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Tu y el encargado

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Ella vivía sola, con sus cuarenta años recién cumplidos y ya no quería saber nada del amor, llevaba dos relaciones fallidas, pero ambos jugaron con ella, eso le dejó malos recuerdos y como defensa se prometió no volver a caer en las garras del amor.

Lo más difícil de cumplir su promesa era, cuando su cuerpo quería compañía y ella no tenía con quien satisfacerlo, esa necesidad se transformaba en un dolor silencioso, que hacía que las noches fueran muy largas y jugara con sus manos.

Durante una de esas noches, desesperada se desnudó y se tiró en su cama, esperando calmar con eso el hormigueo que la recorría por dentro, fue un error, su desesperación aumentó, no se puedo resistir, tomo el aparato para dar masajes y empezó a frotar su clítoris, se tranquilizó un poco, movía el aparato por todo su sexo y con él se penetró, lo dejó ahí y con dos dedos presionaba su clítoris hasta que explotó en un orgasmo que la dejo sin moverse por unos minutos, no quería apagar el aparato, sintió como escurría un líquido entre sus muslos, la sensación de humedad la excitó aún más, sacó el aparato y lo puso sobre el clítoris, apenas un momento después tuvo otro orgasmo, mucho más largo, este la dejó inmóvil y se quedó dormida.

Despertó desnuda sobre la cama, con el recuerdo de esas sensaciones, decidió bañarse y lo hizo lentamente, deseando que sus manos fueran las de ese amigo especial, se puso jabón en el resto del cuerpo, deslizándolas fue una delicia, de repente reflexionó, se dio cuenta de su intención, como era posible si la noche anterior se había masturbado, amanecer con la misma desesperación, se sintió mal consigo misma y terminó de bañarse.

Llegó tarde a trabajar y no le importó, su encargado se lo permitía, llevaban muchos años conociéndose y ella era su estrella, por su físico (muy bien proporcionado) tenía muchos admiradores; se puso el uniforme y la desesperación regresó, claro que trabajaba con una camiseta muy ajustada y unos pantaloncillos ajustados que parecían pegarse a su cuerpo como si no quisieran separarse de sus muslos.

Había poca clientela, de vez en cuando algún compañero cuando pasaba por su lado le daba una nalgada y eso la encendía, ella hacia lo mismo con sus compañeros; su encargado seguía sus movimientos como cada día, la deseaba, pero conocía su historia y nunca le había dicho nada.

Cuando ella pasó cerca de él, le dijo: –no quiero problemas con los clientes, te estoy viendo cómo te acercas a ellos.

Sin mirarlo ella dijo -lo siento ando desesperada, le conto lo que había hecho la noche pasada y terminó llorando; a él le dio pena, quería decirla algo, pero ella no se dejaba.

La mandó que atendiera la caja, con la intención de tranquilizarla, y después de cerrar se quedaron en la oficina, él le dijo si quería la ayudaba a tranquilizarse, ella dice – NO, sé por dónde vas y tú lo que buscas es follarme.

Solo quería darte un masaje, que respires hondo y te sientas relajada−, al oír la palabra masaje ella se imaginó sin ropa, no contestó, él la puso junto al escritorio y la doblo hacia delante, estaba tan cansada que antes de decir algo, ya masajeaba sus hombros, esa sensación no le permitió hablar, estaba sólo sintiendo esas manos, él las metió bajo la camiseta, ella quiso incorporarse, pero tenía unas manos de hombre sobre su espalda y no quería dejar de sentir eso.

Le desabrochó el sujetador, ella no protestó, siguió acariciando su espalda, tomó unas tijeras y le cortó la camiseta, ella no lo notó, estaba flotando y no quería despertar, lo disfrutaba más, le bajo el pantalón ajustado solo para descubrir que ropa interior llevaba, el solo verla desnuda fue suficiente para que él tuviera una erección, pero el pantalón oprimía su pene y le dolía.

El masaje siguió desde el cuello hasta las nalgas, ella estaba perdida, se dejaba llevar por lo que sentía, él movió las manos a los lados de la espalda y sintió los senos presionados sobre el escritorio, él le abrió las piernas y ella no protestó, estaba tan a gusto.

Se desnudó, ella no lo notó, le puso aceite en la espalda y ella se perdió aún más, ella empezó a mover sus nalgas suavemente y sin pensarlo le metió aquel miembro de un impulso, ella chorreaba y eso facilitó la entrada, quiso levantarse y él le puso las manos sobre la espalda diciendo –disfruta, no te muevas− y la mantuvo sobre el escritorio, −me sientes− le pregunto y empezó a moverse dentro de ella.

Él no pensaba desaprovechar la oportunidad, levantó sus manos, ella trató de levantarse y él la tomó por los pechos, pero no sabía si trataba de detenerla o de disfrutar sus senos, se movían al mismo ritmo, él pensaba, en no correrse, pero ella preguntó –que por qué no lo hacía− ella quería acabar.

Él dijo –No quiero terminar− pero ella tenía otros planes, con una voz que ella nunca había usado le dijo –necesito darme la vuelta y ver tu cara− él obedeció la soltó y se salió, pero la giró tan rápido para volver a meterla que la sorprendió y ella se quejó, pero más de placer que por molestia.

El seguía dentro de ella, lo vio a los ojos y supo que la quería, el instinto la hizo subir las piernas para ponerlas sobre los hombros, esa visión era mucho para él, la tomó de las caderas y se la acercó aún más, continuó con ese ir y venir que tanto disfrutaba, ella no quería hablar, ese balanceo se hizo tan rápido que él no se pudo controlar y explotó, siguió balanceándose y ella disfrutando.

Bajo lentamente las piernas, la ayudó a incorporarse y mirándose a los ojos se besaron muy suave mientras se abrazaban, ella supo que podía romper su promesa y él que ya no necesitaba ocultar sus sentimientos.

Espero que os haya gustado mi relato. Os recuerdo que las valoraciones y comentarios son gratis y animan mucho. Gracias.

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