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Soltero por un fin de semana (Parte II)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

La noche anterior había sido increíble. La corneta aún me ardía, pero cada vez que miraba a Feña, el glande me palpitaba como queriendo salir de su ostracismo. Ella actuaba de lo más normal con la sola excepción del saludo de buenos días (eran las 4 pm): me besó, sutilmente, los labios, delante de Claudio, que ni se inmutó.

Los últimos rayos de sol rozaban las nubes del horizonte, desencadenando una explosión de vivos y flamígeros colores que acaparaba toda mi atención. Aterricé con el mundano sonido de las palomitas de maíz crepitando en el microondas. Por sobre la música, el timbre logró hacerse notar, anunciando la llegada de las visitas esperadas.

Yo: por favor, prima. Puedes abrir la puerta y bajar un poco el volumen.

Feña: claro Javo.

Al pararse, el chico Ernesto, Claudio y yo no pudimos evitar mirarla. María Fernanda o Feña es una rubia de pelo largo y liso. Mide 1.67 m. De cuerpo voluptuoso, pero proporcionado de blanca y suave piel. Ojos casi negros y boca de sensuales y gruesos labios, adornan un rostro de atractivas facciones.

Sus tetas son grandes y perfectamente formadas. Cada una coronada por un pezón casi rosado y carnoso. La cintura de avispa remata en un par de femeninamente anchas caderas que profetizan terminar en dos suculentas nalgas.

El culo… Qué puedo decir, sino que es una obra de arte. Perfecto. Ni grande ni pequeño, con un par de glúteos firmes y redondeados. Sus piernas largas y contoneadas, terminan su curvilíneo recorrido en un par de delicados y bellos pies. La prima de Tare es una mujer bella, exquisita, risueña, sibarita y con una fuerte personalidad y ella lo sabe.

Esa tarde noche vestía un vestido de algodón blanco ceñido en la parte superior y holgado de la cintura hasta el medio muslo. Debajo llevaba aún el bikini negro que más de una verga dejó como roca en la playa. Iba descalza.

Yo: oye chico, arremángate las babas y ven a ayudarme.

Todos: jajaja

Chico: payaso! Qué quieres que haga?

Yo: tu súper híper mega tequila margarita. Tengo de todo y tú ayer trajiste el tequila.

Chico: ok. Pásame el delantal, mejor será.

Estábamos en la habitación de juegos. La misma donde mi esposa animó un viernes de amigos, quizás… qué digo, el mejor de todos. Si lo recuerdan es una amplia habitación rectangular de 6×8 metros y 4 de altura. Se llega a ella cruzando un pasillo que la une con la casa. Tras la puerta de ingreso hay un pequeño lobby para dejar los zapatos.

Desde él se puede apreciar el bar rodeado con 6 banquillos y a su derecha, en la pared del fondo, una puerta que conduce al baño. Al doblar el pequeño recodo se puede apreciar, mirando hacia la izquierda, una mesa de pool y en la esquina del fondo otra puerta, esta vez con acceso a una habitación un poco más pequeña.

En ella, una vez traspuesta la puerta y la vista lograba acostumbrarse a la menor intensidad de la luz, uno se topaba con dos hileras de sillas ordenadas como si fueran butacas de un improvisado teatro. Frente a la rústica galería y rodeada de 4 sillas y cuatro poderosos focos, estaba una cama de dos plazas, cubierta solo por una sábana blanca. Era el único lugar del cuarto totalmente iluminado.

A la derecha y frente al bar una cocina estilo americano y un living con dos sofás de 3 y 4 cuerpos en forma de L; una redonda mesa de centro entre ambos y, justo en medio, empotrada en la pared, una televisión de 50 pulgadas.

Claudio jugaba solo en la mesa de pool, Ernesto se afanaba en la preparación de los margaritas cuando el cabezón Gerardo y el Loli asomaban sus humanidades por el cuarto. Tras los saludos de rigor, noté la ausencia de Feña.

