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Sensaciones sexuales (VII)

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El sonido del mensaje me indicaba que era mamá. Tomé mi teléfono y efectivamente el mensaje de whatsapp decía: “Me invitaron Norma y el marido a almorzar con ellos y pasar la tarde y aprovechar la pileta. No hice nada para comer. Comprate y cocinate vos”.

Era una mala y una buena noticia a la vez. Mala porque yo debía cocinarme y buena porque me permitiría disponer de la casa prácticamente todo el día.

También tenía que compensar a Lauty por haberle dicho que no el día anterior, así que todo se alineaba para un excelente almuerzo de amigos.

Mientras aún estaba en viaje le escribí a mi amigo “Lauty, te invito a almorzar. Voy a preparar algo que te va a encantar. Sorprendeme con la bebida”. Inmediatamente después le pedí al papá de Naty que me deje unas cuadras antes, ya que tenía que ir al supermercado a comprar cosas para el almuerzo. Minutos después ya estaba caminando hacia la carnicería. Elegí un buen trozo de carne y camino a la caja elegí especias apropiadas para una comida afrodisíaca.

Llegué a casa y luego de encender el horno para que vaya precalentando, me fui a mi dormitorio, elegí el conjunto de ropa interior negro que me había comprado hacía pocos días, y un vestidito de gasa rosa que seguramente a Lautaro le iba a encantar. Zapatos de taco color negro y por supuesto unas gotas de mi adorado Blue Seduction de Antonio Banderas.

Preparé una salsa crema con los ingredientes que había comprado más algunos otros que tenía en casa y puse la carne al horno. Sólo era cuestión de esperar. Un buen momento para poner un disco de Harry Styles y todo el clima sería perfecto.

Me senté en el sofá a esperar e inmediatamente volvían a mi mente todas las imágenes del fin de semana, Naty desnuda, Lauty acariciando mi cuerpo, su anécdota con Vanesa, Andrea mi vecina también completamente desnuda, lo que vi entre Fernanda y Alejandro y por supuesto, lo que había pasado anoche en el dormitorio de Naty. No tuve que pensarlo, mis manos como acto reflejo ya estaban en mi vulva acariciándola, jugando en círculos, dándole caricias al clítoris. Estaba sola así que podía gemir sin pudor, y lo hice disfrutando lo rico que es masturbarse.

El timbre sonó, pero lo ignoré, no estaba más en el sofá, estaba en las nubes del placer disfrutando mi paja. Una vez más el timbre sonó y volví a la tierra. Seguramente era Lautaro, me paré de inmediato, me acomodé el pelo aún sin saber si estaba despeinada y me dirigí a la puerta.

Allí estaba él, hermoso, sonriente, con una camisa clarita, jeans y unos zapatitos que le daban la imagen de un hombre seductor.

-Hola Mary ¿llego en mal momento? Estás hermosa.

Por mi cabeza pasó la respuesta “sí me interrumpiste algo muy lindo” pero mi boca respondió: “muchas gracias, vos también estás muy elegante. Pasá y ponete cómodo. Falta un poco para la comida”.

Lautaro pasó y apenas entró me mostró una botella que traía en su mano. Era un champagne Barón B extra brut. No sé quién se lo dijo, pero era mi debilidad. Amo el champagne. Aunque las burbujas rápidamente hacen sus efectos en mi.

Fuí a buscar dos copas y con una habilidad asombrosa, Lauty descorchó esa botella y sin perder tiempo sirvió la burbujeante bebida. “Por nuestra amistad” dijimos a vez y las copas se chocaron. Estaba frío y muy rico. Invitaba a tomarlo todo y disfrutar del hermoso momento que estábamos pasando.

Casi vacía la dejé en la mesa y fui a ver si la carne ya estaba en el punto deseado. Así fue que me agaché para ver cómo venía la cocción y Lauty, que estaba detrás de mí dijo: “que hermosa estás Marisa”. Morí de vergüenza y de ternura a la vez.

-Gracias- vos también estás muy elegante.

Saqué la bandeja del horno y me dispuse a agregarle la salsa y servirla en sendos platos. Fuimos a la mesa y nos sentamos uno frente al otro.

Lautaro estaba hermoso, daban ganas de comerlo a besos. Pero en vez de ir por arriba le dije “espero que lo disfrutes” al tiempo que rozaba con una de mis piernas la suya.

