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Trío salvaje con mi hermana y mi cuñado (parte II)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

No sé cuánto tiempo duró mi ataque de histeria, pero cuando me calmé, mi hermana y mi cuñado estaban cogiendo en el sillón.  Él sentado, y ella cabalgándole la pija con sus ojos de fuego clavados en mí. No podía creer lo que veía. Sentía el corazón destrozado, la cabeza revuelta, pero la concha me ardía como nunca jamás me había pasado. Caminé despacio y me ubiqué de frente a ellos. La mirada desafiante de mi hermana me enloquecía. Le acaricié la cara, algo que duró apenas un instante, ya que se llevó mis dedos a su boca y los chupó con gran maestría sin dejar de cabalgar. Con mi mano libre le acaricié y le apreté sus hermosas tetas, tan similares a las mías, mientras ella comenzó a masajearme la concha. El placer que me estaba dando es indescriptible.

De repente dejó de cabalgar y de un salto se paró junto a mí. Sabía lo que quería. Sin dudarlo monté la pija de mi cuñado, quedando frente a frente, para estallar de placer. Al sentir esa hermosa pija adentro mío, un orgasmo me sacudió entera. Mi hermana tuvo que sostenerme por atrás, sino me caía de espaldas. Sentía sus pechos duros en mi espalda y sus manos apretándome los míos con fuerza. Me encontré con los ojos de mi cuñado y nos besamos apasionadamente. Comencé a cabalgarlo cada vez con más fuerza. Luego de diez o quince minutos dejando la vida en esa cogida, sentí como acabó adentro de mí. Mi concha se empapó de esa leche que parecía hervir. Me senté en su falda y noté como la pija seguía igual de grande y dura. Mi hermana se arrodilló y empezó a chuparla. Iba de un lado a otro, de su pija a mi concha, tomándose es coctel de jugos calientes. Acabé de nuevo.

Mi hermana se sentó también en la falda de mi cuñado. Nuestros cuerpos parecían solo uno. Nos besamos los tres apasionadamente, sudados y con muchas ganas de seguir. No recuerdo en que momento me quedé dormida. Y menos aun cuando me llevaron a la cama. Desperté boca abajo, con mi culito levantado y mi cuñado dándome a puro ritmo por la concha. La sensación de despertar con una pija adentro es indescriptible. ¿Me estaba violando? Sí, y me encantó. Busqué con la mirada hacia los costados a mi hermana, pero no la vi. Estaba detrás mío, chupando la pija de su novio cada vez que él la sacaba de adentro mío. Era como si su pija fuese una cuchara, mi concha el más sabroso dulce de leche y mi hermana la afortunada que podía disfrutar de ese manjar. Ella fue quien notó que había despertado. Se acercó hacia mí y se sentó al frente. Su hermosa conchita, chiquita y rosada, quedó hermosamente expuesta ante mi cara. No pude resistirme y empecé a chupar. Primero suave, con besos tiernos y lengüetazos juguetones. Cuando comencé a hacerlo con más ímpetu, tomó una de mis manos y ella misma introdujo mis dedos en su concha. De a ratos los llevaba a su boca y los chupaba, mientras mi cuñado seguía en lo suyo, cada vez con más intensidad.

Estábamos los tres envueltos en un gran éxtasis, cuando mi hermana me preguntó que si alguna vez me habían hecho la colita. Le dije que no, que era demasiado estrecha y sentía que me iba a doler muchísimo. No me dijo nada, pero saltó sobre mí y empujó a mi cuñado. Me tomó de la cintura obligándome a quedar en cuatro. “Esa imagen está para enmarcarla”, comentó divertida, para pasar inmediatamente a chuparme el culito. Lo hizo suave, dando largos y cada vez más profundos lengüetazos. Una sensación cada vez más extraña comenzaba a sacudirme. Mi cuñado, quien miraba la escena desde un costado mientras se masturbaba, colaboro con un buen lechazo que terminó por lubricar la entrada. Los dedos hábiles y pequeños de mi hermana fueron abriendo el camino poco a poco. Primero entró una puntita, la cual se fue deslizando cada vez más adentro abriéndole el camino al siguiente. Con dos dedos adentro, creí que ese sería el máximo placer que podría sentir en la vida, pero no, la cosa recién estaba comenzando.