Yo: oigan monos, ¿y la Feña?

Cabezón: ah… de eso quería hablarte. Resulta que traje cola… No me mires así, no pude evitarlo.

Yo: al grano, mono. ¿De quién se trata, esta vez?

Loli: es la ex de este merme… la… esa flaquita rica… ¿cómo se llama?

Yo: no me digas que la Marcela Llucov está en mi living, conversando con la prima de Tare???

Cabezón: pues si y si… así mismito es.

Yo: te dije que no me lo dijeras. Y ahora qué diablos hacemos… La última vez que nos vimos le dije que nunca más la quería ver en mi casa y ya ves. Aquí está. En fin, chicos, pasen por favor, como ya lo saben, es su casa.

Loli: no la pienses tanto y perdónala por lo que sea que haya hecho.

Yo: y qué sabes tú de esto, aturdido.

Loli: mira, car’e cuico, si el cabeza la perdonó, no veo la razón para que tú no lo hagas. Además le pones mucho color porque aparte de hacer un escándalo en el patio de tu casa, el que salió en todas las redes sociales y por el cual tuviste que pagar una pequeña multa de medio millón de pesos, y todo por su culpa… Qué más te hizo… además hermano, dime si no hemos dejado tendaladas peores y por mucho menos.

Yo: jajajaja… tienes razón. Oye cabeza, en serio la perdonaste o son carriles de este mono.

Cabezón: hace rato ya… entre nosotros no hay rencores ni dramas.

Yo: buena… pregunta: no te molesta, entonces que comparta con nosotros.

Cabezón: para nada, hermano, al contrario. Ya sabes que la marce es súper simpática y buena onda. Por mi, no hay dramas.

Sentadas en uno de los sofás del living, una frente a la otra, conversaban afablemente. La situación se tornó incómoda, pues al notar mi presencia, ambas guardaron silencio. Era evidente que mi persona era el tema.

Yo: hola Marce, que gusto verte. –Le dije acercándome- oye, eres una tramposa. Mírate, los años más que no pasar, te sientan cada vez mejor. Estás deslumbrante.

Y era cierto, Marcela es una morena de 36 años, 1.65 m, de pelo largo y rizado hasta la cintura. Con un lindo e inocente rostro, adornado por un bello par de azules ojos. Parece una niñita buena y, sin embargo, el cabezón la dejó porque, al ser impelida, no pudo recordar con cuántos lo había engañado el día que fue sorprendida.

Sus largas piernas terminan en un culo pequeño pero redondo, duro y respingado. Estrecha de caderas, pero con un par de tetas de campeonato. Voluptuosas y firmes. Marce era una bella, sexy, pero loca y promiscua mujer.

Ese día llevaba puesto, debajo del pesado abrigo que ya colgaba en la pared, unos jeans ajustados color blanco, un peto negro debajo del cual no había ropa interior y una chaqueta corta de mezclilla. Un par de rústicos botines cortos de cuero negro. Sonriendo por los piropos, se puso de pie.

Marce: Hola Javier. Yo… quería…

Yo: olvídalo. Pasado, pisado.

Feña: viste? Te lo dije.

Yo: ¿qué le dijiste?

Marce: que los hombres o son buenos o malos. Los buenos olvidan a los 5 minutos y que tú eres de esos.

Yo: jajajaja… ok. Vamos, pasen y Marce, es tu casa. Las sigo al tiro.

Dos amplias sonrisas fueron lo último que vi de ellas antes de perderse por el pasillo. En cuanto desaparecieron, di media vuelta y raudo dirigí mis pasos hacia la oficina. Una vez ahí, encendí los PC y las cámaras de la sala de juegos. Si algo pasaba, tenía que estar grabado. De otro modo, Tarella no me lo perdonaría.

