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Relato de una sumisa: El Ron

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—No te levantes, hoy no.

Y ella tiembla al oír esas palabras, ¿qué pasó, por qué no?

—Quiero que sigas igual de obediente y te quedes aquí acostada.

Intenta mirarle directamente a la cara, a los ojos, quiere adivinar si su semblante acompaña el tono de voz demandante. No lo consigue, él muestra su rostro bajo control y su tono de voz no deja en una simple vista adivinar qué sucederá.

Se queda sola en la cama, desnuda y temblorosa; temiendo lo peor... y su mente se va a las ultimas horas que ha pasado... intenta revisar cada segundo acontecido, cada movimiento, cada palabra, busca errores, busca fallos, y comienza a temblar...

Recuerda cómo llegaron al club, él le abre la puerta le hace un ademán para que entre primero. Se gira ante la guardarropas se quita su chaqueta la entrega, y coge su cintura obligándole a dar la espalda para así poder retirar la chaqueta de ella, y la entrega a la guardarropas. Se inclina y mientras la chica busca un ticket que entregar le dice:

—¿Te gusta?

Le mira tratando de adivinar a que se refiere y le ve mirando descaradamente el cuerpo de la chica. Entonces entiende la pregunta y le mira asentando con solo su mirada.

—Dilo, quiero oírlo.

—Sí, si me gusta mi Señor.

La chica se acerca con el ticket en la mano y se lo ofrece a él. Lo toma y acto seguido le sonríe. La mira, mira a la chica... como si faltara algo por decir. La chica se queda a la expectativa sin poder evitar preguntar.

—¿Falta algo más?

El clava la mirada en ella.

—Dile lo que me acabas de decir, dice lo a ella seguro querrá oírlo.

Siente como su cara se enrojece, su temperatura corporal sube, pero desde adentro algo le dice que tiene que hacerlo, que debe hacerlo, él se lo pide.

—Eres muy sexy y me gustas.

La chica la mira, mira al caballero y sin saber que decir; se sonríe musitando un “gracias” casi imperceptible.

Él la toma del brazo y se adentra al club satisfecho. O eso cree ella.

Sigue escudriñando en sus recuerdos de la velada si ha hecho algo mal, si se le escapo algún detalle, no tiene clemencia con sus recuerdos sigue escudriñando.

Le viene a la mente entonces cuando ya sentados en un apartado privado del club el vuelve a acercarse a su oído.

—Dime de esta sala cuál de los hombres te gusta.

Ella le mira.

—Usted mi Señor, sin duda.

El suelta sus risas sin controlar.

—Jajajaja, no no, aparte de mí; mira tomate tu tiempo y escoge.

Tomándola por los hombros y girándola obligando la a mirar hacia la sala al completo.

Ella mira al vació sin fijar ce en nada en concreto, piensa solo piensa que debe hacer. Es entonces cuando comienza a mirar caras, busca a los hombres, El así lo ha ordenado. Busca entre las más de 50 personas en la sala hasta conseguir a uno. Un hombre alto moreno bien vestido con porte elegante. Se gira entonces hacia él.

—Ya he escogido, hombre moreno, alto, pelo corto en la barra frente a nosotros, está con amigos.

Él le toma la cara con una mano obligando la a mirarle a los ojos.

—Y dime perra, ¿Cómo va vestido?

Cierra sus ojos para tratar de recordar, ya que no puede volver a echarle un vistazo.

—Traje chaqueta, oscuro; es negro o gris plomo, la camisa del mismo tono sin corbata.

Duda un poco.

—Abre tus ojos. Te dije que te tomaras tu tiempo y que te fijaras bien, ¿Que está tomando?

Obedece le mira y su sonrisa desaparece al verlo serio.

—Vaso largo tubo, liquido oscuro puede ser Ron, no tomo nada mi Señor lo siento no sabría decirle con certeza.

Admite abatida rindiéndose.

—Vas a ir a donde está él, le preguntaras que toma y si es Ron, le besaras en la boca comiéndosela. Si no es Ron, le rozaras solo los labios. Desde aquí quiero saber que está tomando. ¿Te ha quedado claro?

Perpleja, temblorosa y casi tartamuda intenta mediar palabra...

—shhhh haz lo que se te dice, te he pedido algo simple.

Se levanta sintiendo como su sexo se humedece mientras camina hacia el moreno que está acompañado intenta mirar si hay también mujeres acompañándolo, se tranquiliza un poco al darse cuenta de que no, no hay. Cuando está a escasos segundos del grupo, ellos notan su presencia acercan doce y se quedan mirándola pendientes de a quien saludara creyendo que es eso a lo que viene...

Se dirige al moreno con una sonrisa en sus labios seductora sacando de su interior todas sus armas de mujer.

—¡Perdona! ¿Serias tan amable de decirme que estás tomando?

—¿Cómo? ¿Te conozco? Mira a sus amigos, perplejo.

—No, no tenemos el placer, pero no creo que me niegues el saber que tomas. Se acerca de forma provocativa a él.

Los amigos sonríen y sin mediar palabra se quedan atónitos mirando a la rubia despampanante y sexy que no conocen.

—Tomo un cubata. ¿Te apetece uno?

—¿Cubata? ¿Eso es Ron? Ignora todo tema acerca de las bebidas.

—Sí, lo es. ¿Deseas probarlo? Le acerca el vaso a sus labios.

—Ohhhh si muy amable si lo deseo. Se acerca peligrosamente a su boca y muy cerca de ella le susurra.

—Pero prefiero probarlo desde aquí. Le besa abriendo su boca intentando meterle la lengua para comerle la boca. Y el acepta de buena gana arropado de las miradas incrédulas de sus amigos.

Cuando se retira del beso, bajando su mirada algo avergonzada mira hacia la dirección del reservado y ya no está El. Tiembla de miedo y sin escuchar lo que el moreno o los amigos comienzan a decir, busca con la mirada aterrada a su Amo. Y le ve, justo frente a la chica del guardarropa con su chaqueta ya puesta y con la de ella en el brazo. Él la está mirando y ella nerviosa se pregunta a si misma ¿cuánto duro el beso, cuánto tiempo beso al moreno? No aparta la mirada de su Amo y este le hace un gesto con la mano apenas leve haciéndole regresar a donde estaba el. El moreno intenta impedir que se vaya cuando la ve moverse y ella se gira.

—Perdona, no me gusta mucho el Ron. Le sonríe.

Los amigos del moreno se carcajean y entre ellos comienzas las bromas que ella apenas oye, está nerviosa y solo piensa en obedecer, en llegar hasta donde está El.

—Buena chica, ¿estaba bueno el Ron?

—No, mi Señor, no me gusta tomar.

—Veras como si... El Ron y todo lo que te dé a probar. Te gustara.

Sigue recordando, sigue inmersa en sus pensamientos, ¿Hice mal? ¿Que hice mal? No nota cuando El ya entra en la habitación. Trae una bandeja con una botella de Ron, una lata de coca cola y unas rodajas de limón. Serio la coloca en la mesa y es cuando ella se incorpora mirándole asustada.

—Acércate.

—Si mi Señor. Obedece temblorosa.

—Te enseñare a preparar y degustar el mejor Ron de tu vida, mi sumisa debe saber hacerlo. Le sonríe entonces.

Sus miedos desaparecen entonces al escucharle por primera vez referirse a ella como suya. Sonríe complacida y desde ese día es adicta a que su Amo y Señor le pida probar Ron allá donde van...

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