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Terror sexual: Frederich (primera parte)

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Capítulo 1. Ansia sexual. 

José Sánchez Amador terminó su rutina esa noche. Ir al gimnasio a aquella hora era bastante pesado, pero quería mantener la condición, pues su título en artes marciales no iba a defenderse solo. Pensó en darse una ducha, sin embargo, prefirió bañarse en casa, se hacía tarde y al día siguiente tenía una importante junta de trabajo.

Anduvo despacio a los vestidores casi vacíos y se despidió de Eric, uno de sus amigos de la oficina que también entrenaba con él.

-¿No vienes?-

Preguntó José, al tiempo que se colocaba la camisa y se ajustaba los geans.

Eric escribía en su móvil y no volteó a ver a su amigo. -No, Paulina y su hermana fueron a ver a su mamá y van a pasar por mí. Ya vienen, llegan en unos diez minutos.-

José terminó de guardar las cosas en su maleta de ejercicio y sacó las llaves de su carro. -Vale, el viernes recuerda invitarlas al torneo.-

Eric lo miró burlón y le dedicó una sonrisa. -¿Bromeas?, ¡Mariana se muere de ganas por verte sin camisa y sobre todo partiéndole la madre a otros cabrones!, si conservas tu título, ese día seguro te la llevas a la cama sin problema. Está enamorada de ti.-

Dijo Eric entre risas.

José le guiñó un ojo y correspondió a la risa. -Y a mí me encanta tu cuñada. ¡Tiene un cuerpaso!-

Los dos hombres rieron y chocaron las manos.

-Vale, ya me voy, mañana tengo que presentar los resultados a Gonzalo y ya sabes como me odia la gente de su equipo.-

Dijo José, a la vez que se encaminaba a la puerta de los vestidores.

Eric se despidió con la mano y volvió a coger su móvil, que en ese momento lanzaba una alerta de Whatsapp.

José atravesó el gimnasio y se despidió de los tres entrenadores y del dependiente que ya se preparaban para cerrar el establecimiento. Cruzó por la puerta de cristal y avanzó hacia su automóvil, cuando desde las sombras del estacionamiento apareció una alta figura que hizo a José estremecerse y detenerse en seco.

José se preparó para ser víctima de un asalto, pues la figura era claramente la de un hombre casi tan alto como él, aunque menos corpulento. Pensó rápidamente en la mejor manera de desarmarlo, sin embargo aquel misterioso sujeto, aún oculto por las sombras se dirigió a él con voz aterciopelada.

-Te ves cada día mejor José. Aunque me gusta cuando sales con tu ropa de entrenamiento, el modo en que el sudor resbala por tus piernas desnudas, la forma en que tu camisa sudada se pega a tu cuerpo y el short que delinea esos glúteos magníficos.-

Dijo el desconocido con un tono misterioso que a José le hizo sentir una extraña corriente de repulsión, placer y excitación, todo mezclado en uno.

José quiso responder ante la clara alusión gay con un golpe en plena cara de aquel tipo, pero en ese momento el sujeto salió de las sombras y José se quedó impresionado con el rostro que vio. Era un rostro de rasgos perfectos y elegantes, piel blanca, ojos azules y unos labios, unos labios de los que José fue incapaz de retirar la vista, hasta que los ojos capturaron su mirada.

El azul de esos ojos era tan intenso, tan profundo, tan impenetrable, que esa corriente de placer, repulsión y excitación lo llenó de forma irrefrenable. Una erección se hizo presente para asombro de José que no era gay, mas a la vez sus sentidos lo alertaban de un inminente peligro.

-Disculpe yo…-

Dijo José con voz trémula y sin poder apartarse del sujeto que caminaba hacia él.

El desconocido colocó su dedo en los labios de una forma tan erótica que la erección de José volvió a dispararse pese a la extraña mescolanza entre atracción y repulsión que aquel sujeto le causaba. -Ssshh, no digas nada, mejor, vamos a…-

Sin embargo en ese momento la voz de Eric y la conversación animada que sostenía con los entrenadores y el dependiente del negocio lo sacó de su abstracción, a la vez que los faros de una suburban alumbraban el estacionamiento.

