seguro que me dejarían en confianza con sus novias o mujeres a partir de entonces. A Nico? Obviamente no. A alguna amiga? Lo más cercano que había tenido alguna vez a una amiga era Phuc. A mis padres? A mi hermano? Decirles que iban a ser abuelos, tío, pero que no iban a poder conocer nunca a su nieto, sobrino?

Estaba perdido, acabado, destrozado. Me di la vuelta y vi a Phuc alejarse caminando. Llevaba uno de esos pantalones vaqueros que tan buen culo le hacían. Incluso en su momento más duro mantenía ese movimiento sensual tan innato de sus caderas. Me encantaba, me enamoraba. Y era lo peor que me había pasado en mi vida.

(Sin valorar)