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Tortuosa justicia sexual

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La escuela puede ser una maravillosa experiencia o la peor etapa en la vida. Miles de novedades se atraviesan a gran velocidad. Se puede aprender y divertirse, pero todo tiene consecuencias. Y en una familia cuyas prioridades están centradas en generar dinero, no hay tiempo para guardar cariño y atención.

Aun así, bajas calificaciones y un par de materias a deuda, era factor suficiente para tomar cartas en el asunto. Por ello, Luis viajaba rumbo a casa de su tía. Una diplomática profesionista independiente, Doctora en bioquímica, estricta, elegante e infame. Una poderosa dama de cuarenta y dos años, casada con un maestro financiero, pero comprometida por completo a su trabajo, en una prestigiosa farmacéutica multinacional.

La vida pasaba en retrospectiva sobre las colinas boscosas de camino a la lujosa residencia de la tía Margot. Luis asomaba por la ventanilla del auto, un adolescente de dieciocho años, tímido y retraído, con toques de déficit de atención, pero muy inteligente, pese a los bajos números en sus boletas, consecuencia de su distraída mente y los innegables problemas familiares.

Ansioso sobre su futuro próximo, el delgado colegial de poco más de un metro con sesenta, descendía del trasporte privado, acomodándose las gafas perpetuas en su rostro intentando mitigar un poco la miopía. Se peinaba su cabello rubio, lacio y brillante, un poco más largo de lo que debería. Una nueva vida le esperaba durante los próximos dos meses, los cuales pasaría bajo el intenso régimen estudiantil en ciencias.

Las elegantes puertas de vitrales coloridos y alforjas doradas se abren de par en par. Mamá empeña a su retoño en manos de su exitosa hermana, bajo dos premisas. Enderezar el camino de su hijo y al mismo tiempo mantenerlo alejado para poder concentrarse en los negocios familiares en tanto se reanudaran las clases al terminar las vacaciones de verano.

Las puertas se cierran tras de sí, y Luis carga sus maletas hasta su habitación en la segunda planta, dirección explicada por su tía, quien ni siquiera le habría saludado ni por cortesía. Engreída.

Las escaleras estaban en penumbras, toda la casa lo estaba, cobijada bajo los gruesos telares defendiendo los ventanales de la intemperie, el polvo y la luz del día. Una vieja alfombra color vino, dotaba de un aspecto tétrico a la ya de por sí lúgubre mansión de estilo barroco de antaño. Luis llegaba a su habitación, casi como una vieja choza abandonada, aunque ordenada y limpia, dentro de los parámetros en comparación con el resto de la descuidada casa, en penumbras, que conservaba la mayoría de los muebles cubiertos por mantas, condenados al desuso.

Esa noche algo le perturba. Una efusiva discusión le había interrumpido el sueño por eso de la media noche. El tío Gerardo había llegado de su trabajo, se le escuchaba realmente furioso. La tía lloraba intentando defender su postura con argumentos sólidos ante los oídos necios de su cónyuge.

Pese a la corta distancia, estando su habitación a pocos metros de la alcoba de sus tíos. No se alcanzaba a escuchar el tema de aquella acalorada pelea marital, sin embargo, los gritos del tío Gerardo eran graves y agresivos, demasiado, pareciera que estaría a punto de golpearle, o quizá ya lo había hecho.

De cualquier forma el terror se hacía presente en el ambiente, y el corazón de Luis latía descontroladamente, escuchando los desgarradores gritos de su tío y el desconsolado llanto de su esposa. Así por horas, hasta que finalmente el miedo y el cansancio le hicieron caer de nuevo sobre su almohada.

Castigo

Al día siguiente una serie de golpes secos a la puerta le hacen despertar a Luis. Asustado, el pobre salta de su cama con el corazón en la garganta, intentando desesperadamente apurar su mente para concebir el lugar, los recuerdos y el origen de aquel estruendoso sonido.

-¡Ya es hora! -Exclama la sirvienta. Como puede, Luis se dispone a iniciar su primer día de su nueva vida. Desvelado, somnoliento y aún exaltado.

Al salir de su habitación, después de haber cambiado su pijama por una camisa sin estampado, unos jeans y tenis deportivos, Luis busca a su tía quien se encontraba desayunando en el comedor, vestida con un impecable traje azul profundo, tacones altos y una blusa roja.

Aunque estricta, la tía Margot era sin duda una mujer muy guapa, siempre elegante y recatada. Casi obsesiva con su apariencia, aun cuando no estaba arreglada para el trabajo. Tenía un cabello ondulado color chocolate enmarcándole su bello rostro, como esos que al verlos se figuran una hermosa chica en su adolescencia. De aquellas inalcanzables jóvenes de la escuela, seguramente tan arrogante y narcisista como lo era ahora. Gozando de un cuerpo envidiable, seguramente fruto de su dieta tan estricta como ella.

En la mesa, servido estaba el desayuno, dispuesto con esmero por la sirvienta quien aguardaba en la sala por las disposiciones de la señora. –Le ayudarás a la mucama con el aseo del hogar. –Determinaba la señora Margot seriamente a su sobrino quien ni siquiera había probado vacado alguno.

-En tanto no esté en casa no quiero que estés holgazaneando. No estás en de vacaciones. Tu madre me ha pedido que corrija tus modales y tu disciplina. Ayudarás con la comida, la limpieza y todo lo que te pida Arcelia, la sirvienta, ¿entiendes? Le establece con seriedad y tono amenazante al adolecente.

Y sí, sin tv, ni internet, ni videojuegos y sin teléfono móvil, no había nada más que Luis pudiese hacer que barrer la casona, sacudir los muebles y preparar la comida. No podía ni salir de la casa, por dos razones. En primera por las ordenanzas de su tía, pero también porque afuera no había nada más que árboles y vegetación, pues el pueblo más próximo se encontraba a media hora en automóvil, al cual solo iba por los víveres de la despensa.

Solo podía usar el teléfono fijo de la casa, siempre bajo la supervisión de su tía, y únicamente para atender las inquietudes de su madre y mantenerla al tanto de su estadía en aquella inhóspita mansión.

Días pasaron y Luis no podía soportarlo más. Su tía lo trataba cual esclavo de la edad media. Servía de mayordomo, jardinero, cocinero, carpintero y hasta de albañil. No había un solo momento de descanso para el joven estudiante.

Las lecciones de ciencias se daban cuando su tía tenía un espacio de su tiempo, generalmente los martes o miércoles por la tarde, días en que no trabajaba el segundo turno, aunque también podía ser lunes por la mañana antes de salir, pues aparentemente ese día podía llegar un poco tarde.

Los momentos de estudio eran más bien cortos, tanta información que procesar en pocos minutos. Pero eso sí, las actividades y trabajos de repaso eran extensas fórmulas matemáticas para romperse la cabeza por horas, cuales le mantendrían ocupado el resto del día, si acaso le sobraría tiempo libre con las otras responsabilidades.

Con esta rutina pasaría las primeras semanas con relativa normalidad, hasta aquella noche cual, como otras tantas sus tíos discutían, cualquier excusa era perfecta para desahogar el estrés de una vida fría y vacía. Luis sabía que el matrimonio de sus tíos estaba roto. El tío Gerardo casi no estaba en casa, viajes de negocio se decía, y la tía Margot ciertamente tampoco hacía mucho por avivar la relación. Estaba más comprometida con su trabajo que su esposo.

Sin embargo aquella noche era distinta, aquellas fuertes peleas se escuchaban mucho más vivaces, los gritos se escuchaban por toda la casa, golpes y estruendos incluso. Luis se estrechaba a su puerta intentando concebir una imagen clara de esos ruidos, imaginando lo que estaría sucediendo al otro lado del pasillo en la alcoba de sus tíos.

Temblaba aterrado, era una pesadilla, como vivir en una de esas películas de terror clase B, pero en la vida real. Seguro estaba que su tío se habría vuelto loco y estaría a punto de cometer asesinato, y el siguiente sería él, para no dejar testigos, estaba bastante claro.

Saldría corriendo en dado caso, jamás se atrevería a confrontar a su tío Gerardo, un adulto de casi cincuenta años y más de cien kilogramos de peso. Imaginaba Luis con los nervios de punta. Pero en ese momento un nuevo grito se hacía escuchar. Era su tía Margot, aunque esta vez se trataba de un grito diferente, desgarrador pero un tanto más sexual. Un profundo alarido de su tía siendo ultrajada violentamente por su esposo, aunque de alguna manera parecía estar gozando aquella despiadada penetración que seguramente la hacía estremecer, expresando un agudo gemido de placer, tras los gruñidos dolientes en cada embestida.

Era difícil concebir la escena únicamente a través del sonido. Bien podría ser la más despiadada golpiza o quizá podría tratase del sexo más rudo, erótico y sádico que pudiese imaginar. Los sonidos se mezclaban, entre gritos, regaños, gemidos y gimoteos. Quizá eran llantos de dolor, o de quizá de placer. Ambos seguramente.

Desahogo

Al día siguiente Margot amanecía con el peor humor del mundo, quizá la mucama estaría acostumbrada, pues aún ante las más hirientes reclamaciones y ordenanzas irrespetuosas, la joven Alison, ni se inmutaba, agachando la cabeza y acertando con menos de tres palabras. Pero Luis, era un chico sensible, nunca había tenido una relación con sus padres, ni para bien ni para mal, por lo que aquellos gritos y regaños inmerecidos los tomaba mucho más personales. Su corazón se aceleraba en cada subida de tono en la voz de su tía, temblaba muerto de miedo aunque supiese que no le haría daño. A veces las palabras duelen más que los golpes. Aún de aquella bella mujer quien lo único lindo que tenía era su cuerpo y su rostro, pues su actitud y sus palabras dejaban mucho que desear.

Esa tarde era tiempo de clases, continuarían con el tema de química, la materia preferida de su tía, y la que seguro más odiaba Luis. Como siempre la cita sería en la pequeña sala que daba a una de las terrazas en lo más recóndito de la casa, la única cuyo ventanal gozaba de la luz del día. Ahí había una mesa redonda para cuatro personas, un piano y una vieja pizarra, de esas que sirven para tizas. Quizá era uno de esos lugares en los que la tía solía trabajar, ahora donde el pequeño Luis esperaba paciente con su libreta, pluma, lápiz y goma sobre la mesa.

Entonces aparecía la Dra. Margot saliendo de entre las sombras del pasillo, caminando arrogantemente sobre sus tacones altos, medias de seda, falda entallada y saco, todo en color negro, excepto su blusa en un contrastante blanco brillante, adornada con una costosa gargantilla de oro bajo su escote de tres botones que permitía asomar su par de galanes senos estrujados por su sostén de varilla y encajes trasparentes.

Enseguida la elegante dama, ama y señora de la casa, se posa frente a su sobrino y toma su libreta en busca de la tarea encomendada apenas el día anterior. Estoica analiza cada problema entablado buscando algún error que remarcar. Sin embargo, tras un segundo vistazo, avienta la libreta frente a Luis, azotándolo sobre la mesa. Sin acierto ni regaño. Pero Luis sabía que su tía solo se dirigía a él para reprenderle, en caso contrario quería decir que lo había hecho todo correctamente.

Finalmente su tía toma asiento a su lado, cogiendo su lápiz para escribir la siguiente lección del tema. Intentando explicar la forma en que se desarrollaría la solución y el procedimiento para llegar a ésta.

Concentrada en su actividad, Margot escribía y explicaba inclinada hacia la libreta, de esta forma permitiendo que su pronunciado escote debelara un poco más de lo debido; dejando ver la piel clara y suave de sus perfectos senos casi hasta llegar a sus pezones desde la perspectiva de Luis. Motivo por el cual su mirada se desviaba constantemente de los apuntes que dibujaba el carboncillo sobre el papel en manos de su tía, cada vez con menos disimulo, llegando incluso a girar un poco el cuello para mirar mejor.

La vista era extremadamente excitante, Margot era sin duda muy atractiva, los años no le podrían haber asentado mejor, al menos en lo que a salud y apariencia se refiere. –Concéntrate Luis. –Expresa su tía al percatarse que estaba perdiendo a su joven aprendiz.

Al final de la lección, su tía escribió una serie de ejercicios en la pizarra suficiente para ocuparlo toda una semana, exigiendo puntualidad, excelencia y respeto. Remarcando todas las actividades que tendría que realizar ese día en el jardín, los arreglos y mantenimiento de la casa, limpieza y demás.

A partir de ese día, el tío Gerardo se ausentaría por días, algo que Margot no tomaría muy bien, ensañándose especialmente con su sobrino, dejándole más trabajo y aumentando la dificultad de los ejercicios considerablemente, tan solo para tener una fiel excusa para desahogar sus frustraciones.

En ocasiones, cuando no cumplía las labores con la exagerada exactitud que su tía le exigía, solía castigarlo poniéndolo en una esquina de la casa con las manos estiradas hacia arriba, por horas, hasta que el chico no podía más con el dolor en sus extremidades. En otras ocasiones el castigo era más directo, golpeándole con cualquier cosa que sirviese como fuete, en las manos o en los glúteos.