-¿Todavía no te vas huey?-

Preguntó Eric mientras se colocaba a su lado.

José parpadeó desconcertado por un momento y volteó en búsqueda del extraño sujeto, pero ante su desconcierto aquel hombre había desaparecido.

-No, me distraje un momento, pero ya me voy, salúdame a Mariana, nos vemos mañana en la oficina.-

Respondió José, al tiempo que andaba hacia su maserati.

Eric se despidió también, mientras la mujer de este le decía adiós desde la camioneta y los entrenadores y el dependiente que caminaban hacia la salida del aparcamiento, le gritaban que lo acompañarían en el torneo del viernes.

José encendió el vehículo y manejó por el bulevar bastante transitado pese a la hora. Era incapaz de sacarse de la mente aquellos labios, aquellos ojos azules casi turquesa, tan seductores, tan atrayentes, que le manifestaron un incuestionable deseo. Trató de apartar aquel pensamiento absurdo de su mente. Él no era gay, nunca había sentido atracción por un hombre, ni siquiera bajo los efectos del alcohol, sin embargo aquel desconocido le había causado una poderosa erección y por un momento se imaginó ser tocado por esos labios, ser desnudado por ese hombre.

“No”. Se dijo así mismo y negó con la cabeza, a la vez que se incorporaba a la circunvalación.

Tras media hora llegó al fraccionamiento de casas donde vivía, sumamente seguro y resguardado por un equipo de vigilancia. Mostró su tarjeta al guardia y atravesó las calles del fraccionamiento hasta alcanzar su casa, una de las últimas de la zona residencial, ya que después de su calle, habían canchas de futbol, un parque donde los niños jugaban y una escuela que marcaba el límite del fraccionamiento.

José Abrió su garaje con el mando a distancia e introdujo su maserati a la cochera para enseguida encender las luces y cerrar el portón. Bajó de su automóvil y entró a su casa por la puerta de la cocina.

Se preparó algo ligero de cenar, mientras se fumaba un cigarro y respondía unos mensajes de su hermano y de algunas mujeres con las que estaba saliendo. Después subió las escaleras y se dirigió al cuarto de baño, donde se sacó la ropa y se introdujo en la ducha.

José se dio un largo baño, para relajar sus fuertes músculos, aún tensos por el entrenamiento de aquel día. Se miró en el espejo y vio como las gotas de agua resbalaban y salpicaban su cuerpo desnudo.

José Sánchez Amador medía un metro ochentaicinco de alto. Su piel era trigueña, de un matiz bronceado, tersa y fuerte. Tenía unos preciosos ojos verdes, largas pestañas, cabello negro en forma de anillo, boca ancha de labios delgados, mentón firme y rostro ovalado de rasgos varoniles, además de hombros anchos, cuerpo y abdomen musculado y poderosos glúteos.

José Sánchez Amador secó su cuerpo y cabello, y ya que esa noche hacía bastante calor, decidió dormir desnudo. Atravesó el corredor hasta su habitación y luego de fumar un último cigarro, se acostó en la cama. Sintió como las frescas sábanas rosaban su cuerpo y por alguna extraña razón, pensó en como se sentiría tener a aquel hombre con él en ese momento.

Volvió a rechazar esas ideas homosexuales y poco a poco se fue quedando dormido. Sin embargo, al poco tiempo se despertó repentinamente asustado, como si se encontrara en un perentorio peligro, como si alguien lo observara, como si no estuviera a salvo.

José se sentía asechado, tanto que se levantó y encendió la luz. Recorrió la vista por la habitación, pero no vio nada. Se puso una camiseta y unos bóxer y decidió verificar las puertas y ventanas. Durante diez minutos checó que todas tuvieran colocado su respectivo seguro y por alguna extraña razón, los revisó una y otra vez, hasta que estuvo convencido de que no había nada fuera de lo común.