Las imágenes mostraban cada rincón de la sala. En el bar, el chico agitaba y agitaba la coctelera en una parodia de mega masturbación. Reían a tambor batiente el cabeza, el Loli y marce de sus gracias. Sentados en el lado opuesto de la habitación, Claudio y Feña conversaban. Por los ademanes de Claudio, me imaginé que le reprochaba algo a la prima, quien, casi podía oírla, gesticulaba para que el hombre se calmara.

De pronto Feña se puso de pie y tomando de la mano a su esposo lo indujo a seguirla a salir del cuarto. Un minuto después escuché mi nombre. Feña me llamaba. Al asomarme pude verlos parados en el mismo lugar donde nos habíamos separado, les indiqué que se acercaran. Salí y los esperé parado justo en la puerta.

Feña: primo, Claudio no me entiende.

Claudio: primo, quiere que entienda que yo, a pesar de hacerlo todo bien, no soy suficiente, pues ella necesita más.

Feña: no es eso… te lo dije, te amo, pero esto es otra cosa, es solo placer.

Claudio: entiendo que quieres tener sexo con otros y quieres que lo sepa para que no sea adulterio. Es eso?

Yo: primo… ya que vinieron hasta acá, entiendo que esperan una opinión de mi parte sobre lo que acabo de escuchar. No es así? –Asintió- Ok. Entonces, antes de hablar, puedo mostrarte algo y después de eso hablamos? –asintió nuevamente- Dale. Denme un minuto.

Apagué los monitores de las cámaras. Dejé en pausa el mismo video que le mostré en la víspera a Feña y los llamé.

Yo: pasen. Tomen asiento, primos… Lo que les voy a mostrar es fruto del amor y el anhelo de complacer a mi esposa en sus caprichos. Una mujer contenta es una mujer que brujea menos.

Los ojos de ambos se salían de sus órbitas, mirando cómo mi mujer se comía dos pollas de una sola vez y tras darlas de baja, otras dos las sustituían. El bulto en el pantalón de mi primo era evidente.

Yo: espero no tener que dar ninguna otra explicación, porque creo, les contesté lo que venían a preguntar, o no? Deja que sea la puta que quiere ser, pero siempre y cuando sea contigo presente. No debe existir la mentira. Claudio, debes cuidarla y cuando puedas aprovecharte de su cuerpo. Feña, lo mismo para ti. Y si cumplen con eso no veo problema absoluto.

Feña: entonces, cariño, puedo?

Claudio: -tras un prolongado suspiro- está bien.

Dando un agudo gritillo al tiempo que besaba la cara de su esposo se puso de pie y de la mano se lo llevó de ahí. Levantando los hombros en señal de no haber comprendido nada, revisé que las cámaras funcionaran y me dirigí al carrete.

Marce y el chico, jugaban una mesa de pool. En tanto, el cabeza y el Loli eran entusiastas comentaristas del evento. Sus comentarios incluían el impresionante culo de la competidora y el tremendo taco del contendor… Las risas ahogaban la voz de Cerati… y esta inconstancia, no es algo heroico, es más bien algo enfermo…

Chico: en el bar está la coctelera con tu traguito… nosotros ya vamos en el tercero. Jajaja…

Yo: ya gracias, chico… voy al tiro con ustedes.

Dejaba la copa luego del primer sorbo cuando mi celular me indicaba que alguien estaba en la puerta de entrada. Parecía que esta era la noche de las mujeres locas, pues la imagen no era otra que de Valeska, la esposa del chico.

Yo: chico, ven… ven, po. Mira. Lo que tú digas que haga, eso haré.

Chico: yo voy. Dame un minuto. Reemplázame si quieres, pero si pierdes pagas tú la apuesta y no yo.

Yo: pero si gano es todo mío… qué apostaron.

Chico: la ropa y un baile de 3 minutos sobre la mesa en pelotas. Ya voy y vuelvo…

Yo: otro más… ya parte, pero antes cuéntame: pediste la comida, cierto? Ok. Suerte.

