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Rentboy

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Tengo diez y ocho años, casi los diez y nueve, y todavía no me he estrenado. Me masturbo de forma compulsiva, todos los días, muchos varias veces, y tengo muchas ganas de probar eso del sexo, quiero hacer el amor con una chica.

Me imagino lo que sería tener su cuerpo desnudo con el mío y mi polla dentro de su coñito. Pero siempre he sido un pardillo.

Aunque cada vez empieza a importarme menos el que sea una chica o un chico. Estoy empezando a fijarme en los cuerpos de los chicos de mi edad y a veces en gente más mayor, mujeres u hombres. Veo en la piscina o en la disco, cuerpos semi desnudos. Me fijo en sus culos que cogería, amansándolos entre mis manos o en sus pollas que lamería.

Empezaba a no pensar en otra cosa que en el sexo y en todo el morbo que me gustaría realizar con alguien. Supongo que eran hormonas revolucionadas. El no haberme estrenado.

Pero todo eso se quedaba en la imaginación hasta esta tarde. Hoy me han ofrecido que me dedique a chapero. Así de claro y de duro. Me han dicho que con mi cuerpo y mi cara y además virgen podría ganar mucho dinero. Todo un vicio para cualquiera.

Ahora estoy tirado en mi cama, agotado por la experiencia, intentando recordar cada detalle y dejarlos plasmados en mi nuevo móvil.

Me lo ha propuesto Juan, un chico que se dedica a ello. Es un conocido de mi madre y yo en la inopia, nunca había relacionado esos dos hechos. Aunque mi madre por su cuerpo no necesitaría pagar por esos servicios la discreción que ofrece Juan lo compensa.

Mueve mucha pasta y no puede atender a todos sus clientes, que consigue por anuncios páginas web y el boca a boca. Haciendo uso de su segundo teléfono móvil mantiene su profesión con una cierta discreción.

Lleva buscando otros chicos que le ayuden en su trabajo una temporada. Y se ha acordado del hijo de una de sus clientas suficientemente atractivo según él.

Creo que ya se lo ha contado a mi madre y le ha pedido su permiso para proponérmelo. Supongo que como mi madre piensa que no valgo ni para estudiar ni para trabajar, esa podría ser una salida profesional interesante para mi cara bonita y mi cuerpo fibrado.

Hemos quedado en un pub oscuro y tranquilo donde imagino que lleva a algunos de sus clientes antes de pasar a mayores. Y así sin paños calientes se ha lanzado.

- No sé cómo plantear esto, es la primera vez que busco un ayudante. Así que allá va. Eres un chico guapo y podrías ganar mucho dinero alquilando tu cuerpo para sexo. Tranquilo y déjame terminar antes de rechazarlo de plano.

Yo me estaba moviendo nervioso en el cómodo sillón al oír lo que me estaba contando. Pero ni por un momento me había planteado marcharme. Aunque me había sorprendido estaba claro que lo que me contaba me interesaba.

- Yo hace tiempo que me dedico a ello y como sabes no me va nada mal. Yo podría pasarte clientes y enseñar como va el tema. ¿Qué te parece la idea?

- Me intriga y creo que me excita. Podría probar y ver como me va.

- Genial. Te iré poniendo un poco al tanto.

Durante casi una hora me estuvo contando anécdotas, la mecánica de cómo buscaba clientes y de sus relaciones con ellos y ellas. Y lo que me contaba cada vez me intrigaba y excitaba más. Aunque eso ya daba igual, mi propia fantasía me había convencido antes incluso de que Juan me dijera nada.

Por supuesto me dijo que la mayoría serían hombres. Pocas mujeres se atreven todavía a contratar ese tipo de servicios. Pero alguna hay como mi propia madre.

Tras la larga conversación incluso me sacó a bailar a la pequeña pista y ni siquiera éramos la única pareja de chicos que se movía al ritmo de música. Muy juntos cogidos de la cintura, nuestros cuerpos pegados al completo.

Así noté su lengua por primera vez en mi cuello, humedecido mi piel. Estaba seguro de que algún posible cliente nos estaba mirando en ese preciso momento desde algún rincón oscuro. Todo me excitaba.

Luego fuimos de compras. Me ha comprado un móvil nuevo solo para el trabajo. Lo hemos estrenado haciéndonos algunos selfies que van directos a las páginas web.

Me ha llevado de tiendas para comprarme ropa más sexi de la que uso habitualmente y que hasta ahora me compraba mi madre. Incluidos gayumbos nuevos, tangas y suspensorios y algunas camisetas muy trasparentes. Más fotos con el móvil, esta vez ya sin ropa en los probadores de esas tiendas.