Se asomó por las ventanas de la estancia, el comedor y la cocina, inclusive revisó la cochera, pero no observó nada. De hecho era una noche bastante tranquila, demasiado tranquila, ni siquiera los grillos o lechuzas que a veces revoloteaban por allí, no cantaban esa noche.

Sin saber bien porque, se quitó la camiseta y el bóxer y decidió dejarlos en la estancia. Volvió a recorrer la casa desnudo, aunque después de todo el calor era tanto, que empezaba a sudar.

Regresó a su alcoba, se recostó nuevamente y se quedó dormido casi al instante, aunque con una respiración algo acelerada, pues de un modo extraño la sensación de asecho persistía.

El reloj dio las 2 am y de pronto un golpe se escuchó contra el cristal de la ventana. José se revolvió en sueños, sin embargo no despertó, era muy extraño. En cierta forma estaba consiente de aquello, una parte de él al menos, pero la sensación de sopor era muy poderosa y le resultaba imposible reaccionar.

Los golpes sordos y unos rasguños volvieron a escucharse contra el cristal de la ventana. Lentos y constantes, una y otra vez.

-José, levántate, levántate y déjame entrar.-

Dijo una voz profunda y varonil en medio del silencio de la noche.

José fue consiente de aquella seductora voz, mas el extraño sopor era demasiado poderoso. Sentía como si se encontrara ido y por el contrario, a cada momento la sensación soporífera parecía incrementarse.

-José, levántate, vamos, levántate. Levántate, ven a la ventana y déjame pasar.-

Dijo aquella voz con un tono aún más seductor.

José Sánchez Amador se sentó en la cama completamente desnudo, con los ojos cerrados y la expresión vacía. Era apenas consiente de aquello y la voz lo hizo sentirse tan excitado, con una ansiedad por estar con el dueño de esa voz, por experimentar aquellos besos que esos labios podrían proporcionarle. Su erección volvió a dispararse, a la vez que su cabeza caía suelta hacia atrás.

-José, abre los ojos, pero continúa dormido. Abre tus ojos, despacio, sigue dormido, poza tus ojos en mí, abre tus ojos y mírame, ahora.-

Indicó la seductora voz, en tono lascivo y suave, el cual incrementó el gozo del trigueño.

José Sánchez Amador obedeció. Enderezó la cabeza y alzó los párpados. Sus pupilas estaban rojas, tan rojas como aquellos ojos que lo veían detrás del cristal. Eran unos ojos turquesa, semiteñidos de escarlata que veían fijamente los preciosos orbes verdes de José.

El calor y el sopor subieron por el cuerpo de José y el trigueño se levantó exhibiendo sus músculos. Aquellos ojos se llenaron de una mirada malévola, codiciosa, llena de lujuria, de hambre, de hambre por él.

-José, ven a la ventana y ábrela, déjame entrar, tú lo deseas. Ven, déjame entrar, quieres estar conmigo, lo deseas.-

Repitió aquella voz de forma profunda.

El sopor era más y más intenso y el placer crecía a cada momento. José quiso cuestionarse lo que estaba ocurriendo, pero no había nada que cuestionar. Aquella voz lo deseaba y él necesitaba probar aquella voz, aquellos ojos, aquella boca. Él deseaba ser besado por aquellos labios.

-Si, José, quieres que yo te bese. Ven, abre la ventana y déjame entrar, voy a besarte todo, como jamás alguien te ha besado. Quiero ofrecerte mis labios, tu deseas mis labios. Déjame entrar para que pueda besarte todo-

Repitió la voz.

José avanzó tres pasos más hacia la ventana y una parte de él quiso rebelarse, salir de ese sopor, la parte que le decía que estaba en peligro. Sin embargo, volvió a fijarse en aquellos ojos turquesa matizados de escarlata y clavó su mirada en ese color que expulsaba fuego, deseo. Sin embargo, consiguió parpadear por un momento y trató de sacudirse ese terrible sopor, la lujuria, el calor, el placer.