Por obvias razones Luis le tenía pavor, aunque hiciese todo a la perfección, su tía siempre encontraría algún detalle que le diera armas para desquitarse con él. Aún así el pequeño siempre le trataba con respeto, en él no existía rencor, ni valor suficiente para recriminarle nada. En su inocente mente aún creía que lo hacía por su bien, de hecho pensaba que se lo merecía.

Con el paso del tiempo el pobre muchacho comenzaba a desarrollar una especia de síndrome de Estocolmo. Sin internet, sin teléfono móvil, ni TV, ni revistas siquiera, el chico no tenía contacto con el mundo exterior para distraerse o para fantasear.

No había estado con amigos ni tampoco con ninguna chica desde hacía mucho tiempo. Solo tenía a la sirvienta, quien aunque no estaba nada mal, a sus veinticinco años no se comparaba con la mandamás de su tía. Ni su inocente sonrisa, ni su cabello largo y lacio, ni su juvenil cuerpo era suficiente para distraer su mente del exuberante cuerpo de Margot; de sus grandes senos, de sus prominentes caderas, sus piernas y su bien parado culo, desfilando en sus tacones altos y su traje de oficina, mostrando esos eróticos escotes y sensuales piernas forradas en esas medias de seda debajo de sus faldas.

Sin embargo la repentina y momentánea ruptura con su esposo no le había asentado nada bien. El lunes siguiente, cuando Luis se disponía a recibir las ordenes de su tía, regaños y gritos incluidos, notó que ella se veía diferente esa mañana. Aquella poderosa mujer había desaparecido, habría cambiado sus elegantes trajes sastre por un largo camisón satinado, y sus tacones por unas cómodas pantuflas.

Aún desalineada, la tía Margot nunca cambiaba el glamur por la desfachatez, todo lo que vestía era impecable, incluso con esos ropajes, no se veía desalineada por ninguna parte; perfectamente peinada y maquilladla esperando en el mismo lugar de estudio.

Eran por eso de las seis de la mañana. Luis se apresuraba con su libreta en mano, había llegado un poco tarde, esperaba lo peor. Mentalizándose a recibir un severo castigo, llegaba a la cita muerto de miedo, sin embargo su tía no hizo exclamación aluna, en cambio, simplemente comenzó con la clase del día, en total tranquilidad.

El muchacho temblaba ansioso, seguro de que su tía explotaría en cualquier momento y al mismo tiempo intentando comprender el tema del día. Pero su tía le embargaba toda la mente, no solo eran sus tersas manos pintando sobre su libreta lo único que le tenía enfocado, era también el resto de su cuerpo. Y es que aquel blusón de noche era demasiado delgado, y su tela se pegaba en sus grandes senos, marcando claramente sus pezones, dejando en claro que debajo de esta prenda no había más que su desnudo cuerpo.

Así, una vez más la mirada de aquel iluso adolecente se desviaba una y otra vez al busto de su tía, intentando mirar a través de los encajes trasparentes en la parte superior del blusón que se dibujaba sensualmente hasta llegar a la copa de sus senos, realzando sus redondos atributos.

En ese momento, el cuerpo de Luis comenzaba a evidenciar lo agradecido que estaba con aquel excitante espectáculo, levantando su falo bajo sus pantalones, por suerte para él, escondido bajo la mesa en el que estudiaba. Pese a ello, su tía salía de la estancia por un momento sin aviso ni explicación, muy a su estilo. Poco más tarde, retornaba con una gruesa bata encima de su camisón para retomar la clase.

Al ver la necesidad de su tía por censurar su cuerpo ante sus miradas indiscretas, Luis sintió un profundo arrepentimiento, vergüenza y siempre miedo. Sabía que su tía se habría dado cuenta que le miraba con otras sensaciones. Aunque por otro lado, no le había reprendido. Con eso y mucho menos tenía material para sacar todo su enfado, con griteríos incluso golpes. En cambio, ahora ni se había enfadado.

En ese momento Luis entendió que su tía atravesaba por un deprimente momento, pero a demás, ahora comprendía que el motivo de su agresividad y malhumor era el reflejo de su vida marital. Tal parecía que lo más saludable para Luis, era que Gerardo se mantuviese lo más alejado posible.

Ese día la Dra. Margot salió bastante tarde a su trabajo, y no regresaría sino hasta pasada la media noche, cuando Luis dormía, siendo despertado por el sonido de los tacones de aguja resonando sobre las escaleras hasta ahogarse sobre el alfombrado pasillo rumbo a su habitación.

Somnoliento, Luis intentaba reanudar su sueño, sin embargo en su mente solo se dibujaba la imagen de su tía caminando elegantemente en aquel traje gris que vestía esa misma mañana, el cual seguramente se debía de estar quitando en ese mismo instante, no muy lejos de su recamara.

Y su imaginación volaba, recordando sus piernas forradas en lencería, la línea que dibujaban sus pechos estrujados bajo su escote, su cabello café, su olor a señora elegante, y ese tremendo culo que contoneaba al andar.

Lentamente sentía como su pene se inflamaba levantando las cobijas de su cama, endurecido con el recuerdo de su tía en su mente. Húmedo y ardiente, deseoso de satisfacer sus necesidades sexuales de adolecente precoz. Fantaseando, excitado como pocas veces, se escucha un lejano lamento haciendo eco en la enorme casona. Exaltado, Luis se despabila un poco de su letargo intentando enfocar aquel sonido. Sin conseguirlo, se decide por salir de las sabanas a investigar.

Lentamente camina fuera de su recamara, asustado sí, pero con la polla levantada al cien. Agudizando el oído atento al más sutil sonido, momento en que un nuevo lamento se hace presente. Esta vez el origen era claro, aquel gemido provenía de la recamara de su tía.

Bajo la penumbra, Luis se aproximaba en completo silencio mientras aquellos quejidos aumentaban de intensidad, retumbando en las paredes desoladas de la mansión donde solo Luis y Margot habitaban esa noche.

Frente a la puerta de la recamara de su tía, Luis escuchaba sin poder dar cabía a lo que en sus oídos se reproducía. En la completa afonía de la noche se escuchaban los sensuales y eróticos lamentos de su tía, expresando todo su placer entre quejidos cortantes y agudos gruñidos emanando desde lo más profundo de su ser.

Y en su mente se figuraba el perfecto cuerpo de su tía retorciéndose sobre su cama, jugando con sus largas piernas envuelta en sus telas de encajes trasparentes, acariciando y complaciendo su escultural cuerpo al paso de sus manos de uñas largas, brillando con el esmalte color rubí bajo las sombras de su habitación, llegando lentamente a su entrepierna para enterrarse en su lencería y poder zacear sus más íntimas necesidades. Estimulando su madura sexualidad, húmeda y caliente. Añorando el falo de su esposo ausente, intentando reemplazarlo con sus dedos más largos curveándose para introducirse en su cavidad, cubriéndose con los cálidos baños vaginales emanando dentro de sí, produciendo aquel glorioso y excitante sonido acuoso de una buena concha mojada siendo complacida lánguidamente resonando con toda claridad, entre eróticos quejidos al otro lado de la puerta.

Su pene se anchaba dolosamente bajo su pijama, obligando al joven voyerista a liberarlo de su prisión y concebir de paso sus ansiadas caricias, estrujándole con lentitud, intentando vincular su orgasmo con el de su tía, quien continuaba complaciéndose a pocos metros de él. Manchando sus dedos de su caliente líquido seminal lubricando su hinchado pito circuncidado, completamente extendido en su mano cual se deslizaba delicadamente por todo lo largo a punto de sucumbir, estimulado por los sonidos, su imaginación y sus caricias.

Entonces la voz de su tía cambió, su garganta se cerraba y el aliento se escapaba presuroso por relajarle el cuerpo de la tenacidad en sus músculos conteniendo el estrés del poderoso orgasmo inminente. La tía Margot movía con rapidez los dedos de su mano derecha entrando y saliendo con desdén de su ya empapada vagina enrojecida e inflamada, siendo acompañada por los dedos de su mano izquierda acariciando y estrujando con fuerza su erguido clítoris provocándole un placer desmedido.

De sus labios cantaban hermosas melodías excitantes, engalanadas por los acordes mojados de sus dedos bailando en todo su coño. El frío de la noche apaciguaba cualquier ruido externo. La cama chillaba un poco, la tía gemía, y su vagina chapoteaba, mientras Luis se masturbaba su larga tranca a nada de terminar, cuando la sinfonía enmudecía por unos instantes.

La enorme mansión enlutaba, solo el viento acompañaba los feroces latidos del corazón en el pecho de Luis, hasta que de pronto, un desgarrador lamento emanaba de los pulmones de la tía Margot viniéndose profusamente en su habitación, zaceando por completo su escurridiza sexualidad desatendida por el tío Gerardo. Protagonizando un intenso orgasmo alcanzado por el de Luis, quien terminaba de jalarse el falo exprimiéndose su pegajoso contenido y vertiéndolo dentro de su ropaje nocturno, evitando así que mancharan la alfombra del pasillo.

Tensión

Al día siguiente el recuerdo de lo sucedido se presentaba como un sueño, como una fantasía no cumplida. Pero había sido completamente real. Aún sin poderlo creer, Luis abría espiado a su tía en su momento más íntimo y erótico. Aunque fuese solo con el sonido, era suficiente para remembrarlo con añoranza y complacencia, recreando sin cesar aquel momento voyerista bajo la fría noche.

No había momento del día en que Luis no estuviese fantaseando con lo sucedido. Ahora no podía quitarle la vista de su tía, desnudándola una y otra vez con la mente. En la lecciones del día, Luis luchaba cada segundo por mantenerse sereno y concentrado en su estudio. Pero su olor, su simple presencia, y esos conjuntos de oficina que acentuaban toda su femenina y madura figura, era demasiada tentación como para no echarle un ojo, o ambos.

Virgen aún, aquel momento en su vida habría despertado la sexualidad del muchacho, escondida y enterrada bajo su timidez, aislamiento, baja autoestima y miedo. Ahora no había otra cosa en la mente de ese joven, más que sexo.

Pasarían un par de días más de aquel siniestro verano, sintiéndose a cada minuto más lejos de casa. Por la tarde el tío Gerardo regresaría, sin maletas, algo extraño siendo que supuestamente se habría ausentado por viajes del trabajo.

Con la tía Margot ausente, Luis se desempeñaba en sus labores cotidianas, ahora con más responsabilidades que la misma sirvienta local de casa, quien prácticamente gozaba de las mañanas libres, con el pobre chico ocupado todo el tiempo.

Gerardo acosaba a Alison, Luis los habría pillado algunas de veces en la cocina, único lugar que no frecuentaba, pues realmente no sabía cocinar. Seguro que el tío lamentaba la inoportuna estadía de su sobrino, quien no le dejaría desarrollarlo su perjurio libremente.

Siempre le miraba sobre su hombro con odio y desprecio. A diferencia de su tía, de Gerardo ni su voz habría escuchado. Todo el tiempo se escondía en su estudio privado en una de las tantas habitaciones de la residencia, o en su defecto ni se aparecía por la mansión.

Todo se aclararía esa misma noche, cuando la Dra. Margot regresaba de su segundo turno. Al encontrar a su esposo se libraría una desenfrenada discusión a todo pulmón. Todo apuntaba a que el tío tenía otra familia y pronto se marcharía abandonando a su aún esposa. Era un matrimonio perdido y podrido. No había más que decir.

Tortura

Al amanecer, la rutina esperaba a Luis, ya no hacía falta las instrucciones de su tía, él debía saber ya a la perfección sus deberes y obligaciones, cuales completaría sin el más mínimo error o lo pagaría muy caro.

La diferencia era que ahora el tío Gerardo estaba en casa. La tensión se respiraba en el ambiente. Era como si una maldición se hubiese posado sobre en el hogar, el aire se sentía mucho más pesado y se podría jurar que la casa parecía ser mucho más oscura que antes.

Aún así el chico se concentraba en su tarea. Una mañana como otras tantas, se encontraba estudiando los problemas numéricos que su tía Margot le intentaba enseñar. Era un tema ya antes visto, pero el estrés se había vuelto insoportable. Luis apenas dormía con las discusiones a media noche y la fatiga del inhumano trabajo en el día.

Pero eso no era lo único que le distraía, en parte era su propia tía. Y es que ese día portaba un vestido de gruesos tirantes, color violeta, de fina tela y perfectos cortes. Sin estampado, entallado y bastante corto. Debajo, se le remarcaba una muy sensual lencería levantando su pronunciado busto casi por salirse de su escote, y a las faldas de su vestido, unas pantimedias negras de red forraban sus piernas contorneadas por sus siempre tacones altos.

Todo eso, provocaba que la mente del niño volara fantaseando cómo se vería su tía bajo aquel vestido. Cómo sería su sostén abochornando su par de tetas estrujadas, y cómo serían las bragas que estaría usando ese día, enmarcadas por esas pantimedias a medio muslo.

