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Tiempo de lectura: 5 minutos

La fiesta de nochevieja fue fantástica,  dejé pasar unos días para llamar a Santiago, dudé a pesar de que era él quien le había dado su número a Ramón para que me lo pasara, no quería hacerme ilusiones, me había atraído mucho pero el descubrirlo en el jacuzzi jodiendo con José María y Juana me había enfriado un poco, y no por que sea celoso, yo también había follado con ellos.

– ¡Dígame!

– Hola Santiago, soy Einar.

– Hola, me alegra mucho oírte.

– ¿Qué tal estás?

– Bien hombre bien.

– ¿Te apetecería quedar para tomar un café?

– ¡Claro que sí!

– ¿A qué hora te viene bien?

– Termino de pasar consulta a las seis, pásate a recogerme por el hospital, tengo el coche en el taller y así me aprovecho de ti para que me lleves a casa y me ahorro el taxi.

– Claro que sí.

Llegué un poco antes de las seis, me senté en la sala de espera de su consulta, todavía había un par de pacientes esperando.

– Hola Einar – Santiago salió acompañando a una señora mayor – lo siento, pero todavía no he terminado.

– No te preocupes, no tengo prisa.

Tardó cerca de una hora en acabar, al salir el último paciente me invitó a pasar a su consulta.

– Lo siento, mi hora de acabar son las seis pero ya sabes, mientras haya pacientes…

– No tienes que disculparte por favor.

– En la nochevieja me fijé en ti, te busqué pero no te encontré.

– Yo si te encontré en el jacuzzi.

– Vaya, me viste.

– Sí.

– Es que ese matrimonio es muy convincente.

– Me lo vas a decir a mi… – los dos nos echamos a reír.

– Ya no es hora de café, ¿vamos a Quitapenas?

– Te lo iba a decir.

Quitapenas era la primera cervecería de Ramón y Jorge, a la segunda le pusieron Matapenas, estuvimos charlando y tomándonos unas cervezas y unas gambas, nos contamos cosas de nosotros, Santiago me relató la odisea que vivió en su país por el simple hecho de ser gay, cómo el rechazar las propuestas de un funcionario corrupto le había supuesto el rechazo social, el repudio de su propia familia, palizas y la cárcel, en cuanto salió pidió refugio en el consulado de España en Bata, llegó a Sevilla, lo pasó mal hasta que entabló amistad con Ramón que gracias a sus contactos como director de banco le consiguió empleo como médico.

Lo llevé a su casa, un pareado en uno de los pueblos de la periferia de la capital, me invitó a entrar, al llegar a la puerta de acceso al jardín nos recibió un Golden retriever.

– Hola Malabo.

– Hola precioso.

– Te presento a Einar Malabo.

Entramos en la casa seguidos por el perro, en cuanto se cerró la puerta tras nosotros caímos en brazos uno del otro, nuestras bocas se encontraron, nuestras lenguas se cruzaron, nos abrazamos con una pasión que hacía tiempo que yo no había sentido.

– Llevo pensando en este momento desde que Ramón nos presentó la otra noche.

– Yo también Santiago, yo también.

Me agarró de la mano y me condujo al dormitorio, allí nos despojamos de nuestra ropa quedando desnudos uno frente al otro.

Jamás entenderé a la gente que se considera superior a otra por el color de su piel, delante de mí tenía a Santiago Makkodu, un ecuatoguineano de la etnia fang con su piel del color del chocolate negro, hermoso como un dios, ¿en qué era él inferior a mí? ¿intelectualmente? Santiago es doctor en medicina por la universidad complutense de Madrid y había estudiado la carrera gracias a una beca, habla inglés, ama la música clásica, la poesía y es un pintor excelente. ¿Acaso era inferior a mí moralmente? pertenece a médicos sin fronteras y pasa parte de sus vacaciones en países del tercer mundo ayudando a la gente, ¿físicamente? desde luego que no, es alto, uno ochenta, guapo, tiene unos ojos preciosos en los que a menudo aparece un destello de tristeza y un cuerpo atlético, fruto de la práctica del triatlón.

Me acerqué a él, agarré con mis manos su cara y le besé en la boca, pasé mi lengua por sus labios después de morderlos y él los abrió recibiéndola y chupándola, continuamos así un rato, nuestras lenguas jugaban y se entrelazaban, Santiago me besó en el cuello, fue bajando besándome hasta llegar a mis pezones que lamió chupó y mordió hasta hacerme estremecer, me agarró de la mano y me llevó hasta la cama, nos acostamos uno junto al otro besándonos y acariciándonos, lamiendo con la punta de la lengua fui bajando por su pecho y su vientre hasta llegar a su hermosa polla, la agarré y apretando hacia abajo dejé el glande al descubierto, lo besé y lamí el frenillo y los bordes de aquel capullo, me fui colocando para que mi polla se encontrara a la altura de su boca y de esta forma hicimos un sesenta y nueve al que ambos nos entregamos con pasión.