-No José, no quieres despertar. No, quieres estar conmigo. Por ello, duerme más profundamente, duerme más profundo, totalmente dormido. José, deja de pensar, sólo concéntrate en mi voz y duerme. Duerme, duerme, deseas estar más dormido, totalmente sonámbulo. Sonámbulo, sonámbulo, así, duerme más-

José sintió una corriente de placer envolverlo, como si un manto de oscuridad cayera sobre él. Trató de luchar, de oponerse, pero el sopor era muy fuerte, muy irresistible. Él debía obedecer a aquella voz, debía dormir y entregarse a aquella voz. “¿Para qué luchar?”. Esa voz era maravillosa, él debía obedecerla, entregarse a ella. Sólo le esperaba placer, le aguardaban aquellos labios y él quería que los labios lo besaran todo.

José Sánchez Amador cerró nuevamente los párpados y dejó caer la cabeza hacia atrás totalmente dormido.

El de ojos turquesa sonrió complacido al ver aquello. El humano estaba completamente bajo su control, en un trance de éxtasis sonámbulo del que no despertaría hasta el amanecer. La excitación, el apetito que experimentó en aquel momento era irrefrenable.

-José, ven a la ventana, ábrela y déjame entrar.-

Repitió la orden.

Esta vez el sonámbulo José acató sin dudar la indicación del de ojos turquesa. Anduvo hacia la ventana y el misterioso sujeto pudo ver la gruesa y azul línea de la carótida palpitar en su cuello, así como la impresionante erección que alzaba el pene del trigueño como una gruesa vara de hierro.

El sonámbulo quitó los seguros y abrió la ventana. El misterioso sujeto se deleitó con el aroma fresco y limpio, mezclado con tabaco que expedía José y con aquella postura de sonámbulo, con sus ojos cerrados pesadamente, el cuerpo rígido y la cabeza caída hacia atrás, en una acción inconsciente que invitaba a morderlo.

-Yo soy Frederich José. ¿Me dejas entrar?-

Dijo el de ojos turquesa con voz ronroneante.

José suspiró profundamente y entreabrió sus labios. -Sssi….-

Frederich se relamió la boca y volvió a inhalar el varonil aroma del trigueño. -¿Sí, qué José?-

Preguntó con voz aterciopelada.

José despegó con trabajo los labios y repitió en un murmullo. -Sssi, puedes pasar, Maestro…-

Frederich se abalanzó de un salto hacia el interior de la habitación y sujetó de los hombros al trigueño con una mano, mientras con la otra cerraba la ventana tras de sí.

-Perfecto, mi esclavo, te resististe, eso me encanta de mis presas. Pero desde que te vi, supe que serías mío.-

Dijo Frederich al oído de José, para enseguida pasar su lengua sobre el cuello del trigueño.

José gimió de placer y se abrazó a Frederich con su cuerpo desnudo, para que el de ojos turquesa pudiera percibir lo bien trabajado de sus músculos, mientras ofrecía su cuello.

Frederich se contuvo y primero probó los labios de su sonámbulo esclavo. Introdujo su lengua, a la vez que frotaba sus labios contra los del trigueño y recorría su desnudo cuerpo.

-Hace mucho tiempo que un humano no me enciende como tú, José Sánchez Amador.-

Dijo Frederich mientras chupaba y besaba el pectoral de José, que al instante se erectó y se puso tan duro como una roca.

Frederich escuchó el suave palpitar del corazón del humano y percibió la sangre bombear por su cuerpo. -Sabes, me atraes tanto que voy a ser bueno contigo. Primero voy a dejarte disfrutar de mí, antes que yo disfrute de ti.-

José gimió de placer y replegó aún más su cuerpo desnudo contra Frederich, a la vez que frotaba su poderosa erección contra el miembro del de ojos turquesa.

-Esclavo, quítame la ropa, e invítame a tu cama.-

Dijo Frederich con voz seductora, mientras besaba de nuevo al trigueño en el pecho y acariciaba su fuerte trasero.

