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Primer sueño contigo que recuerdo

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Hace unos días, ¡claro, el lunes! estuve con mi amante y cuando hicimos el primer 69 exclamó "igual que en mi sueño" y empezó a lamerme las verijas. En el primer reposo que tuvimos, y aún no terminaba de hacerme la limpieza lingual acostumbrada en todo el cuerpo; Pues es el placer que le brindo, después de haber usado más de 50 horas en embadurnarme el cuerpo con leche de burro, la de mi cornudo, le pregunté a qué sueño se había referido. Sin ambages me lo contó con mucho detalle. Me dio gusto estar en sus sueños, pero tuve sentimientos encontrados porque no estuvimos solos los dos en él y reiteré lo que escribí en “Parafilias y guarradas". Le pedí que lo escribiera, tal como me lo contó, advirtiéndole que lo publicaría. Lo recibí por correo y aquí está.

Sí, desde hace años formas parte de los recuerdos más lujuriosos, junto a las fotografías tomadas con tu anuencia, con los que me gusta jalármela cuando no estás a mi lado. Cuando pasa el tiempo sin vernos, me pregunto si tu marido te cogerá como te gusta, aunque no te chupe la panocha cuando tú se lo pides. Nunca te lame la concha, pero él sí te exige que le mames la verga y te tragues su leche, afortunadamente a ti te encanta hacerlo. Seguro que él se calentaría mucho si te viera feliz en el 69 porque das lo que le gusta y recibes lo que pides.

Generalmente, en mis sueños desfilan los conocidos y los amados. Hay aventuras, felicidades y desdichas, pero a ti nunca te había soñado.

Precisamente hoy tuve mi primer sueño contigo, viéndote desnuda y deseosa de mis labios, con una sonrisa pícara y ansiosa en la cara que acercas a mi verga, que has tomado para engullirla y pasear la lengua por mi glande. Haces una pausa para acomodarte poniendo tu aromática raja al alcance de mi boca.

Aspiro el perfume del amor conyugal y recuerdo la pepa de aquella puta chichona que tuve por esposa quien me ofrecía los vellos revueltos y pringosos por su flujo y el semen de su amante. La fragancia es la misma y sin diferencia, la tuya, del amor marital y, la de ella, del deseo furtivo. En ambos casos, las piernas delatan el que se desbordó la consumación de lo que empezó con caricias y terminó en agitada respiración que se apaciguó, uno sobre la otra, en suspiros y chasquidos de besos. Lamo el escurrimiento antes de pasar a degustar el pegamento de los pelos hirsutos y hendir mi ápice en la entrada inflamada de la vagina.

Recibo tantas vehementes caricias de tu boca como las que te doy y, al igual que ella, llega el flujo espeso del placer que provoco, y trago, ¡desesperado!, la mezcla de la pasión que otro excitó y a mí me brindan los besos de sus labios morenos, los tuyos lisos y los de ella serrados. Abrevo desaforadamente apretando tus nalgas mientras mi nariz acaricia tu ano. ¡Tienes unas nalgas divinas! A ella le acariciaba lo que sobresalía de sus tetas apachurradas sobre mi esternón. ¡Sus chiches sublimes!

Me despierto con el vientre y el pecho mojados por mi eyaculación y en el sopor de la duermevela, allá en el sueño la paladeas y exprimes mi pene para saborear lo que pueda quedar aún en el tronco; acá susurro un “Te amo, mi Nena” enderezándome para besar la mitad de la sonrisa burlona que manifestaba la travesura de haberme dado los residuos de la satisfacción que otro le dio, sin saber que así, cogida, la disfrutaba más.

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