Y mientras su mente se desprendía de la realidad, bajo su cintura, su pene crecía y crecía, hinchándose sin siquiera tocarlo, convencido por su propia imaginación de hacer real sus fantasías.

El adolecente sudaba y temblaba, su boca se secaba haciendo que tragar saliva se sintiese como beber arena. Sabía lo que le esperaría si no resolvía aquel problema matemático correctamente. No quería repetir otro día más de golpes en las palmas de las manos, jalones de orejas y bofetadas en el rostro.

Ni siquiera se atrevía a imaginar lo que le esperaría si se enterase que la espiaba por las noches, o al saber de todos sus sucios pensamientos que se imaginaba todo el tiempo. Lleno de nervios por la prominente erección que levantaba sus pantalones a escasos centímetros de su maestra, quien le explicaba fracciones y ecuaciones.

-Despejamos “b” y el resultado lo restamos al resultante de la primera operación. –Explicaba la Dra. Margot, en completa calma. Con la misma calma que tendría una feroz tigresa antes de cercenar a su presa. –Concéntrate Luis. –Le decía, agudizando un poco su voz. –¿Sabes qué? ¿Por qué mejor no te relajas un poco en el baño? haber si así puedes concentrarte.

Le determina su tía, evidentemente hastiada por las reacciones naturales en el cuerpo de su sobrino. Haciendo alusión al incomodo momento que el muchacho experimentaba en sus pantalones. Dejando en claro que lo que pedía, era que se fuese a masturbar para bajarse la erección.

Aterrado de que todos sus temores se hubiesen hecho realidad, Luis obedece. Salta de su asiento y en completo silencio, sale rumbo al cuarto de baño más próximo. -¡Rápido! ¡No tardes! –Gritaba su tía al ver la escasa prontitud de su sobrino.

Hecho un ramillete de nervios, el corazón de Luis apenas podía dar cabida a todas esas sensaciones en su cuerpo. El aliento le abandonaba, y él, con su polla en mano intentaba hacerse venir tan pronto fuese posible, sin poder conseguirlo.

Con los ojos cerrados, imaginaba a su tía, recorriendo todo su cuerpo, centrándose en sus partes intimas para lograr esa anhelada eyaculación, hasta que finalmente lo consiguió. Se estranguló su pene, escurriendo su contenido dentro del mingitorio, se lavo las manos obsesivamente y salió corriendo de regreso a donde su tía.

-¡¿Crees que tengo tu jodido tiempo?! –Exclamaba su tía envuelta en rabia. –¡Ya voy tarde para el trabajo por tu puta culpa! Yo no hago esto por placer Luis. Lo hago por un favor a tu madre, porque somos familia. Un poco de agradecimiento de tu parte. ¡Por favor! ¿Tengo que hacerte entender? –No tía. Perdón, en verdad lo lamento, no se volverá a repetir.

-Suplicaba el pequeño Luis al borde del llanto. -¡Bájate los pantalones! ¡Ya! –Ordenaba Margot llena de rabia. –No tía por favor. –¡Ahora Luis, que tengo prisa o te irá peor!

-Sin más remedio Luis obedece, desabotonando sus jeans y deslizándolos hasta los tobillos con todo y calzoncillos, pues bien sabía que de no hacerlo solo empeoraría las cosas.

Enseguida su tía le suelta un par de nalgadas con todas sus fuerzas, enrojeciendo al instante sus débiles glúteos. Y no conforme con ello también le golpea fuertemente en su pene con la palma de su mano.

Sin embargo, esto último, además de un intenso dolor, también provoco que aquella erección pospuesta en el baño regresara con toda su fuerza, llenando su pene de sangre en el peor momento posible.

Al verlo la tía Margot enmudeció, y aunque por un pequeño instante se le pudo ver un destello de piedad en su mirada, tras relamerse los labios, continuó golpeándole brutalmente en el escroto, hasta ponerle su inflado pene de tono morado, estrellando su mano abierta incesantemente, haciendo que su falo rebotase cual grueso mástil de carne.

Satisfecha, finalmente cesó el hostigamiento. –Y quiero esos ejercicios terminados para cuando regrese. –Finiquitó antes de perderse en los oscuros pasillos, contoneando sus nalgas sobre sus tacones altos con gran arrogancia, dejando al pobre muchacho con la tranca parada y adolorida.

Por fin Luis logra reaccionar y se viste nuevamente, sucumbiendo finalmente al llanto que desahogaba desconsolado, aún temblando y lesionado. Así habría de terminar sus labores del día, y las tareas encomendadas por su despiadada tía.

Esa noche, tras otra enfrascada discusión, le tío Gerardo se marcharía de nuevo, esta vez con todo y maletas, para no verse más.

Desde ese momento la cabeza de Luis daba vueltas sin control, al borde de la locura. Era una etapa muy difícil en su vida, y esa maldita estadía en aquella casa del terror lo complicaba aún más. Esa mezcla de miedo, ansiedad, sexo, excitación, estrés y cansancio, pronto acabarían con él.

Luis barría las escaleras principales, consciente de terminar lo más pronto posible, pues esa tarde tendría cita con su tía quien continuaría el temario con uno de los más complejos bloques en química.

En esa ocasión, Luis se esforzaría de sobremanera para disponer de toda su concentración, única y exclusivamente en el nuevo tema, intentando dejar de lado sus impuros deseos y sus molestias personales. Sin embargo, aunque en un principio había entendido un poco los procedimientos, ya por la tarde se veía sobrepasado con los ejercicios impuestos por su tía. Estos habrían sido demasiado complejos para su edad. Por más esfuerzo que desempeñaba no conseguía encontrar los resultados de aquellos problemas.

Con la presión encima, Luis entraba en pánico. Si no conseguía resolver la tarea, una fuerte reprimenda le esperaría el día siguiente, pero, si molestaba a su tía, aquel regaño solo se apresuraría. Entonces se rindió, suspiro profundamente y emprendió camino, libreta en mano hacia la habitación de su tía en busca de su ayuda.

A las puertas de su recamara, Luis tocó un par de veces, sutilmente, como si la puerta de madera se fuese a desquebrajar en sus manos. Muerto de miedo esperó respuesta. Y esperó. Y esperó. Pero no escuchaba nada tras el portal.

Quizá había golpeado con demasiada sutileza y no se habría hecho escuchar. Pero Luis no se arriesgaría, preferiría un duro castigo el día siguiente y no uno ahora y otro al amanecer igualmente. Caminó de regreso por donde llegó, silenciando sus pasos cual ratón caza gatos, cuando finalmente la tía Margot atendía.

-¿Qué demonios quieres Luis? –Preguntaba asomando la cabeza por su puerta sin dejarse ver el resto del cuerpo por completo. –Es que no logro entender el problema tía. –Le decía Luis balbuceando. –Pero no puedes ser más idiota. Es una simple ecuación de segundo grado.

-Explota su tía asqueada y fastidiada. Habiendo encontrado con la negativa contundente, Luis se marcha a paso lento, cuando le detiene. –Anda, pasa, no tengo tu tiempo. –Le indica, abriendo la puerta de su recamara de par en par.

Al abrir la puerta, se debela a la tía Margot con el cabello recogido y vestida con su ropa de noche. Se trataba de su camisón satinado color lila, que colgaba elegantemente desde sus firmes senos balanceándose libremente debajo, hasta sus piernas. Permitiendo ver un poco más allá con el natural baile de la tela.

-Qué vergüenza me das. No puedo creer que no puedas hacer algo tan simple. No serás nada en la vida ¿sabes? Si fueras mi hijo ya habría perdido toda esperanza desde hacía mucho tiempo. ¿Qué esperas de tu vida si no puedes hacer nada bien? ¿He? ¡Responde idiota! –Gritaba su tía.

Luis aguardaba en silencio, temblando y aterrado. -¿Qué es lo que no entiendes? Tienes toda la maldita biblioteca, ahí está todo –Terminaba la doctora completamente colérica. –Bájate los pantalones. –Ordenaba.

Y Luis sabía exactamente lo que sucedería. De inmediato se desliza su pijama debelando su flácido pero largo pene rosado. Enseguida su tía comienza a golpearlo una y otra vez en todas partes, ensañándose específicamente en su falo hasta conseguir inflamarlo con el dolor y con la excitación de la mano de su tía sobre éste.

-Anda, ya vístete. –Ordena nuevamente al terminar la bajeza. Temblando el pequeño Luis obedece. En tanto, Margot coge la libreta que su sobrino había dejado sobre su cama y comienza a revisarla sin expresión alguna.

-Está mal. Todo está mal. ¿Cómo puedes ser tan estúpido? ¿A caso no te explico bien? ¿Yo soy la estúpida acaso? ¿Qué va a pensar tu madre de mí? Te explicaré una última vez, si no lo entiendes no sé cómo te las vas a arreglar, pero con migo ya no cuentes. Finiquitaba mientras le indicaba a Luis que se sentará en la cama junto a ella.

Enseguida reanuda su explicación desde el inicio. Luis ponía de toda su concentración en su explicación. Su corazón resonaba con todas sus fuerzas en su pecho, no dejaba de temblar, su respiración escaseaba pero su pene no flaqueaba, erecto como roble centenario.

-Es que no puede ser más fácil. No sé de qué otra forma explicártelo. Te lo he dicho mil veces, ahí tienes tus tablas, Luis por dios. –Continuaba explicando y regañando al muchacho, remarcando sus errores enfáticamente.

Pero además algo le tenía especialmente irritada, no solo era el tener que lidiar con su sobrino, sino, también era por su pene. Sí por el erecto pito del muchacho cautivo bajo su pijama. Aunque Luis se concentraba únicamente en la voz de su tía y los números que anotaba en su libreta, ajeno a lo que sucedía con su cuerpo.

-Después de sumar su masa molecular debes… ¿No sé cómo puedes soportarte tú mismo de esa manera? Al fin hombre. Me das asco. –Expresa Margot ante la sorpresa de su sobrino quien no tenía idea de lo que le hablaba.

-Toma haz lo que tengas que hacer. Y que sea rápido. –Le dice su tía, extendiéndole una caja de pañuelos. Entonces Luis lo comprende. Tras mirarse su pene estirando la tela de su pijama, acepta los pañuelos y se encamina fuera de la habitación.

-¿A dónde diablos crees que vas idiota? Le detiene su tía y maestra. –Solo vas a perder el tiempo. Hazlo aquí. –Le determina seriamente. Luis empalidece. No podía creer lo que su tía le estaba pidiendo, pero tampoco se atrevería a contradecirle.

Al borde del desmayo, Luis se saca su estirado pene y comienza a masturbarse frente a su tía, quien en un principio solo le ignoraba, clavando su mirada en los apuntes del niño. Pero entonces levanta la mirada y observa los tímidos movimientos de Luis por un momento, suspira, endurece la quijada y le regaña una vez más. –¡Rápido! Estoy esperando Luis. –Le apura con voz de hartazgo.

Luis acelera sus movimientos, estrangulando su duro falo para hacerse venir, intentando tragar tanto aire como puede para no sucumbir en el intento. La tía lo observa, sin quitarle los ojos de su inflamado pene, magullado por los golpes que ella misma le había proporcionado, relamiéndose los labios y jugando un poco con su cabello, esperando su ansiada eyaculación. Pero esta no llegaba, Luis estaba demasiado estresado y temeroso.

Entonces, Margot comienza a deslizar lentamente el tirante derecho de su camisón por su hombro. Luis la mira. Con delicadeza recorre la prenda por su brazo hasta hacerlo caer, apenas colgando a centímetros de su pezón aún oculto tras los delgados pliegues de su prenda. El corazón de Luis explotaba en su pecho, lo sentía físicamente en su cuello, cuando su tía comenzaba a deslizar el otro tirante dejándolo caer libremente, está vez, exponiendo su par de encantadoras perlas maduras frente a los atónitos ojos de su sobrino.

Y Luis continua complaciéndose, ahora, con la mirada fundida en los preciosos senos de su institutriz, admirando su recodes, su tamaño y sus pezones levantándose cada vez un poco más por las inclemencias de la fría noche.

Ella disimulaba, pretendía evadir la mirada constantemente, pero no podía dejar de mirar cómo su sobrino se zanjaba su falo amoratado, por ella y para ella hasta hacerlo escupir todo su pegajoso contenido sobre uno de los pañuelos que sostenía con la otra mano, justo en el desagüe de su glande.

-Bien. Continuemos. –Le decía su tía al verlo eyacular frente a sus ojos, al tiempo que se acomodaba los tirantes de su camisón, cubriendo de nuevo su torso.

Aquella habría sido una de las mejores noches de su vida. Luis no daba cabía a lo que habría admirado. Aquella exuberante mujer semidesnuda frente a él, su infame y maquiavélica tía, de quien solo recibía castigos, gritos y golpes, le habría regalado el mejor de los espectáculos.

Casi había hecho que todo lo sufrido hubiese valido la pena. Aquel magnifico orgasmo sufragado a la mirada de su tía, era sin duda lo mejor de su vida. Pero no. Ni todo ese placer se comparaba con las horas de esfuerzo, las martirizantes pruebas, tareas, trabajos y labores. No, no era suficiente.