La mesa recién comenzaba, pues ya no estaban el 1, 2 y 3, todas tiradas por la ex del cabezón. No es por nada, pero sin ser un tremendo jugador de pool tengo lo mío y entre mis amigos soy el mejor. En todo caso, sabía que Marce jugaba y era buena.

De fondo escuchaba al par de payasos:

Cabezón: Al parecer, colega, por lesión cerebral, el jugador representante de liliput tuvo que abandonar y será reemplazado por nada menos que el car’e cuico… qué me dices?

Loli: yo me concentraría en el culo, perdón en la cara de la contendiente que parece durito, perdón de nuevo, preocupada por el oponente. Estamos en vivo desde el tierra de culones para el resto del país.

Los dos: jajaja.

Marce: jajaja… payasos. No se han callado ni un segundo… quieres recomenzar?

Yo: quién juega?

Marce: tú.

Observé por 5 segundos la mesa. Fui por mi taco. Descansaba colgado en la pared. Tras echarle tiza, tiré. 5 minutos después, en la mesa solo quedaban tres bolas, incluida la blanca. Marce me miró, divertida.

Marce: el mejor de tres?

Yo: -el celular comenzó a sonar. Era el chico- Espera… voy y vuelvo. Voy a ver al chico.

Los gritos eh, eh, eh, eh, incentivando, motivando para que algo se haga podía escucharlos aún con la puerta cerrada. Sonreí y apuré el paso. En el living, en el mismo sitio donde antes estuvieron Feña y Marce, estaban los perlas… parecían dos tórtolos, abrazados, acariciándose, tiernamente los rostros. De fondo, se escuchaban los gemidos de Feña que venían del pasillo que conduce a las habitaciones de visitas.

Yo: -carraspeé- dime, chico.

Valeska: soy yo la que quiere hablar contigo. Quiero pedirte disculpas.

Yo: mira Valy, si el chico no tiene atados contigo, yo tampoco. Es cierto que es mi amigo y lo apoyo, pero la experiencia me ha enseñado que en asuntos de pareja no hay que meterse. Si ustedes se perdonaron, sea lo que sea que se perdonaron, para mí está bien.

Valy: gracias, eres un buen amigo. Pero te puedo preguntar dos cosas.

Yo: jajaja. A ver…

Valy: de quien son los gemidos y es verdad lo que hizo Tare y que no te molestó?

Yo: son de una prima de mi esposa y sí y no. Al contrario. Me gustó. Por qué lo preguntas?

Valy: ya me conoces, soy copuchenta. Ernesto me dice que me acompaña, pero puedo quedarme?

Yo: por supuesto. Chico, llévala a la sala y dale un trago. Trátala como a una reina, ya sabes.

Mientras conversábamos no notamos que los gemidos habían cesado. Un par de segundos después de separarnos de un abrazo con Valy, por el pasillo se dejaron ver Feña y su esposo. Ella, con los pómulos encendidos y los ojos vidriosos. Vestía el mismo vestido playero, pero iba sin traje de baño esta vez, el menos sin su parte superior. Sus pezones eran puntas de lanza apuntando al vacío.

Feña: hola javo, se acabó el carrete?

Yo: que va. Acaba de llegar la esposa del chico. Se pusieron en la buena. Recién entraron. Síganlos, yo los alcanzo de una.

Claudio: voy al baño, querida. Te alcanzo en la sala.

Feña: ok, bello. Voy tras de ti. –bajando la voy y dirigiéndose a mí- tienes viagra?

Yo: -cerrándole alternadamente los ojos- se lo tomó en sus tragos. Deja que se recupere y rendirá… no seas malula. Ya vamos con los otros, no me mires así.

Fui salvado, literalmente por el timbre. Era la comida que habíamos pedido. Se presentó puntual a las 11 de la noche.

Yo: ven Feña, ayúdame, pues son varias bolsas.

Feña: te sigo.