El sonámbulo sujetó entonces la cazadora de Frederich, la desabrochó y la quitó con cuidado, para después colocarla encima de un sofá que estaba al otro lado de la alcoba. Regresó con Frederich y le sacó lentamente la camisa, mientras el de ojos turquesa lo besaba en el rostro y cuello.

José gemía ante cada toque, ante cada caricia y su erección era cada vez más impresionante. La erección de Frederich también iba en aumento, al tiempo que su hambre por aquel humano subía poco a poco. El trigueño se hincó entonces para retirar las botas y calcetines de Frederich y el de ojos turquesa le ayudó a desamarrar las botas.

En unos breves instantes Frederich estuvo desnudo y José se abrazaba con desesperación a su cuerpo. Los dos compartían calientes besos y caricias y José disfrutaba de esos labios, labios que con cada beso disparaban en él una excitación desmesurada, un deseo que sólo lo hacían concentrarse en aquel cuerpo desnudo, en aquella piel perfecta, límpida y con un aroma dulzón, que lo volvían loco.

-Mi Amo… Por favor ven a mi cama… Hazme tuyo, quiero ser tuyo por siempre y para siempre...-

Dijo el trigueño con una ansiedad incontenible.

Frederich soltó una carcajada complacida, al tiempo que sujetaba por el miembro a su víctima sonámbula. -Suplícalo, suplícalo, dime cuanto me deseas.-

José se arrodilló, besó la Berga erecta de Frederich, para enseguida besar sus pies. -Por favor mi Amo… Ven a mi cama… Enséñame el placer… Hazme tuyo… Quiero ser tuyo… Quiero ser tuyo por siempre…-

Suplicó José Sánchez Amador con un tono sumiso que encantó a Frederich.

-¿Quieres que yo te tome?-

Cuestionó Frederich con una voz inquisitiva.

El trigueño acercó el rostro a la Berga de Frederich y dio un par de lamidas al de ojos turquesa, que gruñó en aprobación. -Sssi, mi Amo… Tómame… Quiero ser tuyo por siempre… Quiero ser tu esclavo…-

Frederich dejó que José lamiera sus testículos y Berga por un par de minutos, pues pese a ser un heterosexual sin remedio, en aquel estado de sonambulismo el trigueño parecía todo un experto.

-De acuerdo, mi sonámbulo, levántate y llévame a tu cama, te enseñaré los andares del placer.-

Dijo Frederich con una voz cargada de lujuria.

José se incorporó lenta y torpemente, tomó a Frederich del brazo y lo condujo hacia la cama sin abrir los ojos. Se lanzó violentamente al lecho y tiró del brazo del de ojos turquesa, para que cayera sobre él.

Frederich besó y mordisqueó el torso de José, gracias a lo que dejó una gruesa línea de saliva sobre los pectorales del trigueño, que gemía de gozo. José restregaba su pene contra el de Frederich, mientras se abrazaba a su espalda con fuerza y buscaba su boca.

-Hazme tuyo… Hazme tuyo… Mi Amo… Hazme tuyo…-

Dijo el sonámbulo con su voz soñolienta.

Frederich lo sujetó con fuerza de los hombros y le dio la vuelta para que el trigueño quedara boca abajo. Tomó con su mano izquierda el miembro del trigueño y con la derecha su cuello, y al tiempo que penetraba con vigor el culo de José, clavó sus colmillos en su carótida.

José Sánchez Amador fue objeto de un placer indescriptible. Sintió como si una corriente helada recorriera todo su cuerpo, a la vez que un calor inmenso atravesaba su esfínter. La Berga de su Amo lo hacía disfrutar, mientras la boca plantaba sobre su cuello unos besos, los cuales provocaban que su cabeza nadara en medio del océano, en medio de olas de placer. Su corazón latía rápido y más rápido, cada minuto más rápido. El calor y el frío colisionaron en medio de su pecho. José sintió como el ritmo de su corazón aumentaba, al tiempo que el chorro de semen plagaba su culo y su propia Berga manipulada por los expertos dedos de su Amo, expulsaba y expulsaba chorros de esperma, chorros que lo llevaron a experimentar un orgasmo como jamás antes había tenido.