Verdugo

Las lecciones de química y matemáticas se prolongarían el siguiente viernes, apenas dos días después de lo acontecido en la recamara de su maestra Margot.

Esta vez, el pequeño esperaba paciente al arribo de su hermosa maestra, fiel a la doctrina impuesta por su tía, sobre la silla de caoba barnizada frente a aquella mesilla, de la misma madera. Escuchando sus inconfundibles pasos entacónados a medida que se aproximaba desde las penumbras del pasillo.

Al llegar, Margot se apresura en anotar algunas fórmulas en la pizarra con la tiza blanquecina, contoneando sus exuberantes caderas, forradas en su falda roja tan entallada que casi no la dejaba caminar abiertamente. Sus medias de seda, negras. Una blusa blanca, y un saco igualmente rojo brillante.

-De prisa, anota. –Indica su tía, siempre con la arrogancia que le caracteriza. Enseguida comienza a recitar un complejo problema, obligando al pequeño Luis a escribir tan rápido como es humanamente posible.

Al terminar, la tía Margot toma asiento indicándole a su sobrino solo con la mirada a que realizase el cometido. A toda prisa el joven alumno se apresura a resolver su tarea del día, sin imaginar lo difícil que se pondría con el añadido de tener a su flagrante tía justo a un lado.

Luis se esforzaba, de eso no cabía duda. Aquel problema era muy complejo, ya aún así, el joven comenzaba a desenmarañarlo con destreza. No obstante sin desaprovechar la oportunidad de espiar a su tía, quien jugaba un poco con su cabello, y su cadena de oro pendiendo de su cuello.

Era justamente aquel collar dorado el que le arrebataba la vista a Luis, y no, no era por su brillo, más bien era por las dos redondas mamas que le rodeaban a cada lado.

Margot lo sabía, el pequeño no había olvidado aquel espectáculo familiar que le habría regalado hacía pocos días. Ahora que le tenía nuevamente ensimismado en su pecho, la Dra. Margot lentamente comenzaba a deslizar sus uñas pintadas con esmalte intenso color rubí por debajo de su blusa, desabotonando por pura casualidad un endeble botón, y por qué no, otro más quizá.

-¡Apresúrate! Tengo prisa y aún debo dejarte más tarea. –Le grita su tía. Pero Luis no podía concentrarse con todos esos eróticos recuerdos seduciendo en su mente, y en vivo frente a él. Cuando en ese momento su tía se quitaba el saco, colocándolo sobre el respaldo de su silla. Actuación que le habría arrebatado los ojos a su sobrino de su libreta.

-¡¿Es que no puedes mantenerte enfocado en una tarea por una sola vez?! ¡Pero no es posible! Tienes un grave problema Luis. ¿Lo sabes no? –Preguntaba Margot, fastidiada. Luis le mira horrorizado. Sabía que un terrible castigo se vendría sobre él.

-Debemos corregir eso ahora mismo. ¡Bájate los pantalones! –Ordenaba su tía. Luis obedece enseguida.

Con su miembro a la intemperie, su tía le golpea hasta inflamarlo por completo. –Quítate toda la ropa. –Ordena nuevamente. Luis acata.

-Ahora toma asiento de nuevo y termina la tarea. –Indica su despiadada institutriz.

Como puede, el adolorido Luis reanuda sus clases temblando de frío y de miedo. En tanto, Margot comienza a desabotonar aún más su delgada blusa. Luis la observa de reojo. -¡Concéntrate en lo tuyo! –Le grita a todo plumón azotando la mesa con la palma de su mano.

Enseguida Luis regresa la mirada a sus apuntes, intentando no levantar la vista, ni por error, mientras su tía continúa desnudando su torso hasta abrir del todo su blusa, exponiendo su apretado sostén negro de encajes. Luis se esfuerza, suda y tiembla pero no sucumbe a la tentación.

Margot lo observa, se acomoda su larga y ondulada cabellera castaña, juega con sus pendientes, recorre sus manos sobre su pecho, y en un momento se lleva ambas manos a su espalda por debajo de su blusa. Entonces se desabrocha su intima prenda desaprisionando sus grandes senos por un momento.

Al ver que su joven aprendiz mantenía la mirada baja, Margot se hace deslizar un poco los tirantes de su sujetador, tanto como las mangas de su blusa se lo permite, lo suficiente sin embargo para debelarle ambos aureolas bermellones frente a su sobrino, quien luchaba por no elevar la cara de su libreta.

Pero su vista periférica le otorgaba una hermosa visión, y sabía que su tía estaba con las tetas a la intemperie justo a su lado. Suficiente para provocar en él que su golpeado pene se erguiese implacable cual globo a punto de estallar.

Aún así Luis resistía. Distrayendo su mente de su seductora tía, con números y fórmulas. Escribiendo y haciéndose el desentendido. Sudando como si estuviese corriendo una maratón. Cuando de pronto, en su entrepierna una sedosa sensación entra en acción acariciando su magullado su pene.

Asustado Luis baja la mirada, para concebir el pie de su tía, forrado en sus medias de seda negra, acariciando dulcemente su enrojecido tronco. -¡Apresúrate! No te distraigas. –Grita su tía.

Luis regresa de nuevo su cabeza a su libreta y continua, sintiendo con excitante agonía el pie de su tía rozando su pene, deslizándose por sus piernas y estrujando sutilmente sus testículos.

Pero Luis continuaba firme en su cometido. Tan firme como su polla estrangulada ahora por ambos pies de si tía, sintiendo la suave seda y el calor que emanaban de sus plantas y entre sus dedos. En tanto, sobre la mesa, Margot le miraba con atención, seduciéndole con ademanes, al recorrer sus dedos sobre sus senos al desnudo, con especial esmero al llegar al centro, en sus pezones dispuestos, estimulándolos un poco hasta levantarlos por completo.

Al tope de estrés, Luis estaba bañado en sudor, salivaba como lagarto, la cabeza le dolía y sus músculos le temblaban inconteniblemente, todos, especialmente el largo y endurecido músculo de su escroto. Mientras sentía los dedos abrazándole, ese calor que despedía, y la textura de sus medias, hacía insoportable el sufrimiento.

Entonces un espasmo involuntario en su escroto hace que Luis eyaculará sobre los trasparentes telares que recubrían los pies de su tía. Y ella Explota. La Dra. Margot salta envuelta en llamas, colérica como nunca.

-¡Eres un idiota! –Grita ofendida. -¡Estúpido mocoso precoz de mierda! –Le reclama, al tiempo que le golpeaba en la cabeza cruelmente, halándole de la oreja hasta sus pies para que viera de cerca la ofensa cometida, lastimándole de verdad.

-¡Mira idiota, me has manchado las medias! ¿No te pudiste aguantar? –Preguntaba su tía sin soltarlo de la oreja izquierda, y zangoloteándolo para lesionarlo aún más. –Lo siento tía, en verdad lo siento. No pude evitarlo. –Le suplicaba Luis bañado en lágrimas.

-¡No llores malcriado! Ahora lavarás mis medias. Lavarás toda mi ropa. Y las cortinas de la casa. Todas ellas. –Sí tía. –Respondía el pequeño con la oreja enrojecida fundida en los largos dedos de su tía, gritándole completamente descarriada.

-Y lo harás a mano. Desnudo. Para que aprendas a valorar lo que cuesta la vestimenta de una dama fina como yo. Finaliza la Doctora, antes de largarse a paso veloz enfurecida, con sus tachones en la mano y los pies manchados con el semen de su sobrino.

Una inesperada amiga

Ese día el pobre Luis se pasó toda la mañana obedeciendo el castigo de su tía. Aunque sabía que ella no estaba en casa, el pequeño se encontraba tan asustado, que no se atrevió a vestirse ni remilgar una sola de sus ordenanzas, quedando desnudo toda la tarde.

Así, se la pasó tallando la ropa sobre un endeble lavadero a un costado del cuarto de lavado. Llorando desconsolado y muerto de frío, cuando una dulce voz se escucha a sus espaldas. -¿Estás bien? –Pregunta Alison, la sirvienta, al notar que Luis no paraba de llorar ni trabajar.

-Sí, gracias. –Responde el joven entre gimoteos, mirando a la chica acercarse por su espalda para ayudarle a cargar las pesadas cortinas de gruesa tela, completamente cubiertas de polvo.

-Debes sacudirla primero. –Le dice la joven mucama intentando amenizar con una sonrisa. –Me llevaré esto y lo sacudiré afuera. Finaliza cargando las pesadas telas. –Gracias. Le dice Luisentre sollozos.

La tarde entera se pasaron en cumplimiento del mandato de la Dra. Margot. Sin embargo, Luis no habrían terminado sino hasta ya bien entrada la noche, cuando la señora de la casa ya se encontraba presente, supervisando que sus órdenes se cumpliesen al pie de la letra, ahora sin la ayuda de Alison quien habría terminado su jornada horas atrás.

La pesadilla se prolongaría los días siguientes. Ahora Margot se ensañaba con su sobrino de la peor manera. Nunca faltaba pretexto para reprenderlo, gritarle e incluso golpearle por cualquier excusa. Especialmente en las clases de estudio, donde la maestra daba rienda suelta a sus más oscuros y perversos sentimientos, de odio y lujuria.

Luis estaba completamente deprimido, no podía estar un segundo más en aquella casa infame. Por las noches se la pasaba desahogando su llanto, impotente, deseando nunca haber llegado ahí, y en los días no paraba de trabajar o estudiar.

Una de aquellas mañanas, el desaventurado jovencillo regresaba de las compras para la comida del fin de semana en compañía de Alison. Descendieron del taxi y entraron a casa. Enseguida Luis se acomidió a limpiar y cortar las verduras para la cena. Ambos sabían que ese sábado, como todos, la Doctora Margot llegaría temprano y muy hambrienta.

Luis se encontraba desconsolado y desconcertado, en su mente se dibujaban aquellas imágenes sexualmente explicitas de su tía, acosándolo, desnuda, en su ropa de oficina, obligándole a masturbarse frente a ella, y su pobre pene masacrado entre sus manos, lastimado y dañado. Sin duda era una terrible manera de comenzar a descubrir su sexualidad, apenas entrado en la mayoría de edad.

Con aquellas imágenes en sus ojos, Luis miraba a su compañera Alison, quien ponía la cacerola sobre la estufa con agua para hervir las verduras que recién Luis terminaba de cortar. Era una linda chica, aunque tan solo era ocho años mayor, para Luis se trataba de un trecho de edad demasiado amplio para considerar cualquier intimidad con ella. Sin embargo nada comparado con los 24 años de diferencia que tenía con su tía, por lo que sin duda, era Alison la única persona con quien se sentía más identificado en su nueva vida.

Tímido como solo él, Luis se aproximaba a paso lento con el pozuelo de verduras cortadas en cubos por él mismo, hasta donde Alison se encontraba llenando la cacerola con agua. Sus miradas se cruzaron, Alison le sonrió agradecida por la ayuda. Luis contestó de la misma forma, depositando con cuidado la comida dentro del recipiente sobre la estufa encendida.

Su compañera se encargaría del resto. El trabajo de Luis en la cocina había terminado, sin embargo, algo lo detenía. Era una extraña fuerza que le había soldado los pies al suelo. Se había quedado encantado y enamorado por la elegante danza de la sirvienta balanceando su lindo vestido azul grisáceo bajo su mandil blanco, contoneando las caderas al acarrear agua desde el grifo hasta el estofado.

A diferencia de su tía, Alison carecía de aquellas gruesas piernas y esas marcadas pantorrillas sobre sus altos tacones. En cambio, la chica era más pequeña, tierna y delicada. No había esos escotes mostrando sus grandes senos forrados en la más fina lencería. Ella portaba ese coqueto vestido cerrado que tan solo permitiría ver un poco su colguije dorado seguramente religioso bajo juvenil rostro perdiéndose en sus senos tan pequeños que apenas se marcaban un poco, aún bajo la delgada tela del pequeño vestido.

Aún así, lo compensaba con su estrecha cintura y su abdomen aplanado, a diferencia del vientre distendido de su tía. Era tan delgada que deba la sensación de que se fuese a romper por la mitad, lo que la hacía ver un poco más alta de lo que era en realidad, siendo de hecho, un poco más pequeña que Luis, permitiendo así que sus manos se posaran firmemente rodeándole desde su espalda, justamente por su cintura.

Alison se estremeció, sin embargo no dijo nada. Luis le abrazo cariñosamente, embriagándose con el dulce aroma de su cabello lacio. Entonces Alison intentó girar a sus espaldas. Pero Luis se lo impidió sujetándole con todas sus fuerzas. -¿Qué haces? –Pregunta la chica, ya un tanto asustada. Pero Luis solo estrechó su entrepierna contra los pequeños glúteos Alison sin decir palabra. Enseguida su púbero pene se inflamaba creciendo bajo sus pantalones.