El chico resultó ser un tipo de color, alto, musculoso, con el pelo muy corto, tipo militar y un acento muy curioso. No le quitaba los ojos de encima a Feña, quien, al notarlo, comenzó a exagerar sus movimientos con el fin de mostrar algo.

Yo: – en voz baja- cómo te llamas?

El chico: Artemis Piertarus Stevens Duboais.

Yo: gusta lo que ves? Cómo me dijiste que te llamas. Olvídalo, puedo decirte Pierre, cierto?

Pierre: oui y oui.

Yo: no digas oui, di si… es una broma… una broma. A qué hora terminas?

Pierre: Como máximo un hora más, por qué, señor?

Yo: trae dos botellas de whisky y dos de tequila cuando termines. Toma. Puedes, cierto?

Pierre: si, señor.

Yo: entonces, juegue. Toca el botón blanco no el rojo cuando llegues.

Tomamos todos los paquetes y entre Feña y yo los llevamos hacia donde estaban los demás. En la sala, los 6 comenzaban a repartir cartas. Jugarían carta mayor y el pago sería o un corto de tequila o una prenda. Feña y yo nos unimos. Las carcajadas eran prolongadas y liberadoras. En medio de la algarabía el celular me avisó que Pierre había llegado. Valy perdía por quinta vez. Todos comenzamos a gritar al tiempo que el chico servía el punitivo vaso.

Valy: no… si tomo uno más me muero. -Sin pudor alguno producto del alcohol, se desprendió de su blusa, dejando al descubierto unas increíbles tetas.- Ya, a quién le toca.

Yo: antes de seguir, que la Valy reciba las botellas que mandé a comprar… eh, eh, eh…

Todos: eh, eh, eh…

Entonces con paso sexy fue por los tragos. Al volver venía con Pierre cargando todas las botellas.

Valy: le pedí que me ayudara.

Yo: bueno, ya que estás aquí, si quieres te quedas.

Pierre: gracias. Me quedo.

Valy: denle cartas y para estar a punto que se tome dos cortos de una. Eh, eh, eh.

Todos: eh, eh, eh.

El destape de la esposa del chico fue suficiente para que, en las siguientes vueltas, el perdedor, por iniciativa propia, dejara una prenda de lado e igual tomara un corto. Esperaba ansioso el turno de Feña, pues al quitarse el vestido quedaría o desnuda o solo con la parte inferior de su bikini. En tanto, a Marce le quedaban los calzones y su peto y Valy solo la ropa interior. De los hombres todos estábamos con el torso desnudo y solo el chico y Claudio en calzoncillos. De fondo comenzaban los primeros acordes de En Camino de Soda Estéreo.

Valy: dale volumen Javi, porfa.

Se paró y tras alejarse hacia el centro del cuarto unos cuantos pasos cerró los ojos y comenzó a bailar en ropa interior. Todos procuramos tener una buena vista, pues Valy se destacó siempre por ser muy sensual para moverse al son de la música y Soda Estéreo era su preferido.

De pronto, Pierre, a torso desnudo, llegó bailando a su lado. Ambos comenzaron a moverse al mismo ritmo. Al cabo de menos de un minuto Pierre la toma de la cintura acercándola a su cuerpo, quedando fundidos en un caliente abrazo.

La corneta comenzaba a incomodarme aprisionada. En un reflejo me llevé la mano para acomodarla y noté que Feña no perdía detalle de lo que hacía. Marce, en tanto, se besaba con Claudio y el Loli y al baile se había sumado el cabezón.

Cuando volví a la mirada hacia Feña se encontraba de pie frente a mí, mirando hacia abajo con la cara llena de deseo. Con el ojo derecho vi al chico volviéndose loco realizando todo tipo de morisquetas y con una seña le avisé que se acercara lentamente. Con el ojo izquierdo y mi otra mano invité a sentarse, cediéndole el lugar al tiempo que el chico se sentaba a su lado, quedando en medio de los dos.