Poco a poco fui rotando hasta que quedé encima de él, así, mientras yo chupaba y mamaba de su miembro metiéndomelo hasta que me daban arcadas y se me saltaban las lágrimas, Santiago me abría las nalgas me las mordía y con su lengua me lamía el ojete y me lo follaba, sólo se oía el ruido que yo hacía al chupar y los gemidos de placer que ambos lanzábamos.

– ¡Quiero que me folles!

Me quité de encima, me giré y me coloqué a horcajadas de rodillas sobre sus caderas, mi culo estaba lleno de su saliva y su polla de mis babas así que estaba bien lubricado, mi ojete palpitaba pidiendo carne, agarré su miembro y lo coloqué en posición, poco a poco me fui sentando y sentí como me abría el esfínter y entraba hasta los huevos.

– Ohhh dios.

– Einar.

– Mmmm.

La polla de Santiago es ligeramente mayor que la mía aunque algo mas gruesa, ahora la tenía metida por el culo y yo dominaba la situación, me movía despacio, subía y bajaba apretándola con el esfínter.

– Mmmm sí Einar.

– Ohhh Santiago, que rico.

– Sí, sí.

– Ay mi culo.

– Ohhh Einar.

Me incliné hacia adelante, le besé en la boca, mordí sus labios, chupé su lengua, levantó las caderas y comenzó a moverse rápidamente metiendo y sacando su polla.

– Plafplafplaf.

– Ay ay ay ah.

– Plafplafplaf

– Ay que rico ay, ayyy.

– Me corro Einar, me corrooo.

Dio una última embestida, me metió la polla hasta los cojones, apreté el esfínter, se puso rígido y comenzó a eyacular en mi culo, yo me erguí, agarré mi polla y comencé a masturbarme, no necesité más de dos meneos.

– Oh dios, me corro Santiago, me corroo.

Comencé a soltar semen, mi lefa le llenó el pecho, me gustaba el contraste de su blancura con la piel oscura de Santiago, la recogí con la lengua, le besé en la boca y le pasé la parte que no me tragué.

Me levanté, su polla salió de mi culo con un chof, su leche me cayó por el interior de los muslos.

– Ahora me toca a mí.

Santiago se había colocado boca abajo con las piernas abiertas y levantaba el culo ofreciéndomelo, abrí sus nalgas y dejé al descubierto su ojete, escupí en él y extendí la saliva con el dedo acariciándolo, hice presión y lo metí con facilidad.

– Ohhh.

– Vaya, quiere guerra.

– Sí, dámela.

Me coloqué encima, puse la punta de mi polla en su culo y apreté hasta que vencí la resistencia de su esfínter.

– Ay

– ¿Duele?

– Ya pasa.

Seguí empujando, mi polla se abrió paso con facilidad.

– Ohhh Einar, que rico.

– Mmmm, sí, que culo.

– Ay dios, ay que rico, esto no puede ser pecado, ay.

Me movía despacio, mi polla entraba y salía lentamente, me estaba recreando, Santiago se revolvía y nos besábamos uniendo nuestras lenguas.

– Oohh siiii.

– Diosss que culo tienes.

– Todo tuyo ooohhh.

Me dejé caer sobre él con todo mi peso, comencé a moverme más rápido hasta que alcance un ritmo frenético.

– Plafplafplaf.

– Ay, ay, ay, ayyy

– Plafplafplaf.

– Oh ooohhh, Einar, me matas, ay, ayyy.

– Plafplafplaf.

– Me corro Einar, me corrooo.

Yo me corría ya también, apreté mi polla en su culo y comencé a descargar al mismo tiempo que él.

– Ay dios, ay dios mío.

– Ohhh.

Estábamos tendidos uno al lado del otro, Santiago me miraba mientras su dedo hacía círculos alrededor de mi ombligo.

– Einar…

– Dime.

– Quiero pintar un desnudo tuyo.

– Ya hablaremos.

Hoy, nueve años después de aquella conversación tengo una acuarela de un desnudo colgada en el salón de mi casa, todo el mundo me pregunta pero sólo dos personas sabemos quien es el modelo.

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