Alison lo sintió en seguida, forcejeando un poco frente a la olla hirviendo, sin atreverse a moverse demasiado en tan precaria posición. –No lo hagas Luis. Por favor. Así no. –Suplicaba con una tierna voz. Luis la besó en la nuca con tanta ternura, que por un momento Alison no opuso resistencia antes de continuar con el peligroso forcejeo.

Luis seguía besándola cerca de su oreja derecha y en el cuello que su cabello recogido dejaba al descubierto mientras sus manos la acariciaban por su estrecha cintura. –Sé que tienes un amorío con el tío Gerardo. A la Doctora Margot no le gustaría si se enterase. –Le insinuaba pretenciosamente, al tiempo que posaba su mano derecha sobre su pequeño busto intentando pellizcarlo aunque fuese solo un poco.

Entonces Alison no dijo más. Dejó de forcejear y se recargo firmemente sobre la estufa con ambas manos. Luis lo entendió enseguida, se bajó sus pantalones hasta los tobillos, desnudando su endurecido falo, le subió su el vestido a la sirvienta, y tras bajarle sus bragas le ensartó su virgen pene en la estrecha conchita de su mucama.

La inexperiencia había hecho que Luis batallará en encontrar la postura perfecta para poderla penetrar, obligando a la misma Alison a ayudarle, sujetando su largo pene para enfundarlo dentro de ella, parando su culito para que no la lastimara el impúber jovenzuelo.

Precoz cuál es, Luis eyaculaba a los pocos minutos de haber entrado en ella. Sin tiempo siquiera para salir antes de llenarla toda de semen.

Acongojado por la depresión post coito, Luis se subía sus pantalones completamente arrepentido. –Lo lamento. En verdad lo siento mucho. No sé qué me sucedió. No quise hacerlo. No así. –Le decía al borde de las lagrimas, mientras Alison se vestía sus bragas nuevamente, sin decir palabra, al tiempo que le miraba apenada.

Luis no era un monstruo, tan solo era un buen muchacho que se habría guardado un gran sufrimiento por mucho tiempo. En el fondo, Alison sabía que el pequeño solo quería cariño, pero no sabía cómo pedirlo, ni como recibirlo.

Por la tarde la tensión se percibía palpable. Alison servía la cena, Luis no se atrevía a levantar la mirada. Margot no dijo nada, pero sin duda se habría percatado que algo sucedía entre los dos jóvenes de la casa, y eso la puso furiosa.

-No quiero que vuelvas a ayudar en la cocina Luis. Este caldo me está sabiendo muy amargo. Expresa la señora de la casa. –Mañana te quiero aquí temprano Alison. Ya te puedes ir. –Finaliza, sentenciado a los amantes, y dejando bien en claro que nada pasaba desapercibido frente a sus narices. –Sí tía. –Sí señora. –Respondían a los oídos sordos de la matriarca.

Pesadilla

Habrían pasado cinco semanas y dos días desde que Luis arribase a aquella casa del terror, toda una vida para el pequeño marginado, sobajado desde el primer minuto. Apenas había visto la luz del día. Casi no sabía nada de sus padres, salvo las pocas palabras que podría escuchar a través del ancestral teléfono fijo al pie de las escaleras. Principalmente de su madre, pues su padrastro ni se molestaba.

No había diferencia, Luis estaba solo, fuese donde estuviese. Solo esperaban de él lo mejor, sin poner nada de su parte. Especialmente de su tía Margot, de esa infame señora quien lo citaba en punto de las seis de la tarde, en el lugar de siempre.

Ahí, donde Luis tomaba asiento en la misma rutina de siempre. Colocando sus instrumentos de estudio con sumo cuidado sobre la mesa. Postura recta y manos limpias. No había que hacer enojar a la señora, aunque todo fuese en vano.

Momento preciso en que lo aborda su tía, anunciando su presencia con el siniestro pero excitante sonido de sus tacones de aguja estridentes sobre el piso de madera, haciendo eco a través del pasillo, como una feroz bestia saliendo al coliseo. Enseguida Margot le arrebata el cuadernillo a su sobrino, y sin expresión comienza a juzgarlo.

Luis esperaba nadando en una sopa amarga de emociones, miedo y terror en su mirada. Ansiedad y depresión dentro de su alma. Miraba a su tía posada frente a él, engreída y arrogante cuál solo ella. Vestía una blusa blanca impecable, un saco color vino, y una falda del mismo tono, sin embargo un poco más corta de lo habitual, la cual ahora le permitía ver un poco mejor sus piernas revestidas por sus fieles pantimedias negras.

Sin más, Margot toma asiento junto al muchacho y comienza a escribir sobre su libreta. Se trataba de un tema nuevo. Aunque para Luis el procedimiento para dar solución al problema le parecía familiar, su maestra se esmeraba en complicar la ecuación tanto como fuese posible. –Resuélvelo. –Ordena, sin más explicaciones.

Atento, el adolecente se apresura con los nervios de punta, intentando coincidir con un medio que le ayudara a solucionar la tarea impuesta. Su tía le observa, poniéndole más presión al momento y aumentando el estrés del pobre muchacho.

En la mirada de su Maestra solo había maldad, no había nada que más quisiese que hacer sufrir a su sobrino. Se regocijaba al verlo temblar de miedo, luchando por resolver un problema innecesariamente más avanzado para su nivel escolar, mientras jugueteaba con su cabello y con su collar de oro, recorriendo los eslabones dorados desde su cuello hasta su pecho, entremetiendo un poco su mano en medio de sus grotescos senos.

Sus intenciones eran claras. Quería distraerle para concebir una genuina excusa con la cual poder desquitar toda su frustración con su desprotegido sobrino. Y él luchaba, cada segundo libraba una feroz batalla consigo mismo, con sus estudios y con su tía, quien se empeñaba en llamar su atención abriendo su saco para lucir sus atributos y cruzando sus piernas seductoramente.

Pero Luis se mantenía firme en su labor, sin desviar su mirada del lápiz escribiendo frente a él. Entonces su tía se arrima un poco. -¿Cómo vas? –Pregunta con hipocresía, estrechando su cuerpo tanto como las sillas pegadas una a la otra lo permitían.

Luis no respondía, disponía de toda su atención para realizar las ecuaciones necesarias, haciendo memoria y corrigiendo una y otra vez. Cuando de pronto siente la mano de su tía posándose sobre su entrepierna, acariciando su pene hasta despertarlo dentro de su escondite de mezclilla.

Lentamente comenzaba a desabotonar sus pantalones, baja su cremallera y desliza sus calzoncillos hasta lograr sacar su largo trozo endurecido. Enseguida le sujeta fuertemente el escroto cual palanca de automóvil y desliza su mano de arriba abajo placenteramente.

Luis resiste, sabía que no había manera de luchar contra ella, era su presa y estaba a su merced. La Doctora continuaba masturbándole bajo la mesa, impregnando de a poco sus manos con el tibio semen que comenzaba a emanar desde el glande de su sobrino extasiado por sus caricias.

-Apresúrate Luis. No querrás terminar antes de acabar con tu tarea. –Amenazaba su maestra, susurrándole al oído con una siniestra sonrisa, estrujando con mucho más placer su viril miembro entre su mano derecha. Haciendo resbalar sus dedos con extremo placer por todo lo largo de su ahora completamente lubricado pene a punto de eructar todo su pegajoso relleno sobre la mano de su tía.

Luis se esforzaba, sudaba y temblaba. Luchaba por concebir en su mente los pasos necesarios para despejar las incógnitas, pero era imposible. Estaba completamente excitado, y su mente no podía concentrarse, por lo que finalmente el estrés lo superó, haciéndolo relajar su escroto para dar paso a una profunda y larga eyaculación desahogada sobre los dedos de su tía, en poderosas arcadas de su pene que vomitaba todo su trasparente semen sobre ella.

Desahogado, Luis inmediatamente retomó consciencia de sus actos, anticipando las inhumanas consecuencias, disculpándose enseguida, como rogando clemencia. –Lo lamento. Perdón tía. –Suplicaba el muchacho. Sin embargo su tía continuaba masturbándole bajo la mesa completamente desentendida de lo sucedido. –No te preocupes, está bien, está bien Luis. Pero aún no terminas tu tarea. Date prisa. –Le decía su malvada tía, con diabólica tranquilidad, sin dejar de estrujar su hastiado pene de arriba abajo, embarrando su propio semen sobre él mismo.

Y Luis sufría como nunca. La tortura era terrible. Su sobre estimulado pene se sentía sensible a flor de piel, y su tía no paraba. -Para, tía. Por favor. –Rogaba Luis. –No hasta que termines tu tarea. –Sentenciaba su tía.

Pero aquel problema plasmado sobre su libreta, era complejo y muy largo. Luis apenas podía concentrase muerto de sufrimiento. –Por favor tía. Lo lamento. Para ya. Me lastimas. –Suplicaba intentando desaprisionar su pene de las garras de su tía.

Y su infame tía continuaba, no pararía hasta satisfacer sus perversos instintos salvajes. Ella si era un monstruo encarnado en ese engañoso cuerpo de diosa. Restregando sus pegajosos dedos a lo largo de su enrojecido pene lastimado. Siguió y siguió hasta que el pequeño Luis lograba cumplir con su cometido, terminando al fin con aquella tortura sexual.

Esa noche el pobre adolecente desvaneció sobre su cama, y soltó un impotente llanto, desahogando toda frustración, sintiéndose humillado y martirizado como nunca antes en su vida.

-HAAAAhhhh. –Se hace escuchar un desgarrador grito que resonaba en toda la mansión. Era su tía. La muy desgraciada se debía estar masturbando en su recamara. Regocijada por todo el placer que le concebía el martirio de su sobrino. Desconsolada sin su marido, ahora se complacía consigo misma, regocijada por la malicia desahogada sobre el hijo de su propia hermana, quien ahora en su recamara se ahogaba en sus propias lágrimas hasta perderse entre sus sueños con un profuso dolor en el musculo de su escroto hasta su próstata.

Por desgracia, ese sería el primero de muchos otros acontecimientos similares que el desamparado Joven sufriría en los últimos días de estadía en aquella lúgubre residencia. Pues tan solo dos días después su tía lo citaba por la mañana en ese mismo inhóspito rincón de estudio, el cual Luis odiaba con todo su ser.

Ese día fue terrible, las horas de estudio habían pasado a segundo plano, ya no necesitaba de excusas para acosarle y sobajarle, estaba completamente descarriada, había perdido el juicio.

El adolecente anotaba atento las instrucciones que su tía anotaba con desesperación con la blanquizca tiza sobre la pizarra verde. Aquella ecuación era nefasta, esta vez se había excedido. Pero ya nada importaba. Era solo la excusa, lo único que esperaba Margot era que su sobrino le diese pauta para descargar su ira y frustración sobre él.

Ingenuo, el pequeño estudiante se empeñaba en dar su mejor esfuerzo, creyendo que podría con aquel problema, extendiendo su libreta con la errónea solución ante su tía.

-¡Está mal! Todo. ¡Todo! –Expresaba Margot regocijada en su patanería. –Es que no lo sé hacer. -¿Cómo dices? –Pregunta su tía, asombrada por la insolencia. –Aún no me ha explicado ese problema tía. -¿Cómo te atreves? ¿Dices que me equivoco? ¿Crees que ahora sabes más que yo? Ese problema es igual de fácil que todos. –Finalizaba, aventando su libreta a la mesa con tal brusquedad que ésta salía despedida por el otro extremo. -No tienes remedio. Eres una vergüenza para tus padres y para toda la familia. Das asco. Jamás llegaras a ser algo en la vida. No vales más que la alfombra en la que estas parado. –Le sobajaba su desalmada maestra sin escrúpulos.

-¡Anda! Quieres ser una alfombra. Se una alfombra. –Ordena Margot con los ojos rojos de cólera. Haciendo que su desabrigado sobrino se tumbase sobre el suelo pecho arriba, después de obligarlo a desnudarse, justo frente a ella.

Entonces la muy inhumana señora arrimó una silla para sentarse frente al chico, posando sus tacones altos sobre su barriga, sin ningún remordimiento. -¿Te divierte ser un alfombrilla? Ahora ya no debes pensar en nada. No más estudio. Serás el orgullo de una casa bien adornada.

Luis estaba devastado. Había caído en lo más bajo de su depresión que jamás antes había llegado. Las lágrimas corrían por su rostro, pero aún lograba resguardar su llanto detrás de sus labios sellados con gran esfuerzo.

Su tía seguía sentada con su característica arrogancia, descansando sus largas piernas sobre el pobre muchacho, quien no podía más que mirar las pantorrillas de su tía, forradas siempre en lencería negra, y sus zapatos altos pinchándole con el tacón sobre su abdomen.

-¿Te sientes contento ahora? Tú lo buscaste. –Sí tía. Respondía el ingenuo joven. -¡Cállate! Los tapetes no hablan. –Explotaba enseguida su tía, al darse cuenta que había mordido el anzuelo. –Quieres utilizar tu boca para algo bueno, haz lo que los tapes hacen y cumple tu nuevo propósito.

Amenazaba la Dra. Margot, enderezando su postura para poder colocar la punta de su zapato izquierdo sobre la boca su sobrino. –Límpialo. Es lo que las alfombras hacen ¿No? –Le obliga sin misericordia. Luis obedece.

