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Primer acercamiento a mi cuñada (2)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

¡Ya van! Se escuchó desde el interior de la casa. Una voz femenina que aún no me era familiar despertaba mi curiosidad.

-Carmen se está bañando, mucho gusto soy Cecilia, fueron las primeras palabras que me profirió y que están firmemente grabadas en mi memoria.

Hace 14 años inicié un noviazgo con una mujer extraordinaria, quien es ahora mi esposa.

Por asuntos familiares, hasta ese momento solo había conocido a mi cuñada menor, Guadalupe, de quien les platicaré más adelante; y a sus padres.

Al extender su mano para saludarme y presentarse, me fascinaron su piel muy blanca, y sus dedos delgados y finos; y me llamó mucho la atención lo pequeñas que son sus manos.

Fue lo primero que vi, antes de levantar la mirada y encontrarme con una mujer de 20 años, en ese momento desarreglada pues no esperaba visitas, pero que aún sin maquillaje ni peinado, era muy hermosa.

Vestía un short deslavado y viejo, una blusa de la campaña de algún político y tenía mal amarrado el cabello con una liga.

Nada de eso me importó, pues sus ojos cafés claros con una ligera tonalidad verde me dejaron impactado.

Con mucha discreción mi mirada recorrió su rostro, orejas y cabello; y al darme la espalda para regresar a su habitación su delgado cuerpo del que destacaban unas piernas hermosas y firmes nalgas.

-Pasa, si gustas espera en la sala, me dijo.

-Aquí la espero, gracias, repliqué.

Salimos como siempre a dar la vuelta por la noche. Ya cuando la oscuridad domina y la gente en las calles escasea, mi entonces novia y yo encontramos un lugar para hacer lo que los novios hacen en la oscuridad.

Entonces mi esposa aún era virgen y me había confesado solo haber permitido a un hombre chuparle sus enormes tetas y a otro más le había practicado un malogrado sexo oral.

Solo llevábamos 1 mes de novios así que no podía esperar mucho de esa noche; y así fue. Unos buenos besos y mis manos sobre sus pechos, pero nada más.

La dejé en su casa pasada la medianoche y me dirigí a la mía.

Excitado como estaba, recurrí a mi mano para liberar lo que tocar los senos de mi entonces novia, había causado.

Desde entonces, se dieron muchas oportunidades de platicar mucho con Ceci y con los años la confianza fue aumentando.

Tal vez enloquecí más que nunca por ella, un año después, en que fui por mi novia quien para no variar no estaba lista y bajó Cecilia a abrir la puerta.

Con similar atuendo al de aquella primera vez que la vi, pero a diferencia de que en esta ocasión se acababa de bañar y había bajado sin brassiere y con el cabello muy mojado.

-Pasa, me dijo

Entré y me senté en el sofá

Acto seguido se sentó en el sofá de enfrente y puso la tele para ver alguna de sus novelas que ama.

No notó, supongo, que su cabello mojado estaba mojando mucho su blusa y poco a poco permitía que sus hermosos pezones se transparentaran.

Estaba disfrutando el espectáculo cuando sonó su celular. Era su novio que le avisaba que iría por ella en poco más de una hora.

-Nos vemos cuñis, espero que no tarde en bajar mi hermana, me tengo que arreglar.

Confieso que esa noche procuré hacerla muy corta y que la visita a mi novia terminara pronto, pues me urgía llegar a masturbarme con la memoria de los pezones de Ceci perfectamente marcados en su blusa mojada.

Regularmente tardo mucho en eyacular, ya sea cogiendo o masturbándome; pero esa noche bastaron unos segundos de recuerdos para que me saliera semen por montones.

Mi locura fue en aumento.

Poco tiempo más tarde, una noche subí a la habitación de mi esposa a ver películas pues en el cuarto de televisión, Cecilia veía también otra película con su novio.

Subimos y al poco tiempo, agotado por el trabajo, me quedé dormido al igual que mi novia.

Quizá pasaron un par de horas cuando desperté espantado y viendo a mi novia perfectamente dormida decidí bajar en silencio para no despertar a nadie.

Justo al bajar la escalera, escuché gemidos muy leves.

Mis sentidos se avivaron y sigilosamente caminé hace el cuarto de televisión.

La puerta estaba cerrada, por las rendijas de la puerta se apreciaba luces de televisión.

-Alguien está viendo porno, pensé

Decidí asomarme sigilosamente por una rendija

No alcancé a ver mucho, pero lo que vi me hizo tener una poderosa erección.

La piel blanca, los pies pequeños, el grosor de sus piernas y su voz eran inconfundibles.

Cecilia estaba montada sobre su novio, cogiendo, pensando que todos dormíamos profundamente.

Solo alcanzaba a ver los movimientos salvajes propios del clímax, esos momentos en que las mujeres enloquecen y se olvidan de todo antes de venirse. Pero solo alcanzaba a ver las piernas de su novio, las pantorrillas y pies de ella y por supuesto a escuchar sus gemidos.

Sin más, decidí esperar al orgasmo.

Justo cuando se estaba viniendo, regresé rápido a la habitación y cerré muy despacio.

Habrían pasado quizá 2 minutos cuando escuché que alguien subía y entraba al baño compartido por dos de las 3 habitaciones. Pocos minutos después, alguien salió, cerró y bajó de nuevo.

Supuse que habría sido Cecilia así que igual muy despacio, salí de la habitación y entré a ese baño.

Revisé el cesto de la basura y abrí con cuidado el papel que parecía estar recién depositado.

¡Mucho semen! ¡El tipo había eyaculado dentro de mi cuñada!

Yo no sabía que mi cuñada de entonces 21 años ya tenía sexo salvaje pero la idea me puso más loco que nunca.

Sí, apenas pude regresé a mi casa y como antes, en segundos me corrí pensando en los movimientos de sus piernas, gemidos y el papel higiénico lleno de semen.

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