Yo paseaba a mi perro por la calle una noche de otoño cuando un hombre se fijó en mí. El hombre era delgado, alto, bastante guapo de cara… Recuerdo que lo sobrepasé en un paso de peatones, recuerdo que sentí que sus ojos se posaban en mí.
Yo iba vestida con unos pantalones cortos y una camiseta de manga larga, ambas prendas de color negro, y calzaba unas zapatillas deportivas de marca. Quizá le llamaron la atención mis piernas, no sé. La cuestión es que se fijó en mí. Andaba yo en ese día con calentura, es decir, loca por tener una polla a mano, deseosa de comer polla. Así que solté a mi perro de la correa para que corriera a gusto y me detuve para hacerme la encontradiza; hasta simulé que tropezaba con el hombre dándome la vuelta bruscamente. "Oh, perdón", dije. Ahí fue cuando me perdí, pues el contacto con su cuerpo me excitó. "No hay nada que perdonar", me dijo él con dulce voz.
Bien. Justo lo que yo quería: ha aceptado venirse a mi casa. Doy por contado que a mi perro lo encerré en una habitación con comida y agua y me dispuse a disfrutar de este hombre. Le dije: "Siéntate cómodo en el sofá, que ahora vengo". Fui a mi dormitorio, me quité la ropa y me puse una batita de andar por casa. Volví. Él estaba mirando su móvil. "Eh, oye, estoy aquí", le dije sonriente. Me miró. Me di cuenta que sus ojos se detenían más tiempo en mis rodillas. Adelanté una pierna. "Puedes tocar", dije. Avanzó con su brazo y me acarició una rodilla con su mano. Luego fue subiendo, hasta acariciar el interior de mi muslo. Noté que se empalmó. Mis ganas de polla eran muchas; así que me arrodillé entre sus piernas y le bajé la portañuela.
"Ah, esta mujer me está haciendo lo mismo que me hacía mi esposa hace años, cuando empezamos a salir, una buena mamada…, aunque a esta mujer parece gustarle más de lo que le gustaba a mi esposa…, se ve que le gusta, me come la polla con adoración, con cuidado…, me acaricia el tronco con su lengua y con sus labios, lame el glande y el frenillo, besa el prepucio, se la traga despacio, cabecea con tino, aahh, sí, sí…, esta mujer quiere que yo me corra bien, que ni un mililitro de mi semen se desperdicie…, mmm, sí, oh, ah…, y ya estoy a punto de eyacular…, mmm, sí, ya viene…, me encanta ver cómo sus labios se pliegan sobre mi polla, sí, oh, ah, oh…, ¿la debo avisar?, no, creo que se tragará mi corrida o la recibirá en su boca y luego la escupirá…, mmm, si, oh, ah, ya viene, ya viene, aahhhgg".
Se corrió en mi boca. Me tragué su semen. Después me senté a su lado. Me habló: "Oye, ni tu nombre sé"; "Ni falta que hace"; "Pero, pero…"; "No pienses siquiera en repetir"; "No, claro, no, soy un hombre feliz, ahora lo soy, y no me apetece complicar las cosas, esto ha sucedido porque se ha presentado la ocasión, lo entiendo, me llamo Mauro". Mauro estaba ridículo en mi sofá, completamente vestido y con la polla fuera ya flácida, así que me reí. "¿De qué te ríes?", me preguntó; "De ti".
"Se había sentado a mi lado, se reía, sus tetas, que asomaban bajo la batita que llevaba puesta, vibraban al ritmo de su risa…, qué mujer, qué cuerpo, qué piernas…, pensé en follar, follar con ella…, para eso tendría que citarla".
Parece pensativo Mauro. ¿Estará proyectando algo de lo que yo forme parte? "Me llamo Diana", le digo. Enseguida ha querido saber si podrá quedar conmigo mañana. "¡Guau!". Creo que mi perro lo ha oído y no le ha gustado la idea: mi perro es muy posesivo. "No", le digo. Se ha mostrado contrariado, me ha dado lástima: un cuarentón como Mauro estará necesitado de carne fresca como la mía, no creo que su esposa, desnuda, esté muy de bien ver. "A ver, Mauro", le digo; "Sí, Diana", responde; "Tú estarás casado, ¿verdad?"; "No". ¿No? Me ha salido mentirosillo Mauro. Yo sé que está casado: una mujer sabe eso por pura intuición. "Mauro, no".
"El culo de mi esposa está macizo…, lo toco, lo beso…, miro el agujero por donde voy a penetrar, sujeto mi polla con una mano y penetro".
Oh, sí, qué dura la tienes Mauro, me encanta, dame…
"La espalda inclinada de mi esposa me excita, entreveo sus tetas grávidas, los pezones oscuros rozando las sábanas".
Más fuerte, Mauro, amor mío…
"Mi polla entra y sale del cuerpo de mi esposa cada vez más rápidamente…, se me ha instalado un gustillo en la punta y lo quiero resolver, que explote y me llene de placer, ah, ah, oh, oh…, mi esposa gime, grita, ah, ah, oh, oh…, le doy, le doy".
Uff, uff, Mauro, Mauro, córrete, por favor, córrete…
"Oouuhhggg".
La esposa de Mauro es una gran folladora, ya lo habéis leído. Así que no entenderé jamás por qué quiso repetir conmigo. Ahora ha venido a mi casa un amigo. "¡Guau!". A mi perro no le gusta. Me he desnudado para él. Me he abierto de piernas para él. Y está a punto de correrse para sí. "Diana, Diana", grita a punto de llegar al orgasmo; "No te corras dentro", le digo. Ha sacado la polla de mi coño y se ha pajeado sobre mi cuerpo hasta lanzar su semen sobre mis tetas. "Hu, Diana, hu, oouugghh". Yo he rebañado con mis dedos su crema, que luego me he pasado por la lengua. "Ya me has follado, ¿no es eso lo que querías?", le he espetado a mi amigo.
Después, he pensado en Mauro.