Lentamente comienza a besar las zapatillas negras de su tía, brillantes por el impecable y riguroso lustrado que las hacía ver como nuevas, pero nada era suficiente para la desquiciada señora. Nunca lo era.

-Con la lengua. –Le decía, restregando su pie por toda la cara de Luis. Y no conforme con ello la infame Doctora comenzó a pisotearle por todo el cuerpo. Recorría su zapato por toda su piel expuesta cuerpo, haciendo presión en su abdomen y su pecho con la punta de su tacón, ensañándose especialmente en su entrepierna, estrujando su delicada piel íntima con las grotescas suelas puntiagudas sintéticas de su calzado.

El sufrimiento era inaudito. Sentir toda esa violencia de los zapatos de aguja sobre su pene, su escroto y sus testículos, hacían a Luis restregarse de dolor. –Eres un buen tapete. Le decía con una desgraciada sonrisa maquiavélica en el rostro.

-Anda Luis. Límpiame los zapatos que ya tengo que irme. –Le ordena. Y Luis reincorpora su lastimado cuerpo, se arrodilla frente a ella, y concede sus órdenes haciendo resbalar su lengua sobre el lustroso calzado femenino de su tía. –Sigue. –Le dice, levantando uno de sus pies para que le lamiera también sus pantorrillas, siempre forradas en sus medias de seda. Luis lo entiende. El sabor era desagradable, pero la textura no tanto. Olía a mujer y a lencería fina.

Seguía avanzando desde sus tobillos, sus pantorrillas, sus rodillas y hasta sus piernas. Al llegar ahí, su tía separo sus piernas abriéndolas de par en par, mostrándole su sensual lencería roja al fondo de su falda cual se levantaba por encima de sus muslos, justo al final de sus pantimedias.

Luis siguió, y su tía se lo permitía. Poco a poco llegaba hasta su entrepierna, al tiempo que ella se levantaba su falda para que cabeza cupiese mejor. Y Luis avanzaba, su lengua recorría la elástica tela trasparente entre sus muslos, llegando al límite de su erótica prenda donde sus piernas nacían desnudas y desprotegidas por aquella lencería.

Su boca besa la ardiente piel de su tía, ama y señora. Lamiendo cada vez más cerca de su sexo, radiante y fogoso, cual caldera de navío a vapor, aún a la distancia. Y entonces llegó. Finalmente Luis posaba sus labios sobre la caliente vagina de su tía, chupándosela con desdén por encima de su coraza de encajes rojos. Aún así, el pequeño Luis podía palpar con su lengua todo su bien añejado coño, sintiendo bajo sus bragas los pliegues vaginales de su tía, humectándose con el paso de su saliva empapando su ropa intima.

Y el aroma, el olor penetrante y picoso de una buena vagina caliente, amarga como su madura poseedora, pero deliciosamente excitante para el joven adolecente, quien no paraba de mamar con esmero, creyendo que así, de alguna forma saldaría deudas con su verdugo.

-MMmmm. –Suspiraba la señora, comenzando a gemir por todo el placer que Luis le provocaba sumergido en su entrepierna. Poco a poco su respiración comenzaba a agitarse, inconscientemente contorsionaba sus caderas, provocando un vaivén que restregaba su coño en la cara de su sobrino, incitándole a que no parara y siguiera chupándosela.

Y Finalmente Margot se perdía en su erótico placer, sucumbiendo al trabajo que le estaba haciendo Luis con su lengua. Relajaba sus piernas, arqueaba su cuello y desfallecía sobre la boca del muchacho, permitiendo que su vagina se complaciera hasta hacerse venir encima.

Entonces, un incontrolable espasmo le obliga a fruncir los músculos de su pelvis provocando que su coño estallase en un genuino orgasmo, seguramente retrasado por todo este tiempo. En un profundo gemido la Maestra Margot concebía todo su goce, eyaculando sobre la boca del pequeño quien seguía lamiendo, bebiendo de sus segregaciones íntimas que emanaban desde las profundidades de su coño, manchando sus bragas de su tibio contenido, escurriendo hasta su falda, manchándola con de su blanquizca leche, que Luis no alcanzaba a sorber.

Venganza

Después de haber probado la vagina madura de su tía, ya nada era igual para el adolecente. Su mente se habría descarrilado por completo, abandonando cualquier rastro de cordura en su espíritu púbero. Sus sentimientos se encontraban completamente revueltos. Tenía el concepto erróneo de lo que era el cariño, la amistad, el amor y el sexo; todo estaba mezclado entre el miedo, la depresión y el odio.

El muchacho creía estar enamorado de su tía, pero al mismo tiempo la odiaba con toda su alma, quería desquitarse de alguna forma, sentir que podía hacer algo con su vida, o por lo menos, defenderse.

Deslizándose sin control en aquella cascada de emociones, Luis descendía por las escaleras bajo la eterna atmosfera sombría. El joven camina sobre la alfombra del primer piso, destinado a comenzar sus encomiendas del día lo antes posible. Momento preciso en que Alison cruza rumbo a la cocina, a su vez, dispuesta a preparar el desayuno. Luis la sigue de cerca.

Alison enciende la estufa, Luis la asecha a escondidas aproximándose a paso lento sobre sus espaldas. La chica da media vuelta alarmada por la poca mesura de sus pasos. Por un momento sus miradas se enfrentan sin mediar palabra, como intentando deducir los pensamientos uno del otro.

Ella camina de espaldas hasta toparse con horno de la estufa, del cual se sujeta fuertemente por la agarradera de una sola aza, temerosa de las intenciones de su acompañante. Luis continúa su trayecto, aletargando su andar a cada paso. Y al tenerla lo suficientemente cerca, finalmente se derrumba a sus rodillas explotando en un llanto desconsolado y desgarrador.

-¿Qué sucede? –Pregunta la chica, dejando que su miedo se esfumase por completo. –Lo lamento, lo siento mucho. Discúlpame. –Ruega el joven bañado en llanto. –Tranquilo, respira. Anda levántate. -Responde Alison consolando al destrozado muchacho.

-Sé que estás pasando por un mal momento. Por tu tía. Lo sé todo. Le dice la chica inclinándose al rostro de Luis aún arrodillado frente a ella. –Pero no debí… -Calla, no digas más. Ya ha pasado todo. –Le reconfortaba, terminando finalmente de levantarle del suelo.

-La señora es terrible, lo sé. Solo trabajo con ella por la paga. ¿sabes? Tengo a mamá enferma y por ahora no puede trabar. –Inicia la conversación, mientras Luis recarga las manos a su espalda sobre la mesa de madera en el centro de la cocina. –El señor Gerardo y yo nunca tuvimos nada entre nosotros. Él me insinuaba, pero yo nunca le permití que me hiciera daño. Tampoco era su culpa, la señora lo estaba volviendo loco. Un poco como lo que te haciendo a ti, ahora mismo.

Ella tiene algún trastorno con la sexualidad o algo así. Había noches en las que se la pasaban haciendo el amor sin descanso hasta el amanecer, pero en otras ocasiones ella no quería intimidad por semanas, y cuando llegaban a hacerlo, ella no lo dejaba terminar. Me lo confesó el señor.

Luis escuchaba atentamente, intentado hilar cavos en su mente. –Seguramente por ello decidió marcharse. No lo culpo. Me sorprende que haya soportado tanto tiempo viviendo de esa manera. Sé que tiene otro amorío. Ella lo orillo a eso. –Finaliza la linda chica sin dejar un momento de apresurarse a terminar con el desayuno a tiempo, antes de que la señora bajara de su alcoba.

-¡Luis! –Gritaba la señora Margot desde las profundidades de la siniestra casona. Enseguida el pequeño sale corriendo a toda prisa hasta el comedor donde su tía esperaba ya en su silla al frente de la mesa.

-Hoy tendrás repaso. Vamos muy atrasados en la materia. No puedes seguir holgazaneando de esa manera. –Le reprendía su tía apenas al tenerlo a la vista. –Sí tía. Acertaba.

Horas más tarde Luis esperaba ansioso en el mismo lugar de estudio. De ante mano sabía que esa mañana su tía sería muy dura y cruel, quien orgullosa y altanera comienza a anotar alguna ecuación sobre la pizarra.

Al terminar Luis comienza a darle solución al problema matemático. -¿Qué pasa Luis? Estás muy serio el día de hoy. –Se le escucha decir a la señora. -¿O acaso prefieres la compañía de Alison? Esa muchacha no te traerá nada bueno. Solo te distrae de tu estudio. No quiero verte cerca de ella, ¿lo entiendes?

Determina la Doctora mirándole seriamente. -¡Apresúrate, que aún debo dejarte más tarea! Debes ponerte al corriente. –Ordenaba su Maestra borrando lo anotado en la pizarra para conseguir más espacio donde anotar una serie de actividades y problemas complejos. –Las quiero resueltas para hoy mismo. –Determina con voz firme antes de marcharse sin volver atrás.

Cómo era de suponer, aquellas tareas junto con sus obligaciones diarias, le arrebatarían por completo el tiempo del corto día a Luis. Estaba claro que Margot no quería que estuviese un solo minuto con su nueva amiga Alison.

El sol caía por el horizonte, desprotegiendo la casona de concreto y madera de su calidez. La oscuridad invade cada rincón. Las luces no se encendían a menos que fuera completamente necesario. Y ahora, con Luis en su habitación, afinando los últimos detalles de su trabajo estudiantil, no había una sola recamara iluminada más.

En eso, se escuchan unos temibles pasos haciendo eco en sobre las sombrías paredes. Aquel estridente tacón de aguja resonando a ritmo perfecto anunciaba la llegada de su tía aproximándose al dormitorio de Luis. Algo extraño, pues normalmente siempre llegaba directamente a su propio cuarto.

Tras un breve instante que pareciera una eternidad, su tía asoma por la puerta. Enseguida la atraviesa con toda autoridad y al ver a su sobrino sosteniendo su libreta, vocifera. -¿Haz terminado ya? Más te vale que esté todo en orden. –Amenaza al tiempo que revisaba con detenimiento los apuntes de Luis.

-Está incompleto. Debiste desarrollar completamente cada procedimiento. –Le dice Margot casi sin poder esconder una pequeña sonrisa malévola en su rostro. –Estuviste con la sirvienta de nuevo ¿no es así? –Insinúa la señora. –No, no es así, lo juro. –Responde Luis, muerto de pánico.

-¡No me mientas! ¡A mí nadie puede engañarme! Nunca puedes controlar tus instintos. ¿A caso nunca has estado con una mujer? –Le gritaba agitando amenazadoramente su libreta casi por desojarse en sus manos.

-No. –Responde débilmente el pequeño Luis, sin atreverse a levantar la cara en ningún momento. Omitiendo con toda alevosía su encuentro con Alison en la cocina. –¿Es eso entonces? ¿Es el sexo lo que te tiene tan distraído? Nunca serás nada si tienes la cabeza metida en estupideces mundanas como esas. Es solo coito Luis. El estúpido acto de meter tu pene en una vagina, tan simple como eso.

Recalcaba la Doctora Margot al tiempo que se posaba sobre la cama de su sobrino, recostándose mirando al techo. –¡Anda!, ¡hazlo y déjate de tonterías! –Le ordena la elegante dama separando sus piernas cual estrella de mar sobre las cobijas.

Luis le mira estupefacto, y aunque estaba lleno de miedo, el pequeño se estrecha a su tía justo por enfrente, como se encara a cualquier bestia salvaje, se inmiscuye entre sus gruesas piernas siempre encarnadas en aquella lencería negra, zapatos altos y faldas entalladas de oficina.

Decidido, le sube un poco su falda color melón, tan solo lo suficiente para que su cabeza pudiese irrumpir en su entrepierna, dispuesto a darle una buena chupada como lo había hecho antes, pues sabía que eso funcionaba con ella.

Su tía le ayuda un poco abriéndole camino para que llegase a su destino. Y ahí, sin perder la prisa, el naciente adolecente desenrolla su lengua completamente para cubrirle toda su concha escondida bajo sus bragas de encajes, cual manto rosado y húmedo que mojaba los telares de su íntima vestimenta.

Lengüetazo tras otro, Luis terminaba de empapar sus bragas con su saliva, saboreando de paso la natural humedad secretada de su vagina a lo largo del día, en su afán por conseguir chuparle su clítoris con un mapa ciego en su mente.

Y su tía lo gozaba, la muy zorra se complacía con el momento incestuoso, regocijándose en el pecado, sobándose sus grandes tetas con pasión, despeinando su cabello, y restregando la cara de su sobrino zambullido entre sus piernas. –Mmm. –Gemía entre sutiles quejidos complacida con el sexo oral de Luis.

De un firme arrebato, finalmente Luis se deshace de las bragas que le obstruían el camino a su manjar, consiguiendo así, beber del amargo coño madura de la condecorada Bioquímica dama de la familia. Ahora de primera instancia al colocar sus labios directamente en los de su vagina, comiéndosela con desdén de arriba abajo, restregando su boca y lengua entre sus pliegues húmedos y carnosos, un tanto más aguados por el paso de los años vividos.