-¡MI AMO!, ¡MI AMO!, ¡MI AMO!-

Gritó el sonámbulo doblegado por el orgasmo, al tiempo que la vida se le escapaba.

Frederich sorbía su sangre y se alimentaba de su energía sexual al mismo tiempo. Aquel humano lo había excitado como hace mucho tiempo ningún humano lo hacía. Frederich se corrió tres veces seguidas en el interior de su sonámbulo esclavo, imbuido por aquel coito e impulsado por el ritmo de su corazón que cada vez latía más y más rápido.

No obstante, practicó su autocontrol y retiró su boca del cuello de José. Unas gotas de sangre se derramaron a través de la piel del trigueño y Frederich las relamió, aunque en ningún instante soltó la Berga de José o salió de su interior.

La respiración del trigueño era bastante acelerada debido al orgasmo y su cuerpo temblaba debajo de la poderosa masa muscular de Frederich. Le dio la vuelta lentamente y remojó su dedo con su propio semen mezclado con sangre y con sus uñas se realizó un pequeño corte en el cuello.

-Chupa, mi esclavo, chupa, para que seas mío por siempre, ¿eso es lo que quieres verdad?-

Inquirió Frederich con lujuria.

José respiraba trabajosamente, no obstante despegó los labios a penas para responder. -Sssi, Maestro… Quiero ser tuyo por siempre…-

Frederich torció la boca complacido. -Entonces bebe, bebe mi esclavo. En sueños serás mío. Te haré dormir siempre que yo quiera para que vengas a mí. Y sonámbulo serás mi esclavo. Dormido harás mi voluntad y serás mi amante, mi sonámbulo, mi esclavo. Sonámbulo, cada noche vendrás a mí, acudirás a mi llamado, al llamado de tu Amo, de tu Maestro, de tu Señor.-

José chupó con su lengua el dedo de Frederich y lamió hasta la última gota de semen y sin oponerse, bebió de la herida de Frederich, mientras una expresión de placer llenaba su rostro.

-Hmm… Sssi, en sueños seré tuyo… Yo dormiré cuando tu lo ordenes… Dormido iré a ti… Sonámbulo seré tu esclavo… Dormido haré tu voluntad, seré tu amante, tu esclavo… Sonámbulo y dormido cada noche iré a ti… Dormido y sonámbulo acudiré a tu llamado… Al llamado de mi Amo… Maestro y Señor… Haré lo que digas mi Amo…-

Respondió José al acomodar su cabeza en el cuello de Frederich.

Frederich volvió a besarlo y a acariciarlo. - Cada vez que de mi voz escuches la frase “Sexsomnia”, dormirás profundamente y serás mi esclavo sonámbulo. ¿De acuerdo?-

Inquirió Frederich a la vez que mordisqueaba nuevamente su cuello.

José gruñó a causa de aquel nuevo ataque, presa de un exultante placer. -Sssi, cada vez que de tú voz Maestro, escuche “Sexsomnia”, dormiré profundamente… Dormiré profundamente y seré tu esclavo sonámbulo… Sssi mi Amo…-

Dijo José al tiempo que clavaba sus uñas en los fuertes hombros de Frederich.

-Mientras duermas, mientras estés sonámbulo, al despertar no recordarás nada, aunque te sentirás muy relajado y complacido.-

Indicó Frederich, a la vez que volvía a masturbar a José.

El trigueño apretó los glúteos de Frederich con fuerza y lo besó desesperadamente en la boca. -Sssi, mientras duerma… Al despertar no recordaré nada… Sólo el placer… Y me sentiré muy relajado…-

Frederich incrementó el frotamiento del miembro de José, el cual se erectó de prisa y respondió eficazmente a su técnica de felación. -Escúchame bien, cuando me oigas decir: “Trance sexual”, aún y cuando estés despierto, caerás en un profundo trance. Estarás hipnotizado. Te volverás un zombi sexual, un esclavo dispuesto a obedecer mi voluntad y a ser mi amante, mi esclavo.-

Instruyó Frederich con su voz aterciopelada y seductora.