Feña: -acerando su boca a mi oído y tras pasarle la lengua, en un susurro, dijo- mientras se la chupo al chico, necesito sentir lo mismo de ayer… puedes o se lo tengo que pedir a otro? –lo último lo dijo con una sonrisa maliciosa con la que lucía, si se puede, aún más exquisita.

Metí mi cara entre sus cachetes. Olía a sexo. Miré sus dos agujeros y con mi mano derecha acaricié su clítoris en círculos lentos que fueron acelerando hasta solo frotar hasta el ansiado orgasmo. El chico por su lado le follaba la boca con pasión y cuando sintió el orgasmo de mi primita, no pudo evitar llenarle de semen su boca.

Con el orgasmo de Feña, levanté la vista y al tiempo que le introducía los dedos y comenzaba a masturbarla con vigor, pude ver que Marce desnuda y de espaldas a Claudio con su corneta ensartada en el culo y el Loli dándole con todo por el coño.

Feña eyaculaba, mojando todo a su alrededor y esos segundos de pausa me permitieron observar que Valy, aullando como una loca, era el jamón del sándwich entre Pierre y Claudio, los que, parados, la tenían levantada en vilo, con una verga en cada agujero, balanceándose los tres, a un mismo compás.

Volví a mi cuerpo con la impresionante mamada que Feña me comenzaba a dar. Cerré los ojos. Estaba tan absorto en lo que mis ojos veían que había olvidado hasta mi propia calentura. Sabía que Marcela era una mujer promiscua, pero de ahí a comportarse como una puta hay un abismo. Empero el comportamiento de Valy me tenía sorprendido y su cuerpo también.

Al parecer, Tarella era una mala junta… Pensaba en ello cuando le derramé un gran chorro de semen del que se tragó lo que pudo. Al abrir los ojos, seguía limpiándome la verga al tiempo que el chico se afanaba follándosela en cuatro por el coño.

Feña: vamos Chico, fóllame duro, por favor. Eso… Así. Durooo. Qué rico, dame, dame… ahhh. No paresss. Ahhh.

Dos segundos después de su orgasmo, tomó mi corneta y a punta de mamadas la volvió a revivir. Feña se comía una corneta por el coño y otra por la boca como una profesional. A los minutos el chico no pudo más y se corrió en sus cachetes. Entonces, dejándola boca arriba, me tumbé sobre ella y así estuvimos follando a ratos como animales, a ratos como tiernos amantes por más de 20 minutos.

De pronto, luego de cabalgar la polla como una demente, cambió la posición, quedando en 4 patas.

Feña: reviéntame el culo javo porfa… dame todo lo que tengas. Y tú ven para acá para saborear de nuevo esa hermosa verga que tienes.

Poco a poco y con cuidado comencé. Con la punta jugaba en su ano hasta que de improviso se la clavé de una sola vez hasta la mitad. Feña dio un grito, insultándome, pero cuando hice el ademán de sacarle la corneta, me insultó aún más duramente.

Al poco ya la tenía toda dentro y comencé con el mete y saca. Al principio de manera lenta, pero tras unas cuantas embestidas, ella misma me pidió que se lo metiera con ganas así que ahí comencé a darle duro… Los gritos de Feña poco a poco se transformaron en gemidos de placer. Estaba en la gloria, pues el día anterior no me había permitido metérsela por el culo y ahora… toma, puta, le dije.

Levemente por debajo de la música se podía escuchar un concierto en coño mayor corneta 69 de gritos, gemidos, aullidos, escatolalias y similares como un telón de fondo que solo contribuía a que la excitación nunca decreciera.

Follamos toda esa noche y todo el día siguiente. Recuerdo que el sol se ocultaba detrás del mar cuando despedía a Feña y Claudio. Poco antes mis amigos habían partido. Al menos eso creía yo. Al cerrar la puerta y darme vuelta el brillante, encremado y desnudo cuerpo de Marce me esperaba con los brazos abiertos… Al parecer, esa noche, tampoco la pasaría solo.

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