Satisfecho con su trabajo, Luis se reincorpora, desprendiendo su boca del coño de su tía, cual tentáculo de calamar succionando a su presa, y sin perder el tiempo se desenfunda su endurecido pene, fuera de los confines de su pantalón, bajándolo hasta sus tobillos, para ensartarlo sin miedo ni piedad en la vagina de su tía.

Ella lo gozaba con sumo placer. Después de casi un mes sin su esposo, aquel jovial pene de su sobrino se desliza en su holgada cavidad completamente lubricada con tanto placer, que la hacía estremecer intensamente, obligándola a abrirse por completo ante Luis y su hinchado pene dentro de ella, embistiendo, inexperto, sin fricción alguna.

Sin embargo todo ese placer tenía un costo, y aquellos estímulos húmedos estrujando su pene con las carnosidades en las profundidades de su tía, pronto le arrancaban de a poco un precoz orgasmo del endeble esfínter sin experiencia del muchacho, haciéndolo eyacular en el interior de su vagina.

Pero Luis tenía una carta bajo la manga, y haciendo gala tanto de su juventud como de su inasible apetito sexual, a grandes esfuerzos lograba prologar el vaivén de su pene estimulando la madura vagina de su tía como si no hubiese terminado aún.

Arremetía con dureza, disponiendo de toda su concentración y esmero en complacer a su infame tía, sin olvidar aquellos momentos violentos de tortura, ahora puestos a favor, a manera de motivación para prolongar un poco más al placer que le proporcionaba a su Maestra Margot y que poco a poco la hacían sucumbir a sus necesidades sexuales.

Ya no podía fingirlo, aquel nivel de placer estaba más allá de ella, había superado su odio y su miserable apatía. Aquella mujer que antes se regocijaba en su ego y narcicismo, ahora se complacía sumisa y entregada completamente abierta de piernas ente su víctima.

Se agitaba y regodeaba meneando las caderas para restregarse el pene de Luis dentro de ella, duro, rudo y profundo como a ella tanto le gustaba. Poco a poco, esa misma complacencia y placer desmedido invocaba en ella ese llamado al orgasmo, haciendo levantar sus nalgas, endureciéndolas para expulsar el jugoso elixir que comenzaba a amontonarse ya en las puertas de su empapada vagina.

Gemía, palpitaba y se estremecía. Era inminente que en cualquier momento terminaría. Por un momento el rostro de su tía se presentaba frente a él, gesticulando su goce satisfactorio a punto de venirse. Sus grandes tetas rebotaban en cada embestida bajo su blusa blanca de holanes al cuello, y ese olor intenso a perfume, maquillaje y sudor de señora. Enterrando profundamente su pene en toda su extensión hasta que finalmente la Doctora sucumbía en un fuerte orgasmo que la hacía tensar las piernas y contraer su pelvis derramando su leche sobre el pene de Luis cual finalmente podía descansar de su propio orgasmo prolongado, cuyo semen dejaba en el interior de su tía.

Todo parecía haber terminado, el sufragio habría quedado saldado, mano a mano. Pero Margot no era así, siempre habría que tener la última palabra, y con ello, se ha de montar sobre Luis, intercambiando posiciones, ahora él recostado y ella de espaldas al muchacho acomodando sus grandes nalgas para ensartarse sobre su estimado pene enrojecido y completamente pegajoso, teñido con la blanca eyaculación de su tía y la propia.

Así comenzaría a cabalgar de arriba abajo, desliando su trasero a sentones, aplaudiendo sobre las delgadas piernas del joven colegial exhausto, quien se esforzaba por complacerla, mirando sus redondas nalgas sudorosas haciendo desaparecer su polla dentro de su mojada cavidad, y caliente como caldera.

Ensimismado con el glorioso espectáculo, Luis observa cómo el orto de su tía abría sus carnosidades cada que descendía sobre su pene estrujando dentro de ella. Y no pudo resistir, sabiendo lo zorra que era, ahora que la tenía por primera vez a su merced. Entonces le metió su dedo índice.

Forcejeó un poco, pero ella estaba tan excitada que aquel enmarañado orificio de inmediato se dilato abrazando su pequeño dedo con los pliegues de su ano. Y la Doctora lo gozaba como loca, gemía y contorsionaba su cadera para masturbarse simultáneamente con aquella doble penetración.

Sabiendo lo mucho que ella lo estaba disfrutando, Luis intuyó que sería prudente ayudarle también con su dedo medio, ensartándolo en el culo de su tía sin cuidado alguno, con pura destreza y mano firme, mientras ella se complacía de sus dedos y su pito ensartándola en cada sentón.

En ese momento Luis sintió que se vendría otra vez. Pero ahora iría a por todas y justo en el movimiento donde su tía subía sus nalgas para envainarse de nuevo en su tranca, el astuto Luis aprovechaba para sacársela de su vagina y acomodársela en su culo, remplazando sus dedos ahora con su lubricado pene, dejando que su tía hiciese el resto del trabajo al sentarse sobre él.

No hizo falta ningún preámbulo, su pene se deslizaba sin problema en aquel nuevo orificio estrecho y oscuro hasta desaparecer bajo el enorme trasero terso de señora. Ni tarde ni perezosa, continuando con el vaivén sucio y rudo estrellando sus nalgas en los delgados muslos sin fuerza de Luis, quien luchaba por contener su eyaculación inminente a cada instante, a cada penetración.

Sin embargo, no era solo él quien estaría gozando, pues para su suerte, su tía Margot llegaba, llegaba al clímax máximo de su deseo, de su pasión y de su incesto frunciendo sus nalgas con todas sus fuerzas para estrujar el pene de su sobrino en lo más profundo de su culo, al tiempo que se estimulaba desmedidamente su vagina desatendida, ahora metiéndose sus dedos medios en su punto de placer, restregando de paso su clítoris con la palma de su mano, duro y fuerte.

Duro, profundo, sucio, zagas, mojado y placentero. Subiendo y bajando, pujando y masturbándose, rápidamente la tía Margot concebía de su interior un poderoso orgasmo que le hacía gruñir como fiera, finalmente sometida a sus instintos animales, rindiéndose ante su propio sobrino. Luchando a su vez con su cuerpo para resistir el enorme placer desahogado, entre espasmos que sacudían el pito de Luis aún dentro de ella, bañándose con su tibia eyaculación en las oscuras profundidades del culo de su tía.

Doble venganza

Fue ese día el par de aguas definitivo que marcaría el fin de la despiadada tortura mental de su tía, en torno a un futuro más prometedor, o quizá se trataba de una oportunidad que tan solo cambiaría la aguja de la brújula.

Los amaneceres eran más cálidos y acogedores, hasta el aire se podía sentir más ligero. El inocente Luis ya no estaba solo, ahora gozaba de la compañía de Alison, y con ella, los menesteres del día pasaban mucho más a gusto.

Poco había cambiado en su rutina, sus obligaciones eran las mismas, y la carga de trabajo no habría disminuido ni un poco. Pero su tía en cambio era otra mujer distinta. No más gritos, no más regaños y no más tortura. Todo parecía que lo que Margot necesitaba era un buen follón, y Luis se lo habría dado con creces.

Pero la Doctora nunca había sido conformista, siempre leal a su infame actitud de poderío y dominación, buscaba de cualquier manera controlar la situación intentando no sentirse vulnerable ni olvidada. Bien sabía sobre la relación de su sobrino con la sirvienta, y hacía hasta lo imposible por arrebatársela de las manos. Era lo único que no podía controlar, y eso, para ella, era como una larga y gruesa espina clavada en el zapato. Margot lo quería solo para ella misma, como todo en su vida.

Desesperada, buscaba la manera de llamar la atención de Luis con sensuales atuendos, insinuaciones en las clases y coquetería sin disimulo. Pero el pequeño quien semanas atrás habría llegado con toda la inocencia de una vida sobre protectora, ahora se sentía todo un hombre.

Ya no caía en los viejos trucos, esas voluptuosas caderas danzantes por las mañanas, y esas seductoras piernas de roble en sensuales tacones altos, ya no le hacían caer como mosca sobre miel. No le importaba más, ya había probado ese par de maduras nalgas, y había disfrutado de los confines de su aguado coño y su estrecho orto, había saboreado de sus grandes tetas y mamado de sus pezones cafés. La fantasía había sido satisfecha, y para Luis ahora había otros intereses.

El fin de las vacaciones podía sentirse cada vez más cerca, y con ello, la tan aclamada libertad del joven adolecente. Irónicamente ahora no había prisa, los días de horrores atrás habían quedado, y Luis aprovechaba los últimos momentos de su estancia con Alison. No perdía la oportunidad de acercarse a ella para ofrecerle una tierna caricia, bien correspondida por la bella mucama quien le regresaba el cariño con una gran sonrisa en cada ocasión.

La señora de la casa lo sabía, y se llenaba de rabia cual bestia mitológica canina que pierde el juicio a la luz de la luna. Margot lo deseaba y lo necesitaba, la envidia y su ninfomanía la carcomían, estaba hambrienta de sexo y haría lo que fuese por conseguirlo.

Fue un día entre semana como cualquier otro, cuando Luis se besaba con su primera pareja en la vida, Alison. Los jóvenes tortolos se perdían en un amoroso beso en la habitación del estudiante. Su compañera se dejaba acariciar todo el cuerpo y Luis no mediaba prudencia para restregarla contra su cuerpo apretando su cintura y parte de sus nalgas con pasión y cariño.

Alison le subía su camisa hasta sacársela de su flacucho cuerpo endeble de colegial, Luis hacía lo suyo despojándola de su vestido coqueto de holanes clásico. No había prisa, la señora recién había salido rumbo al trabajo y no llegaría hasta bien entrada la noche. Los deberes podían esperar. Bien medido tenían el tiempo para hacer el amor antes de iniciar con sus labores domesticas, como lo venían haciendo todos los días de esa semana en curso.

Así, finalmente desnudos, la pareja de novios se besaban sobre la cama, entregando su amor uno al otro. Luis sobre Alison ensartándole su jovial pene con cariño y dulzura entre besos húmedos y cariñosas caricias, disfrutando más de su amor que del placer sexual implícito en aquel acto puro y sincero.

Ambos lo disfrutaban, realmente estaban enamorados y perdidos en su caricias, cuando un par de tacones se hacen escuchar en el pasillo aproximándose rápidamente hacia ellos.

Exaltados, el par de amantes saltaron despavoridos intentando vestirse de nuevo, pero era inútil, la señora Margot yacía postrada frente a la puerta que descuidadamente habían dejado abierta, con su clásica arrogancia y llena de furia.

-¡¿Para esto te pago?! ¡Muchacha estúpida! ¡Zorra del demonio! –Gritaba hasta quedarse afónica, perdiendo los estribos. –Y tú, ¿Qué dirá tu madre? ¿Qué te crees que estas en un prostíbulo? –Esta casa es decente y debes respetarla.

-Alegaba la señora, pérdida de sus cabales, y los incautados jóvenes le miraban con terror. Pero Luis sabía la razón de sus arrebatos. Observando su mirada colérica, Luis notaba cómo se desviaba constantemente a su pene todavía inflamado y perfilado habiendo sido interrumpido a pedio coito.

-¡Les he dado trabajo, abrigo y comida ¿y así me lo pagan?! –Vociferaba la tía, mientras Luis comenzaba tímidamente a recorrer sus mano derecha a lo largo de su polla, estrujándola lentamente, como exhibiendo lo roja, hinchada y dura que se veía, brillosa por los fluidos de su amante impregnados en él.

Margot lo evadía, pero su excitación la delataba. No podía dejar de mirarle con todo descaro su bien inflamado falo parado frente a ella, relamiéndose los labios inconscientemente al imaginárselo dentro de su cuerpo.

Alison comprendía lo que pasaba, pero sabiendo de lo que la señora podía hacer cuando se enfadaba, no se atrevía a hacer movimiento alguno, limitándose a observar la lujuriosa escena que se desarrollaba en aquella habitación.

-Son unos sinvergüenzas, me dan asco. –Vociferaba la dueña de la casona mientras Luis se masturbaba a sus ojos con excitante lentitud por todo lo largo de su pene, ignorando las hirientes amenazas de su tía, acostumbrado ya a todas sus ofensas.

Discretamente Luis se estrechaba de nuevo a Alison hasta pararse a sus espaldas. Margot lo observaba, luchando contra sí misma, para fingir su enfado o finalmente sucumbir a sus instintos depravados.

Ella buscaba con desesperación la mirada de su sobrino escondido tras los cabellos lacios de la mucama, a la que le besaba el cuello con sensualidad, al tiempo que acariciaba su esbelto cuerpo desde sus espaldas, recorriendo la palma de sus manos por su cintura y abdomen, donde dividían camino, para llegar a su entrepierna y la otra mano a sus pequeñas tetillas erizadas.