“¿Estás lista para recibirte de puta?”, preguntó mi hermana. Sonreí nerviosa, sin decir nada, pero con ganas de gritar “¡Sí, me muero de ganas de ser una puta. tu puta, la de él, la de cualquiera!”. De solo pensarlo, tengo que dejar de escribir. Siento las tetas inmensas, la concha caliente y húmeda, y te imagino a vos, leyendo esto mientras te manoseas la pija cada vez más dura. Mi cuñado se llama Martin, pero a partir de ahora puede llevar tu nombre. Puede tener tu cara, tu cuerpo, tu pija. ¿Vamos juntos hasta el final?

Mi hermana te agarra de la pija y te arrastra como si fuera un collar. Comienza a rozarla con mi conchita toda empapada y mi culito abierto. A pesar de todo lo que cogiste esta noche, te morís de ganas por desvirgarme el orto. Y yo me muero por que sea tu pija la que me rompa toda. Mi hermana vuelve a bajar y le da una última chupada antes del bautismo. Yo no puedo más, me muero por sentirte adentro mío. Espero y, mientras tanto, meto un par de dedos en mi conchita. Siento que estoy por acabar de nuevo. Ya perdí la cuenta de las acabadas que hay en esa habitación. Pero aguanto, aunque sea un ratito más. Siento de nuevo la cabeza de tu pija rondando por mi culito. Siento que es inmensa, siento que me va a doler mucho. Pero necesito que pase. Quiero ser tu puta, quiero que mi hermana se sienta orgullosa de lo puta que soy, como yo me siento de lo puta que es. Métela, dale, estoy lista.

Siento como entra la cabecita, despacio, pero con prisa. Entra cada vez más. Cuando siento que entró la mitad, no puedo evitar seguir sosteniendo el orgasmo. Acabo y todo a mi alrededor se ilumina como en un sueño maravilloso. Siento que me voy a desvanecer, pero mi hermana se pone debajo de mí, me pega una fuerte cachetada en la cara, y me besa. Vos aceleras. Siento toda tu pija adentro mío. Te moves cada vez más rápido. Estoy totalmente abierta y entregada. El dolor es el más hermoso que sentí en la vida. El beso que nos damos con mi hermana me mantiene en la realidad. Eso y todo lo que me va diciendo. “¿Viste que te encanta que te rompan el culo? ¿Viste que sos tremenda puta? Te haces la buenita, la intelectual, pero te morís por cualquier pija. Sos más puta que yo y que cualquier persona que conozco”. Y tiene razón. Doy la vida por una buena cogida, por una buena pija que me haga olvidar de todo. Sigo en la realidad, pero pierdo la noción del tiempo. Acabas adentro de mi culito. Tu leche súper caliente y espesa me desborda y se resbala entre mis piernas. Caigo rendida sobre mi hermana. Cuando logra liberarse de mi cuerpo, se pone en cuatro, obligándome a darme vuelta. Te coges a mi hermana por su culito. Tu pija, a pesar de todo el recorrido, sigue tan dura como el principio. Eso me encanta de vos. Te coges a mi hermana mientras ella me chupa la concha. Mientras te la coges a ella, no dejas de mirarme. Te pido a los gritos que la cojas, que la rompas toda, mientras tus dos putitas gritamos de placer.

De repente salís de adentro de mi hermana y, de un empujón, la tiras sobre la cama. Me toma del brazo y me obliga arrodillarme. Sé lo que viene. Nos besamos con intensidad mientras te masturbas frente a nosotras. Me agarras del pelo con fuerza y me obligas a mirarte. Tu cara de placer casi que me hace acabar de nuevo. Estas por venirte, pero preferirías vivir eternamente en esa paja, en esa habitación, con dos putitas a tus pies. Pero acabas. Y, a pesar de que ya lo habías hecho varias veces esa noche, acabas una tremenda cantidad de leche. La distribuís equitativamente entre mi cara y la de mi hermana. Con mi boca llena de leche, beso a mi hermana. Tu leche pasa de mi boca a la de ella, de la de ella a la mía. Nos quedan restos en el pelo, en los ojos, en las tetas. Ella me las chupa para limpiarme, yo se las chupo para limpiarla, mientras vos temblas de placer. Nos ayudas a ponernos de pie, la besas, me besas, nos besamos entre los tres. Nos llevas a la cama, te acostas en el centro, con las dos recostadas sobre tu pecho. ¿Existe algún momento más feliz para los tres? Te juro que para mí no, y estoy segura de que para ella tampoco. ¿Vos que decís?

Nos dormimos los tres enredados como si fuésemos un solo cuerpo. Estoy agotada, dolorida, extasiada de placer. Pero se me hace inevitable no pensar en que me encantaría que, cuanto antes, volvamos a empezar.

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