-”Lo estoy disfrutando”- me dijo, al tiempo que con atrevimiento él rozaba con su pierna la mía.

Nuestras miradas se cruzaron y sin decir palabra alguna, nos dijimos con los ojos “quiero más”.

Con mucho disimulo me saqué los zapatos y esta vez mi pie desnudo fue a su rodilla y a la parte interior de sus muslos. Me encantó la carita que puso. Masticaba y me miraba ardiente. Yo jugaba con mi pie entre sus piernas. Sirvió champagne y esta vez brindó “por lo más hermoso que tiene nuestra amistad”. Una vez más nuestras copas volvieron a chocar en el aire.

Seguimos comiendo y charlando. Como buenos amigos. Como dos personas que no pueden estar ni un minuto sin mirarse.

Esta vez fue él, quien con su pie desnudo tocó mi rodilla. Sonreí. Tengo muchas cosquillas. No se detuvo. Él también fue a la parte interna de mis muslos. La diferencia es que al tener vestido, estaba disfrutando de mi piel. Mi corazón se aceleró. Me daba mucho morbo tener a ese hermoso hombre tocando mis piernas.

Yo había puesto música en YouTube, y aunque parezca increíble, la inteligencia artificial parecía entender qué era lo que estaba pasando en esa habitación en ese momento. De las canciones elegidas al azar empezó a sonar “Perfect” de Ed Sheran. Canción que hizo que Lauty se parara, se vaya de mi lado de la mesa y me invitara a bailar.

Me sorprendió que estaba ya descalzo. Yo solo me había quitado un zapato, así que me paré, me quité el otro y empezamos a bailar. Lento, muy lento. Suave. Muy juntitos los dos. Sentía algo hermoso en todo mi cuerpo. Lauty leyó mi mente y mientras bailábamos muy lentamente se fue desabrochando la camisa al punto de quitársela y solo quedar con el jean.

Disfruté abrazarlo y acariciar su torso desnudo. Él sabía que no me podía resistir a disfrutar de eso.

Me abrazó muy fuerte y acercó su cara a la mía. Pensé que me iba a besar. No me equivoqué. Me besó con muchas ganas. Yo solamente me dejé llevar. Sentí que tenía un pase al paraíso, a la gloria. Su lengua jugaba con la mía y competían a ver quien ganaba territorio antes que la otra.

-¿Vas a seguir comiendo?- me preguntó. Sólo respondí “No” con un movimiento de cabeza.

Me tomó de la mano, dejó que yo me pusiera delante de él y caminamos hasta el sofá. Cuando estábamos por llegar me abrazó desde atrás y me dio un beso en el cuello. Me derretí. No podía creer lo rico que era tener ese hombre abrazándome.

Como un verdadero conocedor encontró rápidamente el cierre invisible de mi vestido y lo bajó. Con mucho cuidado me quitó aquella prenda y yo quedé frente a él con solo mi ropa interior. A él le gustó. No paraba de mirarme y se notaba que gozaba al verme así.

Una vez más, con la música de fondo, volvió a colocarse detrás de mí y me abrazó. Ahora mi piel sentía la suya. Bailábamos muy lentamente. Yo sólo me dejé acariciar, sentía su respiración tan cerquita.

No pude aguantarme y mis manos buscaron su miembro, aun con el jeans puesto, se notaba que estaba a punto caramelo. Lo apreté un poco a modo de pedir permiso. Lauty entendió el mensaje. Abrió su pantalón y con una mano llevó la mía otra vez a ese lugar que yo deseaba. Ya no era el jeans, ahora era la tela del bóxer la única barrera entre su pene y mi mano. Yo suspiré. Me encantaba saber que estaba tieso por mí.

Me puse frente a él y mientras lo miraba a los ojos bajé su ropa interior. Su miembro erecto ya estaba en libertad. Por poco tiempo ya que mi mano lo abrazó y comenzó a masajear sintiendo esas venas que rodeaban ese maravilloso órgano.

Nos besamos una vez más. Él respiraba profundo en demostración de aprobación a lo que yo hacía. Acariciaba mi espalda. Yo creía estar en otro nivel de la galaxia, tanto que nunca noté que había desabrochado la parte de arriba de mi ropa interior. Cayó en mis pies y mis pezones disfrutaron de la piel de mi amigo. El éxtasis de estar así no tiene comparación.