Y hemos acabado en su piso alquilado solo para ejercer el negocio, su picadero. No quería pensar la de veces que mi madre habría pasado por allí. Para esa hora ya tenía claro que el primero que quería probarme era él y no solo serían negocios, esperaba que también hubiera mucho placer.

Allí me invitó a una nueva copa. Relajados y sentados en el sofá intentó besarme. Al principio me resistí, un truco que él mismo me había enseñado, pero no mucho.

La verdad es que me tuvo cachondo toda la tarde y si de verdad iba a dedicarme a ello este era un buen momento para empezar. La notaba dura en mis pantalones cada vez que me metía la mano en el bolsillo, así de excitado estaba.

- ¿No crees que deberías ir practicando?

- ¿contigo?

Le pregunté sonriendo.

- No veo a nadie más por aquí.

Se me echó encima. Pronto abrí la boca a su lengua exploradora. La mía correspondió a sus besos introduciéndose entre sus dientes. Tenía muchas ganas de saborear una boca.

Ya tenía la suya a mi disposición y la aproveché. Nuestros labios y lenguas jugaban sin descanso cambiando saliva de boca en boca. Hasta dejarla caer sobre mi pecho solo porque yo estaba debajo.

Sus manos empezaron a explorar mi cuerpo primero por encima de la ropa. recorriendo mi torso sobre mi blanca camiseta, hasta que consiguió sacármela de los vaqueros.

Me acarició la piel del vientre y del pecho metiendo la mano por debajo de la tela. Pellizcaba mis pezones duros como guijarros. Sin querer darse cuenta aún de que mi picha dura apretaba contra la bragueta.

Seguía tierno y dulce acariciándome sensualmente sin dejar de excitarme. No tenía ninguna prisa a pesar de mi impaciencia que él mantenía a raya. Mi lengua correspondió en su boca, en el filo de su mandíbula en su oreja. Lamiendo su piel.

Juan me sacó la camiseta y empezó a besarme las tetillas sorbiendo mis pezones, lamiéndome desde los hombros y pasando la lengua por mis axilas. Me hacia cosquillas y me excitaba a la vez. Quería demostrarme que no sólo la polla es capaz de dar placer.

Toda la piel es un órgano sexual y yo lo estaba notando. Y tendría que usarlo en mis nuevos desempeños.

Así comenzó a bajar la cabeza lamiendo mi epidermis hacia mi vientre. Sin dejar de meter la lengua en mi ombligo. Abrió mis pantalones y se llevó una sorpresa ante la dureza de mi rabo.

En cuanto metió la mano dentro de mí calzoncillo saltó fuera de la prenda apuntando al techo. Vaya, parece que él también tenía algo de prisa.

Mi polla inmediatamente desapareció entre sus labios. Jamás me habían hecho una mamada. Jamás una lengua había tocado mi polla. En cuanto se paseó por el frenillo y acarició mi glande tuve un enorme e inmenso orgasmo y eyaculé en su boca. Ya más relajado podríamos seguir explorándonos.

Goloso, casi se tragó mi semen. Todo él, relamiéndose tras mis trallazos directos a la lengua. De su boca saboreé por primera vez el sabor del semen pues lo retuvo en la boca lo suficiente como para ofrecérmelo en un beso que acepté encantado.

Creo que me voy a aficionar a eso del beso blanco. Cachondo como estaba seguía cumpliendo casi todos mis sueños en la forma de perder la virginidad.

Lo único que me faltaba era una chica, pero ninguna hubiera sido tan pervertida, tan puta como mi nuevo jefe. Ninguna tía me hubiera hecho lo que Juan me estaba haciendo, ni me hubiera dejado disfrutarlo como pensaba hacerlo.

Él sabía que yo no había tenido sexo con nadie mas que con mi mano y dulcemente terminó de desnudarme. Sacando mis prendas y acariciando cada centímetro de piel que descubría. O se inclinaba y besaba esa piel.

A continuación se desnudó él, sensual, sin prisa. Y me enseñó por fin su mástil fino y largo perfecto para tenerlo en mi culito como estaba deseando. Seguía tratándome como a una dulce jovencita virgen a quien mimaba y a la que deseaba. Y que lo deseaba a él con muchísimas ganas.

Ahí agarre su polla y estando yo sentado y él de pie me lo llevé a la boca. Comencé a comer mi primer rabo, goloso, lo saboreaba lo apretaba contra el paladar con la lengua.