José gemía debido a la masturbación, totalmente perdido en aquel trance sonambúlico. -Sssi, mi Señor… Aún y cuando esté despierto y te escuche decir: “Trance Sexual”, caeré hipnotizado. Me convertiré en un zombi sexual… Dispuesto a obedecer tu voluntad… A ser tu amante… Tu esclavo… Sssi, mi Amo… Un zombi sexual…-

Respondió el trigueño a la vez que temblaba bajo Frederich.

El de ojos turquesa lo apretó fuerte contra sí y lo besó en los labios, al tiempo que el trigueño se corría después de la masturbación. -Yo soy un vampiro sexual, me alimento de la sangre y la energía sexual de los humanos. A mi me gustan más los hombres, porque tienen más virilidad, más vigor. Eres muy guapo, una fuente increíble de sangre y sexo. Nunca un humano me había encendido tanto como tú. Te convertiré en mi esclavo amante. No te mataré, ni te convertiré, al menos no aún. Eres bastante joven y con mi sangre, te conservaré joven por un tiempo. Me encanta tenerte dormido. Cuando te vi, con esa camiseta empapada de sudor, el short que se pegaba a tus nalgas y con ese miembro tan espectacular que tienes. Y la manera en que tus arterias y venas resaltan en tu cuello, en tus brazos. Supe que debías ser mío. ¿Te gusta estar dormido?-

Inquirió Frederich sin dejar de besarlo.

José disfrutaba de aquello, una mueca de satisfacción llenaba su rostro y sin dudar respondió a los besos. Besó el cuello y las clavículas de Frederich y compartió con el vampiro sexual un largo y apasionado intercambio, que volvió a erectar las vergas de ambos.

-Sssi… Mi Señor… Yo lo disfruto… Me gusta estar dormido… Sonámbulo… Ser tuyo… Ser tu esclavo…-

Contestó el trigueño doblegado por el lívido una vez más.

Frederich encantado por aquella respuesta, volvió de nuevo a José boca abajo y comenzó a penetrarlo, aunque esta vez lentamente y al mismo tiempo profundamente, para que el trigueño gozara cada estocada. José lo empujó con sus poderosas piernas y apretó sus hombros, mientras gritaba de placer.

-¡Oh, mi Señor!... ¡Oh mi Amo!... ¡Mi Maestro!... ¡Soy tuyo… completamente dormido… Soy tuyo… Tu esclavo… Tu esclavo… tu esclavo…-

Dijo José presa de la lujuria.

Frederich clavó una vez más sus colmillos en la carótida de José, mas bebió tan sólo un sorbo, pues no quería sobrepasarse, a lo que el trigueño gritó dominado por el orgasmo de sentirse completamente usado. Frederich incrementó su vaivén y José el movimiento de sus caderas. El trigueño propinaba alaridos de placer y Frederich golpeaba su espalda una y otra vez. Los dos se corrieron y Frederich bañó sus manos con el semen del trigueño, que temblaba y gruñía como animal en selo debajo de su musculado cuerpo.

-Tengo que conservarte sonámbulo. Eres heterosexual y aunque despierto también puedo hacerte mío, la idea de tenerte dormido, sonámbulo o hipnotizado, es tan placentera para mí. Un hombre, un humano tan viril, tan fuerte, campeón de artes marciales, mujeriego, que es un símbolo sexual, convertido en un esclavo gay, en mi esclavo, en mi posesión absoluta es excitante. ¿no te excita estar sonámbulo y ser gay, mientras duermes?-

Dijo Frederich a la vez que volteaba a José para acariciar su rostro y sus párpados.

José se abrazó al cuerpo de su Amo y buscó goloso su boca. -Sssi… Mi Señor… Me excita estar dormido… Me excita estar sonámbulo… Me excita que mientras estoy dormido soy tu esclavo… Que mientras duermo soy gay… Y me excita ser tuyo… Por favor mi Amo… mantenme dormido y sonámbulo… Mantenme como tu esclavo… No quiero despertar… No quiero ser heterosexual… Sólo quiero ser tuyo… Mi Señor…-

Dijo José Sánchez Amador con tono suplicante.