Lauty se sentó en uno de los extremos del sofá. Eso hizo que yo me pudiera acostar. Sabía que la vista que él tendría de mi cuerpo que solamente vestía mi tanga lo iba a excitar mucho más. Con mucha libertad y ganas lleve su miembro a mi boca. Esa sensación placentera de sentir como crece, como resbala es muy difícil de describir. Era recorrerlo de punta a punta con mis labios y con la mano. Combinarlo con besos y lengüetazos hacía que Lauty se estremeciera. Sus caricias por mi espalda llegaban a mi cola y eso me ponía tremendamente cachonda. Estaba al rojo vivo.

Lautaro se paró. Lo miré a los ojos desde el sofá. Me tomó de la cintura. No sé cómo hizo pero de un solo movimiento me dejó boca arriba y sutilmente me sacó la bombacha. Estaba empapada. Tomó mis piernas y llevó mis pies a sus hombros. Me besó un pie y luego el otro. Pasaba su lengua en cada dedito. Yo me estremecía.

Me imaginé que el camino a recorrer iba a ser mis piernas. Ya lo había hecho con Vanesa y esta vez me tocó disfrutarlo a mí. Me hizo muy feliz. Llegó a mi vulva besándome las dos piernas y sólo me dejé llevar por su juego. Tenía toda la libertad. Pasaba su lengua en círculos, de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Cuando encontró mi clítoris exploté de éxtasis. Gemí muy fuerte. Lauty se dio cuenta y siguió chupando y mordiendo mis labios. Yo rogaba en mi ser que me penetrara de una vez, aunque lo que estaba sintiendo era algo magnífico.

Leyó mi mente. Dejó de lamerme y se arrodilló en el sofá. Buscó el preservativo en su pantalón, con tranquilidad se lo colocó mientras miraba mis piernas abiertas. Mi conchita estaba muy mojada y lo llamaba a gritos.

Eligió la posición del misionero para comenzar. Cerré los ojos y disfruté mientras entraba en mi. Mi viejo amigo de la niñez con quien he jugados juegos de niños, ahora era un hombre y se estaba luciendo como un artista del sexo. Entraba y salía con mucha habilidad y sabiendo qué partes debía rozar y cuáles no.

Lo abracé con mis piernas y dejé que sus embistes me hicieran feliz. Disfrutaba cada movimiento. Mis ojos no podían ver, estaban en otra galaxia. Sus manos agarraban mi cola y me sentía la mujer perfecta para ese hombre perfecto.

Confieso que no tengo idea cómo lo hizo, pero en un momento mi espalda se despegó del sillón y quedé en el aire. Mi cuerpo solo se sostenía por su pene en mi interior y sus brazos fuertes que me hacían subir y bajar con un ritmo increíble. Parecía volar. El nivel de goce era algo único.

Después de tan dedicada sesión de amor, dejó que mis pies estuvieran otra vez en la tierra. Pero no para descansar, sino para que apoyara mis brazos en el sofá y él pudiera colocarse detrás de mí. Fue magnífico. Sentir como entraba y salía era indescriptible. Sus manos estaban sobre mi hombro y sentía la fuerza y la pasión que dejaba en cada embestida.

Me encantaba sentirlo gemir, respirar fuerte. Yo también lo hacía. Repetía “see” una y otra vez. El sexo estaba presente en cada centímetro cuadrado de esa habitación. No me importaba si los vecinos de arriba o de abajo sintieran algo. Yo seguía en mi mundo de placer.

“Voy a acabar” gritó en un momento. Y comenzó a moverse con más ritmo y más fuerza. Yo no me quería perder ese momento así que apreté mi sexo y disfruté ese vigor. “Haceme acabar hijo de puta” le grité, estaba descontrolada. “Yes” fue la palabra que anunció su orgasmo. Y fue la palabra que invitó al mío a ser protagonista también. Me temblaban las piernas. Nos aflojamos. Estábamos exhaustos. Lauty salió de mi interior y luego se quitó el preservativo. Yo caí rendida en el sofá. Aún sentía mis piernas temblar. Él se acostó a mi lado y me acarició el rostro. Nos miramos felices del momento vivido. Nos besamos una y otra vez. Nos acariciamos y disfrutamos la desnudez del otro.

Los dos desnudos en el sofá era una invitación a una foto que eternizara ese momento, pero ninguno de los dos se animó.

Continuará…

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