Pasaba esta por toda su longitud hasta los testículos, los depilados huevos que también me introduje en la boca. A pesar de no haberlo hecho nunca no parecía que lo hiciera mal pues él gemía sobre mi cabeza. Me dijo:

- Ensalívalo bien y date la vuelta,

Subí mis rodillas al sofá y mirando a la pared le ofrecí mi culo en pompa. Que ganas tenía de sentirlo ahí.

Se agachó detrás de mí para comerme el culo, lamer el ano y morderme las nalgas. Me echaba saliva entre ellas y clavaba la lengua en el ano. Como preparación para lo que vendría después. La húmeda en mi culo me estaba dando sensaciones que no había tenido nunca.

Otra cosa a la que hacerme adicto, el beso negro.

Comenzó a follarme, primero con la lengua, luego con un dedo, suave y lento. Yo le pedí dos dedos y le dije que sin miedo, que yo me metía dos cuando me masturbaba en la ducha. Él me contestó que le había salido una auténtica putilla y pasó a meterme dos dedos. Pero enseguida le pedí la polla.

- Quiero tu rabo en mí. Quiero que me folles.

Y así pasó a metérmelo, a bombear, lubricado con nuestra saliva y con parte de su copa que dejaba caer poco a poco en mi culo. Me folló durante media hora sin sacarla, besándome los hombros acariciando mi pecho y vientre y acariciando mi rabo con sus manos.

Cogiéndome de la cadera para metérmela hasta el fondo. Para clavarla hasta los huevos. Hasta que los suyos golpeaban los míos cada vez que entraba en mi cuerpo.

A mí me encanta hurgarme el culo con mis dedos, con palos, cepillos de dientes, con lo que fuera o se asemejara a un pene. Lo hacía en la ducha la mayor parte de las veces.

Desde luego lo gozo pero no hay nada como un rabo duro y caliente creo que me hizo tener orgasmos por el ano. Desde luego los he tenido y muchos de entonces aquí.

Se corrió en mi interior, a pesar de la cintura de confines que habíamos comprado. Creí sentir cada golpe de su leche en mis intestinos. Me tumbe boca arriba en el sofá y seguimos besándonos en la boca otra vez. Quería volver a notar su lengua en el ano limpiando la lefa, yo lo hubiera hecho.

Acariciaba mis genitales suavemente y se dio cuenta de que aunque no tengo mucho vello en el cuerpo los tenia con todo el pelo. Así que cogiéndome de las manos me condujo al baño y me metió en la bañera. Allí siguió mimándome y besándome.

- Vamos a depilarte.

Me lavó y duchó entero, como a un niño y me enjabonó bien los huevos. Luego cogió una maquinilla de afeitar y me rasuró el poco pelo que tenía por las ingles los testículos y alrededor del ano, y en los sobacos. Me dijo que me iba a llevar a donde lo depilan a él de forma definitiva y con láser.

- Va a quedar genial y muy sexi.

Tendría una piel suave. Solo me dejó una tira de pelo justo encima del rabo. No soy muy peludo pero el tacto del escroto nuevo y suave me sorprendió. Con tanta manipulación y tocamiento se me estaba volviendo a poner dura. Cosa que le alegró y allí mismo en la cómoda bañera me lubricó el rabo con el gel de ducha.

- Ahora me follas tú.

- Por mí encantado pero tendrás que guiarme. Es mi primera vez.

- Lo sé y vamos a ser muy dulces y suaves para que vayas cogiendo rodaje.

Se sentó sobre mí introduciéndoselo poco a poco en el culo. Yo apenas tenia que sostenerlo de las nalgas.

Él mismo, en cuclillas aguantaba su peso y se movía follándose el culo con mi picha. Yo desmadejado me dejaba sentir, me limitaba a gozarlo y disfrutar el fenomenal polvo Solo sentía la polla apretada por su ano.

Toda mi consciencia concentrada en un solo punto, el glande que asomaba periódicamente entre sus depiladas nalgas para volver a desparecer de inmediato dentro de su cuerpo.

Gemía él, gemía yo y vi mi semen resbalar por mi tronco en un orgasmo fenomenal. Él se derrumbó sobre mí y volvimos a besarnos abrazados. Dándonos toda la lengua que podíamos y riéndonos.

Creo que me va gustar trabajar con mi nuevo jefe. Juan me tenia ganado, aparte del dinero, que desde luego me importaba, el placer que había sentido y pensaba tener a partir de ahora y hacer sentir a los demás. No pensaba cortarme en absoluto con nadie.

Y ese nadie incluía a mi madre. Tenía que averiguar que pasaba exactamente entre ella y Juan. Además de compartir esa clienta en particular con mi jefe. Al fin y al cabo mi progenitora además de tener un gran apetito sexual conservaba una figura envidiable y una carita preciosa.

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