Alison lo disfrutaba, estaba aterrada pero comprendía perfectamente el plan de Luis. Expresaba su placer frente a su señora, cerrando los ojos y dejándose consentir por las caricias de su amante quien le picaba irremediablemente con su polla parada entre sus nalgas.

Y Margot enmudeció. Ni todo su enfado, ni toda su furia podían sofocar el enorme calor que nacía en ella ante el explicito descaro de los jóvenes tortolos seduciéndola con toda alevosía.

-¡¿Pero qué se están creyendo? Par de cabrones! –Explotaba la dama madura jaloneando a la pobre Alison hasta apartarla de su enamorado. –Sin vergüenzas. ¡Lárguense de mi casa ahora mismo! –Gritaba. Pero Luis lograba sujetarla de su brazo derecho retorciéndolo por su espalda para inmovilizarla un poco y hacerle perder el equilibro, consiguiendo así que se derrumbara sobre la cama.

-¡¿Qué demonios haces hijo de puta?! ¡Suéltame! –Gruñía Margot, pero Luis hacía caso omiso, montándose sobre ella a sus espaldas, restregándole su flacucho cuerpo desnudo para masturbarse sobre su trasero, entremetiendo su erizado pene en la línea que marcaba su falda ajustada, dividida por su par de ricas nalgas, manchando la fina tela negra con su babeante semen.

Alison miraba la escena, congelada por el terror. Sus ojos se desorbitaban, temblaba, y su corazón bombeaba con fuerza. Cuando Luis comenzaba a desvestir a su tía.

Entre jaloneos, insultos y blasfemias, conseguía subirle la fallada hasta la cintura y bajarle sus elegantes bragas hasta las rodillas, comenzando a arponear su enfilado pito entre sus muslos tratando de ensartarlo con roda prisa y ningún cuidado.

-Aaaahhh –Gruñe su tía al sentir finalmente la polla de Luis deslizándose profundamente en su húmedo coño una vez más. –¡Cabrón de mierda! –Le reprochaba entre dientes, ahogando sus clamores bajo las cobijas arrugadas de la cama, esforzándose por desaprisionarse con desesperación, sin conseguir más nada que ensartarse todavía más la tranca de su ahora agresor, quien meneaba su cintura para complacerse con el lastimoso danzar involuntario de su tía.

Alguna vez el maltratado Luis, conseguía esa noche, someter a su tía, revelándose contra su doctrina estricta e inhumana. –Hijo de perra. ¡Suéltame cabrón! -Gruñía la Doctora Margot, consiguiendo de alguna forma rotar de lado derecho, sin conseguir quitarse a su sobrino de encima quien continuaba embistiendo su pene dentro y fuera de ella, al mismo tiempo sujetándole las manos para evitar que pudiese desaprisionarse.

La mujer madura luchaba con fiereza, si había algo que no soportaba era perder el poder, el no poder controlar la situación. Realmente estaba completamente colérica, sus ojos estaban al rojo vivo peleando con todas sus fuerzas para sacarse el pito de Luis dentro de ella.

Finalmente lo consiguió, girando su cintura lograba desenfundarse de su sobrino, pero Luis no sucumbiría, era de vida o muerte. Desesperado intentaba penetrarla de nueva cuenta, ensartando su enervado aguijón cual avispón busca a su presa. Sin embargo aquellos bruscos movimientos conseguían que el pene de Luis encontrara otro camino alterno al interior de su tía, errando el agujero por el que previamente había salido, provocando un infartarte dolor al clavarse en su ano sin la cautela prudente.

-HHHAAA. HUUuu. –Exclamaba su tía con gran sufrimiento. Luis se había percatado de su error, pero no le importaba, a ella nunca le importó, siempre lo había gozado, y ahora Luis lo disfrutaba también. Más allá del placer que le producía la angosta fricción de aquella nueva cavidad, en realidad Luis disfrutaba como su tía sufría y sollozaba en cada embestida, siendo lastimada igual que ella hacía con él.

-¿Qué se siente? Que rico culo tienes. ¿Te gusta tía? –Le susurraba al oído mofándose con su sufrir. –Púdrete hijo de puta. –Le contestaba su tía agudizando la garganta para soportar el dolor. Al tiempo que él bajaba su mano derecha hasta su ahora libre coño para ensartarle su par de dedos medios haciendo cuneta en su interior para conseguir que comenzara a mojarse más y más, empapando sus dedos rápidamente. A pesar de todo el sufrimiento, sabía que a la zorra de su tía le gustaba de esa forma.

-Ven, ayúdame. –Le decía a su compañera quien yacía petrificada a un lado de la cama, completamente desnuda, observando como Luis violaba a su propia tía. Alison lo comprendió de inmediato. Y aunque muerta de miedo, se armó de valor para inmiscuirse entre las piernas de su patrona hasta su coño, el cual era ofrecido por los dedos de Luis que a su vez exponían la concha de su tía separando sus labios menores, mostrando lo mojada y jugosa que se había puesto.

-¡No te atrevas! ¡Zorra desgraciada! Te juro que haré que te arrepientas. –Amenazaba inútilmente a su sirvienta, sin poder hacer más que mirar como su larga y lacia cabellera se perdía bajo su cintura hasta sentir su caliente lengua sorbiendo directamente de su cáliz añejo estimulado masoquistamente.

-¡Sois unos cerdos repugnantes! –Blasfemaba la señora a oídos sordos de Luis quien no dejaba de masturbarse con gran placer; estrujando su verga en su orto, fuerte y profundo. Y de Alison, chupándole la vagina con fervor y toda decisión de hacerla pagar sus ofensas a punta de orgasmos.

Pronto, las agudas quejas de la Doctora Margot se convertían lentamente en sollozos de placer que intentaba camuflar torpemente con gritos de repudio. –Haaaa. Hay. Desgraciados. Mmmm. Huuuy. Malnacidos. Sshmmm. –Gozaba la señora entre suspiros sintiendo la inminente venida que se avecinaba.

Aplausos se hacían escuchar al estamparse los muslos del endeble cuerpo de Luis en las grandes caderas y voluptuosas nalgas de su tía. Al tiempo que Alison se ensañaba cual sanguijuela en el coño de su señora, haciendo que se mojara más y más, escurriendo hasta su culo el cual no paraba de ser abusado por su propio sobrino.

Los gritos resonaban, las embestidas no cesaban y Alison finalmente concebía el clítoris completamente erguido de la Doctora provocándole espasmódicos ajetreos de placer incontrolables.

Entonces Luis finalmente sacó su pene completamente rojo y sucio del orto de su tía y se apresuró a ponerlo en su rostro luchando con su tía para que no se desaprisionara. Una vez arrodillado en la cara de su tía inmovilizando sus manos con sus rodillas, Luis le sujeto con rudeza la cabellera de su para girarle su cuello directo a su pene frente a ella. Y con su mano libre, le abrió su boca sin ningún cuidado para ensartarle su sucio pito.

Era peligroso pero sabía que su tía era tan puta que igual se la chuparía. Y así fue, aquella engalanada y lustre dama condecorada le mamaba el falo cual estrella del porno, como toda una zorra profesional. Al tiempo, Alison aumentaba su labor en los confines de su coño, trabajando justo en su punto de placer, aquel que solo una mujer puede conocer de tal manera, para complacer a otra.

Y ahí su tía estallaba por primera vez. Si, la muy perra lo estaba gozando, era lo que quería. Que la empotraran con crueldad y la ultrajaran sin piedad. Se saboreaba el pito de su sobrino, realmente lo disfrutaba, y de Alison, de su joven sirvienta masturbándola con destreza y extremo placer, violándola con ambas manos, una estimulándola bruscamente su interior y la otra restregándose desmedidamente en su clítoris.

Así, finalmente Margot explotaba, sucumbiendo a todo ese placer masoquista, sodomizada por el par de jóvenes quienes a su vez disfrutaban de su maldad, desahogando los inhumanos tratos recibidos todo ese tiempo. Mirando como la desalmada señora eyaculaba entre los delgados dedos de Alison, gimiendo de placer con la boca llena del pito de su sobrino.

Pero todo era parte del plan, no era un favor, se trataba de una cruel venganza que apenas comenzaba. Y el par seguía y seguía estimulándola sin piedad, haciéndola venirse una y otra vez, derrochando su húmedo orgasmo sobre la boca de la joven mucama, quien sin embargo, no paraba de chuparle su clítoris como si fuese un chupete.

-¡Paren! ¡Cabrones! ¡Yaaaha! –Suplicaba la señora, entre lloriqueos y gimoteos. Sufriendo terriblemente por el orgasmo prolongado. Los golpeaba y los abofeteaba, incluso a puño cerrado, estaba realmente desesperada por liberarse. Pero Luis y Alison lograban contenerla sujetándole los brazos y piernas para inmovilizarla una vez más y seguir estimulándola sin piedad.

Luis le acariciaba las tetas, las estrujaba con fuerza, las lamía, y chupaba a placer. Era el que más disfrutaba de lastimar a su tía. Jalándole del cabello con brusquedad, apretando con fuerza sus brazos para someterla y ahorcándola con una sola mano alrededor del cuello casi quitándole el aliento por completo.

Alison por su parte le abofeteaba las nalgas, se divertía con el estridente sonido que producía su palma al estamparse contra los grandes glúteos de su patrona. Sonreía al ver la rojiza marca de sus dedos que dejaba tatuada después de cada golpe.

Ambos la trataban sin respeto, como si fuese solo un pedazo de carne, tal y como ella los había tratado todo ese tiempo. Ahora eran ellos quienes se regocijaban con su sufrimiento, violando la privacidad de su cuerpo como si no valiese nada. La manoseaban, la golpeaban y la ultrajaban.

-¿Te gusta tía? –Preguntaba Luis en tono de burla al tiempo que le metía su par de dedos medios en la empapada concha de su tía, frotándola con cruel brusquedad como si estuviese agitando una botella de refrescos para hacerla explotar. Logrando que su tía siguiese mojándose más y más, dilatando su aguada vagina para conseguir que su delgada mano entrase casi por completo en el ancho hueco que se había abierto.

-Ya. Por favor. Lo lamento. Deténganse. –Imploraba la Dra. Margot bañada en lágrimas. Sin embargo gozando como la zorra depravada que era. –Siéntate en ella. –Le pedía a su cómplice Alison, al tiempo que él se acomodaba sobre su tía para poderla masturbar con más fuerza. Alison obedecía y posaba su coño sobre la boca de Margot callándole las blasfemias que no paraba de recitar.

Sin más remedio, Margot comenzó a chuparle su vagina de su sirvienta, al tiempo que Luis se ensañaba con su propio coño ya completamente dilatado y aguado coño, ensartándole los tres dedos medios de su diestra mano, haciendo cuenta justo en su punto de placer, también restregando su pulgar en su erecto clítoris que asomaba rojizo en su totalidad.

-¿Te gusta? –Preguntaba Luis con arrogancia. MMhhmm –Respondía Margot entre los labios vaginales de Alison en su boca. Sufriendo como nunca. Y entonces Luis se volvió loco, aumentando la velocidad con movimientos casi sobrehumanos restregando su mano sin piedad en el empapado coño de su tía haciendo que se estremeciera de dolor y placer al mismo tiempo. Lo había visto en un vídeo porno, sabía que era la mejor forma de hacer de hacer venir a una puta como su tía.

Y siguió y si guio, mojado completamente su mano con las secreciones calientes de Margot que no dejaban de emanar chapoteando entre sus dedos, gimiendo complacida y gruñendo a todo pulmón, siendo silenciada por la dulce conchita de su joven mucama, hasta que no pudo más.

Todo ese placer, toda esa frustración sexual, parafilias y perversiones, finalmente la hacían sucumbir por completo. Orgasmo tras orgasmo, Margot se regocijaba extasiada, estimulada con crueldad como nunca antes, sin embargo como tanto necesitaba. Luis hacía un último esfuerzo para arremeter con todas fuerzas, tan rápido como su mano podía moverse dentro de su tía, arrancándole un profundo orgasmo decisivo y fulminante, que la hacía eyacular a chorros en un poderoso squirting que emanaba desde lo más profundo de su ser como nunca antes, escurriendo como pistola de agua en todo el delgado cuerpo de Luis, bañándole con sus jugos sexuales en su cara y pecho. Gritando desgarradoramente, llorando, ahora de placer total.

Satisfechos, el par de justicieros liberaron a su prisionera. Alison se bajó de su cara, y Luis acompañó a su amada. La vieja señora Margot recobraba el aliento, incapaz de reincorporarse, pues sus piernas no le respondían. En tanto el par de jóvenes enamorados, continuaron con lo que habían iniciado en privado, ahora besándose en frente de su tía, quien no tuvo más opción que salir tambaleándose hasta su habitación para descansar, completamente exprimida y complacida.

Desde aquel día, la señora Margot jamás los volvió a molestar. Sin embargo, pocos días después, Luis regresaba a casa de sus padres, separándose de su primer amor veraniego y su despiadada tía, quien se habría quedado completamente sola, pues del tío Gerardo jamás se volvió a saber nada, y Alison habría encontrado un mejor empleo.

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Que tengas Felices Fantasías.

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