Frederich lo miró extasiado, José sería un esclavo sumamente interesante. Por su mente cruzaban complejas ideas y juegos que podría realizar con él. Inclusive pensó en utilizarlo para cazar a más presas, después de todo era un artista marcial y varios de sus amigos lo sabía muy bien, eran atractivos y fuentes increíbles de testosterona y sangre.

Le dio a beber más de su sangre y lo obligó a tragar varias gotas esta vez. -No temas esclavo, te mantendré sonámbulo e hipnotizado mucho tiempo. Pero vamos a jugar juntos y tu vas a servirme con gusto. Quiero que para empezar te alimentes muy bien y cuides en extremo. Te quiero guapo, fuerte y saludable para mí.-

Indicó Frederich.

José suspiró satisfecho por la sangre de Frederich y su rostro se llenó de deseo al saber que su Amo comenzaba a utilizarlo como un esclavo. -Sssi… Guapo… Fuerte y saludable para ti mi Señor…-

Frederich pensó en dar o no la siguiente instrucción, pero pensó en que sería interesante ver su poder sobre José. -Escúchame bien esclavo. Haz bebido mi sangre. Y aunque es una pequeña cantidad, esta, junto con mi semen, te ligan a mí. Ahora eres mi Gould, mi esclavo. Y tendrás de forma mínima, parte de mi hipnosis. A partir de ahora, cuando te coloque en trance, cuando te hipnotice, tu podrás hipnotizar a la vez. Podrás hipnotizar con esos preciosos ojos verdes que tienes. Bastará con que mires a los hombres a los ojos y digas: “Mírame a los ojos, por el poder de mi Maestro, duerme y sírveme, duerme y sírveme a mí, duerme y sirve a mi Amo”.-

El trigueño gruñó casi como si volviera a experimentar un orgasmo y buscó de nueva cuenta la boca de su Señor. -Sssi, Maestro… Cuando me hipnotices yo tendré el poder para hipnotizar a otros. Miraré a los hombres a los ojos y diré: “Mírame a los ojos, por el poder de mi Maestro duerme, duerme y sírveme a mí, duerme y sirve a mi Amo”… Sssi mi Amo…-

Admitió encantado el sonámbulo aquella orden.

Frederich lo complació y volvió a besarlo, pues notó que el trigueño era adicto a sus labios. -Cuando los tengas hipnotizados, los llevarás a mí. Te acostarás con ellos y los mantendrás en trance hasta que yo llegue. Lo disfrutarás y te sentirás revigorizado cuando tengas sexo con ellos y pruebes su semen y ellos prueben el tuyo.-

Indicó el vampiro sexual con tono sádico.

José mordió el cuello de Frederich y trató de beber nuevamente la sangre del vampiro y este se lo concedió. -Sssi, hmmmm… Sssi, mi Amo… Los hipnotizaré, los llevaré a la cama y tendré sexo con ellos. Me sentiré revigorizado cuando tenga sexo con ellos, pruebe su semen y ellos prueben el mío… Los mantendré hipnotizados hasta que tu llegues… Sssi mi Señor… Eso me complacerá…-

Frederich se despegó de forma abrupta de José y comenzó a vestirse. -Bien, ahora quiero que descanses, vas a dormir profundamente hasta el amanecer y harás tus actividades normalmente. Quiero que te alimentes muy bien mañana por la mañana y hagas todo con gran enjundia. Te llamaré para que cumplas con mis órdenes. Te veré mañana por la noche.-

Dijo el vampiro sexual, mientras se abrochaba la camisa.

José gruñó en conformidad y se quedó dormido instantáneamente. El vampiro se inclinó para contemplarlo y besarlo una última vez, y tras abrir la ventana, saltó hacia la oscuridad de la noche.

(8,60)