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Por placer y venganza

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-¿Por qué con ella? -le preguntó entre lágrimas- ¿por qué me hiciste eso?

No pudo encontrar las palabras adecuadas, se había equivocado y estas eran las consecuencias; bajó la vista tratando de tomar su mano, movimiento que ella esquivó.

-No sé si merezca tu perdón -dijo con sinceridad- tampoco dimensiono el daño que te hice, solo quiero que sepas que estoy arrepentido y que haré todo por recuperar tu cariño.

Levantó la vista buscando su mirada, no vio odio o tristeza; solo desilusión había en su rostro.

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-¡Lárgate de aquí! -gritó- ¡vete a revolcar con esa zorra!, ¡estoy harta de ti!

Cerró la puerta dejándolo fuera, tomó sus cabellos mientras su llanto mojaba su rostro. No supo que tiempo estuvo pensando en qué se había equivocado o por qué le hacía esto, recompuso su maquillaje, tomó su bolso y salió de su casa.

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-¡Hola Mike!, ¿cómo estás? -mencionó levantando su mano al saludar- la de siempre por favor.

-¡Qué milagro te trae por aquí? -dijo al entregarle su cerveza- ¿te dieron permiso?

-No sabe que vengo -respondió con una sonrisa- así que no estuve aquí; ¿ok?

-Demasiado tarde, allí está tu cuñada -señaló a las mesas del fondo- seguro ella si le dice.

Giró en el instante que ella hacía lo mismo.

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Repasó su vida mientras jugaba con su vaso, ¿merecía por lo que estaba pasando?, ¿por qué tuvo que pasarle a ella? Recordó que fueron muchas las ocasiones que escuchó malos comentarios de él, envidias, pensó en el momento; él no es así. Por él fue el distanciamiento que ahora tenía con su familia, lo sabía más que bien; aun así continuó en su defensa y, ¿para qué?; ¿para qué le fuera infiel a cada paso que daba? Ahora estaba sola, sin familia y esposo; lloró pensando el giro que había dado su vida. Levantó la vista para pedir otro trago y le vio, a quién menos esperaba ver; como si el destino jugara en su contra… o a su favor.

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-Liz, hola -dijo al acercarse a la mesa- ¿cómo estás?

-Santi -respondió dando un beso a su mejilla- que pena que me encuentres así.

-Pena es la que siento al ver llorar a una mujer hermosa, ¿puedo acompañarte?

-No lo sé -dijo titubeando- no quiero mas problemas.

-No tiene porque haberlos -mencionó al tomar asiento junto a ella- tus hermanas están ahora con tu madre, pensé que lo sabías.

-No -dijo al bajar su mirada- ya ni siquiera me consideran.

-Dales tiempo, lo importante es que ya tomes la decisión; no puedes seguir haciéndote daño.

-Acabo de hacerlo -respondió con tristeza- solo que tomará algo de tiempo.

-Si hay algo en lo que pueda ayudarte, solo dímelo.

-Lo sé Santi -dijo tomando su mano- fuiste el único que nunca me dio la espalda.

Era verdad; a Emilio, su aún esposo, lo conocía de años sin ser precisamente su amigo; le advirtió de él desde el mismo día que decidieron iniciar un noviazgo, advertencia que llegó a oídos sordos. Después de casados y en plenos problemas conyugales fue quien medió entre ellos para tratar de encontrar una solución, aún a costa de su esposa quién para ese momento ya se encontraba distanciada de ella; fue también él quien aplicó el debido correctivo cuando la agredió físicamente, motivo por el cual se ganó también su enemistad.

-Ni una mas Liz -dijo retirando su vaso- no quieras acabarte todo el licor del lugar.

-Sólo una mas Santi, quiero olvidarme de ese idiota.

-No Liz, ni siquiera estamos en condiciones de manejar; déjame pagar la cuenta y pedir un taxi, mañana recogemos los autos.

Al llegar a su casa le pidió quedarse un rato, aún en las condiciones en que se encontraba supo que no era correcto, pero su insistencia le hizo hacerlo; solo un rato, pensó.

-¿Qué voy a hacer ahora Santi? -preguntó al recargar su cabeza en su hombro.

-Seguir -le respondió tomándola de la cintura- tienes toda una vida por delante.

-No creo poder hacerlo sola -dijo abrazándose a él.

-Ya encontrarás a alguien que valga la pena.

-¿Alguien como tú? -respondió clavando su mirada en la de él.

-Mira Liz -dijo separándola- el alcohol es el que habla, mañana mas tranquila verás que…

-Siempre has estado para mi Santi, me defendiste de Emilio y también de mi familia, parecías mas mi esposo que él; ¿cómo no querer a alguien como tú?

-No sabes lo que dices -mencionó tratando de no dar importancia- será mejor que duermas y mañana temprano paso por ti para recoger los autos.

La acompañó a su recamara, la dejó mientras se aseguraba que todo quedará en orden antes de retirarse; casi por salir la escuchó pidiéndole algo de tomar, tomó un vaso con agua y se encaminó a entregarlo.

-¡Liz! -dijo al entrar y verla desnuda sobre su cama- ¿qué haces?

-No preguntes -respondió- solo ven.

-Esto no está bien -exclamó titubeando- no podemos hacerle esto a tu hermana.

-Ella no está aquí, solo tú y yo… y nadie se lo va a decir.

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Muy tarde por la mañana despertó, se vio solo en una cama que no era la suya; los recuerdos llegaron y el remordimiento hizo presa de él, tomó su ropa y una vez reacomodada su apariencia, salió; pensando en no volver jamás a repetir la decisión tomada.

-¡Hola! -escuchó al salir de la recamara- pensé que nunca saldrías.

La vio y se sorprendió, ¿lo pasado no le afectaba?, se preguntó; ¿cómo podía estar tan tranquila cuando él no podía siquiera verla de frente?

-Liz -dijo muy serio- lo que hicimos estuvo mal, no sé como lo va a tomar tu hermana si se llegara a enterar o si esto puede afectar tu separación con Emilio.

-Fue solo sexo Santi -respondió sin más- no tendría porque afectarle.

Levantó la vista y vio su irónica sonrisa, en ese momento lo entendió todo.

-¿Fue solo una venganza? -preguntó tomando conciencia de las verdaderas intenciones de ella- ¿me usaste para darle un escarmiento?

-Santi, mira…

-Respóndeme Liz -pidió tomándola de sus hombros- ¿es así?

-Sí -dijo soltándose- ¡estoy harta de ella!, ¡siempre comparando!, ¡siempre acusando! ¡pues que vea que también a ella le puede pasar lo mismo!

-Siempre te apoye Liz, ¿por qué me haces esto?

-Perdóname Santi -respondió sin mostrar algún sentimiento- pero eras el único por quien en verdad le iba a doler.

-¿Se lo dijiste?

-Si.

-Ahora lo entiendo -dijo tomando sus cabellos- era extraño que tu familia te diera la espalda sin más, sé que de nada sirve pero, acabas de perder a tu familia y a quien siempre abogo por ti; ojalá nunca te arrepientas, porque yo ya lo hice.

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Salió del lugar, sabía de su error y que tendría que afrontar las consecuencias; flaqueó y perdió, lo hizo de la manera más básica sin pensar en lo que podía llegar a suceder. Me lo merezco, pensó al tomar su teléfono.

-Tenemos que hablar…

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